CUARENTA Y CINCO
Paredes blancas con algún que otro cuadro de antiguas sesiones de fotos de la revista colgados y una amplia ventana que ayuda a los focos de bajo consumo a alumbrar la habitación. Las dos mesas en las que trabajan las becarias no son demasiado grandes, pero sí lo suficiente como para que ambas puedan trabajar a gusto sin agobiarse por la falta de espacio. A África se le ha ocurrido una de las mejores ideas que ha tenido en su vida, o al menos eso cree, pero no puede hacerlo sola; necesita ayuda. Levanta la vista de su portátil y mira al frente, donde se encuentra su compañera sumergida en sus obligaciones. No puede pedirle el favor a ella porque realmente no sabe ni como se llama ¿Será Clara o Blanca? Desde que ambas entraron a trabajar en la revista, África ha estado más ocupada complaciendo a su jefe que entablando cualquier tipo de relación con ella, así que sería un poco raro que ahora le fuera pidiendo favores. De cualquier forma, ella es la única que le puede ayudar ahora, así que se acerca a su mesa y comienza a hablar.
-Hola. -La chica le mira y ella le sonríe intentando ser simpática. -Verás, es que... ya sé que nunca hemos hablado mucho y... bueno, casi no nos conocemos pero...
-Venga, dime lo que necesitas . Somos compañeras ¿No?
Sí, en eso tiene razón. Los compañeros de trabajo se ayudan unos a otro, pero en cosas del trabajo. Lo que África le va a pedir a ella es algo mucho más personal.
-Sí, lo somos, pero... A ver, que si no lo quieres hacer sólo tienes que decírmelo ¿Vale?
-Vamos, no seas así. Dime qué es lo que tengo que hacer. ¿Es algo relacionado con el jefe? Porque si es eso lo hago encantada jajaja. Cualquier cosa que esté relacionada con ir a su despacho me encantará seguro. -África fuerza una sonrisa para no parecer antipática, pero ese comentario no le ha hecho ninguna gracia. -Vamos, no te hagas la tonta, que seguro que tú también te has fijado en lo bueno que está.
-Sí, bueno. El traje le sienta muy bien. -Dice mientras continua forzando la sonrisa. Al fin y al cabo, ella no sabe que está hablando con la que utiliza cualquier excusa para ir a verle y pedirle un beso.
-Vamos, no te hagas la tonta que tú estás más tiempo en su despacho que en tu mesa jajajaja.
-Sí, la verdad es que sí. -Esta conversación está resultándole muy incómoda, pero al fin y al cabo es ella la que va a pedir un favor, así que más le vale seguirle las bromas.
-Bueno... ¿Y me vas a decir ya qué es eso que quieres que haga?
-Sí, verás, necesito que me hagas algunas fotos ahora. No tardaremos mucho y podemos coger la cámara del departamento de arte. Ellos tienen muchas, así que no creo que la echen en falta.
-¿Fotos? ¿Para qué?
-Bueno pues... Digamos que quiero pedirle perdón a alguien y esta es la única forma de que me escuche.
-¿Vas tú a por la cámara mientras yo termino con este artículo y nos ponemos a ello?
-¡Claro! ¡¡Muchísimas gracias!! Ahora mismo voy.
Ocho minutos más tarde, África vuelve con una caja en las manos y una sonrisa en la cara.
-Aquí estoy.
-¿Te han puesto alguna pega?
-No ¿Por qué?
-Bueno, los de arte tienen fama de ser muy protectores con sus juguetitos.
-Ya, pero es que ellos no saben que tú y yo vamos a usar uno de sus "juguetitos" -Dice guiñándole un ojo. Las dos se ríen y comienzan con la sesión de fotos. Se lo pasan muy bien mientras una aprieta el botón y la otra posa divertida. Incluso en este tiempo han estado conociéndose un poco más y entablando la relación que ninguna de las dos había procurado hasta ahora.
-Has salido guapísima. ¿Necesitas alguna más?
-¿A ver? -África se acerca a Blanca, la cual le aclaró su nombre entre risas, y se asoma a la pantalla de la cámara de fotos. -Me encanta. Esta era ya la última, pero ya sé a quién llamar cuando necesite a alguien que me haga las fotos de mi boda jajaja -Las dos bromean con la ocurrencia de la nueva modelo improvisada. -En serio, muchas gracias. Te debo una.
-Me conformo con ir a tu boda como invitada y no como una curranta jajaja.
Se abrazan y cada una vuelve a su trabajo; o al menos eso es lo que hace Blanca, porque a África todavía le quedan muchas cosas por hacer.
Lo primero es devolver la cámara de fotos a sus dueños antes de que la echen en falta y sin que nadie se dé cuenta, pero ese no es realmente el mayor desafío al que tiene que enfrentarse hoy. Nunca le ha resultado demasiado difícil distraer a los hombres, de modo que consigue despistarles con poses algo sugerentes y poniendo una voz que excitaría a cualquiera para ir deshaciéndose de todos aquellos que pudieran ser testigos de cómo devuelve el aparato a su sitio justo después de haberse quedado con la tarjeta SD donde están todas las fotografías que acaba de hacerse.
Ahora le queda lo más difícil, conseguir que las imprimas. Con la tarjeta en la mano, se dirige al departamento de producción y busca al más joven, ya que supone será el que menos experiencia tenga. Una vez se decanta por su víctima, se acerca a él y comienza con su plan.
-Necesito que me imprimas estas fotos ahora mismo.
-¿Ahora mismo? No puedo hacerlo, estamos trabajando en otras cosas.
-Son órdenes de arriba. -Dice con cara de no saber nada.
-Pues los de arriba tendrán que esperar. Ahora estamos trabajando.
-Está bien. Se lo diré al señor Sauras. -Contesta con despreocupación mientras se gira para irse.
-¿El señor Sauras? -Pregunta el joven deseando estar equivocado.
-El mismo. -No le gusta aprovecharse del chico, pero realmente no le está mintiendo. De una forma o de otra, las fotos son para el señor Sauras. Y es cierto que son para Miguel Sauras, el hijo, pero ella no tiene culpa de que ese joven piense que se está refiriendo al señor Sauras padre, uno de los accionistas mayoritarios de la revista.
-Dile que lo tendrá en diez minutos.
-Está bien, pero no se lo lleves a su despacho. Me dijo que estaba muy ocupado y que no le molestaran.
-¿A quién se las entrego entonces?
-Si no recuerdo mal, creo que me dijo que mandaras el pedido al departamento de maquetación, que las becarias ya sabrían que hacer con ellas.
-Está bien. Ahora mismo me pongo con ellas.
-Muchas gracias. -Dice mientras pone la tarjeta SD en las manos del chico.
Todo ha salido tal y como esperaba. Ahora solo tiene que hacer el trabajo que le mandó Miguel y esperar que todo fluya como debe ser.
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