Entre charla y charla, empezamos a escuchar música a lo lejos, lo cual quiere decir que no estamos perdidas. El problema es que nosotras tenemos entradas que nos permiten acceder a la prueba de sonido y ESO que estamos escuchando tiene toda la pinta de que ES la prueba de sonido.
Llegamos al Baluarte y vemos a través de las rejas que ya ha gente dentro, pero las puertas están cerradas. Buscamos otra puerta por la que se pueda acceder, pero nada de nada. Lo único que podemos hacer es sentarnos en un banco y escuchar, así que eso es lo que hacemos; pero Alejandra ve una ventana en la que hay un hombre y me dirijo hacia él a preguntarle.
-Perdona, ¿Esta es la prueba de sonido?
-Sí, es esta.
-Es que nosotras tenemos entradas.
-Pues ya ha empezado...
Obvio.
-... venga, pasad.
Aviso a Alejanda y entramos. No hay demasiada gente, así que nos ponemos en primera fila y allí disfrutamos (unos más que otros) de los ensayos del grupo que no duran mucho porque se supone que han empezado hace ya rato.
Terminan de comprobar el sonido y Jose, el vocalista, nos dice que lo siente mucho, pero que no tienen mucho tiempo para hacerse fotos porque la cosa se ha alargado más de lo previsto. Aún así, bajan todos del escenario y estamos con ellos bastante rato. Me hago fotos con todos y Jose el chino me escribe una dedicatoria en el disco. "Para Cristina con mi cariño. Un beso. Chino." y muero de amor. No puedo ser más feliz en ese momento.
Minutos más tarde, mi rotulador es ya famoso y ha pasado por las manos de todos los del grupo, pero también de todas las personas que había allí. Ya no sé ni donde está y lo doy por perdido, pero Alejandra lo recupera y yo me lo guardo en el bolso, lo cual no significa que no vaya a pasar por más manos en esa noche.
Se acaba el tiempo y volvemos a salir todos, lo cual me parece muy injusto porque ahora nos toca ponernos en la cola que ya había empezado la gente que estaba fuera, pero como a nosotras nos toca justo delante de un banco, nos sentamos y aprovechamos para cenar.
Cada vez la cola es más larga y por fin abren. Entramos por segunda vez, pero esta vez andando rápido para coger buen sitio, pero sin parecer fans histéricas. Andar rápido es el punto intermedio perfecto. Ya hay un grupito de gente dentro y Alejandra lo ve claro:
-¡Valla, valla, valla, valla!
Así que nos aferramos a la valla, en primera fila y a menos de un metro de los altavoces. Hoy saldremos de allí sin oídos.
Poco a poco me voy echando a la derecha, empujando disimuladamente al chaval que tengo al lado para ponernos más centradas. No es que tengamos un mal sitio, pero empujar es más divertido.
Las luces se apagan, empieza el concierto y yo disfruto como una niña chica, aunque hay uno que disfruta más que yo. Está justo en el centro, en primera fila y no se corta en darlo todo. Él vive el momento, igual que Alejandra en el concierto de Amaral.
El grupo va alternando canciones de diferentes discos, yo canto como una loca, el vocalista cambia la letra de un par de canciones para referirse a Cádiz e incluso a Ale le acaba gustando uno de los temas que cantan. La noche no podía haber ido mejor.
Cuando termina el concierto, tiran púas y las baquetas al público, pero a mí no me cae nada. Aún así, mi estado de felicidad es extremo y no me importa. Yo sigo a mi rollo cantando a capela y comentándolo todo. No me llevo púas pero me llevo una noche magnífica acompañada de una magnífica amiga. Una magnífica hermana. Y sinceramente, ni puedo ni quiero pedir más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario