TREINTA
Paredes alicatadas llenas del vapor de agua que había ido dejando Miguel mientras se duchaba. Él y su chica han ido corriendo a por los regalos que tenían preparados para celebrar su primer mes juntos. Miguel tiene el suyo escondido en uno de los cajones que hay en el escritorio de su despacho; y África dejó su paquete junto a la ventana del salón cuando llegó ayer por la noche cargada de bolsas con la cena para los dos, de modo que ambos se han tenido que separar unos segundos para ir a recoger sus respectivas sorpresas.
El paquete de África es muy grande y pesa mucho. Casi no puede levantarlo del suelo; pero prefiere no llevarlo arrastrando por si se estropea. De repente, unos cálidos brazos rodean su cintura y siente a Miguel respirar en su cuello.
-¿Estás preparada para abrir tu regalo?
África se da por vencida y vuelve a dejar su paquete junto a la ventana.
-¡Mejor abre tú el mío primero! -Dice sonriendo. Desde pequeña le ha gustado eso de intercambiar regalos y siempre lo hace con la misma ilusión. -¡Venga! ¡Ábrelo!
-Vale, vale. ¡Ya voy!No seas impaciente.
-¡Venga!
Miguel coge el paquete, aunque con menos esfuerzo del que le estaba costando a África hacía un momento y lo observa por todos los lados posibles intentando descubrir qué es.
-¡Venga! ¡Si quieres saber lo que es, sólo tienes que abrirlo! ¡Deja de mirarlo como si fueras adivino!
El joven mira a su chica y sonríe. Le encanta que sea así, tan niña y tan mujer al mismo tiempo. Vuelve a mirar el paquete y lo abre rápidamente, rompiendo el papel que o envolvía.
-Es... Es precioso, cariño.
-¿Te gusta?
-Me encanta.-Sus ojos se humedecen mientras mira la foto estampada en ese lienzo gigante. Es una foto que se hicieron al principio de empezar a trabajar juntos. Ese día salieron todos un poco antes porque la revista organizaba una fiesta para entregar premios en diferentes categorías a personajes famosos y todos los trabajadores estaban invitados. En la foto original salían con tres compañeros más, pero África aprovechó que ellos dos estaban posando juntos para recortarla. Esa noche llevaba un vestido largo negro con encaje que le transparentaba en la zona del costado y le quedaba perfecto. Realmente estaba radiante. A su lado, Miguel le agarraba de la cintura y la miraba sonreír, justo en el momento en el que el fotógrafo apretó el botón de la cámara e inmortalizó ese instante para siempre. -Ibas guapísima ese día.
-Tú también. ¿Sabías que fue esa noche cuando me di cuenta de que tenía un jefe muy sexy? El esmoquin negro con el fajín y la pajarita deshecha te queda de miedo.
-A mí me gustaste desde el primer día.
África se sonroja y se le escapa una pequeña sonrisa.
-Va, no seas tonto, que esas cosas me dan vergüenza.
-Sólo te digo lo que siento, Afri. Sé que aún es pronto, que sólo llevamos un mes saliendo, pero sé que eres la mujer de mi vida. Lo sé desde que te vi entrar en mi despacho por primera vez, con esa sonrisa nerviosa que tanto me gusta. -Le coge la mano y la acerca hacia él. -África, te quiero como no he querido a nadie. Me haces sentir especial; desde que te conozco sólo pienso en ti y a veces me vuelves loco con tus cambios de humor, pero sé que eso es lo que quiero para el resto de mi vida. Te quiero, cariño. Te voy a querer siempre.
África le suelta la mano y se separa de él. Su cara no muestra alegría, precisamente; y Miguel deja de sonreír cuando su chica le contesta.
- Voy un momento al baño. Ahora vengo.
Y desaparece corriendo por el pasillo.
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