miércoles, 15 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 4

CUATRO
Paredes verde lima listas para pintar y darle la bienvenida al inquilino que dormirá a partir de ahora entre ellas. Lucas coge con las dos manos el bote de cuatro litros de pintura azul y lo acerca hasta la pared con el gran ventanal. Ya ha cubierto con papel de periódico el marco del mismo, el de la puerta y todo el suelo, así que al fin le toca su parte favorita: darle color a todo lo que le rodea con la única ayuda de un rodillo y un par de brochas.
Intenta abrir el bote de pintura con las manos pero, como era de esperar y a pesar de que lleva ya algunos meses haciendo ejercicio, no tiene la fuerza suficiente para abrirlo. Acaba de mudarse a aquella casa y aún no tiene allí su completísima caja de herramientas, de modo que sale de la habitación y busca por toda la casa algo que pueda usar a modo de palanca. Avanza por el pasillo, que no tiene ni un solo mueble; busca por todas las habitaciones, las cuales están también vacías. En el salón solo hay un colchón en el suelo que ni siquiera ha sido desembalado y, por último, rebusca en los cajones de la cocina, la única habitación que venía con los muebles instalados. Nada, no encuentra nada. El joven empieza a desesperarse y vuelve a la primera habitación, en la que nada más entrar, ve un destornillador justo al lado de la pintura. ¿Cómo ha podido no verlo antes? Lucas sonríe y se da un ligero golpe con la palma de la mano en la cabeza. Se agacha e introduce la punta del destornillador entre el bote y la tapadera del mismo y, con un simple toque, destapa la pintura. El olor se introduce rápidamente en su nariz y pasa por la garganta hasta llegar a los pulmones. No le queda más remedio que toser.
Entre tos y tos, vuelve a la cocina a por un vaso de agua, pero cuando abre el grifo, se da cuenta de que ésta no tiene un color muy saludable y es que, tras salir durante unos segundos de color marrón, el chorro cesa, caen al fregadero tres pegotes de barro y comienza a hacer un ruido bastante extraño. Lucas lo da por muerto, al menos hasta que le traigan su magnífica caja de herramientas, y lo cierra mientras continua tosiendo, aunque cada vez lo hace con menos frecuencia.
Ahora se dirige al cuarto de baño pero, cuando abre el grifo, ya ha parado de toser. Al menos aquí el agua parece ser potable y no tendrá que arreglarlo.
Con tanto ajetreo se le han saltado hasta las lágrimas y sus grandes ojos verdes ahora están un poco rojos. El joven se echa agua en la cara y en la nuca. Lleva un día bastante duro entre una cosa y otra y está agotadísimo. Después de toda una noche de viaje en tren en el que casi no ha podido dormir, ha  llegado a Madrid al amanecer, ha llevado todo el equipaje hasta su nuevo piso, luego ha ido a firmar su nuevo contrato de trabajo y ha vuelto para comenzar el largo trabajo que le espera hasta convertir aquella casa en lo que será su hogar.

Hace cuatro meses, en Salceda de Caselas, Galicia)
  Está a punto de entrar en su casa cuando, mientras busca la llave para abrir, escucha sonar el teléfono al otro lado de la puerta. Se pone nervioso e intenta meter rápidamente la llave en la cerradura, pero ésta no encaja. Qué momento más inoportuno para llamar. Seguro que es su madre para preguntarle qué tal le ha ido el día y saber si está mejor después de su ruptura con Sara, como si lo viera. Por fin atina con la pequeña ranura y con un brusco giro de muñeca hacia la derecha, la puerta se abre. Sale corriendo hacia el salón, sin ni siquiera cerrar la puerta y, cuando va a descolgar el teléfono, éste deja de sonar. Justo en ese momento, en el bolsillo trasero del pantalón, comienza a vibrar su móvil. No le da tiempo a que comience a sonar la melodía cuando ya ha contestado:
  -¡Hey! ¿Qué pasa? No puedes estar ni dos horas separado de mí ¿Verdad?
  -Más quisieras... ¡Que sé que desde que me dejé perilla no me quitas el ojo de encima!
  -¿Tanto se me nota? Jajajajaja
  Los dos amigos ríen al unísono, aunque a bastantes metros de distancia el uno del otro.
  -Tío. te he estado llamando a tu casa, pero no lo cogías ¿Dónde estás?
  -Ya, ya lo sé. Justo cuando estaba abriendo la puerta he escuchado el teléfono, pero no me ha dado tiempo a cogerlo -En ese momento, recuerda que aún no ha cerrado la puerta y se dirige hacia la entrada para hacer lo propio.
  -Verás, Lucas... Te tengo que pedir un favor.
  -Va, tío, ¿Qué pasa? Sabes que haré cuanto esté en mi mano para ayudarte. Somos amigos ¿No?
  -Sí, sí. Somos amigos, pero esto es diferente. No es un favor de los de siempre.
  -Me estás acojonando ¿Qué grado de favor es? -La mente de Lucas empieza a trabajar a la velocidad de la luz y empieza a imaginar lo más descabellado que se le pudiera haber ocurrido a su amigo. La preocupación comienza a verse reflejada en su perfecto rostro. -¿Es un favor tipo "déjame dinero", "necesito que me arregles una silla"...? ¿O es más bien "ayúdame a conquistar a una chica con frasecitas cursis"?
  -No. No es nada de eso.
  -¿Entonces?
  -Necesito que cantes y toques la guitarra ante los directores de casting de "Dime una palabra".



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