Paredes oscuras a las ocho de la mañana. Suena el despertador y Berta lo apaga, aunque tarda unos instantes en reaccionar. Tumbada en la cama, se tapa hasta arriba con la manta hasta que recuerda lo ocurrido esa misma noche. Escapa corriendo de esa fortaleza que había creado bajo las sábanas, ta rápido que se tropieza y su rodilla choca con el suelo, pero no tiene tiempo para quejarse. Lo primero es lo primero, de modo que coge el móvil y busca en la agenda. Lo encuentra entre los diez primeros contactos, pulsa la tecla verde y espera oír su voz al otro lado del aparato. Tras cuatro tonos de espera, cuando la joven pensaba ya que no contestaría a su llamada, lo hace.
-¿Berta?
-Sí, soy yo. Siento llamarte tan temprano. Espero no haberte despertad, pero es que vi tu mensaje por la noche y no sé qué pensar.
-¡Ah, sí! ¡El mensaje! No te preocupes, estoy ya desayunando. Verás, me gustaría saber si puedes quedar hoy. Tengo una noticia que darte.
-Ya, ya. Pero especifica más, que estoy que me muerdo las uñas. Dime al menos si es bueno o malo.
-Prefiero hablarlo en persona. ¿Has desayunado ya?
-No, la verdad es que acabo de levantarme. Aun sigo en pijama. -Berta se sonroja al decirlo. No le gusta +que la imaginen así.
-Perfecto. ¿Paso a recogerte en media hora y desayunamos juntos?
-¿Por qué no te vienes a desayunar a casa? ¡Seguro que a mis padres les hace mucha ilusión verte!
-Preferiría que no, Berta. Esto que tengo que decirte prefiero hablarlo a solas. Otro día me paso por allí a saludar, ¿Te parece?
-Bueno... vale. -La joven está cada vez más nerviosa. No sabe qué es eso tan importante como para que no se puedan enterar sus padres. Sea lo que sea, no tiene tiempo para pararse a pensar en eso. Dentro de media hora estará allí Alejandro ¡Y aún tiene que ducharse y todo!
Coge ropa interior limpia de su mesita de noche y se mete corriendo en el baño, antes de que se le adelante alguno de sus padres. Ya tendrá tiempo luego de elegir qué ropa se pone. Abre el grifo del agua caliente, se desnuda, se recoge el pelo y se mete en la ducha sin pensárselo dos veces. Agua, jabón, agua y lista. Se enrolla en la toalla, se seca un poco y se pone las braguitas rosas y el sostén a juego. Sale del cuarto de baño y corre a su dormitorio. Paco, su padre, entra rápidamente en la habitación que ha dejado libre su hija. Él tiene que ir a trabajar y ya llega tarde. Mientras tanto, Berta abre el armario y saca una camiseta limpia, esa celeste con la espalda rajada que tanto le gusta y se pone los vaqueros oscuros que dejó ayer sobre la silla cuando llegó a su casa. Se viste y corre de nuevo hacia el cuarto de baño para peinarse, pero cuando llega, la puerta está cerrada. ¡Mierda! Va al dormitorio de sus padres, donde su madre guarda un par de peines y un cepillo y en el mismo espejo de la cómoda, hace lo que puede para recogerse una cola bien alta. Le gusta tener la cara despejada por la mañana. Vuelve a su cuarto, coge su maquillaje y otra vez para su cuarto de baño improvisado. No quiere pintarse mucho, así que solo se pone un poco de colorete, se maquilla los ojos con celeste muy clarito y le da brillo a sus labios con el gloss. Mira el reloj. ¡Las ocho y media! ¡Alejandro debe estar ya esperándola abajo! Corre por el pasillo, atraviesa el salón y, justo cuando va a abrir la puerta, su madre la para.
-¿Dónde vas así?
-He quedado para desayunar, mamá. Ya te contaré más tarde, ahora tengo prisa.
-Pues ese chico con el que has quedado va a salir corriendo en cuanto te vea. ¡No te das cuenta que llevas las zapatillas puestas?
-¡Joder! -Berta se da la vuelta y corre a su habitación mientras escucha a su madre desde la cocina.
-¡Te voy a tener que lavar la boca con jabón!
Llega a su cuarto, lanza las zapatillas al techo dando patadas al aire y se abalanza sobre sus tenis anchos. No se puede decir que vaya muy guapa, pero al fin y al cabo, solo va a desayunar con un hombre al que considera de su familia. Para ella siempre fue el tito Álex.