Seis de julio de 2013. Llevo meses esperando que llegue este día, mirando constantemente el calendario y contando cuántos númeritos quedan aún por tachar para poder volver a sentir la sensación que recorrió mi cuerpo hace ya casi dos años. Y hoy, por fin, al mirar de nuevo el calendario veo las letras que hace tiempo escribí desesperada por el estrés de lo exámenes para tener algo a lo que aferrarme. Está ahí, es el día, hoy tengo una cita con miles de personas, entre ellas, Alejandro Sanz.
La mañana transcurre lenta, o al menos más lenta de lo que yo preferiría. Después de almorzar intento distraerme con el ordenador, pero mis ansias me pueden y no me puedo estar quieta, así que me tumbo en el suelo de la terraza y me pongo a charlar con Coco. O al menos a hablar mientras ella mueve las orejas.
Miro constantemente el reloj hasta que por fin son las ocho. En realidad es aún demasiado pronto, pero no puedo aguantar más tiempo parada, de modo que me pego una ducha y empiezo a preparar todas las cosas. Miro constantemente el móvil para ver lo que va tuiteando Alejandro Sanz y cuando sube una foto en el carranza me empiezo a poner nerviosa. Ya está allí, haciendo la prueba de sonido y yo todavía estoy en mi casa. Me peino, me maquillo, meto la cámara de fotos y el objetivo en el bolso y me siento a esperar. Una espera que se me hace eterna.
Por fin son las 9, me despido de mis padres y voy andando lo más rápido posible hasta la parada del autobús y allí me quedo esperando. Cuando lo veo a lo lejos saco el bonobús del bolso y cuando me voy a subir compruebo que está llenísimo, lo cual era de esperar.
De camino al estadio, me pongo a charlar con dos polacos que iban también al concierto, como la mayoría de los que estábamos allí, ya que no bajamos todos en la misma parada.
Una vez allí, llegan mis padres que venían en la moto y un rato más tarde, un matrimonio amigo de los dos. Los hombres se van por ahí y nos quedamos mi madre, su amiga y yo buscando el final de la cola para entrar que rodeaba todo el estadio; pero como andábamos y andábamos y la no encontrábamos, nos acabamos colando delante de un grupito que estaba despistado en ese momento. Somos la maldad personificada.
Entre charla y charla, llegamos ya a la puerta donde están pidiendo las entradas. Yo tengo miedo de que no me dejen entrar con la cámara, pero ha pasado ya tanta gente por delante de los seguratas que ni se preocupan en registrar bolsos.
Una vez dentro del estadio, empezamos a subir y subir escaleras, mi madre me compra un póster de la gira en un puestecillo de merchandising y continuamos subiendo hasta que llegamos a nuestros asientos. Estamos altísimo y casi no se ve el escenario, pero yo estoy feliz porque no queda nada para que empiece el concierto. Realmente, debería haber empezado ya, pero la gente continúa entrando y por un fallo en la organización no van a dejarlos fuera.
Comienza el espectáculo y todo el mundo se viene arriba. Yo empuño mi cámara y comienzo a hacer fotos como una loca; y es que se ve todo mucho mejor a través del zoom que de cualquier otra forma.
Termina la primera canción y no sé si es por motivos técnicos, por el viento o porque estamos muy lejos, pero nadie de la grada está contento con el sonido y se lo hacemos saber a los organizadores como siempre se hace en Cádiz: Tocando las palmas y cantando "No se escucha".
El concierto continúa y más o menos se empieza a oír mejor; o al menos mis oídos se acostumbran a ese sonido. Intentan poner las pantallas gigantes, pero el viento no lo permite. Aún así, podemos disfrutar de la pantalla que ocupa todo el fondo del escenario.
Diferentes artistas como Manu Carrasco o Niña Pastori van pasando por las tablas para colaborar con Alejandro Sanz. Otras canciones están acompañadas sólo por un piano y el coro; e incluso una de las vocalistas cobra principal protagonismo para cantar "Looking for paradise" junto a Alejandro.
El público canta las canciones, baila, salta y aplaude. Está siendo un gran concierto hasta que llega el final de la velada y el artista se despide. O más bien, finge que se despide, ya que espera oír del público el característico canto de los conciertos de "Otra, otra, otra" y vuelve al escenario. Todos aplaudimos e incluso algunos que ya habían empezado a irse vuelven corriendo a sus sitios cuando comienzan a sonar los primeros acordes de "Mi marciana".
Para terminar, hace un poppurri con los estribillos de sus canciones más conocidas como "El alma al aire" entre otras.
Alejandro Sanz se despide dando las gracias a Cádiz, lanzando besos a diestro y siniestro y marcándose un baile de los que él suele hacer, con ese toque andaluz.
Los focos se encienden y todos empezamos a movernos de nuestros sitios para salir del estadio. Yo con mi póster en una mano y con el alma cargada de nuevos sentimientos y emociones; una vez más, acompañados todos de la compañía de mi madre, aquella que casi siempre está en mis mejores recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario