martes, 25 de septiembre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 11

ONCE
  Paredes a medio pintar. El sol entra por la única ventana de la habitación mientras una gota de sudor cae por la frente de Lucas. Por mucho que le guste todo lo relacionado con la pintura, la carpintería, la fontanería y todo lo que tenga que ver con arreglos hogareños, hoy ya no puede más. No ha parado en todo el día, pero aún así, todavía le quedan bastantes cosas por hacer. Cuando vio las fotos del piso por internet, supo al instante que tendría que dedicarle unas cuantas horas para que estuviera como nueva, así que ahora no tendría sentido echarse atrás.
Continua pintando pero ya tiene la espalda echa polvo y, sin ni siquiera pensarlo, se tumba en el colchón que hay colocado de cualquier manera en el salón, aún sin quitar el plástico que lo cubre. Está muy cansado y poco a poco se le van cerrando los ojos, pero cuando está a punto de dejarse llevar por los deseos de Morfeo, el desagradable sonido del timbre suena repetidas veces. ¿Quién será? Acaba de llegar a Madrid y aún no conoce a nadie. Lo más probable es que sea su casero, pero ha hablado con él por teléfono hace tan solo un par de horas y no le comentó que fuera a pasarse hoy por allí.
El timbre continua sonando y Lucas se levanta a toda prisa para poder abrir la puerta cuanto antes y poder dejar así de escuchar ese molesto ruido, pero cuando se encuentra a tan solo dos pasos de la puerta, el aparato deja de sonar. Aun así, Lucas abre la puerta y se encuentra a sus tres amigos al otro lado, uno de ellos presionando el timbre mientras dice:
  -Mierda, me lo he cargado...
  Lucas le aparta la mano rápidamente e intenta hacerlo sonar él, pero no hay manera. Efectivamente, se lo ha cargado.
  -¿Eso es lo único que nos dices después de tanto tiempo sin vernos? Ven aquí y danos un abrazo, capullo.
  Los invitados estrujan con sus brazos a Lucas, que se escapa como puede de tanto trozo de carne tatuado y protesta.
  -¡No llevo ni una semana fuera! ¿Tan imprescindible soy? No podéis estar sin mí, jajajajaja. ¿Y ahora, quién me paga esto? -Señala el timbre con la mano izquierda como si de una azafata de concurso de televisión mostrando el premio se tratara.- Como se entere mi casero, me mata.
  -Déjate de tonterías que tú esto lo arreglas en media hora.
  -O incluso menos- Ahora toma la palabra el más bajito, que no había abierto la boca hasta ese momento.
  -Pero no solo hemos venido a cargarnos tu timbre- Dice el más corpulento mientras echa a Lucas hacia un lado y entra en la casa como si fuera suya- Vaya mierda te has alquilado. Está que da asco.
  -Por eso la he alquilado -Se defiende Lucas- El dueño me ha dicho que es mía por 150 euros al mes si le arreglo todos los desperfectos y la mantengo en condiciones.
  -¡Qué chollazo! -Vuelve a hablar el bajito y se coloca bien las gafas para poder observar más a fondo la nueva casa de su amigo.
  -¿Y qué es lo que hacéis aquí en Madrid? A parte de destrozar timbres, claro.
  -¿Qué vamos a hacer? Hemos venido a verte y, de paso, a gorronearte un poco. No conocemos a mucha gente que tenga un piso en la capital.
  -Deberíais haber avisado. Yo ahora estoy muy liado y no tengo tiempo casi de nada. Los ensayos empiezan este mismo lunes y quiero adelantar lo máximo posible en la casa porque sé que luego será imposible.
  -Podemos ayudarte -Dice el tercero del grupo, que por fin se decide a quitarse el gorro de lana que llevaba puesto desde que entró a pesar de estar en pleno verano.
  -¿Qué dices? Hemos venido a salir de fiesta, no a trabajar. Para eso me quedo en mi casa.
  -Pues yo estoy de acuerdo con Elías. Mientras estemos juntos, ¿Qué importa lo que hagamos?
  -¡Gracias, enano!
  -¡Eh! ¡Que tengo un nombre!
  -Jajajajaja, me encanta picarte, Pablito. Vamos a tomar algo, anda, que aquí al lado hay un bar muy barato y ya luego pienso qué voy a hacer con vosotros tres.
  Y Elías vuelve a colocarse el gorro antes de salir por la puerta.

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