CUARENTA Y CINCO
Paredes blancas con algún que otro cuadro de antiguas sesiones de fotos de la revista colgados y una amplia ventana que ayuda a los focos de bajo consumo a alumbrar la habitación. Las dos mesas en las que trabajan las becarias no son demasiado grandes, pero sí lo suficiente como para que ambas puedan trabajar a gusto sin agobiarse por la falta de espacio. A África se le ha ocurrido una de las mejores ideas que ha tenido en su vida, o al menos eso cree, pero no puede hacerlo sola; necesita ayuda. Levanta la vista de su portátil y mira al frente, donde se encuentra su compañera sumergida en sus obligaciones. No puede pedirle el favor a ella porque realmente no sabe ni como se llama ¿Será Clara o Blanca? Desde que ambas entraron a trabajar en la revista, África ha estado más ocupada complaciendo a su jefe que entablando cualquier tipo de relación con ella, así que sería un poco raro que ahora le fuera pidiendo favores. De cualquier forma, ella es la única que le puede ayudar ahora, así que se acerca a su mesa y comienza a hablar.
-Hola. -La chica le mira y ella le sonríe intentando ser simpática. -Verás, es que... ya sé que nunca hemos hablado mucho y... bueno, casi no nos conocemos pero...
-Venga, dime lo que necesitas . Somos compañeras ¿No?
Sí, en eso tiene razón. Los compañeros de trabajo se ayudan unos a otro, pero en cosas del trabajo. Lo que África le va a pedir a ella es algo mucho más personal.
-Sí, lo somos, pero... A ver, que si no lo quieres hacer sólo tienes que decírmelo ¿Vale?
-Vamos, no seas así. Dime qué es lo que tengo que hacer. ¿Es algo relacionado con el jefe? Porque si es eso lo hago encantada jajaja. Cualquier cosa que esté relacionada con ir a su despacho me encantará seguro. -África fuerza una sonrisa para no parecer antipática, pero ese comentario no le ha hecho ninguna gracia. -Vamos, no te hagas la tonta, que seguro que tú también te has fijado en lo bueno que está.
-Sí, bueno. El traje le sienta muy bien. -Dice mientras continua forzando la sonrisa. Al fin y al cabo, ella no sabe que está hablando con la que utiliza cualquier excusa para ir a verle y pedirle un beso.
-Vamos, no te hagas la tonta que tú estás más tiempo en su despacho que en tu mesa jajajaja.
-Sí, la verdad es que sí. -Esta conversación está resultándole muy incómoda, pero al fin y al cabo es ella la que va a pedir un favor, así que más le vale seguirle las bromas.
-Bueno... ¿Y me vas a decir ya qué es eso que quieres que haga?
-Sí, verás, necesito que me hagas algunas fotos ahora. No tardaremos mucho y podemos coger la cámara del departamento de arte. Ellos tienen muchas, así que no creo que la echen en falta.
-¿Fotos? ¿Para qué?
-Bueno pues... Digamos que quiero pedirle perdón a alguien y esta es la única forma de que me escuche.
-¿Vas tú a por la cámara mientras yo termino con este artículo y nos ponemos a ello?
-¡Claro! ¡¡Muchísimas gracias!! Ahora mismo voy.
Ocho minutos más tarde, África vuelve con una caja en las manos y una sonrisa en la cara.
-Aquí estoy.
-¿Te han puesto alguna pega?
-No ¿Por qué?
-Bueno, los de arte tienen fama de ser muy protectores con sus juguetitos.
-Ya, pero es que ellos no saben que tú y yo vamos a usar uno de sus "juguetitos" -Dice guiñándole un ojo. Las dos se ríen y comienzan con la sesión de fotos. Se lo pasan muy bien mientras una aprieta el botón y la otra posa divertida. Incluso en este tiempo han estado conociéndose un poco más y entablando la relación que ninguna de las dos había procurado hasta ahora.
-Has salido guapísima. ¿Necesitas alguna más?
-¿A ver? -África se acerca a Blanca, la cual le aclaró su nombre entre risas, y se asoma a la pantalla de la cámara de fotos. -Me encanta. Esta era ya la última, pero ya sé a quién llamar cuando necesite a alguien que me haga las fotos de mi boda jajaja -Las dos bromean con la ocurrencia de la nueva modelo improvisada. -En serio, muchas gracias. Te debo una.
-Me conformo con ir a tu boda como invitada y no como una curranta jajaja.
Se abrazan y cada una vuelve a su trabajo; o al menos eso es lo que hace Blanca, porque a África todavía le quedan muchas cosas por hacer.
Lo primero es devolver la cámara de fotos a sus dueños antes de que la echen en falta y sin que nadie se dé cuenta, pero ese no es realmente el mayor desafío al que tiene que enfrentarse hoy. Nunca le ha resultado demasiado difícil distraer a los hombres, de modo que consigue despistarles con poses algo sugerentes y poniendo una voz que excitaría a cualquiera para ir deshaciéndose de todos aquellos que pudieran ser testigos de cómo devuelve el aparato a su sitio justo después de haberse quedado con la tarjeta SD donde están todas las fotografías que acaba de hacerse.
Ahora le queda lo más difícil, conseguir que las imprimas. Con la tarjeta en la mano, se dirige al departamento de producción y busca al más joven, ya que supone será el que menos experiencia tenga. Una vez se decanta por su víctima, se acerca a él y comienza con su plan.
-Necesito que me imprimas estas fotos ahora mismo.
-¿Ahora mismo? No puedo hacerlo, estamos trabajando en otras cosas.
-Son órdenes de arriba. -Dice con cara de no saber nada.
-Pues los de arriba tendrán que esperar. Ahora estamos trabajando.
-Está bien. Se lo diré al señor Sauras. -Contesta con despreocupación mientras se gira para irse.
-¿El señor Sauras? -Pregunta el joven deseando estar equivocado.
-El mismo. -No le gusta aprovecharse del chico, pero realmente no le está mintiendo. De una forma o de otra, las fotos son para el señor Sauras. Y es cierto que son para Miguel Sauras, el hijo, pero ella no tiene culpa de que ese joven piense que se está refiriendo al señor Sauras padre, uno de los accionistas mayoritarios de la revista.
-Dile que lo tendrá en diez minutos.
-Está bien, pero no se lo lleves a su despacho. Me dijo que estaba muy ocupado y que no le molestaran.
-¿A quién se las entrego entonces?
-Si no recuerdo mal, creo que me dijo que mandaras el pedido al departamento de maquetación, que las becarias ya sabrían que hacer con ellas.
-Está bien. Ahora mismo me pongo con ellas.
-Muchas gracias. -Dice mientras pone la tarjeta SD en las manos del chico.
Todo ha salido tal y como esperaba. Ahora solo tiene que hacer el trabajo que le mandó Miguel y esperar que todo fluya como debe ser.
domingo, 30 de junio de 2013
viernes, 28 de junio de 2013
GRACIAS EQUIPO
"La fuerza de las personas reside en que cuando estás en el peor momento, aparece alguien en el camino capaz de darte energía y de recordarte que en la vida hay algo muy importante y que siempre se nos olvida: REIR" Florentino Fernández Román
#elequipodemivida
#elequipodemivida
jueves, 27 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 44
CUARENTA Y CUATRO
Paredes de atrezzo, focos colgados del techo y en cada esquina. Todo perfectamente iluminado, pantallas carísimas y gente de arriba a abajo como si tuvieran más prisa que nunca.
Lucas acaba de conocer a los otros dos componentes de la banda. Uno de ellos, el que toca el teclado, se llama Lucho. Él se encargará de tocar la batería, aunque todos se sorprenden de que tenga la fuerza suficiente como para realizar esa labor al ver lo delgado que está. El que toca el teclado se llama Nico y es el más joven de los tres; por eso lleva ese peinado tan raro rapado por un lado y el flequillo más largo de lo normal. Todavía está en edad de intentar destacar de alguna forma, pero por el poco tiempo que han podido hablar hasta ahora, a Lucas les han caído muy bien. Los tres están un poco nerviosos, pero al menos sienten que pueden apoyarse los unos en los otros porque ya forman parte de un grupo; de la banda del programa. Toquetean los instrumentos, arman ruído y se ríen improvisando ritmos que van surgiendo de la emoción del momento. Realmente se lo están pasando bien a pesar de ser novatos en el mundo de la televisión y de no tener ni idea de cuál será realmente su función. Carla, la regidora, les ha dicho que pronto irán los directivos a ver cómo suenan juntos y que ya le explicarán todo de forma más detallada, pero mientras tanto, se dedican a matar el tiempo con bromas y música.
-Vaya pedazo de plató ¿Verdad?
-Cómo se nota que aquí se maneja dinero jajaja
-Ya te digo... Nosotros no ganamos ni para pagar esa tele de ahí. -Nico señala a una de las televisiones de plasma que hay bajo una de las cámaras con ruedas y los otros dos se giran para mirar. Es entonces cuando Lucas vuelve a ver a la rubia de antes. Ahora está sola y ella le mira sonriendo. ¿Se conocen?
-Chicos, ahora vengo. Voy a hacer una cosa. -Dice mientras se dirige hacia ella.
-Mira Lucas, ya va a ligar con las chavalas jajaja.
El chico ha dejado la guitarra donde estaban sus otros dos compañeros, así que tiene total libertad para correr cómodo por el plató hasta llegar a la mesa en la que ella está apoyada.
-¡Hola! -Dice la chica sonriendo.
-Perdona ¿Nos conocemos? Es que me suena mucho tu cara y como no parabas de mirarme...
La preciosa sonrisa que lucía hacía unos segundos desaparece por completo y contesta nerviosa.
-No. No sé. Puede que nos hayamos visto alguna vez. -Sabe perfectamente que es el chico con el que se chocó el otro día, pero si él no se acuerda de ella, no quiere quedar como una tonta.
-Ah, bueno... Perece que ahora sí que nos vamos a ver mucho ¿No? Trabajamos juntos.
-Bueno, lo mío no es seguro aún, pero sí. Espero seguir viéndote jajaja.
-Jajajaja
-¡BERTAAA! -Se oye a lo lejos. La chica se gira y ve a su representante haciéndole gestos con la mano para que se acerque.
-Bueno, al menos ya sé como te llamas. Eso es señal de que te voy a tener que nombrar muchas veces por aquí. Si no, el destino no me habría hecho saber tu nombre ¿No crees?
-S...si. Supongo. -¿Pero qué le pasa? Cómo se puede haber puesto tan nerviosa al verle sonreír? Realmente es muy guapo, pero lo que le ha dejado impactada es esa maravillosa sonrisa. Hasta le tiemblan las piernas y se ha quedado embobada ante él.
-Creo que ese hombre te estaba llamando. -Dice Lucas señalando hacia el señor Mateo.
-¿Qué? -Al momento se baja de la nube en la que se encontraba y recuerda que está allí para conseguir un trabajo, no para tontear con nadie. -Si, cierto. Espero verte pronto. -Y se va mucho más seria de lo que estaba cuando Lucas llegó.
-¿Qué pasa? -Le pregunta a su representante cuando ya está cerca de él.
-Te tengo que decir una cosa.
Paredes de atrezzo, focos colgados del techo y en cada esquina. Todo perfectamente iluminado, pantallas carísimas y gente de arriba a abajo como si tuvieran más prisa que nunca.
Lucas acaba de conocer a los otros dos componentes de la banda. Uno de ellos, el que toca el teclado, se llama Lucho. Él se encargará de tocar la batería, aunque todos se sorprenden de que tenga la fuerza suficiente como para realizar esa labor al ver lo delgado que está. El que toca el teclado se llama Nico y es el más joven de los tres; por eso lleva ese peinado tan raro rapado por un lado y el flequillo más largo de lo normal. Todavía está en edad de intentar destacar de alguna forma, pero por el poco tiempo que han podido hablar hasta ahora, a Lucas les han caído muy bien. Los tres están un poco nerviosos, pero al menos sienten que pueden apoyarse los unos en los otros porque ya forman parte de un grupo; de la banda del programa. Toquetean los instrumentos, arman ruído y se ríen improvisando ritmos que van surgiendo de la emoción del momento. Realmente se lo están pasando bien a pesar de ser novatos en el mundo de la televisión y de no tener ni idea de cuál será realmente su función. Carla, la regidora, les ha dicho que pronto irán los directivos a ver cómo suenan juntos y que ya le explicarán todo de forma más detallada, pero mientras tanto, se dedican a matar el tiempo con bromas y música.
-Vaya pedazo de plató ¿Verdad?
-Cómo se nota que aquí se maneja dinero jajaja
-Ya te digo... Nosotros no ganamos ni para pagar esa tele de ahí. -Nico señala a una de las televisiones de plasma que hay bajo una de las cámaras con ruedas y los otros dos se giran para mirar. Es entonces cuando Lucas vuelve a ver a la rubia de antes. Ahora está sola y ella le mira sonriendo. ¿Se conocen?
-Chicos, ahora vengo. Voy a hacer una cosa. -Dice mientras se dirige hacia ella.
-Mira Lucas, ya va a ligar con las chavalas jajaja.
El chico ha dejado la guitarra donde estaban sus otros dos compañeros, así que tiene total libertad para correr cómodo por el plató hasta llegar a la mesa en la que ella está apoyada.
-¡Hola! -Dice la chica sonriendo.
-Perdona ¿Nos conocemos? Es que me suena mucho tu cara y como no parabas de mirarme...
La preciosa sonrisa que lucía hacía unos segundos desaparece por completo y contesta nerviosa.
-No. No sé. Puede que nos hayamos visto alguna vez. -Sabe perfectamente que es el chico con el que se chocó el otro día, pero si él no se acuerda de ella, no quiere quedar como una tonta.
-Ah, bueno... Perece que ahora sí que nos vamos a ver mucho ¿No? Trabajamos juntos.
-Bueno, lo mío no es seguro aún, pero sí. Espero seguir viéndote jajaja.
-Jajajaja
-¡BERTAAA! -Se oye a lo lejos. La chica se gira y ve a su representante haciéndole gestos con la mano para que se acerque.
-Bueno, al menos ya sé como te llamas. Eso es señal de que te voy a tener que nombrar muchas veces por aquí. Si no, el destino no me habría hecho saber tu nombre ¿No crees?
-S...si. Supongo. -¿Pero qué le pasa? Cómo se puede haber puesto tan nerviosa al verle sonreír? Realmente es muy guapo, pero lo que le ha dejado impactada es esa maravillosa sonrisa. Hasta le tiemblan las piernas y se ha quedado embobada ante él.
-Creo que ese hombre te estaba llamando. -Dice Lucas señalando hacia el señor Mateo.
-¿Qué? -Al momento se baja de la nube en la que se encontraba y recuerda que está allí para conseguir un trabajo, no para tontear con nadie. -Si, cierto. Espero verte pronto. -Y se va mucho más seria de lo que estaba cuando Lucas llegó.
-¿Qué pasa? -Le pregunta a su representante cuando ya está cerca de él.
-Te tengo que decir una cosa.
martes, 25 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 43
CUARENTA Y TRES
Paredes con una perfecta iluminación. Al menos cincuenta personas andando de un lado a otro y ella en el centro de todo. Rodeada de directivos, cámaras y técnicos de sonido, pero sola ante el peligro. Sabe perfectamente que la están juzgando y eso la hace ponerse más nerviosa de lo que ya venía de casa, pero al menos la prueba no le está saliendo nada mal. O esa es la impresión que está teniendo. Las letras del cúe van pasando y ella lee lo que pone, aunque juega con la ventaja de que su representante ya le había filtrado el texto esta misma mañana, pero ese es su pequeño secreto.
-Pasamos a la siguiente noticia.
-Es suficiente. -Dice tajantemente uno de los señores enchaquetados que estaban allí observándola. Berta deja de hablar, intimidada por la voz de ese hombre y mira en las caras de los allí presente intentando averiguar si les ha gustado o no, pero lo que parece que realmente mandan allí se dan rápidamente la vuelta y salen del plató. Berta se queda inmóvil, sentada en la silla. Ya nadie la mira, salvo su representante que se acerca a ella y la abraza.
-Has estado genial. Me juego lo que quieras a que el puesto es tuyo.
La joven se pone de pie.
-¿Tú crees? Se han ido sin decirme nada. Creo que no les he gustado.
-No sólo lo creo. Es que estoy totalmente seguro. No te han dicho nada porque tienen que hablarlo entre ello, pero es imposible que encuentren a alguien que lo haga mejor de lo que tú lo has hecho hoy.
No se puede creer lo que está escuchando. El corazón le va a mil y sus ojos se empeñan de emoción, pero ahora no puede aguantar más sin saber qué va a pasar. Se siente como cuando era pequeña e iba a recoger las notas al colegio. Ese papel podía significar un verano realmente genial o un verano apuntada en clases particulares, sabiendo que había decepcionado a sus padres; pero por suerte, esta segunda opción nunca tuvo que sufrirla.
-¿Y ahora qué?
-Ahora a esperar, pero no creo que tarden mucho.
-Ya
-Quédate aquí. Voy a buscar a Toni a ver si me dice algo.
-¡No tardes! -Dice cuando ya está de espaldas a ella. Vuelve a estar sola, aunque de una forma diferente. Rodea la mesa mientras la roza con la yema de los dedos trazando un recorrido por el filo de la misma y quedándose en la parte de delante, donde están las cámaras que la han estado grabando hace un momento. Se queda mirando a su alrededor, buscando algo que no sabe exactamente qué es, algo que le distraiga. Pensaba que cuando terminara la prueba iba a estar más tranquila, pero más bien es todo lo contrario. Con eso de que le van a decir si está dentro del equipo o no está muchísimo más nerviosa que antes. Necesita saberlo ya, o al menos encontrar algo con lo que matar ese rato de incertidumbre. A su derecha, ve como una chica se queda mirándole, luego busca algo entre lo papeles que tiene en la mano y le vuelve a mirar. Comienza a caminar rápidamente hacia ella y cuando está justo delante suyo, vuelve a rebuscar en los papeles.
-Perdona, ¿Tú eres...?
-Soy Berta, encantada. He venido a hacer el casting.
-¡Ah! Eres la futura revelación de la tele, ¿No? Yo soy Carla, la regidora. Encantada también. -Le da dos besos a Berta, pero esta se queda inmóvil, sin entender nada.
-¡Cómo que la futura revelación de la tele? Ni siquiera sé si me van a dar el trabajo.
-Bueno, ya, pero estos días he oído hablar muy bien de ti por aquí.
-¿En serio? -La sonrisa de Berta se dibuja de oreja a oreja. Le cuesta creer lo que está oyendo, pero esos halagos le suben bastante el ánimo.
-Claro. Yo nunca miento. Te aseguro de que tendrás tiempo para comprobarlo. Nos vemos por aquí. -Le guiña un ojo y se va. Berta se queda petrificada, delante de la mesa, hasta vuelve a escuchar la misma voz, esta vez más lejos y gira la cabeza para mirarla mientras habla.
-¡Mucha suerte! ¡Aunque ya te digo que no la necesitas!
Paredes con una perfecta iluminación. Al menos cincuenta personas andando de un lado a otro y ella en el centro de todo. Rodeada de directivos, cámaras y técnicos de sonido, pero sola ante el peligro. Sabe perfectamente que la están juzgando y eso la hace ponerse más nerviosa de lo que ya venía de casa, pero al menos la prueba no le está saliendo nada mal. O esa es la impresión que está teniendo. Las letras del cúe van pasando y ella lee lo que pone, aunque juega con la ventaja de que su representante ya le había filtrado el texto esta misma mañana, pero ese es su pequeño secreto.
-Pasamos a la siguiente noticia.
-Es suficiente. -Dice tajantemente uno de los señores enchaquetados que estaban allí observándola. Berta deja de hablar, intimidada por la voz de ese hombre y mira en las caras de los allí presente intentando averiguar si les ha gustado o no, pero lo que parece que realmente mandan allí se dan rápidamente la vuelta y salen del plató. Berta se queda inmóvil, sentada en la silla. Ya nadie la mira, salvo su representante que se acerca a ella y la abraza.
-Has estado genial. Me juego lo que quieras a que el puesto es tuyo.
La joven se pone de pie.
-¿Tú crees? Se han ido sin decirme nada. Creo que no les he gustado.
-No sólo lo creo. Es que estoy totalmente seguro. No te han dicho nada porque tienen que hablarlo entre ello, pero es imposible que encuentren a alguien que lo haga mejor de lo que tú lo has hecho hoy.
No se puede creer lo que está escuchando. El corazón le va a mil y sus ojos se empeñan de emoción, pero ahora no puede aguantar más sin saber qué va a pasar. Se siente como cuando era pequeña e iba a recoger las notas al colegio. Ese papel podía significar un verano realmente genial o un verano apuntada en clases particulares, sabiendo que había decepcionado a sus padres; pero por suerte, esta segunda opción nunca tuvo que sufrirla.
-¿Y ahora qué?
-Ahora a esperar, pero no creo que tarden mucho.
-Ya
-Quédate aquí. Voy a buscar a Toni a ver si me dice algo.
-¡No tardes! -Dice cuando ya está de espaldas a ella. Vuelve a estar sola, aunque de una forma diferente. Rodea la mesa mientras la roza con la yema de los dedos trazando un recorrido por el filo de la misma y quedándose en la parte de delante, donde están las cámaras que la han estado grabando hace un momento. Se queda mirando a su alrededor, buscando algo que no sabe exactamente qué es, algo que le distraiga. Pensaba que cuando terminara la prueba iba a estar más tranquila, pero más bien es todo lo contrario. Con eso de que le van a decir si está dentro del equipo o no está muchísimo más nerviosa que antes. Necesita saberlo ya, o al menos encontrar algo con lo que matar ese rato de incertidumbre. A su derecha, ve como una chica se queda mirándole, luego busca algo entre lo papeles que tiene en la mano y le vuelve a mirar. Comienza a caminar rápidamente hacia ella y cuando está justo delante suyo, vuelve a rebuscar en los papeles.
-Perdona, ¿Tú eres...?
-Soy Berta, encantada. He venido a hacer el casting.
-¡Ah! Eres la futura revelación de la tele, ¿No? Yo soy Carla, la regidora. Encantada también. -Le da dos besos a Berta, pero esta se queda inmóvil, sin entender nada.
-¡Cómo que la futura revelación de la tele? Ni siquiera sé si me van a dar el trabajo.
-Bueno, ya, pero estos días he oído hablar muy bien de ti por aquí.
-¿En serio? -La sonrisa de Berta se dibuja de oreja a oreja. Le cuesta creer lo que está oyendo, pero esos halagos le suben bastante el ánimo.
-Claro. Yo nunca miento. Te aseguro de que tendrás tiempo para comprobarlo. Nos vemos por aquí. -Le guiña un ojo y se va. Berta se queda petrificada, delante de la mesa, hasta vuelve a escuchar la misma voz, esta vez más lejos y gira la cabeza para mirarla mientras habla.
-¡Mucha suerte! ¡Aunque ya te digo que no la necesitas!
lunes, 24 de junio de 2013
A flor de piel
Hoy es un día raro. No sé por qué pero estoy más sensible de lo normal. Por un lado, los exámenes me tienen asfixiada y todavía me queda una semana más de estudio. Se supone que debería estar contenta porque cuatro días después de quitarme ese peso de encima, iré a un concierto de Alejandro Sanz acompañada de la mejor persona que jamás podría imaginar, aquella que me dio la vida y a la que le debo tanto. Intento centrarme en eso, agarrarme a ese concierto como a un clavo ardiendo, pero no me sirve. Parece que mis manos se sueltan y que ese apoyo no es suficiente para mí. Aún así, me queda ese viaje a Berlín que tantas emociones me transmite y que me conseguirá reunir con una persona a la que hace demasiado tiempo que no veo; ese viaje que tanto tiempo llevamos planeando y del que volveremos con la maleta cargada de anécdotas, pero tampoco me sirve. Sé que allí me va a faltar una persona muy importante, que sin ella no va a ser lo mismo, a pesar que una de sus habilidades sea sacarme de quicio cuando más estrés llevo encima.
Sé que parezco una niña chica que lo tiene todo y quiere más, que no se conforma con lo que le rodea. Una niña ambiciosa que no consigue ser feliz porque no es capaz de ver todo lo que tiene, sino lo que le falta. Y lo que me falta a mí es el apoyo de los que me quieren. Mi felicidad se compone de pequeñas cosas, las cuales me gusta compartir con los demás y sé que hay algo con lo que no puedo hacerlo. Por lo tanto, no me permite ser del todo feliz. No puedo hablar con mis amigos y mi familia de aquello que tanto me llena porque no son capaces de comprenderme. No entienden que admire tanto a alguien que no conozco y realmente es algo raro, difícil de comprender, pero eso es realmente lo que yo siento. Admiración. Admiración por tres personas. Tres mujeres, para ser más concretos:
La primera, sin duda, es mi madre. No hay palabras para describir su grandeza.
Las otras dos, sin ser una más importante que la otra, son Edurne y Anna. Y ahí es donde está mi problema. Dos personas de las que sé más bien poco. Por qué el hecho de admirarlas tanto entonces. La respuesta es bien sencilla aunque muchos no la comprendan. Resulta que esas dos personas han conseguido hacer de su pasión un modo de vida. Que han construido su sueño a base de esfuerzos, sin ninguna ayuda. Que a pesar de lo típico que se dice de que están ahí por su cara bonita, cada día demuestran que eso no es cierto, que son auténticas profesionales. De caras bonitas está el mundo lleno y no por eso llegan a alcanzar lo que ellas dos. Que no son una moda pasajera en el mundo del famoseo como la mayoría de caras bonitas, sino que han llegado hasta ahí para quedarse y son muchos años ya los que las respaldan.
Mucha gente no estará de acuerdo conmigo en esto, pero es mi forma de verlo. Y aún siendo tan grandes como son, no se les ha subido la fama a la cabeza. Siguen demostrando cada día su humildad y su agradecimiento a todas aquellas personas que seguimos sus trabajos. Digáis lo que digáis, eso es digno de admirar, lo cual hago yo, pero parece que debo guardármelo para mí. Que no puedo gritárselo al mundo y mucho menos a la gente a la que quiero. Parece que debo esconderlo para no parecer que estoy loca, que la gente que me entiende es gente a la que casi no conozco y está a kilómetros de distancia de mí.
Gracias a internet he encontrado ese apoyo con el que desahogarme, charlar y sonreír recordando momentos que ninguno de nosotros ha vivido en persona, pero sí por televisión. Y ahora resulta que eso me distancia aún más de mis amigos porque soy una pesada. No tienen ni idea de cuánto daño me provocan con todo esto, pero entiendo que al no sentir lo mismo que yo, no sean capaces de comprenderme. Por eso no me enfado, no me enfrento a ellos, pero a veces me hacen sentir que estoy sola. Que quizás debería haber nacido en otro lugar donde hubiera más gente como yo. Otro lugar en el que pudiera seguir de cerca a aquellas personas a las que tanto admiro. Pero claro, para estar completa al cien por cien, en ese otro lugar también deberían haber nacido mis amigos, lo cual es mucho más difícil aún. No necesito hacer un balance para saber que prefiero quedarme como estoy ahora, habiendo conocido a las personas tan maravillosas que me rodean en mi día a día, pero como dije antes, a veces me siento sola y por desgracia, este es uno de esos momentos.
Sé que parezco una niña chica que lo tiene todo y quiere más, que no se conforma con lo que le rodea. Una niña ambiciosa que no consigue ser feliz porque no es capaz de ver todo lo que tiene, sino lo que le falta. Y lo que me falta a mí es el apoyo de los que me quieren. Mi felicidad se compone de pequeñas cosas, las cuales me gusta compartir con los demás y sé que hay algo con lo que no puedo hacerlo. Por lo tanto, no me permite ser del todo feliz. No puedo hablar con mis amigos y mi familia de aquello que tanto me llena porque no son capaces de comprenderme. No entienden que admire tanto a alguien que no conozco y realmente es algo raro, difícil de comprender, pero eso es realmente lo que yo siento. Admiración. Admiración por tres personas. Tres mujeres, para ser más concretos:
La primera, sin duda, es mi madre. No hay palabras para describir su grandeza.
Las otras dos, sin ser una más importante que la otra, son Edurne y Anna. Y ahí es donde está mi problema. Dos personas de las que sé más bien poco. Por qué el hecho de admirarlas tanto entonces. La respuesta es bien sencilla aunque muchos no la comprendan. Resulta que esas dos personas han conseguido hacer de su pasión un modo de vida. Que han construido su sueño a base de esfuerzos, sin ninguna ayuda. Que a pesar de lo típico que se dice de que están ahí por su cara bonita, cada día demuestran que eso no es cierto, que son auténticas profesionales. De caras bonitas está el mundo lleno y no por eso llegan a alcanzar lo que ellas dos. Que no son una moda pasajera en el mundo del famoseo como la mayoría de caras bonitas, sino que han llegado hasta ahí para quedarse y son muchos años ya los que las respaldan.
Mucha gente no estará de acuerdo conmigo en esto, pero es mi forma de verlo. Y aún siendo tan grandes como son, no se les ha subido la fama a la cabeza. Siguen demostrando cada día su humildad y su agradecimiento a todas aquellas personas que seguimos sus trabajos. Digáis lo que digáis, eso es digno de admirar, lo cual hago yo, pero parece que debo guardármelo para mí. Que no puedo gritárselo al mundo y mucho menos a la gente a la que quiero. Parece que debo esconderlo para no parecer que estoy loca, que la gente que me entiende es gente a la que casi no conozco y está a kilómetros de distancia de mí.
Gracias a internet he encontrado ese apoyo con el que desahogarme, charlar y sonreír recordando momentos que ninguno de nosotros ha vivido en persona, pero sí por televisión. Y ahora resulta que eso me distancia aún más de mis amigos porque soy una pesada. No tienen ni idea de cuánto daño me provocan con todo esto, pero entiendo que al no sentir lo mismo que yo, no sean capaces de comprenderme. Por eso no me enfado, no me enfrento a ellos, pero a veces me hacen sentir que estoy sola. Que quizás debería haber nacido en otro lugar donde hubiera más gente como yo. Otro lugar en el que pudiera seguir de cerca a aquellas personas a las que tanto admiro. Pero claro, para estar completa al cien por cien, en ese otro lugar también deberían haber nacido mis amigos, lo cual es mucho más difícil aún. No necesito hacer un balance para saber que prefiero quedarme como estoy ahora, habiendo conocido a las personas tan maravillosas que me rodean en mi día a día, pero como dije antes, a veces me siento sola y por desgracia, este es uno de esos momentos.
domingo, 23 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 42
CUARENTA Y DOS
Paredes rosa fucsia, ventanales blancos y cortinas del mismo color. Suena un pequeño despertador negro que asegura ser la hora de levantarse. África estira el brazo hacia el mueble blanco que hay tras su cama y que ejerce también de cabecero y de mesita de noche. El aparato deja de sonar tras establecer contacto con las yemas de los dedos de la joven y ella se queda en la cama, enredada entre las sábanas de rayas horizontales desiguales en distintos tonos de rosa y alguna que otra línea negra. Sabe que es hora de levantarse e irse a trabajar, pero no sabe cómo enfrentarse a Miqui. Realmente se muere de ganas de verle, de abrazarle, de besarle, pero le aterra pensar que está enamorada. Al final ha resultado ser cierto eso que dicen de que no hay que mezclar el ámbito personal con el profesional, pero para eso tendría que dejar de trabajar allí. Está claro que le resultaría totalmente imposible alejarse de su jefe.
Se incorpora sobre la cama, pone los pies en el suelo y se levanta. Se coloca bien las braguitas con las que ha dormido y se dirige al baño para lavarse la cara. Una vez se ha despejado por completo, va a la cocina y abre la nevera en busca de leche para desayunar, pero ya no queda, de modo que se conforma con el zumo de melocotón que compró el otro día. Se prepara unas tostadas con mantequilla, se las come y vuelve al baño para darse una ducha rápida antes de ir al trabajo. Cuando sale, está mucho más despejada, con más energía para afrontar el día de hoy que no sabe muy bien cómo va a ser, ya que no ha vuelto a hablar con Miguel desde que salió huyendo de su casa. Abre el armario y escoge un vestido muy primaveral corto sin mangas. Blanco con flores de diversos colores, verdes, azules, amarillas... y un cinturón muy finito en la cintura de color rojo. Se mira al espejo que tiene de cuerpo entero. Le queda bastante bien, pero todavía tiene que hacer algo con esos pelos de loca que lleva y con la cara de zombi que se le ha quedado después de no haber pegado ojo en toda la noche. Con la ayuda de numerosas horquillas, consigue dejar caer la melena sobre su hombro izquierdo sin que parezca demasiado repeinada y escoge un maquillaje muy natural. El justo para disimular sus ojeras pero no parecer que se ha tirado media hora en el baño pintándose. Cuando tiene el bolso listo, se sube a sus tacones rojos y sale de su casa cerrando la puerta con la llave. Baja en el ascensor y se monta en su moto. Cuando llega al trabajo deja las cosas sobre su mesa, pero esta vez no tiene ningún post-it en la pantalla de su ordenador como cada mañana. Ahora no le cabe duda de que está enfadado, necesita hablar con él. Camina hasta la puerta de su jefe y la golpea dos veces con los nudillos. Abre un poco e introduce la cabeza dentro del despacho.
-¿Se puede? -Dice con la mayor sonrisa que es capaz de fingir.
-Ahora estoy ocupado. Cierra la puerta al salir.
África obedece y vuelve a caminar hacia su mesa, aunque lo hace dejándose guiar por su memoria fotográfica ya que casi no ve con los ojos empañados intentando aguantar las lágrimas. No es posible que le esté pasando esto, que no haya ni levantado la vista para mirarla. Que aquella persona que le hacía tan feliz ahora le haga sentir que se ahoga, que no puede respirar. Justo ahora que ya estaba segura de que quería pasar la vida con él, cuando iba a decirle que le amaba, que estaba loca de amor. Cuando iba a decirle que ahora era toda para él, que hiciera lo que quisiera con ella porque ya sólo le importaba que él fuera su compañero. Justo en ese momento decide no mirarle a la cara, decirle que está ocupado. Necesita hablar con él pero no sabe cómo. Está claro que él no tiene intención de escuchar lo que le tiene que decir. Piensa en mandarle un whatsapp, pero le parece demasiado frío e infantil. ¡Ni que tuvieran quince años!
Suena el teléfono que tiene en su mesa y lo coge rápidamente deseando que sea él.
-¿Diga?
-África ¿Tienes lista la maquetación?
¡Sí. es él! Ahora es el momento. Tiene que decirle lo que siente aunque su compañera se entere de todo. Es ahora o nunca.
-Miguel, quiero decirte algo. -La joven que está sentada frente a ella, en la otra mesa, se asombra al escucharle decir "Miguel" en lugar de "Señor Sauras". Y ese trato tan directo con el que le habla hace que levante la vista de su trabajo y se quede escuchando la conversación. -Verás, el otro día...
-Sanz ¿Tiene la maquetación lista o no? -No le ha dejado hablar y encima le ha hablado de usted, como si fueran dos desconocidos. Como si hubiera alguien en su despacho y tuviera que guardar las apariencias.
-No, aún no. Me faltan algunas cosas. Este fin de semana he estado muy ocupada. -Contesta intentando hacerle recordar la noche tan maravillosa que pasaron juntos el viernes y la mañana del sábado.
-Debería saber ya que su vida privada no puede afectar al trabajo. En una hora lo quiero todo en mi mesa.
Miguel cuelga y ella hace lo mismo. Siente rabia e impotencia; pero sobre todo, siente la necesidad de que todo vuelva a ser como antes, de que tiene que hacer algo para demostrarle que le quiere y se le acaba de ocurrir una idea que puede funcionar bastante bien.
Paredes rosa fucsia, ventanales blancos y cortinas del mismo color. Suena un pequeño despertador negro que asegura ser la hora de levantarse. África estira el brazo hacia el mueble blanco que hay tras su cama y que ejerce también de cabecero y de mesita de noche. El aparato deja de sonar tras establecer contacto con las yemas de los dedos de la joven y ella se queda en la cama, enredada entre las sábanas de rayas horizontales desiguales en distintos tonos de rosa y alguna que otra línea negra. Sabe que es hora de levantarse e irse a trabajar, pero no sabe cómo enfrentarse a Miqui. Realmente se muere de ganas de verle, de abrazarle, de besarle, pero le aterra pensar que está enamorada. Al final ha resultado ser cierto eso que dicen de que no hay que mezclar el ámbito personal con el profesional, pero para eso tendría que dejar de trabajar allí. Está claro que le resultaría totalmente imposible alejarse de su jefe.
Se incorpora sobre la cama, pone los pies en el suelo y se levanta. Se coloca bien las braguitas con las que ha dormido y se dirige al baño para lavarse la cara. Una vez se ha despejado por completo, va a la cocina y abre la nevera en busca de leche para desayunar, pero ya no queda, de modo que se conforma con el zumo de melocotón que compró el otro día. Se prepara unas tostadas con mantequilla, se las come y vuelve al baño para darse una ducha rápida antes de ir al trabajo. Cuando sale, está mucho más despejada, con más energía para afrontar el día de hoy que no sabe muy bien cómo va a ser, ya que no ha vuelto a hablar con Miguel desde que salió huyendo de su casa. Abre el armario y escoge un vestido muy primaveral corto sin mangas. Blanco con flores de diversos colores, verdes, azules, amarillas... y un cinturón muy finito en la cintura de color rojo. Se mira al espejo que tiene de cuerpo entero. Le queda bastante bien, pero todavía tiene que hacer algo con esos pelos de loca que lleva y con la cara de zombi que se le ha quedado después de no haber pegado ojo en toda la noche. Con la ayuda de numerosas horquillas, consigue dejar caer la melena sobre su hombro izquierdo sin que parezca demasiado repeinada y escoge un maquillaje muy natural. El justo para disimular sus ojeras pero no parecer que se ha tirado media hora en el baño pintándose. Cuando tiene el bolso listo, se sube a sus tacones rojos y sale de su casa cerrando la puerta con la llave. Baja en el ascensor y se monta en su moto. Cuando llega al trabajo deja las cosas sobre su mesa, pero esta vez no tiene ningún post-it en la pantalla de su ordenador como cada mañana. Ahora no le cabe duda de que está enfadado, necesita hablar con él. Camina hasta la puerta de su jefe y la golpea dos veces con los nudillos. Abre un poco e introduce la cabeza dentro del despacho.
-¿Se puede? -Dice con la mayor sonrisa que es capaz de fingir.
-Ahora estoy ocupado. Cierra la puerta al salir.
África obedece y vuelve a caminar hacia su mesa, aunque lo hace dejándose guiar por su memoria fotográfica ya que casi no ve con los ojos empañados intentando aguantar las lágrimas. No es posible que le esté pasando esto, que no haya ni levantado la vista para mirarla. Que aquella persona que le hacía tan feliz ahora le haga sentir que se ahoga, que no puede respirar. Justo ahora que ya estaba segura de que quería pasar la vida con él, cuando iba a decirle que le amaba, que estaba loca de amor. Cuando iba a decirle que ahora era toda para él, que hiciera lo que quisiera con ella porque ya sólo le importaba que él fuera su compañero. Justo en ese momento decide no mirarle a la cara, decirle que está ocupado. Necesita hablar con él pero no sabe cómo. Está claro que él no tiene intención de escuchar lo que le tiene que decir. Piensa en mandarle un whatsapp, pero le parece demasiado frío e infantil. ¡Ni que tuvieran quince años!
Suena el teléfono que tiene en su mesa y lo coge rápidamente deseando que sea él.
-¿Diga?
-África ¿Tienes lista la maquetación?
¡Sí. es él! Ahora es el momento. Tiene que decirle lo que siente aunque su compañera se entere de todo. Es ahora o nunca.
-Miguel, quiero decirte algo. -La joven que está sentada frente a ella, en la otra mesa, se asombra al escucharle decir "Miguel" en lugar de "Señor Sauras". Y ese trato tan directo con el que le habla hace que levante la vista de su trabajo y se quede escuchando la conversación. -Verás, el otro día...
-Sanz ¿Tiene la maquetación lista o no? -No le ha dejado hablar y encima le ha hablado de usted, como si fueran dos desconocidos. Como si hubiera alguien en su despacho y tuviera que guardar las apariencias.
-No, aún no. Me faltan algunas cosas. Este fin de semana he estado muy ocupada. -Contesta intentando hacerle recordar la noche tan maravillosa que pasaron juntos el viernes y la mañana del sábado.
-Debería saber ya que su vida privada no puede afectar al trabajo. En una hora lo quiero todo en mi mesa.
Miguel cuelga y ella hace lo mismo. Siente rabia e impotencia; pero sobre todo, siente la necesidad de que todo vuelva a ser como antes, de que tiene que hacer algo para demostrarle que le quiere y se le acaba de ocurrir una idea que puede funcionar bastante bien.
Con "B" de BERTA. Cap. 41
CUARENTA Y UNO
La fachada del edificio de la productora es prácticamente entera de cristal con el logotipo de PedrosaTV pegado mediante un vinilo enorme que se ve a bastantes metros de distancia. A Lucas no le hace ninguna gracia este tipo de lujos totalmente innecesarios mientras siga habiendo gente que duerme en la calle cada noche porque no tiene un techo digno. De cualquier forma, no tiene intención de entrar en ese sitio muchas veces; sólo el tiempo preciso hasta que encuentre alguna otra cosa relacionada también con la música.
Las puertas automáticas se abren cuando él se acerca dejándole entrar en el que es ahora su nuevo trabajo. El recibidor es realmente espacioso y está decorado con una elegancia y un gusto que él mismo no hubiera logrado ni aunque se estudiara trescientos manuales de decoración. Se acerca a la recepcionista, una joven guapísima, para variar. En este mundillo lo único que vale es la belleza.
-Perdona... ¿Podrías decirme dónde está el plató 2? Formo parte de la banda del programa. Toco la guitarra jajaja -Dice mientras le muestra la funda con el instrumento en el interior. La joven sigue con sus obligaciones y sin mirar al chico le contesta.
-Entra por la puerta azul y al fondo del pasillo en la puerta de la derecha. Pone "Plató 2" en un cartel, así que no tiene pérdida.
-Vale, gracias. -Se queda parado un rato esperando a ver si la recepcionista se despide de él, pero ni siquiera eso, de modo que se vuelve a colocar la guitarra en el hombro y comienza a caminar hacia la puerta del fondo, la puerta azul. Recorre el largo pasillo hasta pararse frente al cartel que le dijo antes la recepcionista. Abre la puerta lentamente y asoma la cabeza para comprobar si puede pasar, pero no hay nadie pendiente de él, de modo que entra en el plató y busca a alguien que le inspire un poco más de simpatía que la joven de antes para poder preguntarle dónde son los ensayos de la banda. Se le acerca una chica joven muy mona, sin maquillar, con una melena larga color castaño claro, casi rubia, que le llega a la cadera. Lleva una camiseta gris con un hombro caído, unos shorts vaqueros gastados y unas botas negras con tachuelas. No pega mucho en este ambiente de glamour aunque, ahora que se fija, Lucas se da cuenta de que casi nadie allí va extremadamente arreglado. Lo que hay detrás de las cámaras dista mucho de lo que se ve en pantalla.
-Hola, soy Carla, la regidora del programa. Tú debes ser de la banda, ¿No? -Dice sonriendo mientras mira la funda de la guitarra que lleva el chico al hombro.
-Sí, pero ando un poco despistado. Perdón, soy Lucas jajaja -Ambos se dan dos besos en la mejilla. -Todo esto es muy diferente a lo que me había imaginado. Es todo más...sucio, por decirlo de alguna forma.
-¡Nunca antes habías estado en un plató de televisión?
-No, de donde yo vengo no se suelen dedicar a esto.
-Gallego, ¿Me equivoco?
-Mi acento me delata, ¿No?
-Un poco - Los dos se ríen juntos y Carla le coge del brazo para indicarle el camino. -Ven, que te voy a presentar al resto de los chicos.
Caminan atravesando el plató y Lucas no para de mirar a todos lados. Aquello es enorme, pero su pensamiento se distrae cuando ve a una rubia sentada en la mesa rodeada de gente. Aquella chica le suena.
La fachada del edificio de la productora es prácticamente entera de cristal con el logotipo de PedrosaTV pegado mediante un vinilo enorme que se ve a bastantes metros de distancia. A Lucas no le hace ninguna gracia este tipo de lujos totalmente innecesarios mientras siga habiendo gente que duerme en la calle cada noche porque no tiene un techo digno. De cualquier forma, no tiene intención de entrar en ese sitio muchas veces; sólo el tiempo preciso hasta que encuentre alguna otra cosa relacionada también con la música.
Las puertas automáticas se abren cuando él se acerca dejándole entrar en el que es ahora su nuevo trabajo. El recibidor es realmente espacioso y está decorado con una elegancia y un gusto que él mismo no hubiera logrado ni aunque se estudiara trescientos manuales de decoración. Se acerca a la recepcionista, una joven guapísima, para variar. En este mundillo lo único que vale es la belleza.
-Perdona... ¿Podrías decirme dónde está el plató 2? Formo parte de la banda del programa. Toco la guitarra jajaja -Dice mientras le muestra la funda con el instrumento en el interior. La joven sigue con sus obligaciones y sin mirar al chico le contesta.
-Entra por la puerta azul y al fondo del pasillo en la puerta de la derecha. Pone "Plató 2" en un cartel, así que no tiene pérdida.
-Vale, gracias. -Se queda parado un rato esperando a ver si la recepcionista se despide de él, pero ni siquiera eso, de modo que se vuelve a colocar la guitarra en el hombro y comienza a caminar hacia la puerta del fondo, la puerta azul. Recorre el largo pasillo hasta pararse frente al cartel que le dijo antes la recepcionista. Abre la puerta lentamente y asoma la cabeza para comprobar si puede pasar, pero no hay nadie pendiente de él, de modo que entra en el plató y busca a alguien que le inspire un poco más de simpatía que la joven de antes para poder preguntarle dónde son los ensayos de la banda. Se le acerca una chica joven muy mona, sin maquillar, con una melena larga color castaño claro, casi rubia, que le llega a la cadera. Lleva una camiseta gris con un hombro caído, unos shorts vaqueros gastados y unas botas negras con tachuelas. No pega mucho en este ambiente de glamour aunque, ahora que se fija, Lucas se da cuenta de que casi nadie allí va extremadamente arreglado. Lo que hay detrás de las cámaras dista mucho de lo que se ve en pantalla.
-Hola, soy Carla, la regidora del programa. Tú debes ser de la banda, ¿No? -Dice sonriendo mientras mira la funda de la guitarra que lleva el chico al hombro.
-Sí, pero ando un poco despistado. Perdón, soy Lucas jajaja -Ambos se dan dos besos en la mejilla. -Todo esto es muy diferente a lo que me había imaginado. Es todo más...sucio, por decirlo de alguna forma.
-¡Nunca antes habías estado en un plató de televisión?
-No, de donde yo vengo no se suelen dedicar a esto.
-Gallego, ¿Me equivoco?
-Mi acento me delata, ¿No?
-Un poco - Los dos se ríen juntos y Carla le coge del brazo para indicarle el camino. -Ven, que te voy a presentar al resto de los chicos.
Caminan atravesando el plató y Lucas no para de mirar a todos lados. Aquello es enorme, pero su pensamiento se distrae cuando ve a una rubia sentada en la mesa rodeada de gente. Aquella chica le suena.
martes, 18 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 40
CUARENTA
Las paredes del hall de la productora son de un color blanco impoluto. A una altura desmesurada, en el techo, cuelga una lámpara de diseño que debe haber costado bastante cara, al igual que el enorme ventanal que da a la calle. Los sillones y sofás color turquesa rodean toda la habitación, excepto en el centro de una de las paredes, donde se encuentra la recepción, compuesta por un mostrador de cristal negro bastante moderno y con forma curva. El señor Mateo se acerca a la recepcionista que se encuentra en su puesto atendiendo al teléfono y Berta se queda un poco apartada, dejando a su representante que haga su trabajo y disimulando como si no se enterara de la conversación mientras finge leer el guión de la prueba.
-Buenos días
-Buenos días, caballero. ¿En qué puedo ayudarle?
-Verá, soy Alejandro Mateo. Tengo una cita con Toni para el casting del programa que están preparando.
-Espere un momento. -La joven recepcionista se coloca bien los auriculares del teléfono y marca un número a una velocidad increíble. Espera un par de segundos y rápidamente comienza a hablar. -Hola, tengo aquí a un tal Alejandro Mateo que dice tener cita con usted. -Silencio. -Ajá, ahora mismo se lo digo. Hasta luego. -Pulsa el botón de colgar para terminar la conversación y dirigiéndose a Alejandro dice.-Siéntense en los sillones que en un momentito le atienden.
-De acuerdo, muchas gracias. -El señor Mateo se coloca bien la corbata, se dirige a Berta y le pone la mano en la cintura indicándole con la cabeza que tienen que esperar sentados. La joven obedece y los dos se sientan tal y como les han pedido. Ambos están tensos a causa de los nervios, pero Berta lo está mucho más y es por eso que su representante intenta calmarle colocando la mano en su rodilla para transmitirle seguridad.
-¿Cómo lo llevas? ¿Te lo has leído ya? -Dice refiriéndose al guión.
-Como un millón de veces -Suspira. -¿De verdad crees que este trabajo es para mí?
-Estoy totalmente seguro. Ya verás como lo haces genial.
-Pero si aún no han encontrado a nadie para copresentar es porque están siendo muy exigentes y yo hace muchos años ya que no trabajo en esto. Estoy oxidada.
-No digas tonterías. Si no han cogido a nadie aún es porque te están esperando a ti. Están buscándote aunque ellos todavía no sepan quién eres, pero conozco su forma de trabajar y sé que encaja a la perfección contigo. Tú solo relájate, hazlo lo mejor que sepas y disfruta de tu momento.
-¿En serio estás tan seguro de esto?
-Totalmente seguro.
Representante y representada se abrazan fuerte para hacer frente a la prueba con más energía si cabe y justo en ese momento entra alguien por la puerta del fondo. Berta se gira nerviosa para ver quién es y por la sonrisa con la que mira al señor Mateo parece ser que se conocen. Es un hombre delgado y que transmite elegancia con cada uno de sus movimientos. Lleva un pantalón largo de lino marrón clarito, una camisa blanca y un chaleco marrón más oscuro que los pantalones. Los zapatos son unos mocasines oscuros a juego con sus pequeñas gafas, las cuales lleva en la mano. Tiene la cabeza rapada a causa de la temprana alopecia que sufre, pero se nota que se cuida mucho y por eso tiene la piel tan perfecta.
-¡Alejandro, cuánto tiempo! -Los dos se abrazan a modo de saludo. -¡Yo pensaba ya que no te dedicabas a esto y cuando me dijeron que tenías a alguien casi no me lo creo! Tu eres la chica, ¿No? -Dice refiriéndose a Berta.
-Sí, soy yo -Contesta intentando ser lo más simpática y natural posible. No quiere que nadie note que está nerviosa, pero su corazón va a mil; y se acelera mucho más cuando el recién llegado la examina echándole un vistazo de arriba a abajo.
-Yo soy Toni. Encantado. -Se saludan con dos besos. -Eres aún más guapa de lo que me habían dicho y eso es un punto a tu favor.
-Muchas gracias. -Dice Berta intentando no sonrojarse, lo cual le resulta imposible.
-Muy bien. ¿Pasamos al plató y empezamos la prueba? No creo que a los demás les guste esperar.
-Sí, claro.-Contesta el señor Mateo indicándole a Berta que pase delante suya. A la joven le tiembla ya todo el cuerpo y con los tacones que lleva le resulta mucho más difícil andar, pero hasta ahora ha sabido guardar la compostura y fingir normalidad. Cuando ha oído la palabra "plató" ha sentido cómo se le ha parado el corazón de golpe. ¿Van a hacer la prueba en el plató? Eso le impone mucho más. Va a estar rodeada de cámaras, de micros y de toda la gente que esté por allí trabajando, las cuales no deben ser pocos porque si al programa sólo le falta una copresentadora, quiere decir que no tardará mucho en estrenarse. Pasan por un estrecho pasillo formado con paredes de atrezzo, y cuando llegan al final de éste, están ya en plató. Berta se queda impresionada al verlo. Es bastante amplio y en el centro, justo delante de una pantalla enorme, hay una mesa rectangular con un diseño bastante moderno en blanco y tonos azules. Se podría decir que es de diseño futurista, a juego con las sillas transparentes que hay desperdigadas por todo el plató. A la derecha de la mesa, hay un sillón azul reforzado con barras metálicas que tiene pinta de ser muy cómodo y, si Berta no se equivoca, debe estar hecho para las visitas de los personajes que vayan acudiendo al programa.
A la izquierda, bastante más alejada de la mesa centra, hay otra mesa, más finita y alargada que la anterior y con forma de letra "C". La base está formada por una gran cantidad de barras metálicas como las del sillón de los invitados, colocadas todas como si estuvieran desordenadas y la parte superior está hecha con cristal blanco con luces por dentro para que den color a la escena. La iluminación de todo el plató es genial. A Berta no le cabe ninguna duda que el presupuesto para la realización de este programa no es para nada reducido.
-¿Estás lista?
Berta deja sus pensamientos a un lado y cuando se da cuenta, ya están todas las cámaras enfocándola, el cúe encendido con las letras bajando y un coro de personas colocadas de pie alrededor de la escena.
-Sí, claro. -Miente. Casi no puede respirar y parece que el corazón se le fuera a salir del pecho.
-Muy bien, siéntate en la mesa y empezamos. En el cúe tienes el guión del programa piloto. Nos saltamos la parte en la que tu compañero te presenta y comenzamos directamente con lo tuyo. ¿Correcto?
-Sí. -Berta le da el bolso a su representante, que le desea suerte moviendo sólo los labios, sin pronunciar la palabra y, con ese deseo, camina hacia la mesa y se sienta en una de las sillas transparentes que estaban antes cada una por su lado y ahora han colocado en su sitio.
-Te deseo mucha suerte y entramos en tres... dos... uno... ¡Dentro!
Las paredes del hall de la productora son de un color blanco impoluto. A una altura desmesurada, en el techo, cuelga una lámpara de diseño que debe haber costado bastante cara, al igual que el enorme ventanal que da a la calle. Los sillones y sofás color turquesa rodean toda la habitación, excepto en el centro de una de las paredes, donde se encuentra la recepción, compuesta por un mostrador de cristal negro bastante moderno y con forma curva. El señor Mateo se acerca a la recepcionista que se encuentra en su puesto atendiendo al teléfono y Berta se queda un poco apartada, dejando a su representante que haga su trabajo y disimulando como si no se enterara de la conversación mientras finge leer el guión de la prueba.
-Buenos días
-Buenos días, caballero. ¿En qué puedo ayudarle?
-Verá, soy Alejandro Mateo. Tengo una cita con Toni para el casting del programa que están preparando.
-Espere un momento. -La joven recepcionista se coloca bien los auriculares del teléfono y marca un número a una velocidad increíble. Espera un par de segundos y rápidamente comienza a hablar. -Hola, tengo aquí a un tal Alejandro Mateo que dice tener cita con usted. -Silencio. -Ajá, ahora mismo se lo digo. Hasta luego. -Pulsa el botón de colgar para terminar la conversación y dirigiéndose a Alejandro dice.-Siéntense en los sillones que en un momentito le atienden.
-De acuerdo, muchas gracias. -El señor Mateo se coloca bien la corbata, se dirige a Berta y le pone la mano en la cintura indicándole con la cabeza que tienen que esperar sentados. La joven obedece y los dos se sientan tal y como les han pedido. Ambos están tensos a causa de los nervios, pero Berta lo está mucho más y es por eso que su representante intenta calmarle colocando la mano en su rodilla para transmitirle seguridad.
-¿Cómo lo llevas? ¿Te lo has leído ya? -Dice refiriéndose al guión.
-Como un millón de veces -Suspira. -¿De verdad crees que este trabajo es para mí?
-Estoy totalmente seguro. Ya verás como lo haces genial.
-Pero si aún no han encontrado a nadie para copresentar es porque están siendo muy exigentes y yo hace muchos años ya que no trabajo en esto. Estoy oxidada.
-No digas tonterías. Si no han cogido a nadie aún es porque te están esperando a ti. Están buscándote aunque ellos todavía no sepan quién eres, pero conozco su forma de trabajar y sé que encaja a la perfección contigo. Tú solo relájate, hazlo lo mejor que sepas y disfruta de tu momento.
-¿En serio estás tan seguro de esto?
-Totalmente seguro.
Representante y representada se abrazan fuerte para hacer frente a la prueba con más energía si cabe y justo en ese momento entra alguien por la puerta del fondo. Berta se gira nerviosa para ver quién es y por la sonrisa con la que mira al señor Mateo parece ser que se conocen. Es un hombre delgado y que transmite elegancia con cada uno de sus movimientos. Lleva un pantalón largo de lino marrón clarito, una camisa blanca y un chaleco marrón más oscuro que los pantalones. Los zapatos son unos mocasines oscuros a juego con sus pequeñas gafas, las cuales lleva en la mano. Tiene la cabeza rapada a causa de la temprana alopecia que sufre, pero se nota que se cuida mucho y por eso tiene la piel tan perfecta.
-¡Alejandro, cuánto tiempo! -Los dos se abrazan a modo de saludo. -¡Yo pensaba ya que no te dedicabas a esto y cuando me dijeron que tenías a alguien casi no me lo creo! Tu eres la chica, ¿No? -Dice refiriéndose a Berta.
-Sí, soy yo -Contesta intentando ser lo más simpática y natural posible. No quiere que nadie note que está nerviosa, pero su corazón va a mil; y se acelera mucho más cuando el recién llegado la examina echándole un vistazo de arriba a abajo.
-Yo soy Toni. Encantado. -Se saludan con dos besos. -Eres aún más guapa de lo que me habían dicho y eso es un punto a tu favor.
-Muchas gracias. -Dice Berta intentando no sonrojarse, lo cual le resulta imposible.
-Muy bien. ¿Pasamos al plató y empezamos la prueba? No creo que a los demás les guste esperar.
-Sí, claro.-Contesta el señor Mateo indicándole a Berta que pase delante suya. A la joven le tiembla ya todo el cuerpo y con los tacones que lleva le resulta mucho más difícil andar, pero hasta ahora ha sabido guardar la compostura y fingir normalidad. Cuando ha oído la palabra "plató" ha sentido cómo se le ha parado el corazón de golpe. ¿Van a hacer la prueba en el plató? Eso le impone mucho más. Va a estar rodeada de cámaras, de micros y de toda la gente que esté por allí trabajando, las cuales no deben ser pocos porque si al programa sólo le falta una copresentadora, quiere decir que no tardará mucho en estrenarse. Pasan por un estrecho pasillo formado con paredes de atrezzo, y cuando llegan al final de éste, están ya en plató. Berta se queda impresionada al verlo. Es bastante amplio y en el centro, justo delante de una pantalla enorme, hay una mesa rectangular con un diseño bastante moderno en blanco y tonos azules. Se podría decir que es de diseño futurista, a juego con las sillas transparentes que hay desperdigadas por todo el plató. A la derecha de la mesa, hay un sillón azul reforzado con barras metálicas que tiene pinta de ser muy cómodo y, si Berta no se equivoca, debe estar hecho para las visitas de los personajes que vayan acudiendo al programa.
A la izquierda, bastante más alejada de la mesa centra, hay otra mesa, más finita y alargada que la anterior y con forma de letra "C". La base está formada por una gran cantidad de barras metálicas como las del sillón de los invitados, colocadas todas como si estuvieran desordenadas y la parte superior está hecha con cristal blanco con luces por dentro para que den color a la escena. La iluminación de todo el plató es genial. A Berta no le cabe ninguna duda que el presupuesto para la realización de este programa no es para nada reducido.
-¿Estás lista?
Berta deja sus pensamientos a un lado y cuando se da cuenta, ya están todas las cámaras enfocándola, el cúe encendido con las letras bajando y un coro de personas colocadas de pie alrededor de la escena.
-Sí, claro. -Miente. Casi no puede respirar y parece que el corazón se le fuera a salir del pecho.
-Muy bien, siéntate en la mesa y empezamos. En el cúe tienes el guión del programa piloto. Nos saltamos la parte en la que tu compañero te presenta y comenzamos directamente con lo tuyo. ¿Correcto?
-Sí. -Berta le da el bolso a su representante, que le desea suerte moviendo sólo los labios, sin pronunciar la palabra y, con ese deseo, camina hacia la mesa y se sienta en una de las sillas transparentes que estaban antes cada una por su lado y ahora han colocado en su sitio.
-Te deseo mucha suerte y entramos en tres... dos... uno... ¡Dentro!
domingo, 16 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 39
TREINTA Y NUEVE
En la pared del cuarto de baño de Berta, el espejo estás totalmente empañado por el vapor del agua. La joven sale de la ducha envuelta en su toalla y mira el móvil que dejó en el lavabo al entrar. Tiene un mensaje del señor Mateo, lo abre y lo lee. "Tengo el texto del casting. Paso a recogerte a las 10:30". Lo vuelve a leer para asegurarse de la hora a la que tiene que estar lista y respira hondo. Parece ser que su representante ha conseguido el guión que tendrá que leer en la prueba y eso le tranquiliza un poco; al menos podrá practicar. Mira la hora en el teléfono y son ya las 8:52. Se seca rápido y se pone la ropa interior. Abre el segundo cajón del mueble que tiene a la izquierda y saca un peine, un cepillo y el secador del pelo. Se desenreda la melena, enchufa el secador y lo enciende sin perder ni un segundo del tiempo que le queda. Comienza a secarse el pelo y mientras piensa en el intenso día que tiene por delante. Cuando salga de la prueba irá a tomarse unas cañas con África y luego vendrán las dos a casa de Berta para recoger sus cosas y llevarlas a las de África. Esta era la última noche que dormía en su cama de siempre, en su habitación. Sus padres ayudarán en todo lo que puedan con la mudanza, pero no les parece demasiado bien esta emancipación tan precipitada. Además, Berta es hija única y su marcha supondrá un cambio radical en esa casa. cada vez que lo piensa, la joven se siente culpable, pero al fin y al cabo tiene ya veinticinco años y tarde o temprano tenía que volar del nido y, aunque a ella también le asusta el cambio, es algo que debe hacer. Siente que es el momento de tomar decisiones, de valerse por sí misma y esta es la única forma de conseguirlo.
Con el ruido del aire que expulsa el secador no oye sonar el móvil, pero ve que se enciende la pantalla y lo coge para abrir el whatsapp que le acaba de llegar. "Mucha suerte para la prueba, aunque un pivonazo como tú no la necesita, ¿Verdad?. Voy a ir recogiendo la casa que esta tarde se muda una nueva compañera de piso. Llámame cuando salgas". África siempre consigue hacerle sonreír, a pesar de ahora mismo tenga un nudo en la garganta y el estómago totalmente encogido. Está muy nerviosa, más de lo normal, pero tiene muchas esperanzas puestas en la prueba de hoy.
Con la ayuda del cepillo y el secador se marca bien las ondas del pelo, haciéndose casi tirabuzones y con las planchas se alisa el flequillo. Parece que acaba de salir de la peluquería y se lo debe a su madre, que es la que le enseñó sus truquillos de belleza cuando tenía trece años. Abre la puerta del armario que hay junto al espejo y saca su maletín repleto de maquillaje. Lo coloca en el lavabo y lo abre. Saca el pequeño bote de crema pre-base y se masajea la cara con ella. Encima de pone la base y comienza a pintarse lo ojos. Escoge una sombra poco llamativa, de un tono marrón muy clarito en el párpado móvil y beige un poco más arriba. Se pinta con cuidado la línea del ojo por arriba usando el eye-line y le da volumen a sus pestañas con el rímel negro. Le da un poco de color a su rostro con un par de brochazos de colorete y deja la barra de labios fuera para pintárselos luego. Cierra el maletín y lo coloca de nuevo en sus sitio. Sale del cuarto de baño y se marcha a su habitación para vestirse. Primero los pantalones y luego la camiseta y después el cinturón. Siempre lo hace en ese orden y hasta ahora no le ha ido demasiado mal en la vida, así que este no es el momento más adecuado para cambiar su ritual. Se sube a los tacones apoyándose un poco en la puerta del armario. Ahora lo ve todo desde una perspectiva más alta, demasiado en comparación a lo que ella está acostumbrada, pero eso no quiera decir que no sepa moverse perfectamente con esos zapatos.
Son ya las 10:20, así que se pone la chaqueta, le da un poco más de volumen a su pelo con las manos, coge el bolso con todo lo necesario, se pone el brillo en los labios que dejó antes fuera y se lo guarda en el bolsillo del pantalón para tenerlo a mano más adelante.
Antes de irse, se despide de su madre que está ahora desayunando.
-Mamá, me voy al casting. Cuando salga te llamo
A su madre se le iluminan los ojos al ver a su hija con tanta ilusión.
-Estás preciosa, cariño. Ven y dame un beso.
Berta se acerca y la mujer le rodea con los brazos, le aprieta fuerte contra ella y le da un beso tras otro en la mejilla a su hija.
-Mamá, para que no quiero llegar tarde.
Con un poco de insistencia, consigue separarse de ella y cuando lo hace, se acerca y es ella ahora la que le le regala un cariñoso beso en la la sien.
-Te quiero, mamá.
-Y yo a ti, mi niña. -Le coge las manos a Berta, las junta y las aprieta bien fuerte. -Mucha suerte.
Su hija le sonríe a modo de respuesta y cuando le suelta las manos, se marcha. Le ha dado mucha pena no poder ver a su padre, pero a estas horas ya está trabajando desde hace bastante tiempo, así que le manda un mensaje y le dice que ya va de camino.
La puerta del ascensor se abre ante la joven, que respira hondo y se mete dentro. Que sea lo que tenga que ser.
En la pared del cuarto de baño de Berta, el espejo estás totalmente empañado por el vapor del agua. La joven sale de la ducha envuelta en su toalla y mira el móvil que dejó en el lavabo al entrar. Tiene un mensaje del señor Mateo, lo abre y lo lee. "Tengo el texto del casting. Paso a recogerte a las 10:30". Lo vuelve a leer para asegurarse de la hora a la que tiene que estar lista y respira hondo. Parece ser que su representante ha conseguido el guión que tendrá que leer en la prueba y eso le tranquiliza un poco; al menos podrá practicar. Mira la hora en el teléfono y son ya las 8:52. Se seca rápido y se pone la ropa interior. Abre el segundo cajón del mueble que tiene a la izquierda y saca un peine, un cepillo y el secador del pelo. Se desenreda la melena, enchufa el secador y lo enciende sin perder ni un segundo del tiempo que le queda. Comienza a secarse el pelo y mientras piensa en el intenso día que tiene por delante. Cuando salga de la prueba irá a tomarse unas cañas con África y luego vendrán las dos a casa de Berta para recoger sus cosas y llevarlas a las de África. Esta era la última noche que dormía en su cama de siempre, en su habitación. Sus padres ayudarán en todo lo que puedan con la mudanza, pero no les parece demasiado bien esta emancipación tan precipitada. Además, Berta es hija única y su marcha supondrá un cambio radical en esa casa. cada vez que lo piensa, la joven se siente culpable, pero al fin y al cabo tiene ya veinticinco años y tarde o temprano tenía que volar del nido y, aunque a ella también le asusta el cambio, es algo que debe hacer. Siente que es el momento de tomar decisiones, de valerse por sí misma y esta es la única forma de conseguirlo.
Con el ruido del aire que expulsa el secador no oye sonar el móvil, pero ve que se enciende la pantalla y lo coge para abrir el whatsapp que le acaba de llegar. "Mucha suerte para la prueba, aunque un pivonazo como tú no la necesita, ¿Verdad?. Voy a ir recogiendo la casa que esta tarde se muda una nueva compañera de piso. Llámame cuando salgas". África siempre consigue hacerle sonreír, a pesar de ahora mismo tenga un nudo en la garganta y el estómago totalmente encogido. Está muy nerviosa, más de lo normal, pero tiene muchas esperanzas puestas en la prueba de hoy.
Con la ayuda del cepillo y el secador se marca bien las ondas del pelo, haciéndose casi tirabuzones y con las planchas se alisa el flequillo. Parece que acaba de salir de la peluquería y se lo debe a su madre, que es la que le enseñó sus truquillos de belleza cuando tenía trece años. Abre la puerta del armario que hay junto al espejo y saca su maletín repleto de maquillaje. Lo coloca en el lavabo y lo abre. Saca el pequeño bote de crema pre-base y se masajea la cara con ella. Encima de pone la base y comienza a pintarse lo ojos. Escoge una sombra poco llamativa, de un tono marrón muy clarito en el párpado móvil y beige un poco más arriba. Se pinta con cuidado la línea del ojo por arriba usando el eye-line y le da volumen a sus pestañas con el rímel negro. Le da un poco de color a su rostro con un par de brochazos de colorete y deja la barra de labios fuera para pintárselos luego. Cierra el maletín y lo coloca de nuevo en sus sitio. Sale del cuarto de baño y se marcha a su habitación para vestirse. Primero los pantalones y luego la camiseta y después el cinturón. Siempre lo hace en ese orden y hasta ahora no le ha ido demasiado mal en la vida, así que este no es el momento más adecuado para cambiar su ritual. Se sube a los tacones apoyándose un poco en la puerta del armario. Ahora lo ve todo desde una perspectiva más alta, demasiado en comparación a lo que ella está acostumbrada, pero eso no quiera decir que no sepa moverse perfectamente con esos zapatos.
Son ya las 10:20, así que se pone la chaqueta, le da un poco más de volumen a su pelo con las manos, coge el bolso con todo lo necesario, se pone el brillo en los labios que dejó antes fuera y se lo guarda en el bolsillo del pantalón para tenerlo a mano más adelante.
Antes de irse, se despide de su madre que está ahora desayunando.
-Mamá, me voy al casting. Cuando salga te llamo
A su madre se le iluminan los ojos al ver a su hija con tanta ilusión.
-Estás preciosa, cariño. Ven y dame un beso.
Berta se acerca y la mujer le rodea con los brazos, le aprieta fuerte contra ella y le da un beso tras otro en la mejilla a su hija.
-Mamá, para que no quiero llegar tarde.
Con un poco de insistencia, consigue separarse de ella y cuando lo hace, se acerca y es ella ahora la que le le regala un cariñoso beso en la la sien.
-Te quiero, mamá.
-Y yo a ti, mi niña. -Le coge las manos a Berta, las junta y las aprieta bien fuerte. -Mucha suerte.
Su hija le sonríe a modo de respuesta y cuando le suelta las manos, se marcha. Le ha dado mucha pena no poder ver a su padre, pero a estas horas ya está trabajando desde hace bastante tiempo, así que le manda un mensaje y le dice que ya va de camino.
La puerta del ascensor se abre ante la joven, que respira hondo y se mete dentro. Que sea lo que tenga que ser.
jueves, 13 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 38
TREINTA Y OCHO
Paredes a oscuras. Suena la alarma del móvil que tiene enchufado en la pared de la habitación, justo al lado del colchón que ya ha sido trasladado desde el salón. Lucas se sienta sobre el mismo, silencia el aparato y se lleva las manos a la cara mientras bosteza. No ha pegado ojo en toda la noche pensando en lo que pasó ayer, pero sobre todo, pensando en lo que va a pasar hoy. Se suponía que sus tres amigos habían viajado hasta Madrid para darle ánimos en su primer día de trabajo como miembro de la banda de un programa de televisión y al final resulta que dos de ellos se fueron mucho antes de tiempo. El primero fue Marcos, que no soportó que nadie le dijera lo que tenía que hacer e impuso sus normas rompiendo la unión que había entre los cuatro marchándose sin ni siquiera despedirse. Y luego fue Elías el que se marchó cuando él mismo le recriminó que no hubiera tenido paciencia con Marcos. Al menos le sigue quedando Pablo, que está ahora mismo dormido en el otro lado de la cama, si es que se le puede llamar cama a un colchón puesto en el suelo. Se promete a sí mismo que después de los ensayos de hoy, si sale temprano se pasará por el Ikea para comprar muebles baratos y decorar la casa con todo lo necesario para vivir allí el tiempo que dure su nueva aventura.
Se levanta de la cama y se pone una camiseta para no desayunar sólo en boxers. Se lava la cara en el cuarto de baño y agradece haber arreglado ya el grifo de la cocina cuando se dispone a hacer el café. Pone pan de molde a tostar y mientras se prepara un zumo de naranja que se toma en cuanto está listo. Busca por la cocina algún condimento que untar en las tostadas, pero sólo encuentra un bote de mermelada que compró el mismo día que llegó a Madrid, así que se tendrá que conformar con eso. El café ya está listo y lo echa en dos tazas que coloca sobre una bandeja, junto al plato con las tostadas, la mermelada y el azúcar. Lo coge todo y lo lleva a la habitación, sujeta la bandeja con una mano mientras sube la persiana con la otra y hace que Pablo se despierte a causa de la luz que le da en los ojos.
-Buenos días, princesita. -Dice Lucas riéndose. -Te he traído el desayuno.
-Muchas gracias. -Pablo se sienta en la cama y estira los brazos para que su amigo le pase la bandeja y pueda sentarse él también.
-Pero no te acostumbres, que esto lo hago porque eres mi invitado.
Los dos se quedan en silencio, seguramente pensando en lo mismo, pero es Pablo quien decide ser el que lo diga.
-Todo va a salir bien, ya lo verás. -Lucas sonríe y le pega un bocado a su tostada justo después de haberla untado de mermelada de fresa.
-Me va a resultar muy difícil vivir aquí, sin vosotros.
-Lucas, a mí me vas a tener siempre que me necesites. Sólo tienes que llamarme y me compraré el primer billete de tren que me traiga hasta aquí. Tardaré unas horitas en llegar, pero te prometo que estaré contigo.
-Quédate. -Los ojos de Lucas se empañan y Pablo no sabe qué decir. -Quédate, tío, por favor. Aunque sea un mes para que me dé tiempo a acostumbrarme.
Su amigo le abraza para que no se derrumbe, para que sepa que si se cae, él le levanta y le contesta. -Claro que sí. Te ayudaré con todo esto -Dice mirando las paredes de la habitación a medio pintar. - Y con todo lo que necesites. Y si quieres que te acompañe hoy a trabajar... sólo tienes que decírmelo.
-Muchas gracias pero... tú hoy tienes otro tema pendiente. ¿O te crees que te vas a librar porque ayer Marcos fuera a ver a Vero antes de irse?
Ambos sonríen pensando en la mala suerte que tuvo Pablo, con lo decidido que iba a abrirle su corazón y se encontró con ese panorama.
-Bueno, está bien, pero llevo el móvil encima por si quieres algo.
-Siiiiii, mami. -Contesta Lucas poniendo voz de niño.
-Las relaciones se estropean cuando empiezas a ver a tu pareja como a una madre. -Dice fingiendo preocupación.
-Tú siempre serás mi princesita, ya te lo dije antes jajajajaja. Anda, vamos a ducharnos que no quiero llegar tarde el primer día.
-Sí, pero primero uno y luego otro, que esta conversación está llegando ya a unos niveles extraños jajajajaa
-Yo primero que no quiero llegar tarde. -Grita Lucas mientras sale corriendo y se encierra en el cuarto de baño.
Apaga el despertador, se gira y vuelve a cerrar los ojos. Se está tan bien en la cama... ¿Para qué pondría la alarma tan temprano? ¡¡¡¡PARA EL CASTING!!!! Berta se levanta de un salto, se pone las zapatillas y va corriendo al baño para lavarse la cara. Una vez está totalmente despierta, se dirige a la cocina y pone a calentar un bol de leche en el microondas mientras saca una caja de cereales con trocitos de fruta. Un minuto más tarde, saca el bol, lo coloca sobre la mesa y se sienta en una de las sillas tras coger la cuchara del cajón de los cubiertos. Desayuna tranquila porque aún es temprano. Menos mal que no se ha vuelto a quedar dormida. Cuando no tiene ya más hambre, cierra la caja de los cereales, se bebe la leche que queda y pone el bol en el fregadero. Vuelve a su habitación y abre las puertas del armario de par en par mientras intenta recordar cuál fue el último modelito que le aconsejó su amiga la tarde anterior.
A ver...primero unos pantalones vaqueros pitillo para no parecer muy seria; por encima, una camiseta color salmón de manga corta color salmón, que se lleva mucho este verano; y para darle un toque de profesionalidad, una chaqueta color cámel; y por último, un cinturón del mismo color que la chaqueta y un collar con un poco de pedrería marrón para darle un toque más vivo a la camiseta. Lo coloca todo sobre la cama y abre ahora la puerta del zapatero que tiene junto al armario y escoge unos tacones color cámel con plataforma y tacón de unos nueve centímetros. Los coloca en el suelo, junto a la cama, y coge un conjunto de ropa interior para ducharse antes de hacer la prueba. Y ya de paso, relajar un poco los músculos con agua caliente porque esta mañana se ha levantado más tensa que nunca.
Paredes a oscuras. Suena la alarma del móvil que tiene enchufado en la pared de la habitación, justo al lado del colchón que ya ha sido trasladado desde el salón. Lucas se sienta sobre el mismo, silencia el aparato y se lleva las manos a la cara mientras bosteza. No ha pegado ojo en toda la noche pensando en lo que pasó ayer, pero sobre todo, pensando en lo que va a pasar hoy. Se suponía que sus tres amigos habían viajado hasta Madrid para darle ánimos en su primer día de trabajo como miembro de la banda de un programa de televisión y al final resulta que dos de ellos se fueron mucho antes de tiempo. El primero fue Marcos, que no soportó que nadie le dijera lo que tenía que hacer e impuso sus normas rompiendo la unión que había entre los cuatro marchándose sin ni siquiera despedirse. Y luego fue Elías el que se marchó cuando él mismo le recriminó que no hubiera tenido paciencia con Marcos. Al menos le sigue quedando Pablo, que está ahora mismo dormido en el otro lado de la cama, si es que se le puede llamar cama a un colchón puesto en el suelo. Se promete a sí mismo que después de los ensayos de hoy, si sale temprano se pasará por el Ikea para comprar muebles baratos y decorar la casa con todo lo necesario para vivir allí el tiempo que dure su nueva aventura.
Se levanta de la cama y se pone una camiseta para no desayunar sólo en boxers. Se lava la cara en el cuarto de baño y agradece haber arreglado ya el grifo de la cocina cuando se dispone a hacer el café. Pone pan de molde a tostar y mientras se prepara un zumo de naranja que se toma en cuanto está listo. Busca por la cocina algún condimento que untar en las tostadas, pero sólo encuentra un bote de mermelada que compró el mismo día que llegó a Madrid, así que se tendrá que conformar con eso. El café ya está listo y lo echa en dos tazas que coloca sobre una bandeja, junto al plato con las tostadas, la mermelada y el azúcar. Lo coge todo y lo lleva a la habitación, sujeta la bandeja con una mano mientras sube la persiana con la otra y hace que Pablo se despierte a causa de la luz que le da en los ojos.
-Buenos días, princesita. -Dice Lucas riéndose. -Te he traído el desayuno.
-Muchas gracias. -Pablo se sienta en la cama y estira los brazos para que su amigo le pase la bandeja y pueda sentarse él también.
-Pero no te acostumbres, que esto lo hago porque eres mi invitado.
Los dos se quedan en silencio, seguramente pensando en lo mismo, pero es Pablo quien decide ser el que lo diga.
-Todo va a salir bien, ya lo verás. -Lucas sonríe y le pega un bocado a su tostada justo después de haberla untado de mermelada de fresa.
-Me va a resultar muy difícil vivir aquí, sin vosotros.
-Lucas, a mí me vas a tener siempre que me necesites. Sólo tienes que llamarme y me compraré el primer billete de tren que me traiga hasta aquí. Tardaré unas horitas en llegar, pero te prometo que estaré contigo.
-Quédate. -Los ojos de Lucas se empañan y Pablo no sabe qué decir. -Quédate, tío, por favor. Aunque sea un mes para que me dé tiempo a acostumbrarme.
Su amigo le abraza para que no se derrumbe, para que sepa que si se cae, él le levanta y le contesta. -Claro que sí. Te ayudaré con todo esto -Dice mirando las paredes de la habitación a medio pintar. - Y con todo lo que necesites. Y si quieres que te acompañe hoy a trabajar... sólo tienes que decírmelo.
-Muchas gracias pero... tú hoy tienes otro tema pendiente. ¿O te crees que te vas a librar porque ayer Marcos fuera a ver a Vero antes de irse?
Ambos sonríen pensando en la mala suerte que tuvo Pablo, con lo decidido que iba a abrirle su corazón y se encontró con ese panorama.
-Bueno, está bien, pero llevo el móvil encima por si quieres algo.
-Siiiiii, mami. -Contesta Lucas poniendo voz de niño.
-Las relaciones se estropean cuando empiezas a ver a tu pareja como a una madre. -Dice fingiendo preocupación.
-Tú siempre serás mi princesita, ya te lo dije antes jajajajaja. Anda, vamos a ducharnos que no quiero llegar tarde el primer día.
-Sí, pero primero uno y luego otro, que esta conversación está llegando ya a unos niveles extraños jajajajaa
-Yo primero que no quiero llegar tarde. -Grita Lucas mientras sale corriendo y se encierra en el cuarto de baño.
Apaga el despertador, se gira y vuelve a cerrar los ojos. Se está tan bien en la cama... ¿Para qué pondría la alarma tan temprano? ¡¡¡¡PARA EL CASTING!!!! Berta se levanta de un salto, se pone las zapatillas y va corriendo al baño para lavarse la cara. Una vez está totalmente despierta, se dirige a la cocina y pone a calentar un bol de leche en el microondas mientras saca una caja de cereales con trocitos de fruta. Un minuto más tarde, saca el bol, lo coloca sobre la mesa y se sienta en una de las sillas tras coger la cuchara del cajón de los cubiertos. Desayuna tranquila porque aún es temprano. Menos mal que no se ha vuelto a quedar dormida. Cuando no tiene ya más hambre, cierra la caja de los cereales, se bebe la leche que queda y pone el bol en el fregadero. Vuelve a su habitación y abre las puertas del armario de par en par mientras intenta recordar cuál fue el último modelito que le aconsejó su amiga la tarde anterior.
A ver...primero unos pantalones vaqueros pitillo para no parecer muy seria; por encima, una camiseta color salmón de manga corta color salmón, que se lleva mucho este verano; y para darle un toque de profesionalidad, una chaqueta color cámel; y por último, un cinturón del mismo color que la chaqueta y un collar con un poco de pedrería marrón para darle un toque más vivo a la camiseta. Lo coloca todo sobre la cama y abre ahora la puerta del zapatero que tiene junto al armario y escoge unos tacones color cámel con plataforma y tacón de unos nueve centímetros. Los coloca en el suelo, junto a la cama, y coge un conjunto de ropa interior para ducharse antes de hacer la prueba. Y ya de paso, relajar un poco los músculos con agua caliente porque esta mañana se ha levantado más tensa que nunca.
Con "B" de BERTA. Cap. 37
TREINTA Y SIETE
Ya es de noche en Madrid y las paredes de la habitación de Berta se iluminan con la pequeña lámpara de la mesita de noche. Sentada en la cama y tapada hasta la cintura, se despide de África por whatsapp, con la que lleva hablando ya casi una hora. Hasta parece que a su amiga le ha hecho más ilusión lo de la prueba de mañana que a ella misma, pero Berta sabe perfectamente que lo que en realidad ocurre es que utiliza esa noticia para no pensar en lo de ese tal Miguel. Tiene curiosidad por saber cómo es; pero no sólo físicamente, sino también como persona. Quiere saber cómo ha conseguido que suene ese "clic" en la cabeza de su amiga; o mejor dicho, en el corazón. África ha tenido mucha suerte de encontrar a alguien que le haga sentir así, tan viva y tan muerta de miedo al mismo tiempo.
En un instante, la vibración del móvil le distrae de sus pensamientos y termina de despedirse de la loca de su amiga. Deja el teléfono en la mesilla y pone el despertador a las ocho de la mañana. La prueba es a las once y media, pero prefiere ir con tiempo de sobra por si le surge algún imprevisto. Apaga la luz y se recuesta dejando caer la cabeza en la almohada. Esa misma tarde, después de enterarse de lo del misterioso jefe de su amiga, las dos estuvieron hablando sobre la reaparición del señor Mateo, la propuesta de ser su representante de nuevo, pero sobre todo, de lo que pasaría mañana en la prueba. Sería un momento crucial para el futuro de Berta y dependiendo de cómo se desenvolviera ante los directores de casting, volvería a trabajar en la pequeña pantalla o no. En este caso era todo o nada, blanco o negro, nada de grises con los que conformarse. También habían estado hablando sobre qué ropa ponerse, aunque en ese tema la que más había hablado era África, que para eso era ella la que trabajaba en una revista de moda y, gracias a sus consejos, Berta había quedado bastante satisfecha con el vestuario, lo cual le tranquilizaba bastante. Tampoco iba a pasarse mucho con el maquillaje porque quería dar una imagen natural. Una simple sombra de ojos, un poco de colorete y brillo en los labios le darían el aspecto que ella quería. En el momento de hacer la prueba, deberá parecer simpática, pero sólo lo justo para no parecer una rubia tonta de las que salen en televisión y tantas críticas reciben.
La joven no para de moverse de un lado a otra, nerviosa, pensando en todo lo que puede ocurrir en menos de doce horas. Lo único que tiene claro es que cuando salga de la prueba, su amiga la estará esperando para irse a tomar unas cañas, como era ya costumbre. Y entre pensamiento y nervios, Berta consigue cerrar los ojos y descansar para dar lo mejor de sí al día siguiente.
Ya es de noche en Madrid y las paredes de la habitación de Berta se iluminan con la pequeña lámpara de la mesita de noche. Sentada en la cama y tapada hasta la cintura, se despide de África por whatsapp, con la que lleva hablando ya casi una hora. Hasta parece que a su amiga le ha hecho más ilusión lo de la prueba de mañana que a ella misma, pero Berta sabe perfectamente que lo que en realidad ocurre es que utiliza esa noticia para no pensar en lo de ese tal Miguel. Tiene curiosidad por saber cómo es; pero no sólo físicamente, sino también como persona. Quiere saber cómo ha conseguido que suene ese "clic" en la cabeza de su amiga; o mejor dicho, en el corazón. África ha tenido mucha suerte de encontrar a alguien que le haga sentir así, tan viva y tan muerta de miedo al mismo tiempo.
En un instante, la vibración del móvil le distrae de sus pensamientos y termina de despedirse de la loca de su amiga. Deja el teléfono en la mesilla y pone el despertador a las ocho de la mañana. La prueba es a las once y media, pero prefiere ir con tiempo de sobra por si le surge algún imprevisto. Apaga la luz y se recuesta dejando caer la cabeza en la almohada. Esa misma tarde, después de enterarse de lo del misterioso jefe de su amiga, las dos estuvieron hablando sobre la reaparición del señor Mateo, la propuesta de ser su representante de nuevo, pero sobre todo, de lo que pasaría mañana en la prueba. Sería un momento crucial para el futuro de Berta y dependiendo de cómo se desenvolviera ante los directores de casting, volvería a trabajar en la pequeña pantalla o no. En este caso era todo o nada, blanco o negro, nada de grises con los que conformarse. También habían estado hablando sobre qué ropa ponerse, aunque en ese tema la que más había hablado era África, que para eso era ella la que trabajaba en una revista de moda y, gracias a sus consejos, Berta había quedado bastante satisfecha con el vestuario, lo cual le tranquilizaba bastante. Tampoco iba a pasarse mucho con el maquillaje porque quería dar una imagen natural. Una simple sombra de ojos, un poco de colorete y brillo en los labios le darían el aspecto que ella quería. En el momento de hacer la prueba, deberá parecer simpática, pero sólo lo justo para no parecer una rubia tonta de las que salen en televisión y tantas críticas reciben.
La joven no para de moverse de un lado a otra, nerviosa, pensando en todo lo que puede ocurrir en menos de doce horas. Lo único que tiene claro es que cuando salga de la prueba, su amiga la estará esperando para irse a tomar unas cañas, como era ya costumbre. Y entre pensamiento y nervios, Berta consigue cerrar los ojos y descansar para dar lo mejor de sí al día siguiente.
Con "B" de BERTA. Cap. 36
TREINTA Y SÉIS
En la azotea del edificio en el que vive ahora Lucas no hay paredes, sólo un pollete a la altura de la cadera. Es un lugar bastante descuidado, pero al joven gallego le parece el lugar perfecto para pensar y crear su propia burbuja en la que sólo pueden entrar él y el recuerdo de Sara.
Desde que decidió alquilar el piso, va allí muy a menudo y se sienta con los pies colgando por fuera de la fachada, pero hoy ha decidido tumbarse boca arriba, con las cabeza apoyada sobre las manos, las piernas flexionadas y sus ojos mirando al cielo. Hace tan solo unos meses estaba en Galicia con su familia, sus amigos... Allí tenía una vida; o al menos lo que le quedaba de ella, de su vida con Sara. Una lágrima consigue escaparse y se precipita hacia abajo recorriéndole la sien. Cierra los ojos y ve su sonrisa, sus manos, su pelo, su manía de morderse las uñas cuando estaba nerviosa y ese beso que le daba siempre en la frente cada vez que él tenía que hacer a una entrevista de trabajo, cuando conoció a sus padres o cuando le prometió que le amaría toda la vida. Una vida que resultó ser demasiado corta.
Lucas vuelve a abrir los ojos y se ve insignificante al mirar las nubes en ese cielo inmenso. Se pone de pie y se acerca al pollete para asomarse y que le dé el aire. Una ligera brisa ondea su pelo y enfría el recorrido que tomó antes esa lágrima liberada. ¿Ha sido buena idea dejarlo toso y empezar aquí de cero? Ha sucedido todo tan rápido que no le ha dado tiempo a mirar a su alrededor, a pensar si eso es lo que de verdad quiere o lo mejor para él. De cualquier forma, Sara siempre decía que las mejores historias empiezan con los ojos cerrados; y eso es lo que estaba haciendo él, cerrar los ojos y dejarse llevar por lo que venga.
De pronto, escucha una puerta cerrarse demasiado fuerte y baja su mirada hacia la calle, donde ve a Marcos que acaba de salir de su edificio con su maleta cargada en el hombro.
-¡Marcos! ¡¡MARCOOOS!!
No le oye. Lucas se da la vuelta y sale corriendo escaleras abajo hasta salir del edificio, pero cuando llega a la calle ya es demasiado tarde y no hay rastro de su amigo. Sube al primer piso y llama al timbre medio asfixiado por la carrera, pero éste no suena. Vuelve a llamar repetidas veces hasta que recuerda que no funciona y golpea la puerta de su casa con los nudillos. Ésta se abre de forma brusca y ve a Elías al otro lado con gesto enfadado.
-¿Qué ha pasado? Acabo de ver a Marcos con su maleta saliendo de aquí.
Elías se gira y se dirige al salón dejando la puerta abierta para que Lucas pase.
- Lo siento, pero he hecho lo que tenía que hacer. -Dice sin dar ninguna explicación más.
Lucas entra en la casa con paso acelerado para acercarse a su amigo, le coge del hombro y hace que se gire bruscamente. Su mirada exige que le cuente todo lo que ha pasado.
-Le he dejado las cosas claras. Le he dicho que no puede pensar sólo en él porque somos un grupo y no todo gira en torno a su ombligo. No tenemos que estar pendiente de lo que él haga o deje de hacer porque nos pueda repercutir a los demás. Creo que ya todos somos bastante mayorcitos como para saber lo que hacemos.
-¿Y qué ha dicho él? -Lucas intenta aparentar tranquilidad para que se solucione todo esto, pero realmente está bastante enfadado. Parece que él es la niñera de todos y no saben comportarse si él se va.
-No ha dicho nada. Ha cogido sus cosas y se ha ido.
-¿Así, sin más?
-Sin más no. Antes creo que iba a despedirse de Vero, la camarera de ayer.
En la azotea del edificio en el que vive ahora Lucas no hay paredes, sólo un pollete a la altura de la cadera. Es un lugar bastante descuidado, pero al joven gallego le parece el lugar perfecto para pensar y crear su propia burbuja en la que sólo pueden entrar él y el recuerdo de Sara.
Desde que decidió alquilar el piso, va allí muy a menudo y se sienta con los pies colgando por fuera de la fachada, pero hoy ha decidido tumbarse boca arriba, con las cabeza apoyada sobre las manos, las piernas flexionadas y sus ojos mirando al cielo. Hace tan solo unos meses estaba en Galicia con su familia, sus amigos... Allí tenía una vida; o al menos lo que le quedaba de ella, de su vida con Sara. Una lágrima consigue escaparse y se precipita hacia abajo recorriéndole la sien. Cierra los ojos y ve su sonrisa, sus manos, su pelo, su manía de morderse las uñas cuando estaba nerviosa y ese beso que le daba siempre en la frente cada vez que él tenía que hacer a una entrevista de trabajo, cuando conoció a sus padres o cuando le prometió que le amaría toda la vida. Una vida que resultó ser demasiado corta.
Lucas vuelve a abrir los ojos y se ve insignificante al mirar las nubes en ese cielo inmenso. Se pone de pie y se acerca al pollete para asomarse y que le dé el aire. Una ligera brisa ondea su pelo y enfría el recorrido que tomó antes esa lágrima liberada. ¿Ha sido buena idea dejarlo toso y empezar aquí de cero? Ha sucedido todo tan rápido que no le ha dado tiempo a mirar a su alrededor, a pensar si eso es lo que de verdad quiere o lo mejor para él. De cualquier forma, Sara siempre decía que las mejores historias empiezan con los ojos cerrados; y eso es lo que estaba haciendo él, cerrar los ojos y dejarse llevar por lo que venga.
De pronto, escucha una puerta cerrarse demasiado fuerte y baja su mirada hacia la calle, donde ve a Marcos que acaba de salir de su edificio con su maleta cargada en el hombro.
-¡Marcos! ¡¡MARCOOOS!!
No le oye. Lucas se da la vuelta y sale corriendo escaleras abajo hasta salir del edificio, pero cuando llega a la calle ya es demasiado tarde y no hay rastro de su amigo. Sube al primer piso y llama al timbre medio asfixiado por la carrera, pero éste no suena. Vuelve a llamar repetidas veces hasta que recuerda que no funciona y golpea la puerta de su casa con los nudillos. Ésta se abre de forma brusca y ve a Elías al otro lado con gesto enfadado.
-¿Qué ha pasado? Acabo de ver a Marcos con su maleta saliendo de aquí.
Elías se gira y se dirige al salón dejando la puerta abierta para que Lucas pase.
- Lo siento, pero he hecho lo que tenía que hacer. -Dice sin dar ninguna explicación más.
Lucas entra en la casa con paso acelerado para acercarse a su amigo, le coge del hombro y hace que se gire bruscamente. Su mirada exige que le cuente todo lo que ha pasado.
-Le he dejado las cosas claras. Le he dicho que no puede pensar sólo en él porque somos un grupo y no todo gira en torno a su ombligo. No tenemos que estar pendiente de lo que él haga o deje de hacer porque nos pueda repercutir a los demás. Creo que ya todos somos bastante mayorcitos como para saber lo que hacemos.
-¿Y qué ha dicho él? -Lucas intenta aparentar tranquilidad para que se solucione todo esto, pero realmente está bastante enfadado. Parece que él es la niñera de todos y no saben comportarse si él se va.
-No ha dicho nada. Ha cogido sus cosas y se ha ido.
-¿Así, sin más?
-Sin más no. Antes creo que iba a despedirse de Vero, la camarera de ayer.
viernes, 7 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 35
TREINTA Y CINCO
-¿Ves esa pared del fondo con la vallita verde delante? Pues ahí tienes que girar a la derecha.
-¿Por esta calle de aquí?
-Sí, es ese edificio de ahí.
-¿Este?
-Sí, este de aquí.
El señor Mateo aparca el coche en doble fila justo delante del edificio que le ha indicado Berta. Han estado todo el camino desde la cafetería hablando sobre el puesto en el nuevo programa al que aspira la joven y ambos están muy ilusionados. Según le ha contado su representante, ella sería la que aporta un poco de cordura al programa, ya que el formato es un magazine de humor para las sobremesas de tele3. Su compañero en la mesa principal está ya contratado y se trata de un joven que no tiene mucha experiencia en televisión, pero lleva ya casi diez años ganándose la vida con sus show cómicos en teatros de toda España.
Berta tendrá que dar las noticias del día, presentar vídeos de internet e ir introduciendo todo el contenido del programa; mientras que él será quien le dé un puto de vista cómico a ese material y propondrá juegos relacionados con los temas de los que se hablen cada día a los que los dos acabarán jugando.
La idea es que parezca que Óscar Gobantes, el cómico español, es el que ha tenido la idea del programa y ha ido contratando a todo el equipo; pero es un incompetente sin estudios que ha ido llegando a este mundillo no se sabe cómo. La copresentadora, que es el puesto al que opta Berta, intentará hacer un programa serio pero debe asumir las decisiones que tome el que se supone que es su jefe y, de una forma o de otra, intentará salirse con la suya sin que él se de cuenta. La última media hora de programa estará dedicada a diferentes secciones que se irán sucediendo dependiendo del día de la semana, pero en esa parte no participará Berta y sólo tendrá que volver a salir al plató para despedir el programa con el resto de sus compañeros.
Mientras Alejandro Mateo le explicaba todo esto a la chica, le ha sonado el teléfono móvil y le han informado de que el casting se lo harán mañana. Al principio Berta ha dicho que no está preparada, pero las palabras de su representante han hecho que cambie de opinión y la ha convencido para que haga la prueba. Aún así, no está totalmente segura de que pueda dar lo mejor de sí misma ese día.
-Nos vemos mañana entonces, ¿No? -Dice el señor Mateo con una sonrisa de ilusión. Berta suspira, le mira con ojos de tristeza y contesta.
-Qué remedio. -Sonríe de forma forzada.
-De aquí a dos meses seguro que no piensas lo mimo. Va a ser un buen programa y tú vas a estar dentro de este proyecto. Ya lo verás.
-Eso espero jajaja. -Las palabras de su nuevo representante le proporcionan seguridad en sí misma desde que era pequeña y, a pesar del paso del tiempo, esta costumbre no ha cambiado.
Se dan dos besos para despedirse y Berta se baja del coche, que desaparece rápidamente al doblar la esquina.
Sube las escaleras que dan a la gran puerta del edificio mientras piensa en la ropa que se va a poner mañana. Se supone que ella le dará formalidad el programa y, por lo tanto, deberá aparentar seriedad; pero por otro lado, es un programa de humor y en ese tipo de espacios, la seriedad es algo que sobra. Entre pensamiento y pensamiento, llega a la puerta de la casa de su amiga. Su futura puerta, al fin y al cabo. Aún no se cree del todo que vaya a compartir piso con África.
Llama al timbre y espera algunos segundos, pero nadie le abre. Ni siquiera escucha movimiento al otro lado de la puerta. Esta África siempre igual de desastrosa... ni la madurez la ha hecho cambiar. Vuelve a llamar, pero esta vez de forma más insistente pulsando el timbre más de una vez y, en una de estas, la puerta se abre de golpe.
-Pasa, pasa. Necesito terapia YA. -Dice África totalmente preocupada y cogiendo a su amiga del brazo para arrastrarla hasta dentro de la casa.
-Espérate, mujer. ¡Qué prisas! -Berta mira a África extrañada. Las pintas que lleva no son muy características de una persona tan coqueta en su estilo como ella. Lleva un pantalón corto de chándal de estos son sueltos como los que se llevaban en los años 90, pero de talle bajo; la camiseta blanca de tirantes tiene un pequeño boquete a la altura de la cadera derecha y el pelo lo lleva recogido con una cola de la que se le salen casi todos los pelos. Está claro que no es su mejor momento.
-Vamos, siéntate en el sofá. Yo voy por las chuches. -Y continúa empujándola hasta que llegan al salón, se da la vuelta y se va a la cocina. Berta se sienta, tal y como le han ordenado hace un momento y con un tono de voz bastante alto como para que su amiga la oiga, pregunta.
-¿Pero qué te pasa? ¡Estás como hiperactiva!
África vuelve de la cocina cargada de bolsas con gomitas, una tarrina de helado de chocolate, patatas y una botella de dos litros de refresco.
-¡Que me han cazado! ¡Eso es lo que me pasa!
-¿Que te qué? -Berta no puede evitar soltar una carcajada
-Pues eso. -Suelta en la mesa todo lo que llevaba y se sienta encogida en el sofá, justo al lado de su futura compañera de piso. -Que me han cazado. Yo no quería que pasara pero ha pasado. -Coge una bolsa de patatas, la abre y empieza a comer de forma compulsiva. -No sé qué va a ser de mí. -Dice con la boca llena y los ojos empañados.
-A ver, África, tranquilízate. Deja de comer así que te vas a ahogar. -Ordena mientras le quita de las manos el paquete y continúa hablando. -Deduzco que todo esto es por el chico ese, ¿Verdad?
-Miguel -Responde con apenas un hilo de voz.
-Miguel, muy bien. Y deduzco también que estabas con él cuando me has pedido que te llamara. Y que lo has usado como excusa para librarte de él. -África asiente lentamente con la cabeza. -¡Pero, cariño, el amor no es motivo para salir corriendo!
-¡¿Que no?! -Ahora el tono que usa es enfadado, aunque en realidad no lo esté. -¡El amor es algo que acojona! ¡O al menos debería hacerlo! ¿Sabes lo que es que tu estado de ánimo dependa totalmente de otra persona? Que no puedas acostarte pensando en lo que vas a hacer mañana, sino en él; que tu vida ideal no sea irte a la Conchinchina con tan sólo una maleta; sino ir a donde sea, pero que sea con él; estremecerte cuando te roza o te acaricia; no poder controlar tu respiración cuando estás a su lado. ¿Crees de verdad que eso no es motivo suficiente como para salir corriendo?
Berta está totalmente asombrada. Nunca antes había visto a su amiga tan alterada y casi le cuesta articular una sola palabra para responderle.
-Joder... Así que ahora resulta que África, doña "No me voy a colgar de nadie en la vida", es toda una romántica.
-Oye, si has venido aquí para insultarme te puedes ir, ¡Eh!
-Vale, vale. Tranquila...
-Bueno, ya sabes qué es lo que me pasa. ¿Ahora, qué opinas?
-Que tienes que aprender a compartir tu vida porque así vas a disfrutarla mucho más.
-¿Ese es tu consejo? Permíteme que te diga que es una mierda.
-Vamos, África, no te cierres a esto que te está pasando. Cuando aprendas a disfrutar de este momento de tu vida te darás cuenta de que es algo precioso.
-No quiero atarme a nadie.
-Nadie te pide que lo hagas. El amor también es libertad. Tú y yo nos queremos con locura y no por eso somos menos libres; y lo mismo te pasará con ese tal... Miguel. -Dice cuando por fin recuerda su nombre.
-Tengo miedo de que me deje. -Ya no puede aguantar más y se le escapa una lágrima que se pierde al caer por la barbilla.
-Eso no tiene por qué pasar. -Se acerca a ella y la abraza para consolarla. Sabe que realmente lo está pasando mal.
-¿Y si pasa?
-Ya me encargaré yo de que se arrepienta -África la mira y sonríe aliviada. -Y bueno... ¿Cuándo van a ser las presentaciones?
-¿Ves esa pared del fondo con la vallita verde delante? Pues ahí tienes que girar a la derecha.
-¿Por esta calle de aquí?
-Sí, es ese edificio de ahí.
-¿Este?
-Sí, este de aquí.
El señor Mateo aparca el coche en doble fila justo delante del edificio que le ha indicado Berta. Han estado todo el camino desde la cafetería hablando sobre el puesto en el nuevo programa al que aspira la joven y ambos están muy ilusionados. Según le ha contado su representante, ella sería la que aporta un poco de cordura al programa, ya que el formato es un magazine de humor para las sobremesas de tele3. Su compañero en la mesa principal está ya contratado y se trata de un joven que no tiene mucha experiencia en televisión, pero lleva ya casi diez años ganándose la vida con sus show cómicos en teatros de toda España.
Berta tendrá que dar las noticias del día, presentar vídeos de internet e ir introduciendo todo el contenido del programa; mientras que él será quien le dé un puto de vista cómico a ese material y propondrá juegos relacionados con los temas de los que se hablen cada día a los que los dos acabarán jugando.
La idea es que parezca que Óscar Gobantes, el cómico español, es el que ha tenido la idea del programa y ha ido contratando a todo el equipo; pero es un incompetente sin estudios que ha ido llegando a este mundillo no se sabe cómo. La copresentadora, que es el puesto al que opta Berta, intentará hacer un programa serio pero debe asumir las decisiones que tome el que se supone que es su jefe y, de una forma o de otra, intentará salirse con la suya sin que él se de cuenta. La última media hora de programa estará dedicada a diferentes secciones que se irán sucediendo dependiendo del día de la semana, pero en esa parte no participará Berta y sólo tendrá que volver a salir al plató para despedir el programa con el resto de sus compañeros.
Mientras Alejandro Mateo le explicaba todo esto a la chica, le ha sonado el teléfono móvil y le han informado de que el casting se lo harán mañana. Al principio Berta ha dicho que no está preparada, pero las palabras de su representante han hecho que cambie de opinión y la ha convencido para que haga la prueba. Aún así, no está totalmente segura de que pueda dar lo mejor de sí misma ese día.
-Nos vemos mañana entonces, ¿No? -Dice el señor Mateo con una sonrisa de ilusión. Berta suspira, le mira con ojos de tristeza y contesta.
-Qué remedio. -Sonríe de forma forzada.
-De aquí a dos meses seguro que no piensas lo mimo. Va a ser un buen programa y tú vas a estar dentro de este proyecto. Ya lo verás.
-Eso espero jajaja. -Las palabras de su nuevo representante le proporcionan seguridad en sí misma desde que era pequeña y, a pesar del paso del tiempo, esta costumbre no ha cambiado.
Se dan dos besos para despedirse y Berta se baja del coche, que desaparece rápidamente al doblar la esquina.
Sube las escaleras que dan a la gran puerta del edificio mientras piensa en la ropa que se va a poner mañana. Se supone que ella le dará formalidad el programa y, por lo tanto, deberá aparentar seriedad; pero por otro lado, es un programa de humor y en ese tipo de espacios, la seriedad es algo que sobra. Entre pensamiento y pensamiento, llega a la puerta de la casa de su amiga. Su futura puerta, al fin y al cabo. Aún no se cree del todo que vaya a compartir piso con África.
Llama al timbre y espera algunos segundos, pero nadie le abre. Ni siquiera escucha movimiento al otro lado de la puerta. Esta África siempre igual de desastrosa... ni la madurez la ha hecho cambiar. Vuelve a llamar, pero esta vez de forma más insistente pulsando el timbre más de una vez y, en una de estas, la puerta se abre de golpe.
-Pasa, pasa. Necesito terapia YA. -Dice África totalmente preocupada y cogiendo a su amiga del brazo para arrastrarla hasta dentro de la casa.
-Espérate, mujer. ¡Qué prisas! -Berta mira a África extrañada. Las pintas que lleva no son muy características de una persona tan coqueta en su estilo como ella. Lleva un pantalón corto de chándal de estos son sueltos como los que se llevaban en los años 90, pero de talle bajo; la camiseta blanca de tirantes tiene un pequeño boquete a la altura de la cadera derecha y el pelo lo lleva recogido con una cola de la que se le salen casi todos los pelos. Está claro que no es su mejor momento.
-Vamos, siéntate en el sofá. Yo voy por las chuches. -Y continúa empujándola hasta que llegan al salón, se da la vuelta y se va a la cocina. Berta se sienta, tal y como le han ordenado hace un momento y con un tono de voz bastante alto como para que su amiga la oiga, pregunta.
-¿Pero qué te pasa? ¡Estás como hiperactiva!
África vuelve de la cocina cargada de bolsas con gomitas, una tarrina de helado de chocolate, patatas y una botella de dos litros de refresco.
-¡Que me han cazado! ¡Eso es lo que me pasa!
-¿Que te qué? -Berta no puede evitar soltar una carcajada
-Pues eso. -Suelta en la mesa todo lo que llevaba y se sienta encogida en el sofá, justo al lado de su futura compañera de piso. -Que me han cazado. Yo no quería que pasara pero ha pasado. -Coge una bolsa de patatas, la abre y empieza a comer de forma compulsiva. -No sé qué va a ser de mí. -Dice con la boca llena y los ojos empañados.
-A ver, África, tranquilízate. Deja de comer así que te vas a ahogar. -Ordena mientras le quita de las manos el paquete y continúa hablando. -Deduzco que todo esto es por el chico ese, ¿Verdad?
-Miguel -Responde con apenas un hilo de voz.
-Miguel, muy bien. Y deduzco también que estabas con él cuando me has pedido que te llamara. Y que lo has usado como excusa para librarte de él. -África asiente lentamente con la cabeza. -¡Pero, cariño, el amor no es motivo para salir corriendo!
-¡¿Que no?! -Ahora el tono que usa es enfadado, aunque en realidad no lo esté. -¡El amor es algo que acojona! ¡O al menos debería hacerlo! ¿Sabes lo que es que tu estado de ánimo dependa totalmente de otra persona? Que no puedas acostarte pensando en lo que vas a hacer mañana, sino en él; que tu vida ideal no sea irte a la Conchinchina con tan sólo una maleta; sino ir a donde sea, pero que sea con él; estremecerte cuando te roza o te acaricia; no poder controlar tu respiración cuando estás a su lado. ¿Crees de verdad que eso no es motivo suficiente como para salir corriendo?
Berta está totalmente asombrada. Nunca antes había visto a su amiga tan alterada y casi le cuesta articular una sola palabra para responderle.
-Joder... Así que ahora resulta que África, doña "No me voy a colgar de nadie en la vida", es toda una romántica.
-Oye, si has venido aquí para insultarme te puedes ir, ¡Eh!
-Vale, vale. Tranquila...
-Bueno, ya sabes qué es lo que me pasa. ¿Ahora, qué opinas?
-Que tienes que aprender a compartir tu vida porque así vas a disfrutarla mucho más.
-¿Ese es tu consejo? Permíteme que te diga que es una mierda.
-Vamos, África, no te cierres a esto que te está pasando. Cuando aprendas a disfrutar de este momento de tu vida te darás cuenta de que es algo precioso.
-No quiero atarme a nadie.
-Nadie te pide que lo hagas. El amor también es libertad. Tú y yo nos queremos con locura y no por eso somos menos libres; y lo mismo te pasará con ese tal... Miguel. -Dice cuando por fin recuerda su nombre.
-Tengo miedo de que me deje. -Ya no puede aguantar más y se le escapa una lágrima que se pierde al caer por la barbilla.
-Eso no tiene por qué pasar. -Se acerca a ella y la abraza para consolarla. Sabe que realmente lo está pasando mal.
-¿Y si pasa?
-Ya me encargaré yo de que se arrepienta -África la mira y sonríe aliviada. -Y bueno... ¿Cuándo van a ser las presentaciones?
miércoles, 5 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 34
TREINTA Y CUATRO
Paredes perfectamente decoradas. Parece que el local acaba de abrir hace apenas unos meses y en realidad este es ya su noveno año abierto al público. Uno de los camareros, el que tiene el lunar en la barbilla, sostiene elegantemente una bandeja con un café irlandés, compuesto por café, whisky y crema batida; y un caramel macchiato, hecho con café con leche, espuma y caramelo. Cuando llega a una de las mesas que hay más al fondo, se para, deja el pedido delante los dos clientes y se marcha sosteniendo la bandeja, esta vez en la espalda.
Lucas agacha la cabeza acercándose a la mesa y huele el café que le han dejado enfrente.
-¿Este es el mío?
-No sé.
Los dos se sonríen. No tienen ni idea de lo que han pedido, pero puestos a gastar en un sitio caro, gastan a lo grande y así prueban nuevos sabores. En Galicia no habrían encontrado un local así ni aunque se llevaran meses buscando.
-Habrá que probarlo.
Ambos miran sus respectivos cafés con miedo, como si pudieran contener veneno o algo por el estilo. Por fin Pablo se decide y coge el asa de la taza con cuidado para no quemarse, se la acerca a la boca y se moja los labios.
-Oye, pues está bueno. -Dice sorprendido.
-¡Con lo que nos va a costar, como para no estarlo! -Ahora es Lucas quien decide comprobar a qué sabe su café con ese nombre tan extraño. Le da un ligero sorbo porque aún está demasiado caliente y lo saborea durante unos segundos. -¿Me lo vas a contar ya o voy a tener que torturarte?
Pablo deja de mirar el café y ve los ojos de su amigo clavados en los suyos. Sabe perfectamente a qué se refiere Lucas, pero nunca le ha resultado fácil hablar de ese tipo de temas.
-Nada. En realidad es una tontería. De aquí a tres días se me pasa. -Dice sonriendo para restarle importancia.
-Bueno, aunque sea una tontería, me gustaría saberlo. Soy tu amigo y quiero verte feliz, no cabizbajo. Además, nadie mejor que tú y que yo sabe lo bueno que puede llegar a ser una terapia de charla con un colega, ¿Verdad? -Ambos se miran cómplices recordando la conversación que tuvieron la noche anterior, cuando Pablo se encontró a Lucas hecho polvo en la cocina.
-Parece ser que sí, que algo funciona. -Fuerza una sonrisa. Le va a costar mucho abrirse, pero realmente es lo más justo. No hace ni doce horas, la situación era totalmente contraria y ahora es su amigo el que pide que confíe en él para poder ayudarle.
-Pues venga. Soy todo oídos.
Pablo respira hondo y comienza a narrar.
-Verás... en realidad ni siquiera yo estoy totalmente seguro de lo que me pasa pero... -Vuelve a suspirar y continua. -... creo que me he enamorado.
-¡Pero eso es una noticia genial! -Lucas sonríe a más no poder. Será por eso que sus amigos siempre dicen que es el romántico del grupo y es que para él no hay nada más fuerte que el amor en cualquiera de sus formas.
-De Vero -Susurra Pablo cabizbajo mirando su café. La sonrisa de Lucas se borra por completo. Se levanta de su silla, se sienta en el hueco libre que hay al lado de su amigo y le rodea los hombros por detrás de la nuca con el brazo que tiene más próximo a él.
-¿Y cuál es el problema? Vero es una chica estupenda. -Dice fingiendo una pequeña sonrisa. Sabe perfectamente que el problema tiene nombre y apellidos. Para ser exactos, el problema se llama Marcos Hernández Vizcaíno y es él quien pasó ayer toda la noche con ella.
-Sabes tan bien como yo cuál es el problema. O mejor dicho, quién.
-Bueno... -Lucas piensa rápidamente una forma de animar a su amigo. -Lo de Marcos no va a durar mucho. Los dos sabemos que él no es de relaciones largas.
-Ya, pero me jode ver cómo la trata. Ella no es una más, ¿Sabes? No es un trozo de carne. Y no sé si es la mujer de mi vida, pero sí sé que no se merece que la traten como lo está haciendo Marcos. A pesar de tener un aspecto de chica dura, me bastó la noche de ayer para darme cuenta de que es una chica sensible, que necesita que la cuiden, y creo que no fui el único que se dio cuenta. -Pablo mira a Lucas buscando su afirmación.
-Lo sé.
-Pero Marcos no. Él no se dio cuenta. -Dice enfadado y toma su segundo sorbo de café desde que se sentaron para calmarse un poco.
-Ya sabes cómo es. Hay que dejarle las cosas muy claras para que se dé cuenta. -Contesta Lucas intentando excusar a su amigo.
-Que sea así no significa que su forma de comportarse sea la correcta. Estoy cansado ya de que se lo perdonemos todo porque él es así. Todos tenemos nuestras cosas pero no vamos a nuestra bola pensando solo en nosotros mismos. -Pablo se está desahogando como nunca antes lo había hecho y, sinceramente, le está sentando de maravilla. -Nosotros no tenemos que pagar porque él se crea el ombligo del mundo; y mucho menos tiene que pagarlo Vero, que casi ni le conoce.
-Eso no tiene nada que ver. Tú tampoco la conoces y ya dices que te has enamorado de ella. -Mientras lo va diciendo, Lucas se va dando cuenta de que no está siendo justo y que no tenía que haberlo soltado así. Al mismo tiempo, mientras Pablo lo va oyendo, siente como si alguien le estuviera apretando el pecho y no le dejase respirar. Se queda callado mirándolo, si creer que de verdad su amigo le haya dicho eso. -Lo siento, no quería decirlo así.
-Pero es realmente lo que piensas, que no puedo haberme enamorado de una persona con la que casi no he hablado, que es solo un capricho, ¿No?
-Yo no...
Su amigo le interrumpe y no le deja explicarse.
-Pues sin hablar con ella me he dado cuenta de que cuando sonríe se le cierran los ojos y se quedan diminutos a pesar de que sean enormes. Me he dado cuenta de que tiene tres lunares en el cuello dibujados en línea recta. Que tiene una piel tan suave y blanca que parece de seda. Que le sale un caracolillo de la sien. Que solo con mirarme hace que me quede sin aliento y se me desordenen las ideas. Sin hablar con ella me he dado cuenta de que la necesito en mi vida para ser completamente feliz.
-Y luego resulta que soy yo el romántico. -Dice Lucas con media sonrisa para restarle tensión a la situación. -Siento haberte dicho eso, de verdad. Sabes que no soy así. Sólo intentaba que no te enfadaras con Marcos.
-No te preocupes. -Dice mientras pasa el dedo por el filo de su taza dibujando círculos.
-¿Y qué vas a hacer?
-¿Cómo? -Pablo no se esperaba esa pregunta.
-Que qué piensas hacer. ¿O te vas a quedar ahí sentado tomándote tu caramel macciato? -Bromea poniendo tono italiano y haciendo el gesto característico con la mano.
-No sé, no lo había pensado. -Contesta entrecortado.
-Pues te lo voy a decir yo. Te vas a levantar, vas a ir a La luna y le vas a decir a la cara todo esto que me has dicho a mí.
- No, no. No voy a hacer eso. Estoy totalmente sudado, ¿No me ves?
-Va, ¡Tampoco hemos corrido tanto!
-Además, ella trabaja por la noche. No estará allí todavía.
-No inventes que sí que está allí ahora. Soy yo el que os enseñó ese local a vosotros, no al revés jajajaja. Vero trabaja los domingos el día entero y a esta hora no debe tener mucha clientela. Es el momento perfecto.
-Prefiero dejarlo para otro día.
-Si lo dejas para otro día, no lo harás nunca.
-¿Y qué pasa con Marcos?
-Deja de buscar excusas y sal corriendo ya de aquí. Con Marcos hablo yo. Seguro que lo entiende.
-Bueno, vamos a pedir la cuenta antes, ¿No?
-¡Que te vayas ya! -Dice riendo aunque subiendo un poco el tono para que no vuelva a rechistar. -Yo me quedo aquí y pago.
-Vale, vale. -Pablo se levanta muy despacio, intentando retrasar el reencuentro lo máximo posible. Lucas le da una palmada en el hombro y le desea suerte cuando ya está a punto de salir del local mientras piensa que realmente esta historia va a traer más de un disgusto a Acclaim, el grupo de música que formaron hace ya unos años, pero sintiéndose al mismo tiempo orgulloso de su amigo. Tiene que reconocer que le ha echado valor al ir a hablar con ella con las pintas que llevaba. Y mientras piensa esto último, no puede evitar que se le escape una sonrisa.
Paredes perfectamente decoradas. Parece que el local acaba de abrir hace apenas unos meses y en realidad este es ya su noveno año abierto al público. Uno de los camareros, el que tiene el lunar en la barbilla, sostiene elegantemente una bandeja con un café irlandés, compuesto por café, whisky y crema batida; y un caramel macchiato, hecho con café con leche, espuma y caramelo. Cuando llega a una de las mesas que hay más al fondo, se para, deja el pedido delante los dos clientes y se marcha sosteniendo la bandeja, esta vez en la espalda.
Lucas agacha la cabeza acercándose a la mesa y huele el café que le han dejado enfrente.
-¿Este es el mío?
-No sé.
Los dos se sonríen. No tienen ni idea de lo que han pedido, pero puestos a gastar en un sitio caro, gastan a lo grande y así prueban nuevos sabores. En Galicia no habrían encontrado un local así ni aunque se llevaran meses buscando.
-Habrá que probarlo.
Ambos miran sus respectivos cafés con miedo, como si pudieran contener veneno o algo por el estilo. Por fin Pablo se decide y coge el asa de la taza con cuidado para no quemarse, se la acerca a la boca y se moja los labios.
-Oye, pues está bueno. -Dice sorprendido.
-¡Con lo que nos va a costar, como para no estarlo! -Ahora es Lucas quien decide comprobar a qué sabe su café con ese nombre tan extraño. Le da un ligero sorbo porque aún está demasiado caliente y lo saborea durante unos segundos. -¿Me lo vas a contar ya o voy a tener que torturarte?
Pablo deja de mirar el café y ve los ojos de su amigo clavados en los suyos. Sabe perfectamente a qué se refiere Lucas, pero nunca le ha resultado fácil hablar de ese tipo de temas.
-Nada. En realidad es una tontería. De aquí a tres días se me pasa. -Dice sonriendo para restarle importancia.
-Bueno, aunque sea una tontería, me gustaría saberlo. Soy tu amigo y quiero verte feliz, no cabizbajo. Además, nadie mejor que tú y que yo sabe lo bueno que puede llegar a ser una terapia de charla con un colega, ¿Verdad? -Ambos se miran cómplices recordando la conversación que tuvieron la noche anterior, cuando Pablo se encontró a Lucas hecho polvo en la cocina.
-Parece ser que sí, que algo funciona. -Fuerza una sonrisa. Le va a costar mucho abrirse, pero realmente es lo más justo. No hace ni doce horas, la situación era totalmente contraria y ahora es su amigo el que pide que confíe en él para poder ayudarle.
-Pues venga. Soy todo oídos.
Pablo respira hondo y comienza a narrar.
-Verás... en realidad ni siquiera yo estoy totalmente seguro de lo que me pasa pero... -Vuelve a suspirar y continua. -... creo que me he enamorado.
-¡Pero eso es una noticia genial! -Lucas sonríe a más no poder. Será por eso que sus amigos siempre dicen que es el romántico del grupo y es que para él no hay nada más fuerte que el amor en cualquiera de sus formas.
-De Vero -Susurra Pablo cabizbajo mirando su café. La sonrisa de Lucas se borra por completo. Se levanta de su silla, se sienta en el hueco libre que hay al lado de su amigo y le rodea los hombros por detrás de la nuca con el brazo que tiene más próximo a él.
-¿Y cuál es el problema? Vero es una chica estupenda. -Dice fingiendo una pequeña sonrisa. Sabe perfectamente que el problema tiene nombre y apellidos. Para ser exactos, el problema se llama Marcos Hernández Vizcaíno y es él quien pasó ayer toda la noche con ella.
-Sabes tan bien como yo cuál es el problema. O mejor dicho, quién.
-Bueno... -Lucas piensa rápidamente una forma de animar a su amigo. -Lo de Marcos no va a durar mucho. Los dos sabemos que él no es de relaciones largas.
-Ya, pero me jode ver cómo la trata. Ella no es una más, ¿Sabes? No es un trozo de carne. Y no sé si es la mujer de mi vida, pero sí sé que no se merece que la traten como lo está haciendo Marcos. A pesar de tener un aspecto de chica dura, me bastó la noche de ayer para darme cuenta de que es una chica sensible, que necesita que la cuiden, y creo que no fui el único que se dio cuenta. -Pablo mira a Lucas buscando su afirmación.
-Lo sé.
-Pero Marcos no. Él no se dio cuenta. -Dice enfadado y toma su segundo sorbo de café desde que se sentaron para calmarse un poco.
-Ya sabes cómo es. Hay que dejarle las cosas muy claras para que se dé cuenta. -Contesta Lucas intentando excusar a su amigo.
-Que sea así no significa que su forma de comportarse sea la correcta. Estoy cansado ya de que se lo perdonemos todo porque él es así. Todos tenemos nuestras cosas pero no vamos a nuestra bola pensando solo en nosotros mismos. -Pablo se está desahogando como nunca antes lo había hecho y, sinceramente, le está sentando de maravilla. -Nosotros no tenemos que pagar porque él se crea el ombligo del mundo; y mucho menos tiene que pagarlo Vero, que casi ni le conoce.
-Eso no tiene nada que ver. Tú tampoco la conoces y ya dices que te has enamorado de ella. -Mientras lo va diciendo, Lucas se va dando cuenta de que no está siendo justo y que no tenía que haberlo soltado así. Al mismo tiempo, mientras Pablo lo va oyendo, siente como si alguien le estuviera apretando el pecho y no le dejase respirar. Se queda callado mirándolo, si creer que de verdad su amigo le haya dicho eso. -Lo siento, no quería decirlo así.
-Pero es realmente lo que piensas, que no puedo haberme enamorado de una persona con la que casi no he hablado, que es solo un capricho, ¿No?
-Yo no...
Su amigo le interrumpe y no le deja explicarse.
-Pues sin hablar con ella me he dado cuenta de que cuando sonríe se le cierran los ojos y se quedan diminutos a pesar de que sean enormes. Me he dado cuenta de que tiene tres lunares en el cuello dibujados en línea recta. Que tiene una piel tan suave y blanca que parece de seda. Que le sale un caracolillo de la sien. Que solo con mirarme hace que me quede sin aliento y se me desordenen las ideas. Sin hablar con ella me he dado cuenta de que la necesito en mi vida para ser completamente feliz.
-Y luego resulta que soy yo el romántico. -Dice Lucas con media sonrisa para restarle tensión a la situación. -Siento haberte dicho eso, de verdad. Sabes que no soy así. Sólo intentaba que no te enfadaras con Marcos.
-No te preocupes. -Dice mientras pasa el dedo por el filo de su taza dibujando círculos.
-¿Y qué vas a hacer?
-¿Cómo? -Pablo no se esperaba esa pregunta.
-Que qué piensas hacer. ¿O te vas a quedar ahí sentado tomándote tu caramel macciato? -Bromea poniendo tono italiano y haciendo el gesto característico con la mano.
-No sé, no lo había pensado. -Contesta entrecortado.
-Pues te lo voy a decir yo. Te vas a levantar, vas a ir a La luna y le vas a decir a la cara todo esto que me has dicho a mí.
- No, no. No voy a hacer eso. Estoy totalmente sudado, ¿No me ves?
-Va, ¡Tampoco hemos corrido tanto!
-Además, ella trabaja por la noche. No estará allí todavía.
-No inventes que sí que está allí ahora. Soy yo el que os enseñó ese local a vosotros, no al revés jajajaja. Vero trabaja los domingos el día entero y a esta hora no debe tener mucha clientela. Es el momento perfecto.
-Prefiero dejarlo para otro día.
-Si lo dejas para otro día, no lo harás nunca.
-¿Y qué pasa con Marcos?
-Deja de buscar excusas y sal corriendo ya de aquí. Con Marcos hablo yo. Seguro que lo entiende.
-Bueno, vamos a pedir la cuenta antes, ¿No?
-¡Que te vayas ya! -Dice riendo aunque subiendo un poco el tono para que no vuelva a rechistar. -Yo me quedo aquí y pago.
-Vale, vale. -Pablo se levanta muy despacio, intentando retrasar el reencuentro lo máximo posible. Lucas le da una palmada en el hombro y le desea suerte cuando ya está a punto de salir del local mientras piensa que realmente esta historia va a traer más de un disgusto a Acclaim, el grupo de música que formaron hace ya unos años, pero sintiéndose al mismo tiempo orgulloso de su amigo. Tiene que reconocer que le ha echado valor al ir a hablar con ella con las pintas que llevaba. Y mientras piensa esto último, no puede evitar que se le escape una sonrisa.
domingo, 2 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 33
TREINTA Y TRES
Apoyada en la pared de la cafetería, Berta no da crédito a lo que acaba de pasar. No ha entendido nada de lo que le ha dicho su amiga por teléfono. La verdad es que últimamente estaba muy rara... Siempre con secretos e inventando excusas para no dar explicaciones de a dónde iba o de dónde venía. Ahora ya sabe que todo eso era porque estaba manteniendo una relación en secreto con su jefe, pero el numerito que le acaba de montar ahora no tiene nada que ver con eso. Respecto a que no le hubiera contado nada de esa aventurilla que estaba teniendo en el trabajo, se siente muy decepcionada. África y ella siempre se lo contaban todo, o al menos eso creía, pero de repente se entera de que su amiga lleva un mes saliendo con un chico y si se lo ha contado ha sido para que la sacara de un apuro que todavía no acaba de entender, pero no porque quisiera compartirlo con ella.
La vibración de su móvil le distrae de sus pensamientos y mira la pantalla que se acaba de iluminar. Es un whatsapp de África. Lo abre estando todavía un poco molesta, aunque con curiosidad por saber si ese mensaje le desvelará algo del extraño comportamiento de su amiga.
"Dentro de 15 minutos en mi casa. O mejor dicho, NUESTRA casa. Yo compro el chocolate."
Berta sonríe al ver ese "NUESTRA" escrito con letras mayúsculas, pero también siente temor. No puede evitar pensar en que la convivencia puede acabar con esa amistad que se ha ido forjando con el paso de los años.
De repente, aparece el Señor Mateo por la izquierda, que acaba de salir por la puerta de la cafetería.
-¿Nos vamos? -Dice mostrándole las llaves del coche a la joven.
-¿Cuánto te debo?
-Nada, invito yo. -Sonríe.
-No, venga. Dime cuánto ha costado lo mío que no me gusta ir dejando deudas. -Dice Berta bromeando con una sonrisa en la boca.
-Anda, vamos al coche que seguro que estás deseando darle a tus padres la noticia del casting. Y cuando te den el puesto en ese programa, me invitas tú a otro desayuno. Así estamos en paz.
A Berta le parece buena idea, de modo que le sonríe haciéndole ver que está conforme.
-Vale, pero si no te importa, preferiría que me acercaras a otro sitio. He quedado con una amiga.
-Claro, no te preocupes. Te llevo a dónde tú me digas. Lo mismo me da ir a un sitio que a otro.
-¿Te apetece venir esta noche a cenar a casa? Así le damos la sorpresa a mis padres. ¡Seguro que se alegran de volver a verte tanto como yo!
Berta nota cómo al oír sus palabras, su nuevo representante se pone nervioso pero no sabe cuál es el motivo.
-Mejor lo dejamos para otro día, ¿Vale? Hoy tengo que... Hoy no me viene bien.
-Está bien... cuando tú me digas. -No ha querido insistir porque lo ha notado incómodo, pero le ha decepcionado su respuesta. Le hacía mucha ilusión que sus padres se volvieran a reencontrar con él y en el coche de camino a casa de África está todo el tiempo ausente pensando en el por qué de su negativa.
Por otro lado, Alejandro se ha dado cuenta de que desde que Berta le propuso cenar juntos y él se negó, ella está más distante, pero sinceramente, no cree que sea buena idea volver a reencontrarse con ellos. Al menos por el momento.
Apoyada en la pared de la cafetería, Berta no da crédito a lo que acaba de pasar. No ha entendido nada de lo que le ha dicho su amiga por teléfono. La verdad es que últimamente estaba muy rara... Siempre con secretos e inventando excusas para no dar explicaciones de a dónde iba o de dónde venía. Ahora ya sabe que todo eso era porque estaba manteniendo una relación en secreto con su jefe, pero el numerito que le acaba de montar ahora no tiene nada que ver con eso. Respecto a que no le hubiera contado nada de esa aventurilla que estaba teniendo en el trabajo, se siente muy decepcionada. África y ella siempre se lo contaban todo, o al menos eso creía, pero de repente se entera de que su amiga lleva un mes saliendo con un chico y si se lo ha contado ha sido para que la sacara de un apuro que todavía no acaba de entender, pero no porque quisiera compartirlo con ella.
La vibración de su móvil le distrae de sus pensamientos y mira la pantalla que se acaba de iluminar. Es un whatsapp de África. Lo abre estando todavía un poco molesta, aunque con curiosidad por saber si ese mensaje le desvelará algo del extraño comportamiento de su amiga.
"Dentro de 15 minutos en mi casa. O mejor dicho, NUESTRA casa. Yo compro el chocolate."
Berta sonríe al ver ese "NUESTRA" escrito con letras mayúsculas, pero también siente temor. No puede evitar pensar en que la convivencia puede acabar con esa amistad que se ha ido forjando con el paso de los años.
De repente, aparece el Señor Mateo por la izquierda, que acaba de salir por la puerta de la cafetería.
-¿Nos vamos? -Dice mostrándole las llaves del coche a la joven.
-¿Cuánto te debo?
-Nada, invito yo. -Sonríe.
-No, venga. Dime cuánto ha costado lo mío que no me gusta ir dejando deudas. -Dice Berta bromeando con una sonrisa en la boca.
-Anda, vamos al coche que seguro que estás deseando darle a tus padres la noticia del casting. Y cuando te den el puesto en ese programa, me invitas tú a otro desayuno. Así estamos en paz.
A Berta le parece buena idea, de modo que le sonríe haciéndole ver que está conforme.
-Vale, pero si no te importa, preferiría que me acercaras a otro sitio. He quedado con una amiga.
-Claro, no te preocupes. Te llevo a dónde tú me digas. Lo mismo me da ir a un sitio que a otro.
-¿Te apetece venir esta noche a cenar a casa? Así le damos la sorpresa a mis padres. ¡Seguro que se alegran de volver a verte tanto como yo!
Berta nota cómo al oír sus palabras, su nuevo representante se pone nervioso pero no sabe cuál es el motivo.
-Mejor lo dejamos para otro día, ¿Vale? Hoy tengo que... Hoy no me viene bien.
-Está bien... cuando tú me digas. -No ha querido insistir porque lo ha notado incómodo, pero le ha decepcionado su respuesta. Le hacía mucha ilusión que sus padres se volvieran a reencontrar con él y en el coche de camino a casa de África está todo el tiempo ausente pensando en el por qué de su negativa.
Por otro lado, Alejandro se ha dado cuenta de que desde que Berta le propuso cenar juntos y él se negó, ella está más distante, pero sinceramente, no cree que sea buena idea volver a reencontrarse con ellos. Al menos por el momento.
sábado, 1 de junio de 2013
Con "B" de BERTA. Cap. 32
TREINTA Y DOS
Las paredes del local en el que acaban de entrar Lucas y Pablo son muy diferentes a la de los locales que suelen frecuentar ambos. Éstas tienen una decoración elegante, compuesta por muchos detalles que en conjunto proporcionan una gran armonía al ambiente que allí se respira, pero ninguno de los dos se fija ahora en eso porque Lucas acaba de chocarse con una desconocida y casi la tira al suelo si no llega a ser por la pared que tenía la joven detrás.
Las paredes del local en el que acaban de entrar Lucas y Pablo son muy diferentes a la de los locales que suelen frecuentar ambos. Éstas tienen una decoración elegante, compuesta por muchos detalles que en conjunto proporcionan una gran armonía al ambiente que allí se respira, pero ninguno de los dos se fija ahora en eso porque Lucas acaba de chocarse con una desconocida y casi la tira al suelo si no llega a ser por la pared que tenía la joven detrás.
-¡Aaau!
-¡Lo siento, lo siento! De verdad, no
quería molestarte.
-No pasa nada.
-¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?
-Sí, no te preocupes
La chica continúa hablando por el móvil y los dos amigos entran en el local.
-Anda que no eres listo tú. -Le dice Pablo con una sonrisa pícara a su amigo mientras éste busca un sitio donde sentarse y finge que no ha pasado nada.
-¿Qué? -Hace como que no sabe de qué habla para restarle importancia al asunto.
-Sí, hazte el loco, pero los dos sabemos que no te has ido a chocar con la más fea, precisamente. -Desde que ambos tuvieron por la noche aquella conversación en la cocina de la casa de Lucas, Pablo se ha propuesto que su amigo pase página e intente que se fije en otras chicas para que consiga superar lo que pasó hace ya casi un año.
-No sé, no me he fijado. Vamos a sentarnos allí. -Dice Lucas señalando con la cabeza una mesa vacía y caminando hacia ella antes de que se siente otra persona. Su amigo le sigue, pero no está dispuesto a dejar pasar esta oportunidad que le ha brindado el destino con esa chica rubia. No pretende que Lucas se case con ella ni que tengan nada serio, sólo quiere que se diviertan juntos y que se dé cuenta de que la vida sigue para él.
-Ya... Pues fíjate ahora. -Dice mirando hacia la puerta mientras la joven vuelve a entrar en el local.
-Sí, no está mal. ¿Qué vamos a pedir? Ya que venimos a un sitio con clase nos pedimos algo que no sea una cerveza, ¿No?
-Va, tío, eso ahora da igual. ¿No te gustaría conocerla?
-¿Qué? -A Lucas no le está gustando nada el camino que está tomando la conversación pero no quiere enfadarse, así que opta por zanjar el tema. -Mira, vamos a dejarlo. ¿Pedimos un café?
-Vale, pero uno que sea especial. -Dice Pablo mientras coge la carta y comienza a ojearla. No ha querido seguir insistiendo porque ha notado la incomodidad de Lucas en su mirada, pero eso no significa que se haya dado por vencido. Simplemente ha decidido aplazar el tema para otro momento.
Ambos deciden qué tomar y se lo comunican al camarero cuando éste les atiende. Mientras esperan a que vuelva para servirle su pedido, hablan de todo un poco. Del grupo de música, del equipo de fútbol de su barrio, de Marcos y Elías...
Un par de mesas a la derecha, Berta ha colgado ya su teléfono móvil, pero ha quedado con África en que la va a llamar dentro de un minuto, así que aprovecha ese tiempo para decirle a su nuevo representante que va a tener que volver a salir fuera en un momento y que si no le importa, que vaya pidiendo ya la cuenta. Éste asiente complacidamente y Berta le da un beso en la mejilla. Ha sido algo que ninguno de los dos se esperaba, pero la joven se ha dejado guiar por sus impulsos y ha despertado esa vieja costumbre que tenía cuando era pequeña y trabajaban juntos. Después del beso ha habido algunos segundos de silenciosa tensión que Berta ha conseguido cortar como buenamente ha podido.
-Bueno pues... voy a fuera a llamar otra vez jajajaja. -Dice nerviosa por lo que acaba de ocurrir. -No tardo nada.
-Vale. Cuando pague esto salgo y te llevo a casa.
Los dos se sonríen y Berta coge el bolso y la chaqueta vaquera y se la va colocando de camino a la puerta. Vuelve a colocarse delante de la fachada, como hace un momento cuando se chocó con el gallego ese que casi la tira al suelo. Marca el número de África, que ya se sabe de memoria y espera a que dé señal. Dos tonos más tarde oye la voz de su amiga al otro lado.
-¿Diga?
-¿Qué querías? Para qué se supone que te tenía que llamar?
-¿Qué? -Dice África con voz de asombro
-Que para qu... -África no deja que su amiga termine de formularle la pregunta y vuelve a hablar ella.
-Sí, sí. No te preocupes. Enseguida estoy allí. Dame quince minutos.
Berta no entiende nada
-¿Que nos vemos dónde? ¿Qué estás diciendo?
-Tranquila mamá, siéntate y tranquilízate, que cojo un taxi y voy para allá.
África cuelga el móvil y coge su bolso, que lo dejó ayer en el sofá, justo al lado de donde está ahora su novio.
-¿Qué pasa? ¿Te vas ya?
-Sí Miki, tengo que irme. Luego te llamo, ¿Vale?
-¿Pero qué ha pasado? ¿Tu madre está bien?
-Sí, no te preocupes, Es que ha vuelto a discutir con mi padre y ya sabes cómo se pone.
La verdad es que no, que no lo sabe. Es la primera noticia que tiene de que los padres de su novia discuten tan fuerte. Cuando se da cuenta, África tiene ya el abrigo puesto y va de camino a la puerta.
-¡Llévate tu regalo! Ábrelo en tu casa aunque sea.
África no quiere ni pensar lo que puede ser. No quiere tener nada de él y pone la primera excusa que se le ocurre.
-No, ya lo abro otro día que estemos juntos. -Sonríe de forma forzada y sigue caminando hacia la puerta.
-Dame un beso al menos, ¿No?
África se gira y sin moverse del sitio se lleva la mano a los labios y le lanza un beso a su novio desde la distancia. -Tengo prisa. -Dice para excusar su falta de cariño. Abre la puerta y se va.
En el ascensor de camino a la calle, desbloquea el móvil que no lo había soltado desde que habló con Berta y lo utiliza para mandarle un whatsapp justo a ella.
"Dentro de 15 minutos en mi casa. O mejor dicho, NUESTRA casa. Yo compro el chocolate"
Le da a "enviar" y apoya la cabeza contra la pared hasta que llega a la planta baja.
Mientras tanto, Miguel no se ha movido del salón e intenta asimilar lo que ha pasado. Ha sido todo muy raro... Hace un momento estaba todo genial. Era la vez que más cariñosa veía a su novia, le abre su corazón y le dice que tiene que irse al baño. Y cuando vuelve, le suena el móvil y se va.
El joven se sienta en el sofá y se queda mirando el cuadro que le ha regalado. Le encanta, como todo lo que viene de ella. Se tumba, apoyando la cabeza en uno de los cojines y continúa mirando el regalo. Está preciosa en la foto, como siempre.
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