viernes, 31 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 9

NUEVE
  Las paredes oscuras del local dan paso al aire libre de la calle. Las dos amigas salen por la puerta principal y se echan a un lado para no entorpecer el paso de la gente mientras se despiden.
  -Gracias por todo, África. Ya estoy mucho mejor. -Berta sonríe mientras lo dice y en sus ojos se palpa la sinceridad y el agradecimiento.
  -¡Así me gusta! ¡Y que no me entere yo de que te vuelves a poner así por una prueba! ¿Entendido? -La joven finge estar enfadada y cruza los brazos por debajo del pecho para darle más credibilidad a su actuación, pero, en cuanto termina de hablar, le regala una enorme sonrisa a su amiga y la rodea con sus brazos estrujándola hasta que la joven se queja.
  -¡Para! ¡Para! ¡Que no puedo respirar!
  -Siempre has sido una quejica. -África suelta a Berta, pero no deja de sonreirle. -Si no fuera porque me tienes a mí... Bueno, ahora que ya te he subido el ánimo, me tengo que ir. No tienes ni idea de la de cosas que tengo que hacer. Y encima me he dejado la Vespa en casa, así que tengo que ir andando a un montón de sitios.
  -Yo traigo el coche de mi padre. ¿Quieres que te lleve?
  -No, no te preocupes. Me vendrá bien andar, que desde que soy becaria me paso las mañanas enteras sentada en una silla y se me va a poner el culo blandengue.
  -¡Anda ya! -Berta mira a su amiga con cara de incredulidad. -Más quisieran muchas tener tu culo. Y yo me incluyo entre ellas.
  -¿Ves como eres una quejica? Tu culo está perfecto tal y como está. Ni se te ocurra cambiarlo ni una pizca.
  -Bueno, ¿Vas a querer que te lleve, o no? Que el coche lo tengo aquí al lado y no me cuesta nada acercarte a donde sea.
  -No. Tú tienes que ir ahora a tu casa y comunicarle a tu querida madre que ya eres mayor, el ciclo de la vida, tal y tal y que te independizas. Que el pájaro tiene que volar fuera del nido. ¡Eso nunca falla!
  -Bueno, tú no me presiones que yo necesito mi tiempo. Llámame un día de estos y charlamos.
  -Si viviéramos ya juntas, no tendría que llamarte. ¿Ves como son todo ventajas? -África vuelve a sonreír. Siempre que insiste en algo y sabe que se pone pesada, saca a relucir sus pequeños dientes blancos y sabe que así nadie le reprocha nada.
  -¿Qué voy a hacer contigo? ¡No vamos a aguantar juntas ni dos semanas, ya lo veras! Jajajajaja.
  Las dos se ríen, se abrazan, se besan y toman direcciones opuestas. Una se aleja rápidamente en su coche, pero la otra se desplaza a menor velocidad. Todavía tiene que ir a comprar el regalo para su chico y prepararle una gran cena para darle una sorpresa. Seguro que le encanta y a ella le encante que le encante. Tan solo hace un mes que empezaron a salir pero es como si se conocieran de toda la vida, aunque suene a tópico. Quizás debería habérselo comentado a Berta. Al fin y al cabo es su amiga y siempre se lo han contado todo. Ya sea lo bueno o lo malo... Pero esto es bueno, debería estar deseando contárselo y no le ha dicho ni nada
Cuando quiere darse cuenta, África está ya delante del estudio de fotografía, entra y saluda al joven que se encuentra tras el mostrador. Es bastante guapo. Justo del estilo que le gustaría a Berta: rubio, ojazos claros, barbita de dos o tres días y una trencita de cuero que le sale de los pelos de la nuca. Básicamente, aspecto desarreglado. Nunca entenderá cómo le pueden gustar los tíos así, con lo elegante que queda una corbata bien puesta, o incluso unos vaqueros y una camiseta aceptable. ¡No hace falta llevar las pintas de descuidado hasta tal extremo! En fin... para gustos, los colores. Algún día se lo presentará.
  -¡Hola Jorge!  ¿Qué tal?
  -¡África! ¡Por fin llegas! Ya pensé que no venías.
  -Ya... es que se tenía que resolver un asunto de importancia máxima.
  -Pues hueles a cerveza que da gusto -El chico sonríe mientras lo dice. No le molesta que haya llegado tarde, pero tiene curiosidad por saber qué locura le ha pasado esta vez. -¡A mí no me la clavas, que ya desde la universidad te pasabas las horas muertas en la cafetería!
  -Muertas no. Que a más de uno le dejé sin un euro con la tontería de las cartas. Y tu eras uno de ellos.
  Los dos ríen recordando tantos días que pasaron juntos como los grandes amigos que eran. Por desgracia, los dos tomaron caminos separados al acabar sus estudios y poco a poco se han ido distanciando. El día en el que África se lo encontró allí, en ese estudio, trabajando, no podía creérselo. Después de tanto tiempo se habían reencontrado y no dudó ni un segundo en encargarle a él eso tan especial que tenía entre manos.
  -Bueno, dejémonos de tonterías. ¿Tienes lo mío? -La joven mira a su alrededor fingiendo ser una mafiosa perseguida por la policía, se acerca al oído del chico y, casi en susurros, habla. -Vamos, lo necesito cuanto antes.
  -No te preocupes. Toni lo ha dejado todo atado y bien atado.
  -¿Quién es Toni?
  -El jefe de mi banda. ¿Qué pasa? ¿Solo tú puedes ser mafiosa?
  África no se queda indiferente y sin tener que pensarlo demasiado, sale airosa de la situación-
  -Dijimos que nada de jefes. ¡¡¡Solo tú podías saber de esto!!! -Y tras la sonrisa que se le escapa la joven, la tensión fingida se disipa.
  -Voy a buscarlo al almacén. Te va a encantar.
 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 8

OCHO
  Paredes negras con decoración amarilla en forma de rectángulos verticales para darle luz al local. Solo tiene dos ventanas que no son muy grandes, pero la falta de luz natural se suple con grandes focos en el techo. Las bajas mesitas blancas están rodeadas por pequeños taburetes amarillos con forma de cubo, aunque también se pueden encontrar pequeños taburetes negros con forma cilíndrica colocados en algunas mesas aleatoriamente.
La música invita a un ambiente tranquilo y moderno, lo cual no impide que en los dos pequeños sofás negros de piel que se encuentran pegados a una pared, haya una pareja de entre cuarenta o cuarenta y cinco años que se están tomando una tapa de jamón serrano, queso y colines, acompañada de un refresco para ella y una cerveza pera él. Ambos sonríen y conversan tranquilamente.
Al fondo del bar, sentadas en unos taburetes metálicos junto a la barra con forma semicircular, se oyen carcajadas. Dos chicas, dos amigas, que comparten risas, bromas y mucha complicidad.
Una de ellas tiene la melena castaña, lisa, un poco más largo que a la altura de los hombros y el flequillo hacia un lado. Sus grandes ojos marrones trasmiten alegría y sus labios carnosos pintados de color rosa han hecho que más de un hombre deseen probarlos. Tiene un cuerpo envidiable, propio de una joven de su edad, aunque su amiga tampoco puede quejarse. Rubia, con el pelo largo ondulado por debajo del pecho; ojos verdes bastante maquillados y una nariz chata y el flequillo recto que le dan un aspecto infantil a su rostro. No tiene tanto pecho como su amiga, pero sabe sacarle partido al resto de sus cualidades. El camarero se ha fijado en las dos desde que llegaron bar y no se ha separado de la barra ni un solo momento, ya sea con la excusa de limpiar vasos, llenar jarras o contar el dinero de la caja, que no debe ser mucho porque el local está bastante vacío.
  -¿Os pongo otra?
  -No, gracias.
  -A mí sí. -Berta mira a África con cara de asombro y su amiga le contesta con otra sonrisa. -Y a mi amiga también.
  -¿Entonces les pongo otras dos cervezas a estas dos preciosidades?
  -¡Sí, por favor! -Berta permanece callada y pone los ojos en blanco, dando por hecho que no va a poder convencer a su amiga. -Vamos a lo importante: ¿Cómo estás por lo de la prueba?
  Su rostro de niña se entristece rápidamente y fija la mirada en el suelo. -Bueno, eso no importa ahora. Ya se me pasará.
  -Tú no te preocupes, Berti, cariño, ya verás como te salen muchos más castings.
  En ese momento, vuelve el camarero con dos grandes jarras llenas de cerveza bastante frías. -¡A estas invita la casa!
  -¡Muchas gracias! -África se echa su melena castaña hacia atrás mientras le guiña un ojo al barman, que se da la vuelta avergonzado y se dispone a limpiar mesas.
  Berta mira extrañada a su compañera de barra.
  -¿¿¿Te gusta el camarero???
  -¡Qué va! Pero habrá que agradecérselo de alguna forma, ¿No?
  -¿Dándole falsas esperanzas?
  -No, dándole seguridad en sí mismo. Pero ese no es el tema. ¡Quiero verte sonreír! ¿Desde cuándo te pones así porque no te cojan en una prueba?
  -No es solo eso, África. Es que ya tengo casi veintiséis años y sigo igual que cuando tenía veinte: Presentándome a castings en los que me cogen de vez en cuando y trabajando en el súper de reponedora  intentando ahorrar para poder independizarme, pero está claro que con el sueldo que me pagan, eso es más que imposible.
  -¡Si el problema es que te quieres librar de tu mami, la solución es bien fácil! ¡Vente a vivir conmigo!
  -Estás loca Afri. No puedo hacer eso. Ya te he dicho que no tengo dinero.
  -¿Y quién te está pidiendo a ti dinero?
  -¡No voy a permitir que lo pagues tú todo! No me parecería justo.
  -Bueno, pues pagamos a medias los gastos de luz, agua, etcétera y listo. Para pagar eso si te llega, ¿No?
  -Sí, eso sí. ¿Pero qué pasa con el piso?
  -¡El piso lo pagan mis padres! ¿No ves que están forrados? ¿O te crees que con mi sueldo de becaria puedo pagarme un piso en pleno centro?
  -No sé, África. Déjame que me lo piense...
África finge estar enfadada y con un tono muy serio dice:
  -Me ofende que no quieras vivir con tu amiga del alma. Piensa en las noches de juerga que podemos pasar, fiestas en el piso, pelis con palomitas en el sofá tapadas con la mantita, el cuarto de baño lleno de botes de cremas y maquillaje... ¡¡Un verdadero piso de chicas!!
  -No es que no me apetezca. Es que lo veo muy precipitado.
  -¡Venga ya! Soy tu amiga de toda la vida, no te voy a secuestrar ni nada de eso. ¿Qué hay de malo en que vivamos juntas? Vente un mes de prueba y si no te gusta lo que ves, puedes volver a tu casa sin malos royos. Te prometo que no te voy a reprochar nada. Palabra de continente.
  -Afri, los continentes no hablan... Pero bueno, se lo comentaré a mis padres y ya veré lo que hago.
  -¡¡¡Siiiiii!!! ¡¡Yupi!! -África salta repetidas veces sobre su taburete hasta que, de repente, se frena en seco. -Un momento... no estás contenta. Te obligo a que estés contenta. ¡¡Sonríe!! ¡A partir de ahora vamos a ser inseparables!
  -No te emociones, aún no he dicho que sí.
  -¡¡Acabas de decirlo!!
  Y Berta vuelve a sonreír, aunque no está muy segura de que vivir juntas sea la decisión más correcta.

lunes, 27 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 7

SIETE
  Paredes amarillo ocre, hace cuatro meses, en una casa en Salceda de Caselas, Galicia.
  -¡¿Qué?!
  -Pues eso, que necesito que hagas el casting.
  -¡No puedes pedirme eso! ¡No puedes hacerlo! Sabes que no.
  -Venga Lucas, será solo un momento. Te llevas la guitarrita, te plantas delante del micrófono, cantas alguna de tus canciones moñas y te vas. No tienes que hacer nada más
  Lucas no sabe qué decir. No puede hacerlo. No quiere. No es el momento. Hace unos años estaría encantadísimo con esa oportunidad de demostrar su talento, pero ahora, no. No entiende por qué su amigo le pide eso. Él sabe mejor que nadie que no ha vuelto a sacar la guitarra desde lo de Sara, y mucho menos ha vuelto a cantar. No tiene ganas de hacerlo. El hecho de pensarlo le produce un escalofrío. La última vez que lo hizo fue con ella, el día de su cumpleaños. Recuerda perfectamente lo nervioso que estaba, pero también recuerda la ilusión. Estaba seguro de que le iba a encantar que por fin le mostrara su faceta más oculta, su faceta más íntima y cuando lo hizo, se dio cuenta de que no estaba equivocado. Aún siente ese abrazo cálido cuando terminó de cantar y ese beso mojándole la cara al chocar las mejillas impregnadas de sus lágrimas. De las lágrimas de Sara.
  -No es tan fácil como lo pintas. Sabes que no es tan fácil.
  -Venga, no te pediría este favor si no fuera importante. Si no consigo a cinco personas como mínimo para el casting, me echan. No necesito que te explayes, solo que cantes.
  -¿Tanto te cuesta entender que no estoy preparado? No he vuelto a tocar desde aquel día y no voy a hacerlo ahora. Búscate a otro. -Lucas no quiere enfadarse, pero no puede evitarlo. No es justo lo que le está pidiendo, y mucho menos lo son las formas que está utilizando. Si lo quiere convencer quitándole hierro al asunto, va por muy mal camino. Sara aún está presente en su vida.
  -Vale, está bien. Lo entiendo. Siento haberte hecho recordar aquello.
  Lucas sabe que no puede estar enfadado con uno de sus mejores amigos y rápidamente olvida lo que ha pasado.
  -No pasa nada.
  -No, en serio, lo siento. Es que necesito a alguien para dentro de dos días y no sé qué hacer. No conocerás a alguien, ¿No?
  -No sé. Puedo llamar a los del grupo, pero no te aseguro nada. Además, dos días es muy precipitado.
  -¡Muchas gracias, de verdad! Pero pensé que ya no tenías contacto con ellos.
  -Y no lo tengo, pero creo que ya es hora de retomar viejas amistades. "Acclaim" fue algo muy importante en mi vida.
  -¿Te imaginas que se vuelve a unir el grupo? Sería genial y seguro que así te distraes un poco. Yo podría enchufaros en algún que otro casting, siempre y cuando me lleve comisión.
  Lucas sonríe al oír las ocurrencias de su amigo. Siempre intentando buscar algún negocio.
  -Sigue soñado, capullo.
  -Tenía que intentarlo jajajaja.
  -Bueno, hablo con los chicos y mañana te llamo.
  -Esperare impaciente tu llamada. Crucemos los dedos.
  -Venga, tío, un abrazo.
  -¡Adios!
  Y no puede evitar pensar que la llamada de su amigo le ha venido bien. Un reencuentro entre antiguos amigos nunca viene mal. Ya es hora de seguir con su vida y salir del pozo en el que se ha metido.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 6

SEIS
 Paredes alicatadas con losas blancas y una cenefa media altura con losas de color cazuela. Se sienta en una de las cuatro sillas de madera que rodean la mesa, de madera también. Está nerviosa. No comprende por qué no la ha llamado aún. ¿Le habrá pasado algo? Seguro que no. Su hija es una chica responsable y no se mete en problemas. Seguramente se habrá distraído al encontrarse con algún conocido de vuelta a casa.
Mercedes se levanta, se asoma por la ventana de la cocina que da a la calle y la busca por la acera, pero no obtiene ningún resultado. Vuelve a sentarse y golpea la mesa con las yemas de los dedos repetidas veces mientras mira el reloj de la otra mano. Es muy tarde, no puede ser que la prueba no haya terminado aún.
Cuando menos se lo espera, suena el teléfono y le da un vuelco al corazón. A pesar de sus cincuenta y dos años, sale corriendo de la cocina y, sin darle tiempo a que vuelva a sonar, descuelga el aparato que hay en la pequeña mesita cuadrada de la izquierda.
  -¿Diga?
  -Hola mamá, ya he salido...
  -¿Y qué te han dicho? -Mercedes se impacienta y, a pesar de notar que el tono de voz de su hija no es exactamente animado, la esperanza es lo último que se pierde.
  -Que no soy el perfil que buscan, pero no te preocupes que estoy bien.
  -¿Seguro? ¿No quieres tarde de chicas para despejarte? No sé, podemos ir de compras, al cine...
  -No mamá. Ya te he dicho que estoy bien. Además, ya he quedado con África y luego tengo que cuidar a Martita, que me lo pidió la tía Isabel.
  -¡Es cierto! Casi se me olvida decírtelo. -Mercedes se lleva la mano con la que no sujeta el teléfono a la cabeza. -Me dijo tu tía que no hace falta que vayas hoy, que al final no va a cenar fuera.
  -Está bien, entonces ya veré lo que hago esta tarde. Ahora voy para casa y ya hablamos. ¿Vale?
  -Muy bien, cariño. Ahora nos vemos. Un besito, hija.
  -Otro para ti, mami.
  Y, mientras camina en busca del abrazo de su madre, se encuentra con alguien al que nunca pensó que volvería a ver.

viernes, 17 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 5

CINCO
Paredes exteriores de piedra. Debe ser un edificio antiguo, de arquitectura barroca. Berta sale del portal y baja las escaleras que dan a la calle. Tiene el teléfono móvil en la mano. Lo sacó del bolsillo mientras esperaba el ascensor con la intención de llamar a su madre y contarle cómo le ha ido la prueba para ser la nueva copresentadora del programa de moda de la televisión, pero no siente fuerzas para hacerlo. A sus veinticinco años, ya ha tenido que pasar por más de una desilusión en su corta vida laboral, pero esta vez es diferente. Necesita desahogarse con alguien, pero no puede ser con su madre. No quiere que le oiga llorar porque se le partiría el alma y sabe que le resultará imposible contener las lágrimas. Necesita un abrazo, pero ahora mismo está sola en la calle, rodeada de gente que no tiene ni idea de todo lo que está pasando por su cabeza. Recuerda la canción de El Sueño de Morfeo. "Gente que está sola aunque haya mucha gente". Así se siente ella... Si por lo menos estuviera su amiga a su lado, ella la haría sentirse mejor, pero a estas horas estará trabajando y no debe molestarla. A ella si que le ha ido bien. Está orgullosísima de su amiga, aunque algunas veces la envidia. Envidia sana, por supuesto, pero envidia al fin y al cabo. Aún recuerda el primer casting al que fueron juntas. Era para hacer de azafata en un concurso y su amiga solo iba para acompañarla, pero al final se animó y empezó a bailar sin sentir vergüenza alguna hasta contagiarle el ritmo a Berta. Ninguna de las dos fue seleccionada, pero desde entonces iban juntas a cada prueba y cada negativa que le daban a Berta acababa convirtiéndose en motivo de celebración, ya fuera porque ese día iba muy bien conjuntada o porque el director de casting tenía un cuerpo diez. Lo importante era irse de cañas y punto, pero ahora no están juntas.
Berta sigue caminando, pero a cada paso que da, se siente cada vez más rota por dentro. Esta vez no le han dado ninguna esperanza. Ni un simple "Ya te llamaremos". Solo le han dicho que no es lo que están buscando, que quieren a alguien con más preparación. ¿Con más preparación? ¡Pero si ella tiene la carrera de periodismo y desde los doce años está acostumbrada a hacer todo tipo de anuncios! La cámara ya no tiene secretos para ella. Incluso ha posado para un catálogo de ropa interior, y eso no fue nada fácil. En cambio, la que sería su compañera si la hubieran elegido a ella para el trabajo no sabe ni expresarse con claridad. Si no fuera por los guiones que le dan , estaría perdida. Pero... ¿Por qué piensa eso? Ella no es así.  ¿Qué más da si sabe o no hacer bien su trabajo? Esa pobre chica no tiene la culpa de que no la hayan cogido a ella.
De repente, suena el móvil y lo primero que se le pasa a Berta por la cabeza es que ojalá no sea su madre. Cruza los dedos de la mano izquierda y, con la manos derecha, se aparta los mechones rubios de pelo que le tapan la cara y rebusca en el bolso hasta que encuentra el aparato. Mira la pantalla táctil pero no reconoce el número y no tiene ni idea de quién puede ser porque aparecen más de nueve dígitos. No le queda más remedio que contestar y salir de dudas.
  -¿Diga?
  -Hola, Berta, cariño.¿Has salido ya de la prueba?
  -Hola, Afri. Sí, he salido ya, pero prefiero no hablar de eso. Me ha salido fatal.
  -¡Venga ya! ¡Siempre dices lo mismo y mira la de veces que te han llamado! ¿O a caso no eres la niña de los "Caramelos Sweetty"?
  -Sí, pero de eso hace ya mucho. Hazme caso, que esta vez no me llaman.
  Las dos amigas se quedan en silencio unos segundos hasta que África se decide a hablar.
  -Bueno, no importa. Ya saldrán otros trabajos y, lo mejor de esto es que... -África hace con la boca un sonido que simula al redoble de unos tambores. -¡Nos vamos de cañas para celebrarlo!
  -No tengo ganas de celebraciones. Además, no hay nada que celebrar.
  -Está usted ofendiéndome Señorita Romero. ¿Cómo que no hay nada que celebrar? ¿Acaso no le parece apropiado celebrar que hoy es hoy y que somos unas amigas estupendísimas?
  Berta sonríe al otro lado del teléfono, aunque sigue teniendo los ojos llorosos.
  -Bueno, está bien, pero aunque celebráramos eso, tú estás trabajando. No te puedes escaquear así porque sí.
  -¿Y quién te ha dicho a ti que yo me vaya a escaquear? ¡Nos vamos de cañas telefónicamente!
  -Afri, estás loca. Vas a gastar un pastón en móvil..
  -¡Bah! Por eso tú no te preocupes, que estoy llamando con el teléfono de mi oficina.
  -Lo siento, África, no puedo. Todavía tengo que llamar a mi madre, que aún no he hablado con ella y estará la pobre mordiéndose las uñas... Gracias de todas formas, me has animado bastante.
  -¿De" gracias de todas formas", nada! No te vas a librar de mí tan fácilmente. Cuando salga del trabajo te llamo y nos vamos a tomar algo.
  -Está bien, pero una y para casa, que tengo que quedarme cuidando de mi prima pequeña.
  -No te preocupes, yo también tengo cosas que hacer. ¡Un beso!
  Y sin dejar que Berta conteste, África cuelga el teléfono. Ya tenía planes para hacer después del trabajo, pero va a tener que aplazarlos al menos dos horas. Todo sea por animar a una amiga y que no caiga en las garras del malvado helado de tres sabores. Va a tener que organizarse muy pero que muy bien si quiere que le dé tiempo a hacer todo lo que tiene planeado.

En esa misma oficina, hace unas horas
  Ya no puede echarse atrás. Está ahí dentro, en su despacho, aunque ahora mismo debería habérselo pensado antes. No tiene derecho a pedirle lo que le va a pedir y posiblemente lo ponga en un compromiso, pero como siempre dice su padre, "de perdidos, al río".
  -¿Qué te trae por mi humilde despacho, Africa?
  Su sonrisa perfecta y sus ojos azul grisáceo paralizan a la joven becaria. Comienzan a temblarle las piernas y no sabe por donde empezar. Intenta hablar pero no le salen las palabras. Sigue pensando que no es una buena idea pedírselo y teme su reacción.
  -Venga, que no te voy a comer. Sabes que no soy de esa clase de jefes.
  Otra sonrisa. Ahora incluso más bonita que la anterior. Esto parece un festival de sonrisas y, por ahora, el chico tiene todas las de ganar.
  -Verá, no sé cómo decirle esto pero... le quiero pedir un favor.
  -Venga África, no me hables de usted. Te lo he dicho ya cien veces: Aquí los dos estamos en igualdad de condiciones.
  -Bueno, tu eres el jefe y yo, la becaria. Creo que las mismas, mismas condiciones, no son.
  Aparece la primera sonrisa de África desde que entró por la puerta y esto le ayuda a relajarse un poco. Al fin y al cabo, es cierto que él no es el típico jefe que se piensa que está por encima de todo el mundo. Y aunque lo fuera, ambos han ido labrando una relación más estrecha desde que comenzaron a trabajar juntos.
  -En fin, lo que TE quería pedir -África recalca el "te" en tono de broma para hacerle ver que ya no le habla de usted -es que hoy me dejes salir un poco antes. No te pido una hora exacta, sino cuando termine todo mi trabajo.
  -No sé, Afri... Fuiste tú la que me pidió que te tratara como al resto de la plantilla y ahora me pides todo lo contrario.
  -Ya sé que no sería justo para los demás, pero es solo un día.
  -Es solo un día, pero mañana será otro. Y pasado mañana, otro.
  -Que no, de verdad. Es solo hoy porque es un día especial.
 El Señor Sauras se levanta de su silla y se acerca a la chica, todo ello con una sonrisa bastante pícara en su rostro. Mientras, África da un paso hacia atrás y su cuerpo choca contra la puerta, que permanece cerrada desde que ella entró.
  -¡Ah! ¡Sí? ¿Un día especial? ¿Y eso por qué?
  El joven la abraza y le da un ligero beso en los labios. Ambos sonríen.
  -Hoy, justamente hoy, hace un mes que empecé a salir con mi chico.
  -No sabía que tuvieras novio.
  Otras dos sonrisas al unísono.
  -Vamos, Miki, tengo que trabajar y este no es el momento ni el lugar más adecuado para hacer esto. ¿Me dejas salir antes o no?
  Un beso. Otro beso. Y otro más. La chica separa a Miguel con la mano y pone ojitos de carnero degollado. Eso nunca falla. Su jefe se da por rendido y le contesta de camino a su mesa.
  -Está bien, pero ni una palabra a nadie y espero que no te acuestes tarde porque mañana tienes que venir a trabajar a la misma hora de siempre.
  -Sí, sí. No te preocupes. ¡Muchas gracias! Nos vemos luego en la sesión de fotos ¿No?
  -Lo siento, pero la sesión se ha cancelado. Quiero estar presente y hoy no puedo porque tengo bastantes cosas que hacer y salgo dentro de quince minutos a una reunión que no sé cuánto durará. Ya te avisaré cuando la vayamos a hacer.
  -Está bien. Me hacía mucha ilusión pero... otra vez será.
  -Hasta mañana.
  -Hasta mañana entonces.
  Y mientras sale de la habitación y cierra la puerta, le regala un guiño y una sonrisa a su jefe.
 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 4

CUATRO
Paredes verde lima listas para pintar y darle la bienvenida al inquilino que dormirá a partir de ahora entre ellas. Lucas coge con las dos manos el bote de cuatro litros de pintura azul y lo acerca hasta la pared con el gran ventanal. Ya ha cubierto con papel de periódico el marco del mismo, el de la puerta y todo el suelo, así que al fin le toca su parte favorita: darle color a todo lo que le rodea con la única ayuda de un rodillo y un par de brochas.
Intenta abrir el bote de pintura con las manos pero, como era de esperar y a pesar de que lleva ya algunos meses haciendo ejercicio, no tiene la fuerza suficiente para abrirlo. Acaba de mudarse a aquella casa y aún no tiene allí su completísima caja de herramientas, de modo que sale de la habitación y busca por toda la casa algo que pueda usar a modo de palanca. Avanza por el pasillo, que no tiene ni un solo mueble; busca por todas las habitaciones, las cuales están también vacías. En el salón solo hay un colchón en el suelo que ni siquiera ha sido desembalado y, por último, rebusca en los cajones de la cocina, la única habitación que venía con los muebles instalados. Nada, no encuentra nada. El joven empieza a desesperarse y vuelve a la primera habitación, en la que nada más entrar, ve un destornillador justo al lado de la pintura. ¿Cómo ha podido no verlo antes? Lucas sonríe y se da un ligero golpe con la palma de la mano en la cabeza. Se agacha e introduce la punta del destornillador entre el bote y la tapadera del mismo y, con un simple toque, destapa la pintura. El olor se introduce rápidamente en su nariz y pasa por la garganta hasta llegar a los pulmones. No le queda más remedio que toser.
Entre tos y tos, vuelve a la cocina a por un vaso de agua, pero cuando abre el grifo, se da cuenta de que ésta no tiene un color muy saludable y es que, tras salir durante unos segundos de color marrón, el chorro cesa, caen al fregadero tres pegotes de barro y comienza a hacer un ruido bastante extraño. Lucas lo da por muerto, al menos hasta que le traigan su magnífica caja de herramientas, y lo cierra mientras continua tosiendo, aunque cada vez lo hace con menos frecuencia.
Ahora se dirige al cuarto de baño pero, cuando abre el grifo, ya ha parado de toser. Al menos aquí el agua parece ser potable y no tendrá que arreglarlo.
Con tanto ajetreo se le han saltado hasta las lágrimas y sus grandes ojos verdes ahora están un poco rojos. El joven se echa agua en la cara y en la nuca. Lleva un día bastante duro entre una cosa y otra y está agotadísimo. Después de toda una noche de viaje en tren en el que casi no ha podido dormir, ha  llegado a Madrid al amanecer, ha llevado todo el equipaje hasta su nuevo piso, luego ha ido a firmar su nuevo contrato de trabajo y ha vuelto para comenzar el largo trabajo que le espera hasta convertir aquella casa en lo que será su hogar.

Hace cuatro meses, en Salceda de Caselas, Galicia)
  Está a punto de entrar en su casa cuando, mientras busca la llave para abrir, escucha sonar el teléfono al otro lado de la puerta. Se pone nervioso e intenta meter rápidamente la llave en la cerradura, pero ésta no encaja. Qué momento más inoportuno para llamar. Seguro que es su madre para preguntarle qué tal le ha ido el día y saber si está mejor después de su ruptura con Sara, como si lo viera. Por fin atina con la pequeña ranura y con un brusco giro de muñeca hacia la derecha, la puerta se abre. Sale corriendo hacia el salón, sin ni siquiera cerrar la puerta y, cuando va a descolgar el teléfono, éste deja de sonar. Justo en ese momento, en el bolsillo trasero del pantalón, comienza a vibrar su móvil. No le da tiempo a que comience a sonar la melodía cuando ya ha contestado:
  -¡Hey! ¿Qué pasa? No puedes estar ni dos horas separado de mí ¿Verdad?
  -Más quisieras... ¡Que sé que desde que me dejé perilla no me quitas el ojo de encima!
  -¿Tanto se me nota? Jajajajaja
  Los dos amigos ríen al unísono, aunque a bastantes metros de distancia el uno del otro.
  -Tío. te he estado llamando a tu casa, pero no lo cogías ¿Dónde estás?
  -Ya, ya lo sé. Justo cuando estaba abriendo la puerta he escuchado el teléfono, pero no me ha dado tiempo a cogerlo -En ese momento, recuerda que aún no ha cerrado la puerta y se dirige hacia la entrada para hacer lo propio.
  -Verás, Lucas... Te tengo que pedir un favor.
  -Va, tío, ¿Qué pasa? Sabes que haré cuanto esté en mi mano para ayudarte. Somos amigos ¿No?
  -Sí, sí. Somos amigos, pero esto es diferente. No es un favor de los de siempre.
  -Me estás acojonando ¿Qué grado de favor es? -La mente de Lucas empieza a trabajar a la velocidad de la luz y empieza a imaginar lo más descabellado que se le pudiera haber ocurrido a su amigo. La preocupación comienza a verse reflejada en su perfecto rostro. -¿Es un favor tipo "déjame dinero", "necesito que me arregles una silla"...? ¿O es más bien "ayúdame a conquistar a una chica con frasecitas cursis"?
  -No. No es nada de eso.
  -¿Entonces?
  -Necesito que cantes y toques la guitarra ante los directores de casting de "Dime una palabra".