viernes, 17 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 5

CINCO
Paredes exteriores de piedra. Debe ser un edificio antiguo, de arquitectura barroca. Berta sale del portal y baja las escaleras que dan a la calle. Tiene el teléfono móvil en la mano. Lo sacó del bolsillo mientras esperaba el ascensor con la intención de llamar a su madre y contarle cómo le ha ido la prueba para ser la nueva copresentadora del programa de moda de la televisión, pero no siente fuerzas para hacerlo. A sus veinticinco años, ya ha tenido que pasar por más de una desilusión en su corta vida laboral, pero esta vez es diferente. Necesita desahogarse con alguien, pero no puede ser con su madre. No quiere que le oiga llorar porque se le partiría el alma y sabe que le resultará imposible contener las lágrimas. Necesita un abrazo, pero ahora mismo está sola en la calle, rodeada de gente que no tiene ni idea de todo lo que está pasando por su cabeza. Recuerda la canción de El Sueño de Morfeo. "Gente que está sola aunque haya mucha gente". Así se siente ella... Si por lo menos estuviera su amiga a su lado, ella la haría sentirse mejor, pero a estas horas estará trabajando y no debe molestarla. A ella si que le ha ido bien. Está orgullosísima de su amiga, aunque algunas veces la envidia. Envidia sana, por supuesto, pero envidia al fin y al cabo. Aún recuerda el primer casting al que fueron juntas. Era para hacer de azafata en un concurso y su amiga solo iba para acompañarla, pero al final se animó y empezó a bailar sin sentir vergüenza alguna hasta contagiarle el ritmo a Berta. Ninguna de las dos fue seleccionada, pero desde entonces iban juntas a cada prueba y cada negativa que le daban a Berta acababa convirtiéndose en motivo de celebración, ya fuera porque ese día iba muy bien conjuntada o porque el director de casting tenía un cuerpo diez. Lo importante era irse de cañas y punto, pero ahora no están juntas.
Berta sigue caminando, pero a cada paso que da, se siente cada vez más rota por dentro. Esta vez no le han dado ninguna esperanza. Ni un simple "Ya te llamaremos". Solo le han dicho que no es lo que están buscando, que quieren a alguien con más preparación. ¿Con más preparación? ¡Pero si ella tiene la carrera de periodismo y desde los doce años está acostumbrada a hacer todo tipo de anuncios! La cámara ya no tiene secretos para ella. Incluso ha posado para un catálogo de ropa interior, y eso no fue nada fácil. En cambio, la que sería su compañera si la hubieran elegido a ella para el trabajo no sabe ni expresarse con claridad. Si no fuera por los guiones que le dan , estaría perdida. Pero... ¿Por qué piensa eso? Ella no es así.  ¿Qué más da si sabe o no hacer bien su trabajo? Esa pobre chica no tiene la culpa de que no la hayan cogido a ella.
De repente, suena el móvil y lo primero que se le pasa a Berta por la cabeza es que ojalá no sea su madre. Cruza los dedos de la mano izquierda y, con la manos derecha, se aparta los mechones rubios de pelo que le tapan la cara y rebusca en el bolso hasta que encuentra el aparato. Mira la pantalla táctil pero no reconoce el número y no tiene ni idea de quién puede ser porque aparecen más de nueve dígitos. No le queda más remedio que contestar y salir de dudas.
  -¿Diga?
  -Hola, Berta, cariño.¿Has salido ya de la prueba?
  -Hola, Afri. Sí, he salido ya, pero prefiero no hablar de eso. Me ha salido fatal.
  -¡Venga ya! ¡Siempre dices lo mismo y mira la de veces que te han llamado! ¿O a caso no eres la niña de los "Caramelos Sweetty"?
  -Sí, pero de eso hace ya mucho. Hazme caso, que esta vez no me llaman.
  Las dos amigas se quedan en silencio unos segundos hasta que África se decide a hablar.
  -Bueno, no importa. Ya saldrán otros trabajos y, lo mejor de esto es que... -África hace con la boca un sonido que simula al redoble de unos tambores. -¡Nos vamos de cañas para celebrarlo!
  -No tengo ganas de celebraciones. Además, no hay nada que celebrar.
  -Está usted ofendiéndome Señorita Romero. ¿Cómo que no hay nada que celebrar? ¿Acaso no le parece apropiado celebrar que hoy es hoy y que somos unas amigas estupendísimas?
  Berta sonríe al otro lado del teléfono, aunque sigue teniendo los ojos llorosos.
  -Bueno, está bien, pero aunque celebráramos eso, tú estás trabajando. No te puedes escaquear así porque sí.
  -¿Y quién te ha dicho a ti que yo me vaya a escaquear? ¡Nos vamos de cañas telefónicamente!
  -Afri, estás loca. Vas a gastar un pastón en móvil..
  -¡Bah! Por eso tú no te preocupes, que estoy llamando con el teléfono de mi oficina.
  -Lo siento, África, no puedo. Todavía tengo que llamar a mi madre, que aún no he hablado con ella y estará la pobre mordiéndose las uñas... Gracias de todas formas, me has animado bastante.
  -¿De" gracias de todas formas", nada! No te vas a librar de mí tan fácilmente. Cuando salga del trabajo te llamo y nos vamos a tomar algo.
  -Está bien, pero una y para casa, que tengo que quedarme cuidando de mi prima pequeña.
  -No te preocupes, yo también tengo cosas que hacer. ¡Un beso!
  Y sin dejar que Berta conteste, África cuelga el teléfono. Ya tenía planes para hacer después del trabajo, pero va a tener que aplazarlos al menos dos horas. Todo sea por animar a una amiga y que no caiga en las garras del malvado helado de tres sabores. Va a tener que organizarse muy pero que muy bien si quiere que le dé tiempo a hacer todo lo que tiene planeado.

En esa misma oficina, hace unas horas
  Ya no puede echarse atrás. Está ahí dentro, en su despacho, aunque ahora mismo debería habérselo pensado antes. No tiene derecho a pedirle lo que le va a pedir y posiblemente lo ponga en un compromiso, pero como siempre dice su padre, "de perdidos, al río".
  -¿Qué te trae por mi humilde despacho, Africa?
  Su sonrisa perfecta y sus ojos azul grisáceo paralizan a la joven becaria. Comienzan a temblarle las piernas y no sabe por donde empezar. Intenta hablar pero no le salen las palabras. Sigue pensando que no es una buena idea pedírselo y teme su reacción.
  -Venga, que no te voy a comer. Sabes que no soy de esa clase de jefes.
  Otra sonrisa. Ahora incluso más bonita que la anterior. Esto parece un festival de sonrisas y, por ahora, el chico tiene todas las de ganar.
  -Verá, no sé cómo decirle esto pero... le quiero pedir un favor.
  -Venga África, no me hables de usted. Te lo he dicho ya cien veces: Aquí los dos estamos en igualdad de condiciones.
  -Bueno, tu eres el jefe y yo, la becaria. Creo que las mismas, mismas condiciones, no son.
  Aparece la primera sonrisa de África desde que entró por la puerta y esto le ayuda a relajarse un poco. Al fin y al cabo, es cierto que él no es el típico jefe que se piensa que está por encima de todo el mundo. Y aunque lo fuera, ambos han ido labrando una relación más estrecha desde que comenzaron a trabajar juntos.
  -En fin, lo que TE quería pedir -África recalca el "te" en tono de broma para hacerle ver que ya no le habla de usted -es que hoy me dejes salir un poco antes. No te pido una hora exacta, sino cuando termine todo mi trabajo.
  -No sé, Afri... Fuiste tú la que me pidió que te tratara como al resto de la plantilla y ahora me pides todo lo contrario.
  -Ya sé que no sería justo para los demás, pero es solo un día.
  -Es solo un día, pero mañana será otro. Y pasado mañana, otro.
  -Que no, de verdad. Es solo hoy porque es un día especial.
 El Señor Sauras se levanta de su silla y se acerca a la chica, todo ello con una sonrisa bastante pícara en su rostro. Mientras, África da un paso hacia atrás y su cuerpo choca contra la puerta, que permanece cerrada desde que ella entró.
  -¡Ah! ¡Sí? ¿Un día especial? ¿Y eso por qué?
  El joven la abraza y le da un ligero beso en los labios. Ambos sonríen.
  -Hoy, justamente hoy, hace un mes que empecé a salir con mi chico.
  -No sabía que tuvieras novio.
  Otras dos sonrisas al unísono.
  -Vamos, Miki, tengo que trabajar y este no es el momento ni el lugar más adecuado para hacer esto. ¿Me dejas salir antes o no?
  Un beso. Otro beso. Y otro más. La chica separa a Miguel con la mano y pone ojitos de carnero degollado. Eso nunca falla. Su jefe se da por rendido y le contesta de camino a su mesa.
  -Está bien, pero ni una palabra a nadie y espero que no te acuestes tarde porque mañana tienes que venir a trabajar a la misma hora de siempre.
  -Sí, sí. No te preocupes. ¡Muchas gracias! Nos vemos luego en la sesión de fotos ¿No?
  -Lo siento, pero la sesión se ha cancelado. Quiero estar presente y hoy no puedo porque tengo bastantes cosas que hacer y salgo dentro de quince minutos a una reunión que no sé cuánto durará. Ya te avisaré cuando la vayamos a hacer.
  -Está bien. Me hacía mucha ilusión pero... otra vez será.
  -Hasta mañana.
  -Hasta mañana entonces.
  Y mientras sale de la habitación y cierra la puerta, le regala un guiño y una sonrisa a su jefe.
 

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