NUEVE
Las paredes oscuras del local dan paso al aire libre de la calle. Las dos amigas salen por la puerta principal y se echan a un lado para no entorpecer el paso de la gente mientras se despiden.
-Gracias por todo, África. Ya estoy mucho mejor. -Berta sonríe mientras lo dice y en sus ojos se palpa la sinceridad y el agradecimiento.
-¡Así me gusta! ¡Y que no me entere yo de que te vuelves a poner así por una prueba! ¿Entendido? -La joven finge estar enfadada y cruza los brazos por debajo del pecho para darle más credibilidad a su actuación, pero, en cuanto termina de hablar, le regala una enorme sonrisa a su amiga y la rodea con sus brazos estrujándola hasta que la joven se queja.
-¡Para! ¡Para! ¡Que no puedo respirar!
-Siempre has sido una quejica. -África suelta a Berta, pero no deja de sonreirle. -Si no fuera porque me tienes a mí... Bueno, ahora que ya te he subido el ánimo, me tengo que ir. No tienes ni idea de la de cosas que tengo que hacer. Y encima me he dejado la Vespa en casa, así que tengo que ir andando a un montón de sitios.
-Yo traigo el coche de mi padre. ¿Quieres que te lleve?
-No, no te preocupes. Me vendrá bien andar, que desde que soy becaria me paso las mañanas enteras sentada en una silla y se me va a poner el culo blandengue.
-¡Anda ya! -Berta mira a su amiga con cara de incredulidad. -Más quisieran muchas tener tu culo. Y yo me incluyo entre ellas.
-¿Ves como eres una quejica? Tu culo está perfecto tal y como está. Ni se te ocurra cambiarlo ni una pizca.
-Bueno, ¿Vas a querer que te lleve, o no? Que el coche lo tengo aquí al lado y no me cuesta nada acercarte a donde sea.
-No. Tú tienes que ir ahora a tu casa y comunicarle a tu querida madre que ya eres mayor, el ciclo de la vida, tal y tal y que te independizas. Que el pájaro tiene que volar fuera del nido. ¡Eso nunca falla!
-Bueno, tú no me presiones que yo necesito mi tiempo. Llámame un día de estos y charlamos.
-Si viviéramos ya juntas, no tendría que llamarte. ¿Ves como son todo ventajas? -África vuelve a sonreír. Siempre que insiste en algo y sabe que se pone pesada, saca a relucir sus pequeños dientes blancos y sabe que así nadie le reprocha nada.
-¿Qué voy a hacer contigo? ¡No vamos a aguantar juntas ni dos semanas, ya lo veras! Jajajajaja.
Las dos se ríen, se abrazan, se besan y toman direcciones opuestas. Una se aleja rápidamente en su coche, pero la otra se desplaza a menor velocidad. Todavía tiene que ir a comprar el regalo para su chico y prepararle una gran cena para darle una sorpresa. Seguro que le encanta y a ella le encante que le encante. Tan solo hace un mes que empezaron a salir pero es como si se conocieran de toda la vida, aunque suene a tópico. Quizás debería habérselo comentado a Berta. Al fin y al cabo es su amiga y siempre se lo han contado todo. Ya sea lo bueno o lo malo... Pero esto es bueno, debería estar deseando contárselo y no le ha dicho ni nada
Cuando quiere darse cuenta, África está ya delante del estudio de fotografía, entra y saluda al joven que se encuentra tras el mostrador. Es bastante guapo. Justo del estilo que le gustaría a Berta: rubio, ojazos claros, barbita de dos o tres días y una trencita de cuero que le sale de los pelos de la nuca. Básicamente, aspecto desarreglado. Nunca entenderá cómo le pueden gustar los tíos así, con lo elegante que queda una corbata bien puesta, o incluso unos vaqueros y una camiseta aceptable. ¡No hace falta llevar las pintas de descuidado hasta tal extremo! En fin... para gustos, los colores. Algún día se lo presentará.
-¡Hola Jorge! ¿Qué tal?
-¡África! ¡Por fin llegas! Ya pensé que no venías.
-Ya... es que se tenía que resolver un asunto de importancia máxima.
-Pues hueles a cerveza que da gusto -El chico sonríe mientras lo dice. No le molesta que haya llegado tarde, pero tiene curiosidad por saber qué locura le ha pasado esta vez. -¡A mí no me la clavas, que ya desde la universidad te pasabas las horas muertas en la cafetería!
-Muertas no. Que a más de uno le dejé sin un euro con la tontería de las cartas. Y tu eras uno de ellos.
Los dos ríen recordando tantos días que pasaron juntos como los grandes amigos que eran. Por desgracia, los dos tomaron caminos separados al acabar sus estudios y poco a poco se han ido distanciando. El día en el que África se lo encontró allí, en ese estudio, trabajando, no podía creérselo. Después de tanto tiempo se habían reencontrado y no dudó ni un segundo en encargarle a él eso tan especial que tenía entre manos.
-Bueno, dejémonos de tonterías. ¿Tienes lo mío? -La joven mira a su alrededor fingiendo ser una mafiosa perseguida por la policía, se acerca al oído del chico y, casi en susurros, habla. -Vamos, lo necesito cuanto antes.
-No te preocupes. Toni lo ha dejado todo atado y bien atado.
-¿Quién es Toni?
-El jefe de mi banda. ¿Qué pasa? ¿Solo tú puedes ser mafiosa?
África no se queda indiferente y sin tener que pensarlo demasiado, sale airosa de la situación-
-Dijimos que nada de jefes. ¡¡¡Solo tú podías saber de esto!!! -Y tras la sonrisa que se le escapa la joven, la tensión fingida se disipa.
-Voy a buscarlo al almacén. Te va a encantar.
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