Paredes a medio
pintar son testigos de la disputa que está ocurriendo en casa de Lucas. Esos
dos amigos están acostumbrados a pelearse constantemente, pero esta vez no es
como siempre. No es un simple roce o un tonto desacuerdo. Esta vez la cosa ha
ido más allá y Elías no está dispuesto a dejarlo pasar como hace normalmente.
-¿Cómo puedes venir orgulloso de lo que has hecho?
-¿Cómo puedes venir orgulloso de lo que has hecho?
-Te aseguro que si hubieras estado
anoche como estuve yo, tú también estarías orgulloso.
-Quita esa sonrisa de la cara porque
no tiene ni puta gracia. Mira Marcos, te lo voy a decir muy clartio. Estoy
harto de que siempre seas tú el que nos estropea las oportunidades. Te crees
que eres el centro del mundo, que todo gira en torno a ti, pero estás muy
equivocado, ¿Sabes? A mí ya me has cansado y no creo que tenga que pasar mucho
tiempo para que le ocurra lo mismo a Lucas y a Pablo.
Marcos se da
la vuelta y se sienta en el colchón, dejando caer la espalda en la pared.
-¿Qué estás diciendo, tío? Yo no he
estropeado nada. Más bien he hecho todo lo contrario. ¿No ves que ahora tengo a
la camarera esa comiendo de mi mano? Nos va a contratar seguro y hazme caso que
puedo conseguir un buen sueldo.
-¿La camarera esa? ¡Es que no te
sabes ni su nombre! ¿Cómo puedes ser tan imbécil? ¿Es que no te das cuenta de
que no todas las mujeres quieren echar un polvo y nada más? Más te vale
asegurarte de dejarle las cosas claras a Vero antes de que se haga ilusiones,
se dé cuenta de cómo eres realmente y nos acabe dando la patada.
-¡Vero! ¡Se llamaba Vero! ¡Lo tenía
en la punta de la lengua! Te lo juro, sabía que empezaba por “V”.
Los ojos de
Elías parecen estar a punto de estallar de rabia. Su amigo solo piensa en
divertirse y luego los problemas se los comen entre todos. No es justo y no va
a permitir que vuelva a ocurrir, eso es algo que tiene muy claro.
-Venga,
tío, no me mires así que das miedo jajajajaja.
Mientras tanto, por las calles de Madrid.
-Bueno, cuando el señor diga, nos metemos en algún sitio a tomarnos esa cerveza que me has prometido.
-Que sí, pero no nos vamos a meter en cualquier sitio, no?
-Jajajajaja ¡Quién te ha visto y quién te ve, Pablito! ¡Pero si tú has estado bebiendo en sitios tan sucios que ni los bichos querían estar ahí!
-Lucas, no me llames Pablito. -No está enfadado, pero no le gusta que le llamen así.
-Cuando crezcas unos...-Lucas lo mira de arriba a abajo como si estuviera calculando cuánto mide.-...siete u ocho centímetros más, entonces te llamaré Pablo jajajaja.-Lo abraza y ambos sonríen.
-Mira. ¿Qué te parece si nos metemos allí? -Pablo señala un local al final de la calle. La fachada está decorada simulando la arquitectura del siglo XVIII y la entrada es de cristal con decoración en relieve bañada en oro.
-¿En serio? -Lucas mira a su amigo con cara extrañada. -¿De verdad quieres entrar en "pijolandia"?
-Venga, no te quejes que pago yo.
Los dos siguen caminando hacia allá, pero Lucas no va a pasar por alto la metamorfosis que está convirtiendo a su amigo bajito en una persona de gustos refinados y se pone a gritar en medio de la calle.
-¿Quién eres tú y que has hecho con mi amigo? ¡¡Pablito!! ¡Yo te rescataré donde quiera que estés! ¿Ha visto alguien a mi amigo Pablo? ¿Alguien puede ayudarme?
Y a Pablo no le queda más remedio que cogerle del brazo y tirar de él acelerando el paso para acabar cuanto antes con esa tortura.
Mientras tanto, por las calles de Madrid.
-Bueno, cuando el señor diga, nos metemos en algún sitio a tomarnos esa cerveza que me has prometido.
-Que sí, pero no nos vamos a meter en cualquier sitio, no?
-Jajajajaja ¡Quién te ha visto y quién te ve, Pablito! ¡Pero si tú has estado bebiendo en sitios tan sucios que ni los bichos querían estar ahí!
-Lucas, no me llames Pablito. -No está enfadado, pero no le gusta que le llamen así.
-Cuando crezcas unos...-Lucas lo mira de arriba a abajo como si estuviera calculando cuánto mide.-...siete u ocho centímetros más, entonces te llamaré Pablo jajajaja.-Lo abraza y ambos sonríen.
-Mira. ¿Qué te parece si nos metemos allí? -Pablo señala un local al final de la calle. La fachada está decorada simulando la arquitectura del siglo XVIII y la entrada es de cristal con decoración en relieve bañada en oro.
-¿En serio? -Lucas mira a su amigo con cara extrañada. -¿De verdad quieres entrar en "pijolandia"?
-Venga, no te quejes que pago yo.
Los dos siguen caminando hacia allá, pero Lucas no va a pasar por alto la metamorfosis que está convirtiendo a su amigo bajito en una persona de gustos refinados y se pone a gritar en medio de la calle.
-¿Quién eres tú y que has hecho con mi amigo? ¡¡Pablito!! ¡Yo te rescataré donde quiera que estés! ¿Ha visto alguien a mi amigo Pablo? ¿Alguien puede ayudarme?
Y a Pablo no le queda más remedio que cogerle del brazo y tirar de él acelerando el paso para acabar cuanto antes con esa tortura.
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