VEINTIUNO
La pared formada por un gran ventanal permite vislumbrar gran parte de la ciudad. Las otras dos color gris perla y la última, compuesta por un gran panel negro,cierran la habitación. Las dos mesitas de noche negras, de diseño sencillo con una única pata central, están llenas de velas de diferentes tamaños, que le dan un ambiente romántico al momento.
Cinco lámparas con forma de bola y del tamaño de una pelota de balonmano cuelgan del techo a un lado del cabecero de la cama en la que se encuentran África y Miguel. El somier azul turquesa le da un toque de color a la habitación y las fotografías pegadas en el gran panel que ejerce como cabecero proporcionan ese punto personal que completa la elegante decoración del dormitorio del joven.
Siempre tuvo debilidad por las historias de amor, pero también por la pasión. Una pasión fulminante y loca. Y esta noche, quiere tenerla a ella de las dos maneras. No puede dejarla escapar.
Acerca lentamente los labios a su boca y el cuerpo de África se rinde dulcemente al beso. Se miran a los ojos mientras él desliza lentamente la mano bajo su vestido, recorriendo su muslo mientras vuelve a besarla.
El ansia crece al posar los dedos sobre su piel, sobre el encaje que a penas la cubre. Sigue recorriendo su garganta con los labios, susurrándole, al mismo tiempo que ella le quita la camiseta del pijama.
Con un gesto rápido y brusco, se coloca sobre ella para bajarle la cremallera del vestido.
-¿Necesitas ayuda?
-Creo que podré solo.
Ambos sonríen y surge un nuevo beso.
-Siempre me ha gustado verte sin camisa, pero hoy me gustas más. -África se mueve debajo de él, caprichosa, mientras Miguel le quita el vestido por arriba. La joven siente arder su cuerpo cuando él lo recorre de arriba a abajo con la mirada.
-Eres espectacular. -Roza las puntas del encaje rojo. -No quiero que este momento se acabe.
-No hay prisa.
Miguel vuelve a acercar sus labios, a saborear cada centímetro de su cuerpo. Desde el primer momento pensó que era preciosa, pero ahora, la luz de las velas embellece aun más su piel. No puede creerse que sea solo para él.
-Ahora me toca a mí. -África le pasa las manos por la nuca y presiona sus labios contra su boca. Se mueve y se aparta un poco de él. Esta vez es ella la que explora sus fuertes hombros, el pecho duro y el vientre firme; y la que le deshace el nudo del cordón del pantalón para liberarlo. Con las manos y los labios va poniendo en tensión cada uno de sus músculos hasta que ninguno de los dos puede esperar más.
Un estremecimiento recorre el cuerpo de la joven. Intenso. La sangre le bulle cuando Miguel empieza a moverse. Despacio, para exprimir a fondo el placer, con los ojos fijados en ella. Los dos olvidan el control y, del placer soñoliento y centelleante pasan al frenesí.
Es una noche para disfrutar de ella, de él. Disfrutan el uno del otro. Sin tener que esconderse de nadie. No son jefe y empleada. Solo África y Miguel, sin preocupaciones.
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