sábado, 3 de noviembre de 2012

Con ·B· de BERTA. Cap. 22

VEINTIDOS
  Paredes oscuras a las ocho de la mañana. Suena el despertador y Berta lo apaga, aunque tarda unos instantes en reaccionar. Tumbada en la cama, se tapa hasta arriba con la manta hasta que recuerda lo ocurrido esa misma noche. Escapa corriendo de esa fortaleza que había creado bajo las sábanas, ta rápido que se tropieza y su rodilla choca con el suelo, pero no tiene tiempo para quejarse. Lo primero es lo primero, de modo que coge el móvil y busca en la agenda. Lo encuentra entre los diez primeros contactos, pulsa la tecla verde y espera oír su voz al otro lado del aparato. Tras cuatro tonos de espera, cuando la joven pensaba ya que no contestaría a su llamada, lo hace.
  -¿Berta?
  -Sí, soy yo. Siento llamarte tan temprano. Espero no haberte despertad, pero es que vi tu mensaje por la noche y no sé qué pensar.
  -¡Ah, sí! ¡El mensaje! No te preocupes, estoy ya desayunando. Verás, me gustaría saber si puedes quedar hoy. Tengo una noticia que darte.
  -Ya, ya. Pero especifica más, que estoy que me muerdo las uñas. Dime al menos si es bueno o malo.
  -Prefiero hablarlo en persona. ¿Has desayunado ya?
  -No, la verdad es que acabo de levantarme. Aun sigo en pijama. -Berta se sonroja al decirlo. No le gusta +que la imaginen así.
  -Perfecto. ¿Paso a recogerte en media hora y desayunamos juntos?
  -¿Por qué no te vienes a desayunar a casa? ¡Seguro que a mis padres les hace mucha ilusión verte!
  -Preferiría que no, Berta. Esto que tengo que decirte prefiero hablarlo a solas. Otro día me paso por allí a saludar, ¿Te parece?
  -Bueno... vale. -La joven está cada vez más nerviosa. No sabe qué es eso tan importante como para que no se puedan enterar sus padres. Sea lo que sea, no tiene tiempo para pararse a pensar en eso. Dentro de media hora estará allí Alejandro ¡Y aún tiene que ducharse y todo! 
Coge ropa interior limpia de su mesita de noche y se mete corriendo en el baño, antes de que se le adelante alguno de sus padres. Ya tendrá tiempo luego de elegir qué ropa se pone. Abre el grifo del agua caliente, se desnuda, se recoge el pelo y se mete en la ducha sin pensárselo dos veces. Agua, jabón, agua y lista. Se enrolla en la toalla, se seca un poco y se pone las braguitas rosas y el sostén a juego. Sale del cuarto de baño y corre a su dormitorio. Paco, su padre, entra rápidamente en la habitación que ha dejado libre su hija. Él tiene que ir a trabajar y ya llega tarde. Mientras tanto, Berta abre el armario y saca una camiseta limpia, esa celeste con la espalda rajada que tanto le gusta y se pone los vaqueros oscuros que dejó ayer sobre la silla cuando llegó a su casa. Se viste y corre de nuevo hacia el cuarto de baño para peinarse, pero cuando llega, la puerta está cerrada. ¡Mierda! Va al dormitorio de sus padres, donde su madre guarda un par de peines y un cepillo y en el mismo espejo de la cómoda, hace lo que puede para recogerse una cola bien alta. Le gusta tener la cara despejada por la mañana. Vuelve a su cuarto, coge su maquillaje y otra vez para su cuarto de baño improvisado. No quiere pintarse mucho, así que solo se pone un poco de colorete, se maquilla los ojos con celeste muy clarito y le da brillo a sus labios con el gloss. Mira el reloj. ¡Las ocho y media! ¡Alejandro debe estar ya esperándola abajo! Corre por el pasillo, atraviesa el salón y, justo cuando va a abrir la puerta, su madre la para.
  -¿Dónde vas así?
  -He quedado para desayunar, mamá. Ya te contaré más tarde, ahora tengo prisa.
  -Pues ese chico con el que has quedado va a salir corriendo en cuanto te vea. ¡No te das cuenta que llevas las zapatillas puestas?
  -¡Joder! -Berta se da la vuelta y corre a su habitación mientras escucha a su madre desde la cocina.
  -¡Te voy a tener que lavar la boca con jabón!
Llega a su cuarto, lanza las zapatillas al techo dando patadas al aire y se abalanza sobre sus tenis anchos. No se puede decir que vaya muy guapa, pero al fin y al cabo, solo va a desayunar con un hombre al que considera de su familia. Para ella siempre fue el tito Álex.

Con "B" de BERTA. Cap 21

VEINTIUNO
 La pared formada por un gran ventanal permite vislumbrar gran parte de la ciudad. Las otras dos color gris perla y la última, compuesta por un gran panel negro,cierran la habitación. Las dos mesitas de noche negras, de diseño sencillo con  una única pata central, están llenas de velas de diferentes tamaños, que le dan un ambiente romántico al momento.
Cinco lámparas con forma de bola y del tamaño de una pelota de balonmano cuelgan del techo a un lado del cabecero de la cama en la que se encuentran África y Miguel. El somier azul turquesa le da un toque de color a la habitación y las fotografías pegadas en el gran panel que ejerce como cabecero proporcionan ese punto personal que completa la elegante decoración del dormitorio del joven.
Siempre tuvo debilidad por las historias de amor, pero también por la pasión. Una pasión fulminante y loca. Y esta noche, quiere tenerla a ella de las dos maneras. No puede dejarla escapar.
Acerca lentamente los labios a su boca y el cuerpo de África se rinde dulcemente al beso. Se miran a los ojos mientras él desliza lentamente la mano bajo su vestido, recorriendo su muslo mientras vuelve a besarla.
El ansia crece al posar los dedos sobre su piel, sobre el encaje que a penas la cubre. Sigue recorriendo su garganta con los labios, susurrándole, al mismo tiempo que ella le quita la camiseta del pijama.
Con un gesto rápido y brusco, se coloca sobre ella para bajarle la cremallera del vestido.
  -¿Necesitas ayuda?
  -Creo que podré solo.
Ambos sonríen y surge un nuevo beso.
  -Siempre me ha gustado verte sin camisa, pero hoy me gustas más. -África se mueve debajo de él, caprichosa, mientras Miguel le quita el vestido por arriba. La joven siente arder su cuerpo cuando él lo recorre de arriba a abajo con la mirada.
  -Eres espectacular. -Roza las puntas del encaje rojo. -No quiero que este momento se acabe.
  -No hay prisa.
Miguel vuelve a acercar sus labios, a saborear cada centímetro de su cuerpo. Desde el primer momento pensó que era preciosa, pero ahora, la luz de las velas embellece aun más su piel. No puede creerse que sea solo para él.
  -Ahora me toca a mí. -África le pasa las manos por la nuca y presiona sus labios contra su boca. Se mueve y se aparta un poco de él. Esta vez es ella la que explora sus fuertes hombros, el pecho duro y el vientre firme; y la que le deshace el nudo del cordón del pantalón para liberarlo. Con las manos y los labios va poniendo en tensión cada uno de sus músculos hasta que ninguno de los dos puede esperar más.
Un estremecimiento recorre el cuerpo de la joven. Intenso. La sangre le bulle cuando Miguel empieza a moverse. Despacio, para exprimir a fondo el placer, con los ojos fijados en ella. Los dos olvidan el control y, del placer soñoliento y centelleante pasan al frenesí.
Es una noche para disfrutar de ella, de él. Disfrutan el uno del otro. Sin tener que esconderse de nadie. No son jefe y empleada. Solo África y Miguel, sin preocupaciones.