TREINTA Y NUEVE
En la pared del cuarto de baño de Berta, el espejo estás totalmente empañado por el vapor del agua. La joven sale de la ducha envuelta en su toalla y mira el móvil que dejó en el lavabo al entrar. Tiene un mensaje del señor Mateo, lo abre y lo lee. "Tengo el texto del casting. Paso a recogerte a las 10:30". Lo vuelve a leer para asegurarse de la hora a la que tiene que estar lista y respira hondo. Parece ser que su representante ha conseguido el guión que tendrá que leer en la prueba y eso le tranquiliza un poco; al menos podrá practicar. Mira la hora en el teléfono y son ya las 8:52. Se seca rápido y se pone la ropa interior. Abre el segundo cajón del mueble que tiene a la izquierda y saca un peine, un cepillo y el secador del pelo. Se desenreda la melena, enchufa el secador y lo enciende sin perder ni un segundo del tiempo que le queda. Comienza a secarse el pelo y mientras piensa en el intenso día que tiene por delante. Cuando salga de la prueba irá a tomarse unas cañas con África y luego vendrán las dos a casa de Berta para recoger sus cosas y llevarlas a las de África. Esta era la última noche que dormía en su cama de siempre, en su habitación. Sus padres ayudarán en todo lo que puedan con la mudanza, pero no les parece demasiado bien esta emancipación tan precipitada. Además, Berta es hija única y su marcha supondrá un cambio radical en esa casa. cada vez que lo piensa, la joven se siente culpable, pero al fin y al cabo tiene ya veinticinco años y tarde o temprano tenía que volar del nido y, aunque a ella también le asusta el cambio, es algo que debe hacer. Siente que es el momento de tomar decisiones, de valerse por sí misma y esta es la única forma de conseguirlo.
Con el ruido del aire que expulsa el secador no oye sonar el móvil, pero ve que se enciende la pantalla y lo coge para abrir el whatsapp que le acaba de llegar. "Mucha suerte para la prueba, aunque un pivonazo como tú no la necesita, ¿Verdad?. Voy a ir recogiendo la casa que esta tarde se muda una nueva compañera de piso. Llámame cuando salgas". África siempre consigue hacerle sonreír, a pesar de ahora mismo tenga un nudo en la garganta y el estómago totalmente encogido. Está muy nerviosa, más de lo normal, pero tiene muchas esperanzas puestas en la prueba de hoy.
Con la ayuda del cepillo y el secador se marca bien las ondas del pelo, haciéndose casi tirabuzones y con las planchas se alisa el flequillo. Parece que acaba de salir de la peluquería y se lo debe a su madre, que es la que le enseñó sus truquillos de belleza cuando tenía trece años. Abre la puerta del armario que hay junto al espejo y saca su maletín repleto de maquillaje. Lo coloca en el lavabo y lo abre. Saca el pequeño bote de crema pre-base y se masajea la cara con ella. Encima de pone la base y comienza a pintarse lo ojos. Escoge una sombra poco llamativa, de un tono marrón muy clarito en el párpado móvil y beige un poco más arriba. Se pinta con cuidado la línea del ojo por arriba usando el eye-line y le da volumen a sus pestañas con el rímel negro. Le da un poco de color a su rostro con un par de brochazos de colorete y deja la barra de labios fuera para pintárselos luego. Cierra el maletín y lo coloca de nuevo en sus sitio. Sale del cuarto de baño y se marcha a su habitación para vestirse. Primero los pantalones y luego la camiseta y después el cinturón. Siempre lo hace en ese orden y hasta ahora no le ha ido demasiado mal en la vida, así que este no es el momento más adecuado para cambiar su ritual. Se sube a los tacones apoyándose un poco en la puerta del armario. Ahora lo ve todo desde una perspectiva más alta, demasiado en comparación a lo que ella está acostumbrada, pero eso no quiera decir que no sepa moverse perfectamente con esos zapatos.
Son ya las 10:20, así que se pone la chaqueta, le da un poco más de volumen a su pelo con las manos, coge el bolso con todo lo necesario, se pone el brillo en los labios que dejó antes fuera y se lo guarda en el bolsillo del pantalón para tenerlo a mano más adelante.
Antes de irse, se despide de su madre que está ahora desayunando.
-Mamá, me voy al casting. Cuando salga te llamo
A su madre se le iluminan los ojos al ver a su hija con tanta ilusión.
-Estás preciosa, cariño. Ven y dame un beso.
Berta se acerca y la mujer le rodea con los brazos, le aprieta fuerte contra ella y le da un beso tras otro en la mejilla a su hija.
-Mamá, para que no quiero llegar tarde.
Con un poco de insistencia, consigue separarse de ella y cuando lo hace, se acerca y es ella ahora la que le le regala un cariñoso beso en la la sien.
-Te quiero, mamá.
-Y yo a ti, mi niña. -Le coge las manos a Berta, las junta y las aprieta bien fuerte. -Mucha suerte.
Su hija le sonríe a modo de respuesta y cuando le suelta las manos, se marcha. Le ha dado mucha pena no poder ver a su padre, pero a estas horas ya está trabajando desde hace bastante tiempo, así que le manda un mensaje y le dice que ya va de camino.
La puerta del ascensor se abre ante la joven, que respira hondo y se mete dentro. Que sea lo que tenga que ser.
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