Soñador: "(Del latín somniator, -oris) Que discurre fantásticamente, sin tener en cuenta la realidad."
Realidad: "Verdad, lo que ocurre verdaderamente."
Por lo tanto, podríamos decir que un soñador es aquel que va más allá de la verdad y que vive en un mundo que no es cierto; pero, al principio, la Tierra era plana hasta que llegó un gran soñador y dijo que era redonda. También era un sueño el sufragio universal y comenzó a ser una realidad a partir del siglo XX en numerosos países; y estoy segura de que en aquellos lugares del mundo en el que esto no es más que un sueño, hay más de un soñador dispuesto a hacerlo realidad.
El que no sueña no avanza, se conforma con lo que tiene; el que no sueña no sonríe imaginando lo que puede conseguir; el que no sueña vive siguiendo las indicaciones de otros porque no es capaz de imaginar otra forma de vida; el que no sueña, no es tan feliz como cualquier otro que sí lo haga.
Por desgracia, existe esa palabra llamada "madurez" que sirve para darte cuenta de que ya te estás haciendo mayor y que no todo puede ser como tú quieres. Esto es cierto en parte; me explico:
Un niño sueña continuamente. Sus aspiraciones en la vida son muy altas, tanto como su imaginación le permite, pero al fin y al cabo es un niño y no tiene los medios suficientes para conseguir sus metas, de modo que, a medida que va creciendo, se va haciendo a la idea de que no puede conseguirlas. El problema es que justo cuando empieza a comprender que no es capaz de llegar a lo más alto, es cuando empieza también a tener la capacidad de lograr lo que se proponga. En definitiva, crecemos pensando que nuestras posibilidades son prácticamente las mismas que cuando éramos pequeños; pero si eso fuera cierto, la expresión "lucha por tus sueños" no se habría hecho tan famosa, ¿No?
Hay que ser soñador y soñar; trabajar duro porque todo gran logro va detrás de un gran esfuerzo; y creer en nosotros mismos porque somos nosotros los que sabemos cómo son realmente nuestros propios sueños.
Así que sueña y disfruta de todo aquello que puedes conseguir.
miércoles, 23 de enero de 2013
domingo, 20 de enero de 2013
Con "B" de Berta. Cap 25
VEINTICINCO
Las paredes decoradas con grandes frescos y ayudadas por alguna que otra columna de orden jónico con un capitel más que trabajado soportan el peso del techo del local, alumbrado por enormes lámparas de araña. Todo lo que hay allí parece haber costado carísimo y Berta no quiere moverse mucho para no romper nada. Nunca había estado en un sitio tan lujoso y la verdad es que no se siente muy cómoda allí, pero no va a decirla nada al Señor Mateo porque se muere de curiosidad por saber qué es eso tan importante que le tiene que contar.
Los dos se sientan en una de las mesitas que están pegadas a la pared, apartados del jaleo de la barra y la terraza. El mantel es blanco impoluto con las esquinas bordadas en un tono ocre y las sillas son bastante cómodas a pesar de tener ese aspecto clásico, como si fueran de otro siglo.
-¿Qué vas a querer?
-No sé. Un café estaría bien. -Berta no está del todo a gusto. Al fin y al cabo hacía ya más de diez años que no veía al que fue su representante y no sabe cómo comportarse con él. El paso del tiempo ha enfriado la relación
-Veo que ya no te pides el batido de fresa como hacías antes jajajaja.
-No, ya no... -La joven se sonroja y mira hacia abajo. Parece ser que ese señor que tiene sentado frente a ella no la ha olvidado lo más mínimo. -¿Y tú? ¿No vas a tomar nada?
-No, yo ya he desayunado. Pero bueno... ahora que lo dices, ¿Qué te parece si nos pedimos un minicake para los dos? ¿Te acuerdas cuando te comías uno todos los días para merendar sin que tu madre se enterara? -Alejando sonríe al recordar a esa inocente niña comiendo a escondidas y Berta no puede evitar el contagio de esa sonrisa que la hace estar un poco más relajada.
El camarero, con un aspecto muy formal gracias al uniforme compuesto por un pantalón negro, una camisa blanca y una pajarita a juego con el pantalón se acerca a la mesa para tomar nota a los recién llegados.
-Buenos días. ¿Qué van a tomar?
-Para ella un café y un minicake de chocolate y, para mí... un zumo de naranja natural, por favor.
-¿Cómo desea el café, señorita? -Le pregunta el joven camarero a Berta.
-Con leche.
-Ahora mismo se lo traigo. -El camarero anota el pedido y se marcha sin hacer ningún ruido.
-¿No decías que ya habías desayunado? -Pregunta Berta sonriendo.
-Sabes que siempre he sido de comer bien jajajajajaja. -Los dos sonríen y por fin se relajan. Vuelven a hablar como si no hubieran pasado ni un mes separados hasta que lo dos se callan cuando llega el camarero con el pedido.
-Aquí tienen. El café con leche, un zumo de naranja natural y la especialidad de la casa, un minicake de chocolate. Que aprovechen.
-Gracias. -Responden al unísono y cada uno se pone a remover su bebida. Los dos se quedan en silencio aunque por la mente de Berta pasan muchas cosas. Está deseando saber qué es eso tan importante que le tiene que contar Alejandro y cuánto más tiempo pasa sin saberlo, más nerviosa se pone, pero no se le ocurre ninguna forma sutil de preguntárselo y tampoco quiere parecer ansiosa. Se miran y él respira hondo.
-¿No me vas a preguntar para qué te he traído aquí?
-No sabía cómo hacerlo. -Contesta Berta sonriendo para quitarle importancia a la tensión que tiene en todo el cuerpo.
-Está bien. Verás, no quiero que te sientas obligada a hacer nada, ¿De acuerdo? Es solo una idea y tú decides si quieres hacerlo o no. Quizás te lo tenía que haber preguntado antes de haberlo organizado todo, pero es que -Berta no puede aguantar más e interrumpe a su compañero de mesa.
-¡Es que qué! Dime lo que sea y yo decidiré si has hecho bien o mal, pero dímelo ya, por favor.
-Tienes razón, no quería ponerte nerviosa.
-No pasa nada.
-Verás, ¿Conoces a la productora PedrosaTV?
-Sí, claro. Trabajé con ella hace algunos años, pero cancelaron el programa al poco tiempo de incorporarme a la plantilla.
-Pues hace uno meses empezaron los casting para copresentadora de un nuevo programa y...
-¿Y? -El corazón de Berta latía a tal velocidad que parecía que se le fuera a salir del pecho.
-Y he hablado con el director del casting para que te hagan una prueba.
-Aaaaaaaaahhhhhhhh!!! ¡¡NO ME LO PUEDO CREEEEER!! ¿De verdad? -La joven se levanta de su silla a tal velocidad que casi tira todo lo que hay encima de la mesa y se abalanza sobre Alejandro para darle un abrazo. -Muchísimas gracias, de verdad. No sé qué hacer para agradecértelo.
-No me tienes que agradecer nada. Solo me he tenido que poner en contacto con un viejo amigo y si lo he hecho es porque sé que eres perfecta para ese trabajo.
-Espero no defraudarte. ¿Cuándo son las pruebas? -Berta no se está quieta en la silla desde que se volvió a sentar. No es posible lo que está sucediendo.
-Aún no lo sé. Verás, el casting terminó ya hace una semana, pero no han encontrado a una chica que les convenza. Yo les he hablado de ti y les he mandado los vídeos que guardo de cuando eras más pequeña y los que he encontrado en Youtube de cuando ya no trabajabas conmigo.
-Qué vergüenza. -Berta se sonroja al recordar esa época.
-Me han dicho que se acuerdan de ti y que quedaron muy contentos aquellos meses que estuviste en el programa, lo cual es un punto a tu favor. Ellos ya te conocen y tienen una buena visión de ti. No te pongas nerviosa y todo saldrá bien. Si quieres, podría volver a ser tu representante.
Las paredes decoradas con grandes frescos y ayudadas por alguna que otra columna de orden jónico con un capitel más que trabajado soportan el peso del techo del local, alumbrado por enormes lámparas de araña. Todo lo que hay allí parece haber costado carísimo y Berta no quiere moverse mucho para no romper nada. Nunca había estado en un sitio tan lujoso y la verdad es que no se siente muy cómoda allí, pero no va a decirla nada al Señor Mateo porque se muere de curiosidad por saber qué es eso tan importante que le tiene que contar.
Los dos se sientan en una de las mesitas que están pegadas a la pared, apartados del jaleo de la barra y la terraza. El mantel es blanco impoluto con las esquinas bordadas en un tono ocre y las sillas son bastante cómodas a pesar de tener ese aspecto clásico, como si fueran de otro siglo.
-¿Qué vas a querer?
-No sé. Un café estaría bien. -Berta no está del todo a gusto. Al fin y al cabo hacía ya más de diez años que no veía al que fue su representante y no sabe cómo comportarse con él. El paso del tiempo ha enfriado la relación
-Veo que ya no te pides el batido de fresa como hacías antes jajajaja.
-No, ya no... -La joven se sonroja y mira hacia abajo. Parece ser que ese señor que tiene sentado frente a ella no la ha olvidado lo más mínimo. -¿Y tú? ¿No vas a tomar nada?
-No, yo ya he desayunado. Pero bueno... ahora que lo dices, ¿Qué te parece si nos pedimos un minicake para los dos? ¿Te acuerdas cuando te comías uno todos los días para merendar sin que tu madre se enterara? -Alejando sonríe al recordar a esa inocente niña comiendo a escondidas y Berta no puede evitar el contagio de esa sonrisa que la hace estar un poco más relajada.
El camarero, con un aspecto muy formal gracias al uniforme compuesto por un pantalón negro, una camisa blanca y una pajarita a juego con el pantalón se acerca a la mesa para tomar nota a los recién llegados.
-Buenos días. ¿Qué van a tomar?
-Para ella un café y un minicake de chocolate y, para mí... un zumo de naranja natural, por favor.
-¿Cómo desea el café, señorita? -Le pregunta el joven camarero a Berta.
-Con leche.
-Ahora mismo se lo traigo. -El camarero anota el pedido y se marcha sin hacer ningún ruido.
-¿No decías que ya habías desayunado? -Pregunta Berta sonriendo.
-Sabes que siempre he sido de comer bien jajajajajaja. -Los dos sonríen y por fin se relajan. Vuelven a hablar como si no hubieran pasado ni un mes separados hasta que lo dos se callan cuando llega el camarero con el pedido.
-Aquí tienen. El café con leche, un zumo de naranja natural y la especialidad de la casa, un minicake de chocolate. Que aprovechen.
-Gracias. -Responden al unísono y cada uno se pone a remover su bebida. Los dos se quedan en silencio aunque por la mente de Berta pasan muchas cosas. Está deseando saber qué es eso tan importante que le tiene que contar Alejandro y cuánto más tiempo pasa sin saberlo, más nerviosa se pone, pero no se le ocurre ninguna forma sutil de preguntárselo y tampoco quiere parecer ansiosa. Se miran y él respira hondo.
-¿No me vas a preguntar para qué te he traído aquí?
-No sabía cómo hacerlo. -Contesta Berta sonriendo para quitarle importancia a la tensión que tiene en todo el cuerpo.
-Está bien. Verás, no quiero que te sientas obligada a hacer nada, ¿De acuerdo? Es solo una idea y tú decides si quieres hacerlo o no. Quizás te lo tenía que haber preguntado antes de haberlo organizado todo, pero es que -Berta no puede aguantar más e interrumpe a su compañero de mesa.
-¡Es que qué! Dime lo que sea y yo decidiré si has hecho bien o mal, pero dímelo ya, por favor.
-Tienes razón, no quería ponerte nerviosa.
-No pasa nada.
-Verás, ¿Conoces a la productora PedrosaTV?
-Sí, claro. Trabajé con ella hace algunos años, pero cancelaron el programa al poco tiempo de incorporarme a la plantilla.
-Pues hace uno meses empezaron los casting para copresentadora de un nuevo programa y...
-¿Y? -El corazón de Berta latía a tal velocidad que parecía que se le fuera a salir del pecho.
-Y he hablado con el director del casting para que te hagan una prueba.
-Aaaaaaaaahhhhhhhh!!! ¡¡NO ME LO PUEDO CREEEEER!! ¿De verdad? -La joven se levanta de su silla a tal velocidad que casi tira todo lo que hay encima de la mesa y se abalanza sobre Alejandro para darle un abrazo. -Muchísimas gracias, de verdad. No sé qué hacer para agradecértelo.
-No me tienes que agradecer nada. Solo me he tenido que poner en contacto con un viejo amigo y si lo he hecho es porque sé que eres perfecta para ese trabajo.
-Espero no defraudarte. ¿Cuándo son las pruebas? -Berta no se está quieta en la silla desde que se volvió a sentar. No es posible lo que está sucediendo.
-Aún no lo sé. Verás, el casting terminó ya hace una semana, pero no han encontrado a una chica que les convenza. Yo les he hablado de ti y les he mandado los vídeos que guardo de cuando eras más pequeña y los que he encontrado en Youtube de cuando ya no trabajabas conmigo.
-Qué vergüenza. -Berta se sonroja al recordar esa época.
-Me han dicho que se acuerdan de ti y que quedaron muy contentos aquellos meses que estuviste en el programa, lo cual es un punto a tu favor. Ellos ya te conocen y tienen una buena visión de ti. No te pongas nerviosa y todo saldrá bien. Si quieres, podría volver a ser tu representante.
sábado, 19 de enero de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 24
VEINTICUATRO
Las paredes de la habitación se han ido iluminando a medida que amanecía y África y Miguel no ha dejado de mirar la ciudad a través del gran cristal. Los dos cuerpos desnudos permanecen abrazados, como lo han estado durante toda la noche.
-Me acabo de enamorar de estas vistas. -Dice África mientras roza el pecho de Miguel con la yema de sus dedos.
-Y yo de estas. -Contesta el joven mirando a su chica. Los dos sonríen y se besan. -Me quedaría así toda la vida.
África se coloca encima Miguel y lo vuelve a besar. Se miran, sonríen, se besan. Un beso tras otro, cada uno más intenso que el anterior, pero menos que el próximo hasta que el joven coge la agarra de la cintura y la separa.
-Vamos, Afri, tengo mucho trabajo que hacer y no puedo permitirme quedarme aquí tumbado toda la mañana.
-Bueno, si quieres me tumbo yo y tú te pones encima. -Le regala una sonrisa pícara mientras se sienta sobre su cintura.
-Mmmm... Muy tentador, pero tengo que levantarme ya, en serio. -Miguel se incorpora en la cama, le da un beso a la chica más maravillosa que conoce y ella se rinde ante sus labios, de modo que se echa al otro lado de la cama para que él se pueda levantar. Esta vez no le regala ninguna de sus sonrisas y finge estar enfadada, pero Miguel ya la conoce demasiado y sabe que es puro teatro. Posa los pies en el suelo, se frota la cara con las manos y comienza a caminar hasta la ducha.
África no puede creerlo ¡Ha fingido estar enfadada y no le ha hecho ni caso! ¡Pues se va a enterar! O por las buenas o por las malas, pero tiene muy claro lo que quiere y está dispuesta a conseguirlo.
Empieza a sonar el agua cayendo de la ducha, calcula algunos segundos para que Miguel se empiece a duchar, se levanta de la cama y corre de puntillas para no hacer ruido hacia el cuarto de baño. Abre la puerta lo más sigilosamente posible mientras se siente una invasora camuflada por el vapor del agua, se mete en la ducha y abraza sensualmente a su novio por detrás.
-Ya me estañaba a mí que te hubieras quedado tan calladita.
-Bueno, para lo que yo quiero no hace falta hablar.
-Cariño, te he dicho ya que no tengo tiempo. Antes de las dos tiene que estar todo listo y voy muy atrasado. Si quieres, quedamos para comer pero ahora no pue... - África no lo escucha, solo se dedica a darle mordisquitos en la oreja. Sabe que no puede resistirse a ellos y, efectivamente, Miguel da media vuelta para ponerse cara a cara con su chica y la besa. -Me vuelve usted loco, señorita Sanz. Controla mi cuerpo a su antojo.
-Luego me darás las gracias. Ahora calla y bésame. Los domingos hay que disfrutarlos desde por la mañana.
Las paredes de la habitación se han ido iluminando a medida que amanecía y África y Miguel no ha dejado de mirar la ciudad a través del gran cristal. Los dos cuerpos desnudos permanecen abrazados, como lo han estado durante toda la noche.
-Me acabo de enamorar de estas vistas. -Dice África mientras roza el pecho de Miguel con la yema de sus dedos.
-Y yo de estas. -Contesta el joven mirando a su chica. Los dos sonríen y se besan. -Me quedaría así toda la vida.
África se coloca encima Miguel y lo vuelve a besar. Se miran, sonríen, se besan. Un beso tras otro, cada uno más intenso que el anterior, pero menos que el próximo hasta que el joven coge la agarra de la cintura y la separa.
-Vamos, Afri, tengo mucho trabajo que hacer y no puedo permitirme quedarme aquí tumbado toda la mañana.
-Bueno, si quieres me tumbo yo y tú te pones encima. -Le regala una sonrisa pícara mientras se sienta sobre su cintura.
-Mmmm... Muy tentador, pero tengo que levantarme ya, en serio. -Miguel se incorpora en la cama, le da un beso a la chica más maravillosa que conoce y ella se rinde ante sus labios, de modo que se echa al otro lado de la cama para que él se pueda levantar. Esta vez no le regala ninguna de sus sonrisas y finge estar enfadada, pero Miguel ya la conoce demasiado y sabe que es puro teatro. Posa los pies en el suelo, se frota la cara con las manos y comienza a caminar hasta la ducha.
África no puede creerlo ¡Ha fingido estar enfadada y no le ha hecho ni caso! ¡Pues se va a enterar! O por las buenas o por las malas, pero tiene muy claro lo que quiere y está dispuesta a conseguirlo.
Empieza a sonar el agua cayendo de la ducha, calcula algunos segundos para que Miguel se empiece a duchar, se levanta de la cama y corre de puntillas para no hacer ruido hacia el cuarto de baño. Abre la puerta lo más sigilosamente posible mientras se siente una invasora camuflada por el vapor del agua, se mete en la ducha y abraza sensualmente a su novio por detrás.
-Ya me estañaba a mí que te hubieras quedado tan calladita.
-Bueno, para lo que yo quiero no hace falta hablar.
-Cariño, te he dicho ya que no tengo tiempo. Antes de las dos tiene que estar todo listo y voy muy atrasado. Si quieres, quedamos para comer pero ahora no pue... - África no lo escucha, solo se dedica a darle mordisquitos en la oreja. Sabe que no puede resistirse a ellos y, efectivamente, Miguel da media vuelta para ponerse cara a cara con su chica y la besa. -Me vuelve usted loco, señorita Sanz. Controla mi cuerpo a su antojo.
-Luego me darás las gracias. Ahora calla y bésame. Los domingos hay que disfrutarlos desde por la mañana.
Con "B" de BERTA. Cap 23
VEINTITRÉS
Paredes desconchadas por algunas partes de la habitación. Lucas va a tener que trabajar mucho para convertir su piso en un lugar bonito donde vivir. Se levanta del colchón que hay en medio del salón con cuidado para no despertar a Elías y va hacia el cuarto de baño para iniciar su ritual matutino en el que se lava la cara y descarga la vejiga. No ha pasado una buena noche, pero sabe que si no hubiera sido por Pablo, lo habría pasado mucho peor. Al final no ha sido mala idea eso de que sus amigos se vinieran unos días a Madrid.
Sale del baño y lo ve allí, descansando sobre la pared, esperando para entrar él. Los dos se miran cómplices. Pablo, sabiendo que tiene que estar con Lucas en estos momentos; Lucas, sabiendo que su amigo lo apoyará siempre y que no le va a contar a nadie lo que ha sucedido esa noche en la cocina, y mucho menos a Marcos. Ambos sonríen ocultando la tristeza que invaden sus cuerpos y, en ese momento, se escuchan tres golpes en la puerta de la casa.
-¿Es que no saben llamar al timbre? -Pregunta Elías desde la cama, que seguía durmiendo hasta que algún desconsiderado ha decidido despertarlo.
-Lo rompió ayer Marcos, ¿No te acuerdas? -Responde Lucas reprochándoselo al recién despertado aunque él no tenga la culpa. De repente, al joven se le empalidece la cara. - ¡¡Como sea mi casero y se haya dado cuenta de que os lo habéis cargado, os vais a enterar!!
Lucas vuelve a entrar en el baño y se peina con las manos mirándose al espejo, corre hacia el salón donde dejó ayer su ropa, se viste y va corriendo a abrir la puerta mientras se abrocha el cinturón de los vaqueros.
Se para en seco, respira hondo y abre con miedo, pero no le ha dado tiempo a ver quién está al otro lado cuando un brazo fuerte empuja la puerta para abrirla del todo.
-¡Ya era hora, Bellas Durmientes! ¡Traigo el desayuno! -Y levanta la bolsa que sostiene con la mano izquierda. -¡Rosquillas para la mejor grupo de música de toda España!
Elías sigue enfadado con su amigo por lo ocurrido ayer por la noche, pero no va a permitir quedarse sin rosquillas, de modo que se levanta de la cama y guarda su mal humor para más adelante.
Mientras tanto, Pablo siente la necesidad de saber hasta dónde llegó anoche con aquella camarera del bar, aunque sabe que lo que va a oír le va a causar un gran dolor. Los cuatro se sientan en el suelo a desayunar y comienza la tanda de preguntas.
-¿Dónde has dormido?
-No he dormido, de hecho, me voy a tumbar en la cama ahora mismo. -Y cambia la dureza del suelo por la comodidad del colchón de Lucas.
-¿Y qué tal con Vero?
-Un caballero no habla de esas cosas.
-Marcos, tú nunca has sido un caballero. -Responde Elías, al que también le interesa saber cuál es la relación que tiene ahora mismo con esa chica, ya que es ella la que les puede conseguir un contrato.
-Cierto, por eso os lo voy a contar todo con pelos y señales. -Sonríe y se sienta en el colchón.
En ese momento, Lucas termina de comerse su rosquilla y se levanta,
-Me voy a correr un poco a ver si me despejo. Portaos bien.
-Yo voy contigo. -Responde Pablo, que se ha dado cuenta de que no podrá soportar lo que va a contar Marcos de un momento a otro.
Minutos más tarde, la puerta de la casa se cierra tras Lucas y Pablo, dejando solos a Marcos y Elías, quienes tienen muchas cosas de las que hablar.
Paredes desconchadas por algunas partes de la habitación. Lucas va a tener que trabajar mucho para convertir su piso en un lugar bonito donde vivir. Se levanta del colchón que hay en medio del salón con cuidado para no despertar a Elías y va hacia el cuarto de baño para iniciar su ritual matutino en el que se lava la cara y descarga la vejiga. No ha pasado una buena noche, pero sabe que si no hubiera sido por Pablo, lo habría pasado mucho peor. Al final no ha sido mala idea eso de que sus amigos se vinieran unos días a Madrid.
Sale del baño y lo ve allí, descansando sobre la pared, esperando para entrar él. Los dos se miran cómplices. Pablo, sabiendo que tiene que estar con Lucas en estos momentos; Lucas, sabiendo que su amigo lo apoyará siempre y que no le va a contar a nadie lo que ha sucedido esa noche en la cocina, y mucho menos a Marcos. Ambos sonríen ocultando la tristeza que invaden sus cuerpos y, en ese momento, se escuchan tres golpes en la puerta de la casa.
-¿Es que no saben llamar al timbre? -Pregunta Elías desde la cama, que seguía durmiendo hasta que algún desconsiderado ha decidido despertarlo.
-Lo rompió ayer Marcos, ¿No te acuerdas? -Responde Lucas reprochándoselo al recién despertado aunque él no tenga la culpa. De repente, al joven se le empalidece la cara. - ¡¡Como sea mi casero y se haya dado cuenta de que os lo habéis cargado, os vais a enterar!!
Lucas vuelve a entrar en el baño y se peina con las manos mirándose al espejo, corre hacia el salón donde dejó ayer su ropa, se viste y va corriendo a abrir la puerta mientras se abrocha el cinturón de los vaqueros.
Se para en seco, respira hondo y abre con miedo, pero no le ha dado tiempo a ver quién está al otro lado cuando un brazo fuerte empuja la puerta para abrirla del todo.
-¡Ya era hora, Bellas Durmientes! ¡Traigo el desayuno! -Y levanta la bolsa que sostiene con la mano izquierda. -¡Rosquillas para la mejor grupo de música de toda España!
Elías sigue enfadado con su amigo por lo ocurrido ayer por la noche, pero no va a permitir quedarse sin rosquillas, de modo que se levanta de la cama y guarda su mal humor para más adelante.
Mientras tanto, Pablo siente la necesidad de saber hasta dónde llegó anoche con aquella camarera del bar, aunque sabe que lo que va a oír le va a causar un gran dolor. Los cuatro se sientan en el suelo a desayunar y comienza la tanda de preguntas.
-¿Dónde has dormido?
-No he dormido, de hecho, me voy a tumbar en la cama ahora mismo. -Y cambia la dureza del suelo por la comodidad del colchón de Lucas.
-¿Y qué tal con Vero?
-Un caballero no habla de esas cosas.
-Marcos, tú nunca has sido un caballero. -Responde Elías, al que también le interesa saber cuál es la relación que tiene ahora mismo con esa chica, ya que es ella la que les puede conseguir un contrato.
-Cierto, por eso os lo voy a contar todo con pelos y señales. -Sonríe y se sienta en el colchón.
En ese momento, Lucas termina de comerse su rosquilla y se levanta,
-Me voy a correr un poco a ver si me despejo. Portaos bien.
-Yo voy contigo. -Responde Pablo, que se ha dado cuenta de que no podrá soportar lo que va a contar Marcos de un momento a otro.
Minutos más tarde, la puerta de la casa se cierra tras Lucas y Pablo, dejando solos a Marcos y Elías, quienes tienen muchas cosas de las que hablar.
viernes, 4 de enero de 2013
Pequeños milagros
Tengo un recuerdo de esos que están ya desgastados. Yo debía tener unos cinco años... estoy jugando con mi prima en el suelo de la terraza, inventando historias con pequeños personajes de plástico mientras mi abuelo nos mira, a sus dos niñas. Nos mira y sonríe dejando los ojos medio cerrados. Sentado en su silla es nuestro vigilante; no va a permitir que hagamos ninguna trastada, pero tampoco va a dejar escapar esa imagen de su cabeza. Sus dos nietas jugando, compartiendo risas e imaginación. Entre los destellos del sol que entran por la ventana se distinguen sus canas, una por cada recuerdo de su larga vida. Su mano posada sobre sus muletas, que le acompañaban al caminar, era ya algo característico. Es algo que siempre recuerdo, sus muletas. Y también recuerdo la paz que me invadía el alma al pensar que, allí, en el cielo, ya no tenía que utilizarlas porque ya no le dolía la pierna. Pero en ese momento yo no sabía que el dolor me invadiría tan pronto. Yo solo jugaba bajo la atenta mirada de mi abuelo, esa mirada llena de amor, llena de dulzura. Llena de todo lo que él era y de lo que sigue siendo para mí.
Hoy recordé ese momento. Supongo que me enamoré de ese instante y por eso no lo olvido. No lo olvido ni lo olvidaré porque el verdadero amor no se olvida, se queda grabado a fuego en la piel y recorre las venas de nuestro cuerpo para que todas y cada una de nuestras extremidades lo tengan presente siempre, igual de presente que tengo yo a mi abuelo desde que se fue.
Hoy recordé ese momento. Supongo que me enamoré de ese instante y por eso no lo olvido. No lo olvido ni lo olvidaré porque el verdadero amor no se olvida, se queda grabado a fuego en la piel y recorre las venas de nuestro cuerpo para que todas y cada una de nuestras extremidades lo tengan presente siempre, igual de presente que tengo yo a mi abuelo desde que se fue.
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