sábado, 20 de abril de 2013

Con "B" de BERTA. Cap. 27

VEINTISIETE
  Las paredes del despacho de la casa de Miguel están llenas de estanterías con libros, casi todos sobre fotografía. Algunos los ha comprado él, otros los heredó de su padre y otros, simplemente no recuerda cómo llegaron allí. Siempre le ha gustado la lectura, aprender cada día cosas nuevas y ponerlas en práctica con su cámara de fotos, en la cocina o con lo que corresponda su nueva habilidad. Es un hombre que sabe de todo y eso le gusta mucho a África. Incluso podría decir que es lo que más le gusta de él. En realidad, ahora que lo piensa, es que no hay nada que no le guste. ¡Ese hombre es perfecto! Salvo por el tema del trabajo, claro... No podía ser todo tan bonito.
Mientras se maquilla en el cuarto de baño, observa a través del espejo a su chico sacando una camiseta vieja de uno de los cajones del mueblecito blanco y se la pone. Mira que la camiseta es fea, pero hasta eso le queda bien. No puede dejar de mirarlo, de arriba a abajo y de abajo a arriba, una y otra vez. Miguel se da cuenta de que no le quita ojo y le sonríe a través del espejo también. Ella se queda embobada con una sonrisita tonta en la cara hasta que mira su propio reflejo y se da cuenta de la situación. Se pone seria y sigue maquillándose.
  -¿Tienes algún plan para hoy? -Pregunta Miguel interesado.
  -¿Por qué? -África se muestra distante. Se muere de ganas de que él le proponga algo juntos, pero no entiende por qué se siente así. Ella siempre ha sido una mujer libre y ya ha tenido suficiente pasando la noche con él. En cualquier otro momento estaría deseando salir por la puerta e ir con Berta de compras o a tomar algo, pero esta vez no es así. Solo le apetece estar con él. Abrazados, tumbados, charlando de un tema sin importancia o callados. Lo único que quiere es respirar el mismo aire su jefe. ¿Se estará enamorando? No. Seguro que no. No puede ser. Solo llevan juntos un mes y se conocen desde hace tres. Ella no es de las que se enamoran rápidamente. Incluso podría decir que nunca ha estado enamorada, así que lo más seguro es que hoy se ha levantado cariñosa y nada más. Tiene ganas de mimos, simplemente eso.
  -¿Qué te parece la idea?
No obtiene respuesta.
  -¿África?
  -¿Sí? Perdona, es que estaba pensando en mis cosas.
  -No me estabas escuchando.
África pone cara de niña buena. Esa cara con la que consigue que a Miguel se le derrita el corazón y se lo perdone todo.
  -Que sí. Venga, tonto, repítemelo, que no me he enterado muy bien.
  -Claro. ¿Cómo te vas a enterar si no me estás prestando atención? -Miguel no es capaz de enfadarse con ella y mucho menos por una tontería así, pero no soporta que le hagan hablar para nada.
  - Es que cuando te miro, esos ojazos grises que tienes se apoderan de mi pensamiento. -Se gira, se acerca a él y le da un beso suave mientras le rodea el cuello con sus brazos. Miguel sonríe y se rinde.
  -Decía que si te querías quedar ayudándome con el trabajo y así tenía la tarde libre para hacer lo que quisieras.
La sonrisa que había aparecido en la cara de África tras su victoria desaparece instantaneamente. Trabajo y más trabajo. Este hombre no piensa en otra cosa. No quiere discutir, así que decide cambiar de tema sin contestar a la pregunta.
  -¿Y si mejor te doy mi regalo? Ayer se me olvidó dártelo con los nervios de que todo saliera bien. -La joven vuelve a sonreír y se pone de puntillas. Siempre le ha hecho mucha ilusión dar regalos y esta vez no iba a ser menos.
  -He de reconocer que yo también tengo algo para ti, pero ayer no quise despegarme de tu boca ni un segundo y preferí dejarlo para otro momento.
  -¡Regalos! ¡Regalos! -Dice mientras salta con los pies juntos y da pequeñas palmadas. Es como una niña pequeña en la mañana de Reyes, piensa Miguel y vuelve a sonreír.
  -Voy a por tu regalo. Ahora vengo.
  -Y yo a por el tuyo. ¡Seguro que te encanta!

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