viernes, 12 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap 13

TRECE
  Esa misma noche, las paredes que rodean a África son totalmente diferentes. Colores llamativos como el rosa fucsia o el verde lima llenan de color el apartamento de la joven, que corre de un lado a otro de la casa para no llegar tarde a su cita, aunque en realidad, no ha quedado a ninguna hora concreta. Realmente, no ha quedado con nadie.
La cena ya está lista y la mete en los tuppers de diseño que regalaron en la redacción de la revista hace menos de dos semanas. Vuelve a correr al otro lado de la casa, pero esta vez se va desnudando por el camino. No hay tiempo que perder, así que deja la ropa desperdigada por el suelo. Ya lo recogerá todo mañana por la mañana. Sabe que se arrepentirá de esto, pero no puede retrasarse más. Por un momento, se le ocurre dejarlo todo así hasta que su amiga se mude y, con la excusa de compartir las tareas de la casa, lo acabarían recogiendo entre las dos y tendría menos trabajo. Ella misma se ríe de su ocurrencia, pero sabe que no lo va a hacer.
Se mete en el cuarto de baño y abre el grifo de la ducha. Normalmente se lleva hasta allí la radio para escuchar música mientras se asea, pero hoy no puede perder ni un segundo si quiere que su plan salga según lo previsto. Espera a ver cómo sale el vapor del chorro de agua caliente y, con el regulador calcula la temperatura ideal. Mete primero un pie y lo coloca bajo el agua. Una vez está totalmente conforme con el resultado, se moja el resto del cuerpo y, cuando no han pasado ni cinco minutos, suena la melodía de kesha desde su móvil, que lo tiene en el lavabo junto a la toalla. Se rodea el cuerpo con ella, mira el teléfono y contesta rápidamente a la llamada.
  -¡Hola, cariño! Ya pensé que no me llamabas...
  -¿Cómo no te voy a llamar? ¿A caso crees que he olvidado qué día es hoy?
  -Por supuesto que no. Es solo que me gustaría poder verte para darte al menos mi regalo. Es nuestro primer mes juntos y no podemos ni disfrutar de una cena romántica. -El tono de voz apagado de África difiere bastante de su rostro, que luce esa inconfundible sonrisa que tanto le gusta a su chico.
  -Ya lo sé, Afri, a mí también me gustaría verte, pero tengo un montón de trabajo acumulado.
  -Trabajo y más trabajo. Siempre lo mismo. -Esta vez, la joven parece un poco molesta y su tono de voz es mucho más seco. Su sonrisa ha desaparecido desde que escuchó la palabra "trabajo" saliendo de los labios de su novio.
  -Prometo compensarte, de verdad. El fin de semana que viene nos vamos tu y yo por ahí, a un hotel. ¿Te gusta la idea? O mejor, a un Spa. Así nos relajaremos y podremos disfrutar el uno del otro en la piscina, en el jacuzzi... Tú ya me entiendes. -Mientras pone los pies en la mesa del despacho que tiene en su casa, no puede evitar mostrar esa sonrisa suya tan peculiar. Esa sonrisa que llama la atención de todas las chicas, pero que solo una de ellas puede besar. Solo ella. Solo África.
  -Bueno, bueno, no te emociones. Que mi amiga se va a venir a vivir a casa y no sé cuándo va a hacer la mudanza.
  -Yo reservo, y si tú quieres... me acompañas. Si no, tendré que buscarme a otra. ¿Qué se le va a hacer?
  -¡Como hagas eso, te puedes ir olvidando de mis besitos en el cuello!
La conversación entre los dos se relaja entre broma y broma y África decide olvidar la adicción que tiene su chico al trabajo.
  -¿Qué estás haciendo?
  - Nada. Estaba en el sofá leyendo. -Miente y, aunque se siente culpable por hacerlo, es la única forma de que él no sospeche nada. -Puedo hablar contigo todo el tiempo que quieras. -Vuelve a mentir. Necesita colgar cuanto antes, vestirse, peinarse, maquillarse y salir corriendo en busca de un taxi; pero tampoco quiere despegarse de su móvil. Hoy casi no ha podido hablar con él y lo echa bastante de menos.
  -Yo no tengo mucho tiempo. Me estoy tomando un descanso entre papeles y papeles. En la empresa todos van con retraso y, si no me envían su trabajo a tiempo, yo no puedo seguir con el mío; pero, de repente, me llenan el ordenador de emails con todo lo que me tenían que haber enviado durante la semana y ahora soy yo el que tiene que ponerse al día.
  -Cariño ¿De verdad quieres hablar de trabajo?
  -Tienes razón, lo siento.
Minutos más tarde, los dos se despiden y África vuelve al estrés que tenía antes de la llamada, con la diferencia de que, ahora, dispone de mucho menos tiempo.

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