VEINTE
Paredes heladas en la fría madrugada del domingo. Berta duerme enroscada en sí misma. Su madre le ha echado una manta por encima cuando ha visto que Morfeo entró en su habitación, pero no es suficiente.
Junto a ella, en su mesita de noche, el móvil comienza a vibrar, una y otra vez. No se despierta porque lo tiene en modo silencio hasta que, con la vibración, el aparato cae al suelo y el golpe provoca un sobresalto en la chica. Se sienta sobre la cama, pero no sabe qué ha pasado. Está aturdida y mira a su alrededor buscando una explicación a ese golpe repentino hasta que ve su móvil en el suelo, abierto por la mitad. Se levanta corriendo y se agacha para recoger las dos partes del teléfono, las cuales no pesan todo lo que deberían pesar ¿Dónde está la batería? Berta alarga la mano para encender la luz de la mesita, pero justo antes de hacerlo, mira el reloj. Las cuatro y media de la mañana... no son horas para despertar a sus padres, aunque seguramente ya se hayan despertado al oír el suicidio de su móvil. Va a tener que buscar a oscuras si quiere que su madre no se levante de la cama para ver qué pasa.
Palpa el suelo de toda su habitación con la palma de sus manos, pero no hay rastro de la batería. Sus pupilas se han ido acostumbrando a la oscuridad y ya puede ver más o menos. Se sienta en el suelo y deja caer la espalda sobre el lado de la cama. Su paciencia se acaba. No sólo tiene curiosidad por saber quién le llama a estas horas, sino que también quiere dormir. Lo necesita. Ha sido un día lleno de emociones y cambios. El domingo quiere ir a correr por el parque para aislarse de todo, y para ello, necesita descansar esta noche.
Al final, se decide a encender la luz, se sitúa de pie en el centro de la habitación, con las manos en jara y gira sobre sí misma mirando al suelo. No puede ser, ni rastro de la batería. Se agacha para mirar debajo de la cama y de la mesilla de noche. Tampoco está ahí. Mira hacia su derecha, hacia su izquierda y ¡Al fin! Había caído dentro de uno de los zapatos que llevaba puestos el día anterior. La coge, la coloca dentro del móvil y cierra la tapadera. Le da al botón de encender y mientras espera a que cargue, apaga la luz y se sienta sobre la cama. Pone el código pin y aparecen un cartelito azul en la pantalla avisándole de que tiene un mensaje. Debería cambiar la melodía que tiene asignada para cuando le mandan uno de esos. Es demasiado larga y luego pasa lo que pasa, ¡¡Que el móvil vibra y se pierden las baterías!! Abre el mensaje y se sorprende al ver que es de su ex representante.
Tengo algo que contarte. ¿Podemos vernos el domingo? Contesta cuanto antes, por favor.
lunes, 29 de octubre de 2012
domingo, 28 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap. 19
DIECINUEVE
Paredes oscuras, cubiertas por la sombra de la noche. A Pablo le ha tocado dormir en el suelo. O, al menos, tumbarse, porque lo que es dormir, no ha dormido mucho. Mira a los dos lados. Ni rastro de Marcos. Se lleva las manos a la cara e intenta pensar en otra cosa. Hace mucho calor y tiene la boca seca. Por mucho que lo intente, no puede dormir, así que se levanta y camina hasta la cocina. Cuando se va acercando, se da cuenta de que la luz está encendida y, al entrar, ve a Lucas en el suelo, sentado contra la pared y con las rodillas hacia arriba, donde deja caer los brazos estirados sujetando una taza. No se le ve muy contento, y eso que dentro de nada comienzan los ensayos para trabajar en la tele.
-¿Qué bebes?
Lucas se asusta al oír a su amigo.
-¿Qué haces aquí? No te había oído llegar.
-Ya... se te veía muy pensativo, como si tu mente no estuviera en este lugar.
-Tila
-¿Qué?
-Tila. ¿No me has preguntado qué bebía? Estoy bebiendo tila.
-No me cambies de tema que eso conmigo no funciona. ¿Qué te pasa tío? No estás disfrutando de este momento que la vida te ofrece. -Pablo se despega del marco de la puerta y se sienta junto a Lucas, adoptando la misma postura que su amigo.
-No puedo disfrutarlo. Te juro que lo intento, pero no puedo.
-Vamos tío, no te pongas así. -Le pasa el brazo a Lucas por encima de los hombros y lo aprieta contra sí mismo. -Tienes todo lo que cualquier persona querría tener.
-No la tengo a ella. -Al joven músico le cuesta mucho pronunciar estas palabras y no puede evitar venirse abajo. Una lágrima desciende por su mejilla y cae sobre la camiseta. Pablo no sabe qué decir pero no puede ver así a su amigo.
-Lucas, sé que es muy duro, pero ya ha pasado casi un año. Tienes que superarlo.
-Creí que lo había hecho, pero no. Me convencisteis para que tocara con vosotros en el casting y cuando me dijeron que estaba dentro, no me lo podía creer. Era la oportunidad perfecta para cambiar de vida, para seguir adelante sin Sara. Estaba convencido de que podía hacerlo, pero a medida que se van acercando los ensayos, lo veo todo más negro. Está claro que no puedo ser feliz sin ella. Las cosas deberían haber sido muy distintas aquel día.
-Vamos, Lucas, no estás solo. Has conseguido reunir al grupo y nosotros vamos a conseguir que salgas a flote. La música es tu vida, no puedes dejarla de lado por lo que pasó ese día.
-¡No, es que no lo entiendes! ¡¡ELLA es mi vida!! ¡Sin Sara, mi vida no tiene sentido, joder! -Lucas rompe a llorar y se separa de su amigo, que intenta abrazarlo a pesar de sus intentos de escape hasta que lo consigue.
-Vas a salir de esta, Lucas. Vamos a salir de esta. Todos juntos. Te vamos a acompañar el lunes a los ensayos y lo vas a hacer como nunca antes lo habías hecho. Lo harás por ella, porque si ese día no hubiera estado en ese coche, ahora mismo estaría aquí, a tu lado. Pero sea donde sea, esté donde esté, sé que te apoya, porque Sara amaba tu música y te amaba a ti. Hazlo por ella.
Los dos permanecen abrazados hasta que Lucas se calma y se van a la cama. Ha sido un día muy duro y ambos están cansados. Suerte que el grupo vuelve a estar unido, aunque no se sabe si seguirá siendo así por mucho tiempo.
Paredes oscuras, cubiertas por la sombra de la noche. A Pablo le ha tocado dormir en el suelo. O, al menos, tumbarse, porque lo que es dormir, no ha dormido mucho. Mira a los dos lados. Ni rastro de Marcos. Se lleva las manos a la cara e intenta pensar en otra cosa. Hace mucho calor y tiene la boca seca. Por mucho que lo intente, no puede dormir, así que se levanta y camina hasta la cocina. Cuando se va acercando, se da cuenta de que la luz está encendida y, al entrar, ve a Lucas en el suelo, sentado contra la pared y con las rodillas hacia arriba, donde deja caer los brazos estirados sujetando una taza. No se le ve muy contento, y eso que dentro de nada comienzan los ensayos para trabajar en la tele.
-¿Qué bebes?
Lucas se asusta al oír a su amigo.
-¿Qué haces aquí? No te había oído llegar.
-Ya... se te veía muy pensativo, como si tu mente no estuviera en este lugar.
-Tila
-¿Qué?
-Tila. ¿No me has preguntado qué bebía? Estoy bebiendo tila.
-No me cambies de tema que eso conmigo no funciona. ¿Qué te pasa tío? No estás disfrutando de este momento que la vida te ofrece. -Pablo se despega del marco de la puerta y se sienta junto a Lucas, adoptando la misma postura que su amigo.
-No puedo disfrutarlo. Te juro que lo intento, pero no puedo.
-Vamos tío, no te pongas así. -Le pasa el brazo a Lucas por encima de los hombros y lo aprieta contra sí mismo. -Tienes todo lo que cualquier persona querría tener.
-No la tengo a ella. -Al joven músico le cuesta mucho pronunciar estas palabras y no puede evitar venirse abajo. Una lágrima desciende por su mejilla y cae sobre la camiseta. Pablo no sabe qué decir pero no puede ver así a su amigo.
-Lucas, sé que es muy duro, pero ya ha pasado casi un año. Tienes que superarlo.
-Creí que lo había hecho, pero no. Me convencisteis para que tocara con vosotros en el casting y cuando me dijeron que estaba dentro, no me lo podía creer. Era la oportunidad perfecta para cambiar de vida, para seguir adelante sin Sara. Estaba convencido de que podía hacerlo, pero a medida que se van acercando los ensayos, lo veo todo más negro. Está claro que no puedo ser feliz sin ella. Las cosas deberían haber sido muy distintas aquel día.
-Vamos, Lucas, no estás solo. Has conseguido reunir al grupo y nosotros vamos a conseguir que salgas a flote. La música es tu vida, no puedes dejarla de lado por lo que pasó ese día.
-¡No, es que no lo entiendes! ¡¡ELLA es mi vida!! ¡Sin Sara, mi vida no tiene sentido, joder! -Lucas rompe a llorar y se separa de su amigo, que intenta abrazarlo a pesar de sus intentos de escape hasta que lo consigue.
-Vas a salir de esta, Lucas. Vamos a salir de esta. Todos juntos. Te vamos a acompañar el lunes a los ensayos y lo vas a hacer como nunca antes lo habías hecho. Lo harás por ella, porque si ese día no hubiera estado en ese coche, ahora mismo estaría aquí, a tu lado. Pero sea donde sea, esté donde esté, sé que te apoya, porque Sara amaba tu música y te amaba a ti. Hazlo por ella.
Los dos permanecen abrazados hasta que Lucas se calma y se van a la cama. Ha sido un día muy duro y ambos están cansados. Suerte que el grupo vuelve a estar unido, aunque no se sabe si seguirá siendo así por mucho tiempo.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Neox Fan Awards
Ayer, 23 de Octubre, se celebró la primera edición de los Neox Fan Awards. La gala de entrega de los premios, que fue patrocinada por la marca Fanta, contó con la presencia de Patricia Conde y Arturo Valls como presentadores. La alfombra naranja reunió a los rostros más conocidos del panorama televisivo y musical, entre los que se encontraban David Bustamante, Auryn, Mario Casas y Florentino Fernández.
Los primeros en entregar un premio fueron Anna Simon y Florentino Fernández, que volvían a verse las caras tras la penúltima gala de Tu Cara Me Suena.
Los premiados en dicha gala fueron:
-Mejor actor de cine: Mario Casas.
-Mejor actriz de cine: Blanca Suárez
-Mejor solista: Pablo Alborán
-Mejor cuerpazo: David Bustamante
-Mejor beso: Ana fernández y Luis Fernandez
-Mejor tweet: Paco León
-Mejor película: Tengo ganas de ti
-Mejor actriz de serie: Irene Montalá
-Mejor actor de serie: Luis Fernández
-Mejor canción: Te he echado de menos (Pablo Alborán)
-Mejor grupo: Auryn
-Mejor programa de televisión: El hormiguero
-Mejor presentador: Arturo Valls
-Mejor crack del año: Iker Casillas
-Mejor serie: El barco
-Mejor single para ligar: DOn't give up my name (Auryn)
-Mejor personaje Neox: Florentino Fernández
A continuación os dejo con algunas fotos del evento.
Cristina Pedroche fue la encargada de dar la bienvenida a todos aquellos que iban pasando por la alfombra, donde se reencontró con varios de sus ex compañeros de Otra Movida y Sé lo que hicisteis.
A pesar de los problemas técnicos con los que tuvo que enfrentarse Neox como los extraños cortes de publicidad mal programados y el escaso funcionamiento de la mayoría de los micrófonos de mano, la gala no se hizo interminable e incluso hubo momento de risa, ya fuera por la originalidad del guión o por la espontaneidad de los que se subían al escenario.Los premiados en dicha gala fueron:
-Mejor actor de cine: Mario Casas.
-Mejor actriz de cine: Blanca Suárez
-Mejor solista: Pablo Alborán
-Mejor cuerpazo: David Bustamante
-Mejor beso: Ana fernández y Luis Fernandez
-Mejor tweet: Paco León
-Mejor película: Tengo ganas de ti
-Mejor actriz de serie: Irene Montalá
-Mejor actor de serie: Luis Fernández
-Mejor canción: Te he echado de menos (Pablo Alborán)
-Mejor grupo: Auryn
-Mejor programa de televisión: El hormiguero
-Mejor presentador: Arturo Valls
-Mejor crack del año: Iker Casillas
-Mejor serie: El barco
-Mejor single para ligar: DOn't give up my name (Auryn)
-Mejor personaje Neox: Florentino Fernández
A continuación os dejo con algunas fotos del evento.
domingo, 21 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap. 18
DIECIOCHO
Paredes de un color naranja muy suave, con una cenefa de un par de tonos más oscura a media altura.
A África siempre le ha gustado recorrer ese pasillo que llega hasta la puerta de la casa de su jefe. Recuerda la primera vez que pasó por allí hacía justo un mes. Esa vez no iba sola, como ahora. A su lado se encontraba el hombre más apuesto que había conocido en su vida y sabía que no podía perder esa maravillosa oportunidad que el destino le estaba ofreciendo. El hecho de que fueran compañeros de trabajo y, más aún, de que fuera su jefe, hacía que no se dejara llevar por sus impulsos y se controlara bastante, lo cual le ponía más nerviosa. Ella estaba acostumbrada a actuar sin pensar, según le dictara su cuerpo, pero ahora debía reprimirse si no quería que su historia con su jefe acabara antes de empezar.
Habían pasado la tarde juntos y él la había invitado a ver su colección de fotografías, hobby que ambos compartían. Una vez dentro de la casa el señor Sauras consiguió que se tranquilizara. En ese momento no era su jefe, sino un amigo.
Charlaron, bebieron, rieron, cenaron juntos unas pizzas que pidieron por teléfono y, cuando llegó la hora de irse, él se ofreció a llevarla a su casa en el coche. Lógicamente, ella no se lo permitió. Ya era mayorcita como para volver sola a su casa. Además, tenía la Vespa aparcada dos calles más abajo, pero le agradeció el gesto con un leve beso en los labios al despedirse. No puede evitar reírse cada vez que lo recuerda. Llevaba toda la noche queriendo hacerlo pero no se atrevía y, en el último momento, lo hizo. No sabe cómo se atrevió ni por qué lo hizo, pero lo hizo. Se dejó llevar por sus impulsos y, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se dio la vuelta rápidamente y desapareció por aquel largo pasillo naranja. Cuando llegó a su casa, miró el móvil y leyó el único mensaje que tenía. "Ya era hora de te comportaras tal y como eres. Me encantas". No podía creérselo. Había estado en casa de su jefe, le había besado y ahora él le mandaba un mensaje. No sabía cómo debía sentirse o si lo estaba haciendo bien o mal. Solo sabía que no podía evitar sonreír y, con esa misma sonrisa, se fue a la cama a soñar con él.
Ahora volvía a estar allí. Delante de esa puerta que le separaba del único amor, su amor. Esta vez no estaba nerviosa, sino feliz.
Abre su minúsculo bolso de fiesta y saca de su interior un espejo pequeñito en el que se mira para colocarse bien el flequillo. Si no lo tiene bien colocado, nada le saldrá bien esa noche. Su flequillo para ella es como el pelo para Sansón. Es el que le da fuerzas para enfrentarse a todo y hoy es un día muy importante. Necesita asegurarse de que todo sigue en su sitio y, tras hacerlo, guarda el espejito, se alisa el vestido y llama al timbre.
"Din, don" .
¿Quién será a estas horas? Miguel no espera a nadie. Ni siquiera tiene el aspecto adecuado para abrir la puerta. Le da mucha pereza vestirse, pero no puede presentarse ante nadie con un pantalón viejo de pijama, descalzo y sin camiseta. Se para a pensar un momento y, tras mirar el reloj, decide abrir la puerta así, tal cual. Siendo tan tarde, al otro lado de la puerta solo puede estar una de sus vecinas quejándose por cualquier tontería y, con lo cansado que está, no le compensa vestirse. Parece mentira que viviendo en uno de los edificios más caros de la ciudad, tenga que aguantar a vecinas pesadas cada dos por tres. Se supone que en ese edificio vive gente con clase, distinguida, que se dedica a llamar a las tantas a puertas ajenas.
El timbre vuelve a sonar y Miguel corre hacia la puerta, aunque preferiría fingir que no está en casa y así no le molestarían. Respira hondo para relajarse, no quiere parecer alterado y abre la puerta cabizbajo.
Esperaba encontrarse unas piernas arrugadas por el paso de la edad, pero lo que ve son unas preciosas piernas torneadas. Unas piernas morenas que reconoce a la perfección. A medida que va subiendo la mirada, le gusta más lo que va viendo.
-¡África!
-La misma. Y hoy vengo dispuesta a que me colonices. -La joven deja las bolsas con la comida en el suelo y le da un beso al chico del pijama. Un beso apasionado de esos que no solo demuestran amor, sino también tensión sexual. Se agacha, vuelve a coger las bolsas y pregunta.
-¿Puedo pasar?
-Cla... claro. ¿Qué haces aquí? -No sabe lo que está pasando. África es la última persona que se esperaba encontrar tras esa puerta. Hace tan solo un rato que ha hablado con ella por teléfono y no le había comentado nada. Vaya sorpresa se ha llevado. La chica entra y comienza a explicarse.
-Es que estaba hablando con el aburrido de mi novio y, como tenía que trabajar mucho, me ha colgado, así que he venido a verte a ti.
-Pues no será tan aburrido tu novio porque, según me han dicho, le quieres mucho ¿Me equivoco?
-Hombre, mucho, mucho... tampoco.
-Anda, ven aquí. -Miguel agarra a su chica por la cintura y le da un beso. -Este mes ha sido uno de los más felices de mi vida. Te quiero.
-Yo a ti también, mi amor.
Y siguen abrazados durante unos segundos más, mirándose a los ojos, hablando con la mirada.
Paredes de un color naranja muy suave, con una cenefa de un par de tonos más oscura a media altura.
A África siempre le ha gustado recorrer ese pasillo que llega hasta la puerta de la casa de su jefe. Recuerda la primera vez que pasó por allí hacía justo un mes. Esa vez no iba sola, como ahora. A su lado se encontraba el hombre más apuesto que había conocido en su vida y sabía que no podía perder esa maravillosa oportunidad que el destino le estaba ofreciendo. El hecho de que fueran compañeros de trabajo y, más aún, de que fuera su jefe, hacía que no se dejara llevar por sus impulsos y se controlara bastante, lo cual le ponía más nerviosa. Ella estaba acostumbrada a actuar sin pensar, según le dictara su cuerpo, pero ahora debía reprimirse si no quería que su historia con su jefe acabara antes de empezar.
Habían pasado la tarde juntos y él la había invitado a ver su colección de fotografías, hobby que ambos compartían. Una vez dentro de la casa el señor Sauras consiguió que se tranquilizara. En ese momento no era su jefe, sino un amigo.
Charlaron, bebieron, rieron, cenaron juntos unas pizzas que pidieron por teléfono y, cuando llegó la hora de irse, él se ofreció a llevarla a su casa en el coche. Lógicamente, ella no se lo permitió. Ya era mayorcita como para volver sola a su casa. Además, tenía la Vespa aparcada dos calles más abajo, pero le agradeció el gesto con un leve beso en los labios al despedirse. No puede evitar reírse cada vez que lo recuerda. Llevaba toda la noche queriendo hacerlo pero no se atrevía y, en el último momento, lo hizo. No sabe cómo se atrevió ni por qué lo hizo, pero lo hizo. Se dejó llevar por sus impulsos y, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se dio la vuelta rápidamente y desapareció por aquel largo pasillo naranja. Cuando llegó a su casa, miró el móvil y leyó el único mensaje que tenía. "Ya era hora de te comportaras tal y como eres. Me encantas". No podía creérselo. Había estado en casa de su jefe, le había besado y ahora él le mandaba un mensaje. No sabía cómo debía sentirse o si lo estaba haciendo bien o mal. Solo sabía que no podía evitar sonreír y, con esa misma sonrisa, se fue a la cama a soñar con él.
Ahora volvía a estar allí. Delante de esa puerta que le separaba del único amor, su amor. Esta vez no estaba nerviosa, sino feliz.
Abre su minúsculo bolso de fiesta y saca de su interior un espejo pequeñito en el que se mira para colocarse bien el flequillo. Si no lo tiene bien colocado, nada le saldrá bien esa noche. Su flequillo para ella es como el pelo para Sansón. Es el que le da fuerzas para enfrentarse a todo y hoy es un día muy importante. Necesita asegurarse de que todo sigue en su sitio y, tras hacerlo, guarda el espejito, se alisa el vestido y llama al timbre.
"Din, don" .
¿Quién será a estas horas? Miguel no espera a nadie. Ni siquiera tiene el aspecto adecuado para abrir la puerta. Le da mucha pereza vestirse, pero no puede presentarse ante nadie con un pantalón viejo de pijama, descalzo y sin camiseta. Se para a pensar un momento y, tras mirar el reloj, decide abrir la puerta así, tal cual. Siendo tan tarde, al otro lado de la puerta solo puede estar una de sus vecinas quejándose por cualquier tontería y, con lo cansado que está, no le compensa vestirse. Parece mentira que viviendo en uno de los edificios más caros de la ciudad, tenga que aguantar a vecinas pesadas cada dos por tres. Se supone que en ese edificio vive gente con clase, distinguida, que se dedica a llamar a las tantas a puertas ajenas.
El timbre vuelve a sonar y Miguel corre hacia la puerta, aunque preferiría fingir que no está en casa y así no le molestarían. Respira hondo para relajarse, no quiere parecer alterado y abre la puerta cabizbajo.
Esperaba encontrarse unas piernas arrugadas por el paso de la edad, pero lo que ve son unas preciosas piernas torneadas. Unas piernas morenas que reconoce a la perfección. A medida que va subiendo la mirada, le gusta más lo que va viendo.
-¡África!
-La misma. Y hoy vengo dispuesta a que me colonices. -La joven deja las bolsas con la comida en el suelo y le da un beso al chico del pijama. Un beso apasionado de esos que no solo demuestran amor, sino también tensión sexual. Se agacha, vuelve a coger las bolsas y pregunta.
-¿Puedo pasar?
-Cla... claro. ¿Qué haces aquí? -No sabe lo que está pasando. África es la última persona que se esperaba encontrar tras esa puerta. Hace tan solo un rato que ha hablado con ella por teléfono y no le había comentado nada. Vaya sorpresa se ha llevado. La chica entra y comienza a explicarse.
-Es que estaba hablando con el aburrido de mi novio y, como tenía que trabajar mucho, me ha colgado, así que he venido a verte a ti.
-Pues no será tan aburrido tu novio porque, según me han dicho, le quieres mucho ¿Me equivoco?
-Hombre, mucho, mucho... tampoco.
-Anda, ven aquí. -Miguel agarra a su chica por la cintura y le da un beso. -Este mes ha sido uno de los más felices de mi vida. Te quiero.
-Yo a ti también, mi amor.
Y siguen abrazados durante unos segundos más, mirándose a los ojos, hablando con la mirada.
jueves, 18 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap. 17
DIECISIETE
Las paredes del almacén de "La Luna" están llenas de estanterías cubiertas de una gran capa de polvo. Hace mucho tiempo que nadie limpia ahí, pero ese no es problema ahora para Vero y Marcos.
-Qué pena que tus amigos se hayan tenido que ir tan pronto ¿No crees?
-Así podemos conocernos mejor.
Marcos está cada vez más cerca de esa chica rubia tan peculiar a la que acaba de conocer y a ella no le incomoda la situación. Los dos sonríen y se regalan miradas, cómplices de lo que saben que va a suceder.
-No necesito conocerte para saber cómo eres. Me basta con solo mirarte.
-¿Sí? -Marcos se acerca más a la camarera hasta que la deja pegada a la pared y sin ningún espacio entre ellos dos. Le da un beso en los labios y continúa con su técnica de seducción. -¿Y cómo se supone que soy? -Mas besos, ahora en el cuello.
-Fácil. Un pica flor que piensa que el amor es una tontería, que va engañando por ahí a mujeres para que se acuesten con él y mañana si te he visto, no me acuerdo. Mucho prometer y poco cumplir. Pero yo no soy de esas a las que le comes la oreja y ya se creen que le estás jurando amor eterno. -El chico deja por un momento su tarea, separa la cara de su cuello y la mira con una sonrisa pícara. -Marcos, no te he dicho en ningún momento que pares ¿Te lo he dicho? -El bajista de "Acclaim" se lleva la mano a la sien como si de un soldado acatando órdenes se tratase y continua ofreciéndole sus besos, pero esta vez se centra en la oreja de la chica. Ahora sí que es una de esas a las que les come la oreja. -Solo quiero que sepas que a mí no me la cuelas. ¿Entendido?
-Sí, mi coronel -Sus músculos se tensan al cogerla en brazos y se vuelven a relajar cuando la deja caer sobre la vieja mesa de madera que hay justo al lado de la puerta. Ella le quita la camiseta y se deleita mirando cada uno de los tatuajes que tiene sobre su piel. Se agarra con fuerza a su espalda, cierra los ojos y se deja llevar.
Mientras tanto, en la Calle Rivera de Curtidores número 12, en el ático, el resto de componentes del grupo se preparan para ir a la cama, o al menos para intentar dormir, porque solo hay un colchón. Lo único seguro es que Lucas dormirá en él. Queda un hueco libre y el asunto se solucionará por sorteo, como la mayoría de decisiones que tienen que toman. El otro tendrá que dormir en el suelo junto a Marcos, si es que duerme allí, claro.
Elías se está lavando los dientes, lo cual no le impide hablar, aunque a los demás les cueste entender lo que dice.
-Este tío es subnormal. No entiendo por qué le seguimos siempre el juego.
-Solo le hemos hecho un favor a un amigo.
-Pero no tiene por qué dar por hecho que se lo vamos a hacer. ¿A qué viene contestar que nos tenemos que ir ya cuando Vero dijo que nos quedáramos? Siempre no echa para quedarse a solas con las tías. Ya estoy cansado. A mí esa chica me caía bien y por culpa de Marcos y sus hormonas, no va a querer volver a vernos el pelo.
-Venga, Elías, no te pongas así. -Lucas intenta tranquilizarle. -Teníamos que acostarnos temprano de todas formas porque te recuerdo que prometisteis ayudarme con la reforma de la casa. No le des más importancia a esta tontería.
-Ya verás como al final nos quedamos sin contrato para tocar allí. ¡Ya lo verás! Solo basta con que ella se encapriche de él, cosa que suele pasar, y él la deje tirada, como hace siempre.
-No te precipites. no creo ni que ella haya accedido a acostarse con él. No es ese tipo de chicas, o al menos no lo parece. Ya verás como todo sale bien.
Pablo se limita a escuchar, sin decir una sola palabra. Está de acuerdo en todo momento con su amigo Elías y sabe que Lucas piensa exactamente lo mismo pero no quiere que haya peleas dentro del grupo y solo intenta apaciguar los ánimos. Espera a que Elías salga por fin del cuarto de baño para dejar de pensar. No sabe si lo que le hace estar molesto con Marcos es la razón o el corazón, que esa noche ha latido mucho más rápido de lo habitual.
Las paredes del almacén de "La Luna" están llenas de estanterías cubiertas de una gran capa de polvo. Hace mucho tiempo que nadie limpia ahí, pero ese no es problema ahora para Vero y Marcos.
-Qué pena que tus amigos se hayan tenido que ir tan pronto ¿No crees?
-Así podemos conocernos mejor.
Marcos está cada vez más cerca de esa chica rubia tan peculiar a la que acaba de conocer y a ella no le incomoda la situación. Los dos sonríen y se regalan miradas, cómplices de lo que saben que va a suceder.
-No necesito conocerte para saber cómo eres. Me basta con solo mirarte.
-¿Sí? -Marcos se acerca más a la camarera hasta que la deja pegada a la pared y sin ningún espacio entre ellos dos. Le da un beso en los labios y continúa con su técnica de seducción. -¿Y cómo se supone que soy? -Mas besos, ahora en el cuello.
-Fácil. Un pica flor que piensa que el amor es una tontería, que va engañando por ahí a mujeres para que se acuesten con él y mañana si te he visto, no me acuerdo. Mucho prometer y poco cumplir. Pero yo no soy de esas a las que le comes la oreja y ya se creen que le estás jurando amor eterno. -El chico deja por un momento su tarea, separa la cara de su cuello y la mira con una sonrisa pícara. -Marcos, no te he dicho en ningún momento que pares ¿Te lo he dicho? -El bajista de "Acclaim" se lleva la mano a la sien como si de un soldado acatando órdenes se tratase y continua ofreciéndole sus besos, pero esta vez se centra en la oreja de la chica. Ahora sí que es una de esas a las que les come la oreja. -Solo quiero que sepas que a mí no me la cuelas. ¿Entendido?
-Sí, mi coronel -Sus músculos se tensan al cogerla en brazos y se vuelven a relajar cuando la deja caer sobre la vieja mesa de madera que hay justo al lado de la puerta. Ella le quita la camiseta y se deleita mirando cada uno de los tatuajes que tiene sobre su piel. Se agarra con fuerza a su espalda, cierra los ojos y se deja llevar.
Mientras tanto, en la Calle Rivera de Curtidores número 12, en el ático, el resto de componentes del grupo se preparan para ir a la cama, o al menos para intentar dormir, porque solo hay un colchón. Lo único seguro es que Lucas dormirá en él. Queda un hueco libre y el asunto se solucionará por sorteo, como la mayoría de decisiones que tienen que toman. El otro tendrá que dormir en el suelo junto a Marcos, si es que duerme allí, claro.
Elías se está lavando los dientes, lo cual no le impide hablar, aunque a los demás les cueste entender lo que dice.
-Este tío es subnormal. No entiendo por qué le seguimos siempre el juego.
-Solo le hemos hecho un favor a un amigo.
-Pero no tiene por qué dar por hecho que se lo vamos a hacer. ¿A qué viene contestar que nos tenemos que ir ya cuando Vero dijo que nos quedáramos? Siempre no echa para quedarse a solas con las tías. Ya estoy cansado. A mí esa chica me caía bien y por culpa de Marcos y sus hormonas, no va a querer volver a vernos el pelo.
-Venga, Elías, no te pongas así. -Lucas intenta tranquilizarle. -Teníamos que acostarnos temprano de todas formas porque te recuerdo que prometisteis ayudarme con la reforma de la casa. No le des más importancia a esta tontería.
-Ya verás como al final nos quedamos sin contrato para tocar allí. ¡Ya lo verás! Solo basta con que ella se encapriche de él, cosa que suele pasar, y él la deje tirada, como hace siempre.
-No te precipites. no creo ni que ella haya accedido a acostarse con él. No es ese tipo de chicas, o al menos no lo parece. Ya verás como todo sale bien.
Pablo se limita a escuchar, sin decir una sola palabra. Está de acuerdo en todo momento con su amigo Elías y sabe que Lucas piensa exactamente lo mismo pero no quiere que haya peleas dentro del grupo y solo intenta apaciguar los ánimos. Espera a que Elías salga por fin del cuarto de baño para dejar de pensar. No sabe si lo que le hace estar molesto con Marcos es la razón o el corazón, que esa noche ha latido mucho más rápido de lo habitual.
domingo, 14 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap. 16
DIECISÉIS
Paredes de madera. Dentro del armario de África hay todo tipo de pantalones, camisas, camisetas, faldas, vestidos, bolsos, pañuelos para el cuello y un largo etcétera de prendas y complementos para combinar. No hay nada de luz hasta que la chica abre rápidamente las tres puertas correderas y la luz de las bombillas que hay repartidas por toda la habitación iluminan ese asombroso escaparate. Es la única parte de su casa que mantiene ordenada en todo momento. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo hasta el fin de sus días.
Se quita la toalla rosa que cubría su cuerpo y la deja sobre la cama. Se acerca a la mesita de noche blanca y coge el tanga rojo que tiene guardado en el segundo cajón para las ocasiones especiales. Rebusca y rebusca, pero no encuentra el sostén a juego. No tiene ni idea de dónde puede estar y comienza a ponerse nerviosa. ¡No tiene tiempo que perder y ahora resulta que ha perdido la parte de arriba del conjunto! No puede ser, por mucho que remueva toda la ropa que hay en ese pequeño espacio, no ve por ningún lado ninguna tela roja. Cierra el cajón y, de repente, se acuerda. Lo lavó hace solo unos días y no llegó a guardarlo, para variar. Sale corriendo hasta el salón y rebusca en el gran barullo de ropa que tiene sobre el sofá. Son todo calcetines, bragas, tangas y sujetadores, lo cual dificulta la búsqueda. Por fin lo encuentra y se lo pone de camino a su habitación, donde aún le quedan bastantes cosas por hacer.
Mete casi medio cuerpo en el enorme armario y va sacando vestidos de diferentes tipos, cortes y colores y los va poniendo sobre la cama, uno al lado del otro hasta que se encuentra con cinco vestidos fuera. Ahora cierra las puertas del armario y se coloca delante de una de ellas, la que tiene un espejo de cuerpo completo. Coge un vestido de los que tiene sobre la cama y se lo pone por encima, sin sacarlo de la percha. Se mira y se remira, gira sobre sí misma y lo vuelve a dejar sobre la cama, repitiendo el mismo proceso con los cuatro trajes restantes.
Una vez que los ha visto todos, no sabe con cual quedarse. Hay dos que los ha descartado desde el principio porque no se veía cómoda con ellos, pero ahora tiene que decidirse entre los otros tres. Coge su libreta y apunta.
Opción A. Vestido negro. Ceñido. Una sola manga con pedrería en el escote y el tirante. A combinar con los zapatos negros de encaje.
Se para a pensar un momento y añade.
Deja muy poco a la imaginación.
Quizás no sea eso lo que busca. Tampoco quiere parecer una loba en busca de carne. Simplemente quiere estar sexy e impresionar a ese chico que va a abrirle la puerta. Tras mordisquear un poco el bolígrafo, continua escribiendo.
Opción B. Vestido rosa palo. Palabra de honor. Escote con forma de corazón. Lazo rosa a la altura de la cintura. Parte de arriba estilo corsé. Falda de bailarina.
Este vestido está bastante bien y podría combinarlo con su última adquisición. Los zapatos de la famosa diseñadora Esther Jiménez, que le han costado un ojo de la cara. Además contrastan con el aspecto inocente del vestido.
Aún le queda por barajar la tercera opción, así que empuña de nuevo el bolígrafo y comienza a escribir.
Opción C. Vestido verde agua. Escote en forma de pico. Espalda descub
No ha terminado de escribir cuando lanza la libreta sobre la cama. Es inútil seguir escribiendo. Ya se ha enamorado de aquel vestido rosa y por mucho que le dé vueltas, seguirá pensando en él. Para África, los vestidos son como los hombres y, ahora mismo, acaba de tener un flechazo.
Sale corriendo al baño y comienza a secarse el pelo. Cuando termina, saca del mueblecito que está junto a la ducha un estuche repleto de peines de todo tipo. En menos de cinco minutos, ha formado un despliegue de productos para el pelo que no deja ni un hueco libre en el lavabo. Una media hora más tarde, está lista para el siguiente paso, pero antes se mira al espejo. Le encanta como le queda ese peinado estilo griego, con trencitas por los lados y media melena suelta formando hondas perfectas. Es el turno del maquillaje, con el que le saca todo el provecho posible a esos ojazos marrones que ha heredado de su madre. Tarda un buen rato en terminar, pero el resultado es inmejorable. Está guapísima y lo sabe.
Vuelve a la habitación, donde le espera su vestido de princesita, se lo pone, se mira en el espejo y se siente como una niña. Le encanta. Tiene la sensación de volver a ser inocente, pero se ve sexy al mismo tiempo. Ha hecho muy buena elección esa noche y lo sabe. Ahora mismo podría conseguir todo lo que se propusiera.
Se calza los tacones que, por suerte, tienen una plataforma muy bien disimulada y son comodísimos para andar todo lo que necesite, aunque no tiene intención de ir caminando hasta tan lejos.
Coge su bolso, en el que ya había metido todo lo imprescindible salvo el móvil, que lo dejó en la mesa por ahí cuando habló con su chico. Siempre le pasa lo mismo. No lo encuentra. Menos mal que esto no es como con el sujetador y solo necesita llamar desde el teléfono fijo de su casa al móvil. El aparato suena y por fin lo encuentra. Lo mete en el bolso, saca las llaves para tenerlas a mano cuando salga y coge las bolsas que tenía preparadas en la cocina con la comida metida en lo tuppers. Todo listo, así que sale de su casa, cierra con llaves y se mete en el ascensor.
Para no cambiar lo costumbre, se recoloca el flequillo, se pinta bien los labios y mira en el espejo lo estupenda que está. El trayecto termina y sale de allí justo cuando la puerta se abre. No puede coger la moto porque se le estropearía el peinado con el casco, así que no le queda más remedio que pedir un taxi.
Una vez dentro del vehículo, espera impaciente por llegar a su destino. No sabe si su plan va a salir bien, pero si algo se tuerce, sabe que hoy no hay nada ni nadie que se le resista.
Paredes de madera. Dentro del armario de África hay todo tipo de pantalones, camisas, camisetas, faldas, vestidos, bolsos, pañuelos para el cuello y un largo etcétera de prendas y complementos para combinar. No hay nada de luz hasta que la chica abre rápidamente las tres puertas correderas y la luz de las bombillas que hay repartidas por toda la habitación iluminan ese asombroso escaparate. Es la única parte de su casa que mantiene ordenada en todo momento. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo hasta el fin de sus días.
Se quita la toalla rosa que cubría su cuerpo y la deja sobre la cama. Se acerca a la mesita de noche blanca y coge el tanga rojo que tiene guardado en el segundo cajón para las ocasiones especiales. Rebusca y rebusca, pero no encuentra el sostén a juego. No tiene ni idea de dónde puede estar y comienza a ponerse nerviosa. ¡No tiene tiempo que perder y ahora resulta que ha perdido la parte de arriba del conjunto! No puede ser, por mucho que remueva toda la ropa que hay en ese pequeño espacio, no ve por ningún lado ninguna tela roja. Cierra el cajón y, de repente, se acuerda. Lo lavó hace solo unos días y no llegó a guardarlo, para variar. Sale corriendo hasta el salón y rebusca en el gran barullo de ropa que tiene sobre el sofá. Son todo calcetines, bragas, tangas y sujetadores, lo cual dificulta la búsqueda. Por fin lo encuentra y se lo pone de camino a su habitación, donde aún le quedan bastantes cosas por hacer.
Mete casi medio cuerpo en el enorme armario y va sacando vestidos de diferentes tipos, cortes y colores y los va poniendo sobre la cama, uno al lado del otro hasta que se encuentra con cinco vestidos fuera. Ahora cierra las puertas del armario y se coloca delante de una de ellas, la que tiene un espejo de cuerpo completo. Coge un vestido de los que tiene sobre la cama y se lo pone por encima, sin sacarlo de la percha. Se mira y se remira, gira sobre sí misma y lo vuelve a dejar sobre la cama, repitiendo el mismo proceso con los cuatro trajes restantes.
Una vez que los ha visto todos, no sabe con cual quedarse. Hay dos que los ha descartado desde el principio porque no se veía cómoda con ellos, pero ahora tiene que decidirse entre los otros tres. Coge su libreta y apunta.
Opción A. Vestido negro. Ceñido. Una sola manga con pedrería en el escote y el tirante. A combinar con los zapatos negros de encaje.
Se para a pensar un momento y añade.
Deja muy poco a la imaginación.
Quizás no sea eso lo que busca. Tampoco quiere parecer una loba en busca de carne. Simplemente quiere estar sexy e impresionar a ese chico que va a abrirle la puerta. Tras mordisquear un poco el bolígrafo, continua escribiendo.
Opción B. Vestido rosa palo. Palabra de honor. Escote con forma de corazón. Lazo rosa a la altura de la cintura. Parte de arriba estilo corsé. Falda de bailarina.
Este vestido está bastante bien y podría combinarlo con su última adquisición. Los zapatos de la famosa diseñadora Esther Jiménez, que le han costado un ojo de la cara. Además contrastan con el aspecto inocente del vestido.
Aún le queda por barajar la tercera opción, así que empuña de nuevo el bolígrafo y comienza a escribir.
Opción C. Vestido verde agua. Escote en forma de pico. Espalda descub
No ha terminado de escribir cuando lanza la libreta sobre la cama. Es inútil seguir escribiendo. Ya se ha enamorado de aquel vestido rosa y por mucho que le dé vueltas, seguirá pensando en él. Para África, los vestidos son como los hombres y, ahora mismo, acaba de tener un flechazo.
Sale corriendo al baño y comienza a secarse el pelo. Cuando termina, saca del mueblecito que está junto a la ducha un estuche repleto de peines de todo tipo. En menos de cinco minutos, ha formado un despliegue de productos para el pelo que no deja ni un hueco libre en el lavabo. Una media hora más tarde, está lista para el siguiente paso, pero antes se mira al espejo. Le encanta como le queda ese peinado estilo griego, con trencitas por los lados y media melena suelta formando hondas perfectas. Es el turno del maquillaje, con el que le saca todo el provecho posible a esos ojazos marrones que ha heredado de su madre. Tarda un buen rato en terminar, pero el resultado es inmejorable. Está guapísima y lo sabe.
Vuelve a la habitación, donde le espera su vestido de princesita, se lo pone, se mira en el espejo y se siente como una niña. Le encanta. Tiene la sensación de volver a ser inocente, pero se ve sexy al mismo tiempo. Ha hecho muy buena elección esa noche y lo sabe. Ahora mismo podría conseguir todo lo que se propusiera.
Se calza los tacones que, por suerte, tienen una plataforma muy bien disimulada y son comodísimos para andar todo lo que necesite, aunque no tiene intención de ir caminando hasta tan lejos.
Coge su bolso, en el que ya había metido todo lo imprescindible salvo el móvil, que lo dejó en la mesa por ahí cuando habló con su chico. Siempre le pasa lo mismo. No lo encuentra. Menos mal que esto no es como con el sujetador y solo necesita llamar desde el teléfono fijo de su casa al móvil. El aparato suena y por fin lo encuentra. Lo mete en el bolso, saca las llaves para tenerlas a mano cuando salga y coge las bolsas que tenía preparadas en la cocina con la comida metida en lo tuppers. Todo listo, así que sale de su casa, cierra con llaves y se mete en el ascensor.
Para no cambiar lo costumbre, se recoloca el flequillo, se pinta bien los labios y mira en el espejo lo estupenda que está. El trayecto termina y sale de allí justo cuando la puerta se abre. No puede coger la moto porque se le estropearía el peinado con el casco, así que no le queda más remedio que pedir un taxi.
Una vez dentro del vehículo, espera impaciente por llegar a su destino. No sabe si su plan va a salir bien, pero si algo se tuerce, sabe que hoy no hay nada ni nadie que se le resista.
Con "B" de BERTA. Cap. 15
QUINCE
Las viejas paredes de "La Luna" llevan horas escuchando las conversaciones de esos cuatro chicos y, desde no hace mucho, de esa chica que se les ha unido.
Uno de ellos, el más bajito, es también el que menos habla. Se limita a oír, sonreír y beber, aunque de vez en cuando se arma de valor y da su opinión sobre algunos temas. Debe ser un chico muy tímido y no le gusta exponerse demasiado a la gente. Suerte que, cuando toca con el grupo, él se esconde detrás de su enorme batería y se olvida de todos aquellos que le están mirando. Solo en ese momento, expresa lo que real mente piensa, y lo hace a través de la música; Otro de ellos, el que parece ser el líder, está muy contento. No le quita ojo a la camarera que se sienta con ellos cada vez que tiene un ratito libre entre pedido y pedido. Sabe que tiene un buen físico y lo saca a relucir cada vez que puede, ya sea diciendo las horas al día que se machaca en el gimnasio o adoptando posturas imposibles en aquel minúsculo taburete sobre el que reposa sus apretados glúteos. Uno de sus brazos está cubierto totalmente por tatuajes, y el otro va por el mismo camino, aunque también ha impregnado con tinta otras partes de su cuerpo que no están a la vista. Sus ojos marrón miel lucen perfectamente junto a sus rizos oscuros, y la argolla que tiene en el labio inferior culmina con ese conjunto hecho para la atracción de muchas mujeres; El tercero de los amigos lleva toda la noche de arriba para abajo. No para quieto, y es que no puede creerse que tenga delante otra vez a Lucas, su gran amigo. Ese que siempre está a su lado y aporta un toque de sensibilidad a esa panda de brutos. Aprovechando su momento de hiperactividad, sus amigos no paran de mandarlo a la barra a pedir todas las cañas que hagan falta y él lo hace gustoso. Además, sabe que así Marcos podrá estar más tiempo con Vero. Apostaría todo lo que tiene a que esa camarera va a acabar esa misma noche en la trastienda con su amigo, pero él no tiene nada que ver en ese asunto, así que se olvida del tema y sigue ejerciendo de camarero temporal. Hace poco que se ha quitado el gorro de lana. No acostumbra a hacerlo, pero la temperatura en el local es bastante alta y, después de todas las cervezas que se ha tomado, es inevitable tener calor. Lógicamente, ahora tiene el pelo despeinado, pero eso a él no le importa. Sus amigos se preguntan constantemente cuál será el motivo de que siempre lleve un gorro puesto. Es el único que tiene el pelo rubio en el grupo y, si quisiera, podría sacarle partido a eso. En cambio, él se siente mejor con la cabeza cubierta; El cuarto componente del grupo, Lucas, no está nada mal. Tiene unos enormes ojos verdes, los cuales tapa con su flequillo. Desde que sus amigos lo conocen, lleva el pelo así, arreglado pero informal. Es la típica melena que parece no requerir ningún tipo de esfuerzo pero que tiene que llevar a recortar las puntas cada dos por tres, tiene que echarse todo tipo de cremas para que tenga brillo, un reparador para el pelo castigado y un largo etcétera de cuidados que ninguno de los demás componentes del grupo estarían dispuestos a soportar. A esa melena perfecta se le une una barba característica de unos dos o tres días sin afeitar, aunque en realidad si que lo ha hecho. Se la recorta cada día hasta dejarla perfectamente a su gusto, justo para que se le vea ese pequeño lunar que tiene un poco más arriba de la comisura de los labios desde pequeño. Su abuela le decía que le hacía mucho más guapo si es que se podía y él siempre hacía caso a su abuela.
Todos ellos tienen un mismo tatuaje. Se lo hicieron juntos cuando más pequeño de ellos cumplió los dieciocho años. La palabra "Acclaim" luce sobre sus cuerpos como símbolo de unión eterna. Una prueba de la amistad que se tienen y se seguirán teniendo. La historia de aquel día es la última anécdota que le han contado a la camarera y cada uno de ellos le ha enseñado su tatuaje.
-Yo también tengo alguno que otro .-Dice Vero
-Uy, uy, uy... ¿Y por donde los tienes? -Pregunta Marcos intrigado a más no poder. Ese tipo de cosas le gustan mucho.
-¡A tí te lo voy a contar! -Responde Vero sonriendo.
-¿A quién mejor que a mí? Yo soy un experto en tatuajes... y en mujeres, también. -Le contesta el bajista del grupo guiñándole un ojo.
-Sigue soñando, anda. -Le dice la camarera mientras se da la vuelta y se dispone a recoger una de las mesas del local que se han quedado vacías. Cada vez hay menos gente y es que ya va siendo hora de cerrar. David, el otro camarero, ha terminado su turno y se fue hace ya rato. Allí solo queda una pareja que, por los besos y los mismos que están compartiendo, se irán pronto del bar para tener un poco más de intimidad; además del grupo Acclaim y de Vero, que está ya poniéndolo todo bien ordenado para acabar su jornada.
Los chicos empiezan a recoger sus cosas para no molestarla, pero ella les hace un gesto con la mano para que se esperen y les dice
-¿Nos tomamos la última así ,en petit comité?
Pero Marcos no da tiempo a que los demás contesten.
Las viejas paredes de "La Luna" llevan horas escuchando las conversaciones de esos cuatro chicos y, desde no hace mucho, de esa chica que se les ha unido.
Uno de ellos, el más bajito, es también el que menos habla. Se limita a oír, sonreír y beber, aunque de vez en cuando se arma de valor y da su opinión sobre algunos temas. Debe ser un chico muy tímido y no le gusta exponerse demasiado a la gente. Suerte que, cuando toca con el grupo, él se esconde detrás de su enorme batería y se olvida de todos aquellos que le están mirando. Solo en ese momento, expresa lo que real mente piensa, y lo hace a través de la música; Otro de ellos, el que parece ser el líder, está muy contento. No le quita ojo a la camarera que se sienta con ellos cada vez que tiene un ratito libre entre pedido y pedido. Sabe que tiene un buen físico y lo saca a relucir cada vez que puede, ya sea diciendo las horas al día que se machaca en el gimnasio o adoptando posturas imposibles en aquel minúsculo taburete sobre el que reposa sus apretados glúteos. Uno de sus brazos está cubierto totalmente por tatuajes, y el otro va por el mismo camino, aunque también ha impregnado con tinta otras partes de su cuerpo que no están a la vista. Sus ojos marrón miel lucen perfectamente junto a sus rizos oscuros, y la argolla que tiene en el labio inferior culmina con ese conjunto hecho para la atracción de muchas mujeres; El tercero de los amigos lleva toda la noche de arriba para abajo. No para quieto, y es que no puede creerse que tenga delante otra vez a Lucas, su gran amigo. Ese que siempre está a su lado y aporta un toque de sensibilidad a esa panda de brutos. Aprovechando su momento de hiperactividad, sus amigos no paran de mandarlo a la barra a pedir todas las cañas que hagan falta y él lo hace gustoso. Además, sabe que así Marcos podrá estar más tiempo con Vero. Apostaría todo lo que tiene a que esa camarera va a acabar esa misma noche en la trastienda con su amigo, pero él no tiene nada que ver en ese asunto, así que se olvida del tema y sigue ejerciendo de camarero temporal. Hace poco que se ha quitado el gorro de lana. No acostumbra a hacerlo, pero la temperatura en el local es bastante alta y, después de todas las cervezas que se ha tomado, es inevitable tener calor. Lógicamente, ahora tiene el pelo despeinado, pero eso a él no le importa. Sus amigos se preguntan constantemente cuál será el motivo de que siempre lleve un gorro puesto. Es el único que tiene el pelo rubio en el grupo y, si quisiera, podría sacarle partido a eso. En cambio, él se siente mejor con la cabeza cubierta; El cuarto componente del grupo, Lucas, no está nada mal. Tiene unos enormes ojos verdes, los cuales tapa con su flequillo. Desde que sus amigos lo conocen, lleva el pelo así, arreglado pero informal. Es la típica melena que parece no requerir ningún tipo de esfuerzo pero que tiene que llevar a recortar las puntas cada dos por tres, tiene que echarse todo tipo de cremas para que tenga brillo, un reparador para el pelo castigado y un largo etcétera de cuidados que ninguno de los demás componentes del grupo estarían dispuestos a soportar. A esa melena perfecta se le une una barba característica de unos dos o tres días sin afeitar, aunque en realidad si que lo ha hecho. Se la recorta cada día hasta dejarla perfectamente a su gusto, justo para que se le vea ese pequeño lunar que tiene un poco más arriba de la comisura de los labios desde pequeño. Su abuela le decía que le hacía mucho más guapo si es que se podía y él siempre hacía caso a su abuela.
Todos ellos tienen un mismo tatuaje. Se lo hicieron juntos cuando más pequeño de ellos cumplió los dieciocho años. La palabra "Acclaim" luce sobre sus cuerpos como símbolo de unión eterna. Una prueba de la amistad que se tienen y se seguirán teniendo. La historia de aquel día es la última anécdota que le han contado a la camarera y cada uno de ellos le ha enseñado su tatuaje.
-Yo también tengo alguno que otro .-Dice Vero
-Uy, uy, uy... ¿Y por donde los tienes? -Pregunta Marcos intrigado a más no poder. Ese tipo de cosas le gustan mucho.
-¡A tí te lo voy a contar! -Responde Vero sonriendo.
-¿A quién mejor que a mí? Yo soy un experto en tatuajes... y en mujeres, también. -Le contesta el bajista del grupo guiñándole un ojo.
-Sigue soñando, anda. -Le dice la camarera mientras se da la vuelta y se dispone a recoger una de las mesas del local que se han quedado vacías. Cada vez hay menos gente y es que ya va siendo hora de cerrar. David, el otro camarero, ha terminado su turno y se fue hace ya rato. Allí solo queda una pareja que, por los besos y los mismos que están compartiendo, se irán pronto del bar para tener un poco más de intimidad; además del grupo Acclaim y de Vero, que está ya poniéndolo todo bien ordenado para acabar su jornada.
Los chicos empiezan a recoger sus cosas para no molestarla, pero ella les hace un gesto con la mano para que se esperen y les dice
-¿Nos tomamos la última así ,en petit comité?
Pero Marcos no da tiempo a que los demás contesten.
viernes, 12 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap. 14
CATORCE
Las paredes color vainilla de la habitación de Berta están decoradas con fotografías de todos sus trabajos. Una de sus favoritas se la hizo cuando solo tenía cuatro años. Nunca olvidará lo nerviosa que estaba ese día y, a pesar de ello, tuvo que fingir que no lo estaba. Nada mas llegar al estudio, una gran masa de peluqueros y estilistas se abalanzaban sobre ella sin darle si quiera los buenos días o preguntarle cómo estaba. Lo único importante era dejarla con el aspecto de una muñequita de porcelana y así lo hicieron. Tampoco olvida que su madre no se separaba de ella y eso, en cierta parte, la tranquilizaba. Entre peines y brochas de maquillaje, Berta estaba petrificada. No podía casi ni parpadear hasta que notó cómo su madre le cogía la mano. No le hizo falta ni mirarla para saber que era ella. Ese tacto tan suave era inconfundible y, a pesar de tener tan solo cuatro años, sabía que aquella persona que la apoyaba agarrándole esa pequeñita mano estaba muy orgullosa de ella. Los ojos de madre e hija se cruzaron en el espejo de arriba del tocador y fue en ese momento cuando Berta consiguió relajarse. Poco menos de una hora más tarde, la sesión de fotos había terminado y la pequeña muñequita se convertiría así en el mes de Junio de un famoso calendario. Ese fue su primer trabajo, aunque ella lo consideraba como un juego y, poco a poco, se fue acostumbrando a aquel mundo relacionado con la imagen, el glamour y la moda.
Junto a la fotografía del calendario, la joven tiene enmarcada una de las tarjetas del programa de radio en el que trabajó durante un tiempo; y así se van sucediendo numerosos recuerdos de su vida, como un cartel en el que posa con los "Caramelos Sweety" cuando tenía siete años; o la portada del catálogo de lencería que hizo cuando cumplió los diecinueve años. Este último nunca le gustó a su padre, pero en el fondo sabe que él siempre la apoyará en todo lo que decida hacer con su vida.
Tumbada en la cama, Berta sujeta una de las fotografías que acaba de descolgar de su museo personal. Es de su último trabajo, poco antes de licenciarse en periodismo. Todos sus compañeros del programa de televisión posan de forma divertida. Unos sacan la lengua, otros adoptan posturas raras y ella sonríe como nunca antes lo había hecho, aunque sus ojos la delatan y hacen ver que había llorado no hacía mucho. Berta era uno de los nuevos fichajes de la temporada y tenía que encargarse de buscar artículos en la Teletienda para llevarlos al programa y someterlos a prueba en su sección semanal, pero no llegaron a grabar ni tres meses cuando la productora decidió cancelar el show. El último día de programa, cuando ya se habían apagado los pilotos rojos de las cámaras, todo el equipo se fue de fiesta y se hicieron esa foto. Tras esa despedida, ha vuelto a hablar de vez en cuando con algunos de sus compañeros por Facebook, pero nunca los ha vuelto a ver. Lo único que le queda es esa foto y la firma de todos ellos en el reverso de la misma. Berta era la más pequeña de los colaboradores y, aunque trabajó con ellos muy poco tiempo, la trataban como si fuera una niña a la que proteger, le daban cariño, la mimaban y la trataban como nunca la habían tratado en ninguno de sus trabajos.
Años más tarde, las caras de esas personas vuelven a ver a su pequeña Berta llorar, aunque esta vez, su presencia solo está impregnada en un papel. No está triste, pero los echa de menos y la reaparición de Alejandro Mateo, su representante, le ha hecho recordar todo lo que tuvo y ha perdido. Aún así, no pierde la esperanza y sabe que algún día llegará su momento y podrá demostrar su valía.
Mientras tanto, ansía el momento en el que aquel viejo amigo, el que fue como un segundo padre, la llame para decirle la hora y el lugar en el que se verán el miércoles. Se muere de ganas por saber qué ha sido de él durante todo este tiempo, dónde ha estado viviendo, cómo está su mujer... Quiere saberlo todo y quiere que él lo sepa todo de ella.
Pensando en ese momento que pronto llegará, la joven se queda dormida, abrazada a la foto, tan hermosa como en el mes de Junio de ese calendario.
Las paredes color vainilla de la habitación de Berta están decoradas con fotografías de todos sus trabajos. Una de sus favoritas se la hizo cuando solo tenía cuatro años. Nunca olvidará lo nerviosa que estaba ese día y, a pesar de ello, tuvo que fingir que no lo estaba. Nada mas llegar al estudio, una gran masa de peluqueros y estilistas se abalanzaban sobre ella sin darle si quiera los buenos días o preguntarle cómo estaba. Lo único importante era dejarla con el aspecto de una muñequita de porcelana y así lo hicieron. Tampoco olvida que su madre no se separaba de ella y eso, en cierta parte, la tranquilizaba. Entre peines y brochas de maquillaje, Berta estaba petrificada. No podía casi ni parpadear hasta que notó cómo su madre le cogía la mano. No le hizo falta ni mirarla para saber que era ella. Ese tacto tan suave era inconfundible y, a pesar de tener tan solo cuatro años, sabía que aquella persona que la apoyaba agarrándole esa pequeñita mano estaba muy orgullosa de ella. Los ojos de madre e hija se cruzaron en el espejo de arriba del tocador y fue en ese momento cuando Berta consiguió relajarse. Poco menos de una hora más tarde, la sesión de fotos había terminado y la pequeña muñequita se convertiría así en el mes de Junio de un famoso calendario. Ese fue su primer trabajo, aunque ella lo consideraba como un juego y, poco a poco, se fue acostumbrando a aquel mundo relacionado con la imagen, el glamour y la moda.
Junto a la fotografía del calendario, la joven tiene enmarcada una de las tarjetas del programa de radio en el que trabajó durante un tiempo; y así se van sucediendo numerosos recuerdos de su vida, como un cartel en el que posa con los "Caramelos Sweety" cuando tenía siete años; o la portada del catálogo de lencería que hizo cuando cumplió los diecinueve años. Este último nunca le gustó a su padre, pero en el fondo sabe que él siempre la apoyará en todo lo que decida hacer con su vida.
Tumbada en la cama, Berta sujeta una de las fotografías que acaba de descolgar de su museo personal. Es de su último trabajo, poco antes de licenciarse en periodismo. Todos sus compañeros del programa de televisión posan de forma divertida. Unos sacan la lengua, otros adoptan posturas raras y ella sonríe como nunca antes lo había hecho, aunque sus ojos la delatan y hacen ver que había llorado no hacía mucho. Berta era uno de los nuevos fichajes de la temporada y tenía que encargarse de buscar artículos en la Teletienda para llevarlos al programa y someterlos a prueba en su sección semanal, pero no llegaron a grabar ni tres meses cuando la productora decidió cancelar el show. El último día de programa, cuando ya se habían apagado los pilotos rojos de las cámaras, todo el equipo se fue de fiesta y se hicieron esa foto. Tras esa despedida, ha vuelto a hablar de vez en cuando con algunos de sus compañeros por Facebook, pero nunca los ha vuelto a ver. Lo único que le queda es esa foto y la firma de todos ellos en el reverso de la misma. Berta era la más pequeña de los colaboradores y, aunque trabajó con ellos muy poco tiempo, la trataban como si fuera una niña a la que proteger, le daban cariño, la mimaban y la trataban como nunca la habían tratado en ninguno de sus trabajos.
Años más tarde, las caras de esas personas vuelven a ver a su pequeña Berta llorar, aunque esta vez, su presencia solo está impregnada en un papel. No está triste, pero los echa de menos y la reaparición de Alejandro Mateo, su representante, le ha hecho recordar todo lo que tuvo y ha perdido. Aún así, no pierde la esperanza y sabe que algún día llegará su momento y podrá demostrar su valía.
Mientras tanto, ansía el momento en el que aquel viejo amigo, el que fue como un segundo padre, la llame para decirle la hora y el lugar en el que se verán el miércoles. Se muere de ganas por saber qué ha sido de él durante todo este tiempo, dónde ha estado viviendo, cómo está su mujer... Quiere saberlo todo y quiere que él lo sepa todo de ella.
Pensando en ese momento que pronto llegará, la joven se queda dormida, abrazada a la foto, tan hermosa como en el mes de Junio de ese calendario.
Con "B" de BERTA. Cap 13
TRECE
Esa misma noche, las paredes que rodean a África son totalmente diferentes. Colores llamativos como el rosa fucsia o el verde lima llenan de color el apartamento de la joven, que corre de un lado a otro de la casa para no llegar tarde a su cita, aunque en realidad, no ha quedado a ninguna hora concreta. Realmente, no ha quedado con nadie.
La cena ya está lista y la mete en los tuppers de diseño que regalaron en la redacción de la revista hace menos de dos semanas. Vuelve a correr al otro lado de la casa, pero esta vez se va desnudando por el camino. No hay tiempo que perder, así que deja la ropa desperdigada por el suelo. Ya lo recogerá todo mañana por la mañana. Sabe que se arrepentirá de esto, pero no puede retrasarse más. Por un momento, se le ocurre dejarlo todo así hasta que su amiga se mude y, con la excusa de compartir las tareas de la casa, lo acabarían recogiendo entre las dos y tendría menos trabajo. Ella misma se ríe de su ocurrencia, pero sabe que no lo va a hacer.
Se mete en el cuarto de baño y abre el grifo de la ducha. Normalmente se lleva hasta allí la radio para escuchar música mientras se asea, pero hoy no puede perder ni un segundo si quiere que su plan salga según lo previsto. Espera a ver cómo sale el vapor del chorro de agua caliente y, con el regulador calcula la temperatura ideal. Mete primero un pie y lo coloca bajo el agua. Una vez está totalmente conforme con el resultado, se moja el resto del cuerpo y, cuando no han pasado ni cinco minutos, suena la melodía de kesha desde su móvil, que lo tiene en el lavabo junto a la toalla. Se rodea el cuerpo con ella, mira el teléfono y contesta rápidamente a la llamada.
-¡Hola, cariño! Ya pensé que no me llamabas...
-¿Cómo no te voy a llamar? ¿A caso crees que he olvidado qué día es hoy?
-Por supuesto que no. Es solo que me gustaría poder verte para darte al menos mi regalo. Es nuestro primer mes juntos y no podemos ni disfrutar de una cena romántica. -El tono de voz apagado de África difiere bastante de su rostro, que luce esa inconfundible sonrisa que tanto le gusta a su chico.
-Ya lo sé, Afri, a mí también me gustaría verte, pero tengo un montón de trabajo acumulado.
-Trabajo y más trabajo. Siempre lo mismo. -Esta vez, la joven parece un poco molesta y su tono de voz es mucho más seco. Su sonrisa ha desaparecido desde que escuchó la palabra "trabajo" saliendo de los labios de su novio.
-Prometo compensarte, de verdad. El fin de semana que viene nos vamos tu y yo por ahí, a un hotel. ¿Te gusta la idea? O mejor, a un Spa. Así nos relajaremos y podremos disfrutar el uno del otro en la piscina, en el jacuzzi... Tú ya me entiendes. -Mientras pone los pies en la mesa del despacho que tiene en su casa, no puede evitar mostrar esa sonrisa suya tan peculiar. Esa sonrisa que llama la atención de todas las chicas, pero que solo una de ellas puede besar. Solo ella. Solo África.
-Bueno, bueno, no te emociones. Que mi amiga se va a venir a vivir a casa y no sé cuándo va a hacer la mudanza.
-Yo reservo, y si tú quieres... me acompañas. Si no, tendré que buscarme a otra. ¿Qué se le va a hacer?
-¡Como hagas eso, te puedes ir olvidando de mis besitos en el cuello!
La conversación entre los dos se relaja entre broma y broma y África decide olvidar la adicción que tiene su chico al trabajo.
-¿Qué estás haciendo?
- Nada. Estaba en el sofá leyendo. -Miente y, aunque se siente culpable por hacerlo, es la única forma de que él no sospeche nada. -Puedo hablar contigo todo el tiempo que quieras. -Vuelve a mentir. Necesita colgar cuanto antes, vestirse, peinarse, maquillarse y salir corriendo en busca de un taxi; pero tampoco quiere despegarse de su móvil. Hoy casi no ha podido hablar con él y lo echa bastante de menos.
-Yo no tengo mucho tiempo. Me estoy tomando un descanso entre papeles y papeles. En la empresa todos van con retraso y, si no me envían su trabajo a tiempo, yo no puedo seguir con el mío; pero, de repente, me llenan el ordenador de emails con todo lo que me tenían que haber enviado durante la semana y ahora soy yo el que tiene que ponerse al día.
-Cariño ¿De verdad quieres hablar de trabajo?
-Tienes razón, lo siento.
Minutos más tarde, los dos se despiden y África vuelve al estrés que tenía antes de la llamada, con la diferencia de que, ahora, dispone de mucho menos tiempo.
Esa misma noche, las paredes que rodean a África son totalmente diferentes. Colores llamativos como el rosa fucsia o el verde lima llenan de color el apartamento de la joven, que corre de un lado a otro de la casa para no llegar tarde a su cita, aunque en realidad, no ha quedado a ninguna hora concreta. Realmente, no ha quedado con nadie.
La cena ya está lista y la mete en los tuppers de diseño que regalaron en la redacción de la revista hace menos de dos semanas. Vuelve a correr al otro lado de la casa, pero esta vez se va desnudando por el camino. No hay tiempo que perder, así que deja la ropa desperdigada por el suelo. Ya lo recogerá todo mañana por la mañana. Sabe que se arrepentirá de esto, pero no puede retrasarse más. Por un momento, se le ocurre dejarlo todo así hasta que su amiga se mude y, con la excusa de compartir las tareas de la casa, lo acabarían recogiendo entre las dos y tendría menos trabajo. Ella misma se ríe de su ocurrencia, pero sabe que no lo va a hacer.
Se mete en el cuarto de baño y abre el grifo de la ducha. Normalmente se lleva hasta allí la radio para escuchar música mientras se asea, pero hoy no puede perder ni un segundo si quiere que su plan salga según lo previsto. Espera a ver cómo sale el vapor del chorro de agua caliente y, con el regulador calcula la temperatura ideal. Mete primero un pie y lo coloca bajo el agua. Una vez está totalmente conforme con el resultado, se moja el resto del cuerpo y, cuando no han pasado ni cinco minutos, suena la melodía de kesha desde su móvil, que lo tiene en el lavabo junto a la toalla. Se rodea el cuerpo con ella, mira el teléfono y contesta rápidamente a la llamada.
-¡Hola, cariño! Ya pensé que no me llamabas...
-¿Cómo no te voy a llamar? ¿A caso crees que he olvidado qué día es hoy?
-Por supuesto que no. Es solo que me gustaría poder verte para darte al menos mi regalo. Es nuestro primer mes juntos y no podemos ni disfrutar de una cena romántica. -El tono de voz apagado de África difiere bastante de su rostro, que luce esa inconfundible sonrisa que tanto le gusta a su chico.
-Ya lo sé, Afri, a mí también me gustaría verte, pero tengo un montón de trabajo acumulado.
-Trabajo y más trabajo. Siempre lo mismo. -Esta vez, la joven parece un poco molesta y su tono de voz es mucho más seco. Su sonrisa ha desaparecido desde que escuchó la palabra "trabajo" saliendo de los labios de su novio.
-Prometo compensarte, de verdad. El fin de semana que viene nos vamos tu y yo por ahí, a un hotel. ¿Te gusta la idea? O mejor, a un Spa. Así nos relajaremos y podremos disfrutar el uno del otro en la piscina, en el jacuzzi... Tú ya me entiendes. -Mientras pone los pies en la mesa del despacho que tiene en su casa, no puede evitar mostrar esa sonrisa suya tan peculiar. Esa sonrisa que llama la atención de todas las chicas, pero que solo una de ellas puede besar. Solo ella. Solo África.
-Bueno, bueno, no te emociones. Que mi amiga se va a venir a vivir a casa y no sé cuándo va a hacer la mudanza.
-Yo reservo, y si tú quieres... me acompañas. Si no, tendré que buscarme a otra. ¿Qué se le va a hacer?
-¡Como hagas eso, te puedes ir olvidando de mis besitos en el cuello!
La conversación entre los dos se relaja entre broma y broma y África decide olvidar la adicción que tiene su chico al trabajo.
-¿Qué estás haciendo?
- Nada. Estaba en el sofá leyendo. -Miente y, aunque se siente culpable por hacerlo, es la única forma de que él no sospeche nada. -Puedo hablar contigo todo el tiempo que quieras. -Vuelve a mentir. Necesita colgar cuanto antes, vestirse, peinarse, maquillarse y salir corriendo en busca de un taxi; pero tampoco quiere despegarse de su móvil. Hoy casi no ha podido hablar con él y lo echa bastante de menos.
-Yo no tengo mucho tiempo. Me estoy tomando un descanso entre papeles y papeles. En la empresa todos van con retraso y, si no me envían su trabajo a tiempo, yo no puedo seguir con el mío; pero, de repente, me llenan el ordenador de emails con todo lo que me tenían que haber enviado durante la semana y ahora soy yo el que tiene que ponerse al día.
-Cariño ¿De verdad quieres hablar de trabajo?
-Tienes razón, lo siento.
Minutos más tarde, los dos se despiden y África vuelve al estrés que tenía antes de la llamada, con la diferencia de que, ahora, dispone de mucho menos tiempo.
martes, 9 de octubre de 2012
Con "B" de BERTA. Cap 12
DOCE.
Ya ha oscurecido y las cuatro paredes del local "La Luna" cobijan a Acclaim de la fría noche. No han parado de reír, charlar y pegarse algún que otro puñetazo en el brazo como muestra de amistad desde que llegaron, pero no molestan a nadie porque en "La Luna" siempre hay buen ambiente, buena música y a nadie le importa ver a otros pasándoselo bien.
Al otro lado de la barra, Verónica, la camarera, no le quita el ojo a ese grupo. Cada uno a su manera pero todos del mismo estilo.
-¡Vero, cuatro cañas para la mesa 7! -Tras comunicarle el nuevo pedido, el otro camarero que está sirviendo en el local esta noche coge la bandeja que hay sobre la barra repleta de cervezas que ha colocado antes su compañera y se la lleva al callejón que hay a la salida, donde su jefe colocó unas cuantas mesas altas no hace mucho.
-¡Oído, cocina! ¡Yo me encargo! -No está segura de que David la haya escuchado, pero ya está fuera y repetírselo sería perder el tiempo.
Coge cuatro jarras de debajo de la barra y las llena una a una colocándolas bajo el grifo de cerveza con sumo cuidado. No quiere que le pase lo mismo que el primer día de trabajo cuando desperdició casi medio barril llenando los vasos de espuma. Únicamente de espuma. Por suerte, ya lleva más de un año ejerciendo de camarera y sabe perfectamente como tirar una caña, además de cuál es el número de cada mesa y, no en vano, ha decidido ser ella la que atienda a la mesa 7
-Cuatro cervecitas para los nuevos clientes. Aquí las tenéis, pero como sigáis con este ritmo os vamos a tener que sacar a rastras del bar y la factura va a ser kilométrica. -La sonrisa es su mayor virtud y por ello no para de mostrarla en ningún momento.
-Por la pasta no te preocupes, que aquí nuestro amigo se va a forrar de dinero en un abrir y cerrar de ojos. -Dice Marcos mientras apoya su mano sobre el hombro de Lucas.
-¿Qué dices, tío? Yo no pienso pagar todo esto. Además, que solo formo parte de una banda. No me voy a hacer de oro por eso.
-Una banda que toca en televisión. Esa es la clave, amigo mío.
-¿Vas a salir en la tele? ¿Cuándo? -Pregunta Vero intrigada. -Me gustaría verte, que ahora tengo curiosidad por saber cómo tocas.
-No voy a salir en la tele. Bueno, si, pero es diferente. Me han contratado para un nuevo programa y yo toco con la banda que han contratado para marcar el ritmo y darle vidilla al asunto, pero si me enfocan tres segundos en algún programa que otro, puedo darme ya por satisfecho.
-Venga Lucas. Esto va a ser solo el principio. Tú te vas a hacer famoso en ese programa y luego vas a hacernos famosos a nosotros.
-¿A vosotros? -La chica no entiende nada y no quiere parecer cotilla, pero se muere de curiosidad por saber qué pasa por la cabeza de esos cuatro chicos. Sobre todo del que más destaca. El que tiene los brazos tatuados, el pelo negro rizado y un piercing en el labio y, es justo él quien disipa sus dudad.
-A Acclaim. Quédate bien con el nombre porque va a ser la palabra más sonada dentro de unos meses.
Elías da por hecho que la camarera no se ha enterado de nada y se lo explica para que quite esa cara de extrañeza y vuelva a deleitarlos con su magnífica sonrisa.
-Verás, nosotros venimos de Galicia. Allí teníamos un grupo que, como ya habrás deducido, se llamaba Acclaim. Para ser sinceros, tampoco es que tuviéramos allí mucho público, pero poco a poco nos íbamos dando a conocer.
-Efectivamente. -Interrumpe Marcos. - Hasta que el melenas se presentó a una prueba para salir en la tele, lo cogieron y tuvimos que disolver el grupo para que pudiera grabar aquí, en Madrid. Y ahora le estamos haciendo una visitilla.
-¡Eh! ¡A esa prueba nos presentamos todos! Lo que pasa es que solo me cogieron a mí.
-Sea como sea, nos hemos sacrificado por ti, así que, para compensarnos, nos vas a facilitar el salto a la fama.
-A ver, a ver. Esperad, que yo me entienda. -Vero sigue un poco confusa, pero más o menos va pillando la historia. -Vosotros formáis un grupo, os presentáis a un casting y solo lo cogen a él, así que se viene a Madrid a trabajar en la tele y vosotros pretendéis que él os haga famosos. ¿Me equivoco?
-Ni en una coma. -Contesta Lucas con resignación. El joven ya tiene asumido que sus amigos le van a exigir mucho. Y más aún, Marcos, que aunque es su mejor amigo desde la infancia, siempre intenta exprimirlo al máximo.
-Pues, desde mi humilde punto de vista, -Contesta la camarera. -tenéis más cara que espalda. Si queréis daros a conocer, venid a vivir a Madrid como ha hecho él, buscaos un trabajo e id ahorrando. Tocad en bares, en la calle, en el metro. Cualquier sitio es bueno mientras os escuchen y, si de verdad valéis para esto, el destino os dará una oportunidad.
Los cuatro se quedan callados. Esa chica tiene razón. Para conseguir algo, no solo basta con desearlo, también hay que currárselo cada día.
-Y podéis empezar tocando aquí. -De nuevo, regala una sonrisa. Sabe que nadie puede resistirse a ellas. - ¿Tenéis instrumentos?
-Si... bueno... están justo aquí arriba, en mi casa. Pero no sé. Me parece muy precipitado.
-Venga, no seáis cobardes. A nosotros nos ha fallado el grupo que venía a tocar los jueves y vosotros buscáis promocionaros. Todos salimos ganando. Esta vez no puedo pagaros porque no está hablado con el jefe, pero si le gustáis, podría haceros contrato y tocar más veces. Además, si aceptáis mi oferta, a todas las rondas que lleváis hoy, invita la casa, aunque por ello vaya a rodar mi cabeza.
Ya ha oscurecido y las cuatro paredes del local "La Luna" cobijan a Acclaim de la fría noche. No han parado de reír, charlar y pegarse algún que otro puñetazo en el brazo como muestra de amistad desde que llegaron, pero no molestan a nadie porque en "La Luna" siempre hay buen ambiente, buena música y a nadie le importa ver a otros pasándoselo bien.
Al otro lado de la barra, Verónica, la camarera, no le quita el ojo a ese grupo. Cada uno a su manera pero todos del mismo estilo.
-¡Vero, cuatro cañas para la mesa 7! -Tras comunicarle el nuevo pedido, el otro camarero que está sirviendo en el local esta noche coge la bandeja que hay sobre la barra repleta de cervezas que ha colocado antes su compañera y se la lleva al callejón que hay a la salida, donde su jefe colocó unas cuantas mesas altas no hace mucho.
-¡Oído, cocina! ¡Yo me encargo! -No está segura de que David la haya escuchado, pero ya está fuera y repetírselo sería perder el tiempo.
Coge cuatro jarras de debajo de la barra y las llena una a una colocándolas bajo el grifo de cerveza con sumo cuidado. No quiere que le pase lo mismo que el primer día de trabajo cuando desperdició casi medio barril llenando los vasos de espuma. Únicamente de espuma. Por suerte, ya lleva más de un año ejerciendo de camarera y sabe perfectamente como tirar una caña, además de cuál es el número de cada mesa y, no en vano, ha decidido ser ella la que atienda a la mesa 7
-Cuatro cervecitas para los nuevos clientes. Aquí las tenéis, pero como sigáis con este ritmo os vamos a tener que sacar a rastras del bar y la factura va a ser kilométrica. -La sonrisa es su mayor virtud y por ello no para de mostrarla en ningún momento.
-Por la pasta no te preocupes, que aquí nuestro amigo se va a forrar de dinero en un abrir y cerrar de ojos. -Dice Marcos mientras apoya su mano sobre el hombro de Lucas.
-¿Qué dices, tío? Yo no pienso pagar todo esto. Además, que solo formo parte de una banda. No me voy a hacer de oro por eso.
-Una banda que toca en televisión. Esa es la clave, amigo mío.
-¿Vas a salir en la tele? ¿Cuándo? -Pregunta Vero intrigada. -Me gustaría verte, que ahora tengo curiosidad por saber cómo tocas.
-No voy a salir en la tele. Bueno, si, pero es diferente. Me han contratado para un nuevo programa y yo toco con la banda que han contratado para marcar el ritmo y darle vidilla al asunto, pero si me enfocan tres segundos en algún programa que otro, puedo darme ya por satisfecho.
-Venga Lucas. Esto va a ser solo el principio. Tú te vas a hacer famoso en ese programa y luego vas a hacernos famosos a nosotros.
-¿A vosotros? -La chica no entiende nada y no quiere parecer cotilla, pero se muere de curiosidad por saber qué pasa por la cabeza de esos cuatro chicos. Sobre todo del que más destaca. El que tiene los brazos tatuados, el pelo negro rizado y un piercing en el labio y, es justo él quien disipa sus dudad.
-A Acclaim. Quédate bien con el nombre porque va a ser la palabra más sonada dentro de unos meses.
Elías da por hecho que la camarera no se ha enterado de nada y se lo explica para que quite esa cara de extrañeza y vuelva a deleitarlos con su magnífica sonrisa.
-Verás, nosotros venimos de Galicia. Allí teníamos un grupo que, como ya habrás deducido, se llamaba Acclaim. Para ser sinceros, tampoco es que tuviéramos allí mucho público, pero poco a poco nos íbamos dando a conocer.
-Efectivamente. -Interrumpe Marcos. - Hasta que el melenas se presentó a una prueba para salir en la tele, lo cogieron y tuvimos que disolver el grupo para que pudiera grabar aquí, en Madrid. Y ahora le estamos haciendo una visitilla.
-¡Eh! ¡A esa prueba nos presentamos todos! Lo que pasa es que solo me cogieron a mí.
-Sea como sea, nos hemos sacrificado por ti, así que, para compensarnos, nos vas a facilitar el salto a la fama.
-A ver, a ver. Esperad, que yo me entienda. -Vero sigue un poco confusa, pero más o menos va pillando la historia. -Vosotros formáis un grupo, os presentáis a un casting y solo lo cogen a él, así que se viene a Madrid a trabajar en la tele y vosotros pretendéis que él os haga famosos. ¿Me equivoco?
-Ni en una coma. -Contesta Lucas con resignación. El joven ya tiene asumido que sus amigos le van a exigir mucho. Y más aún, Marcos, que aunque es su mejor amigo desde la infancia, siempre intenta exprimirlo al máximo.
-Pues, desde mi humilde punto de vista, -Contesta la camarera. -tenéis más cara que espalda. Si queréis daros a conocer, venid a vivir a Madrid como ha hecho él, buscaos un trabajo e id ahorrando. Tocad en bares, en la calle, en el metro. Cualquier sitio es bueno mientras os escuchen y, si de verdad valéis para esto, el destino os dará una oportunidad.
Los cuatro se quedan callados. Esa chica tiene razón. Para conseguir algo, no solo basta con desearlo, también hay que currárselo cada día.
-Y podéis empezar tocando aquí. -De nuevo, regala una sonrisa. Sabe que nadie puede resistirse a ellas. - ¿Tenéis instrumentos?
-Si... bueno... están justo aquí arriba, en mi casa. Pero no sé. Me parece muy precipitado.
-Venga, no seáis cobardes. A nosotros nos ha fallado el grupo que venía a tocar los jueves y vosotros buscáis promocionaros. Todos salimos ganando. Esta vez no puedo pagaros porque no está hablado con el jefe, pero si le gustáis, podría haceros contrato y tocar más veces. Además, si aceptáis mi oferta, a todas las rondas que lleváis hoy, invita la casa, aunque por ello vaya a rodar mi cabeza.
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