jueves, 13 de junio de 2013

Con "B" de BERTA. Cap. 36

TREINTA Y SÉIS
  En la azotea del edificio en el que vive ahora Lucas no hay paredes, sólo un pollete a la altura de la cadera. Es un lugar bastante descuidado, pero al joven gallego le parece el lugar perfecto para pensar y crear su propia burbuja en la que sólo pueden entrar él y el recuerdo de Sara.
Desde que decidió alquilar el piso, va allí muy a menudo y se sienta con los pies colgando por fuera de la fachada, pero hoy ha decidido tumbarse boca arriba, con las cabeza apoyada sobre las manos, las piernas flexionadas y sus ojos mirando al cielo. Hace tan solo unos meses estaba en Galicia con su familia, sus amigos... Allí tenía una vida; o al menos lo que le quedaba de ella, de su vida con Sara. Una lágrima consigue escaparse y se precipita hacia abajo recorriéndole la sien. Cierra los ojos y ve su sonrisa, sus manos, su pelo, su manía de morderse las uñas cuando estaba nerviosa y ese beso que le daba siempre en la frente cada vez que él tenía que hacer a una entrevista de trabajo, cuando conoció a sus padres o cuando le prometió que le amaría toda la vida. Una vida que resultó ser demasiado corta.
Lucas vuelve a abrir los ojos y se ve insignificante al mirar las nubes en ese cielo inmenso. Se pone de pie y se acerca al pollete para asomarse y que le dé el aire. Una ligera brisa ondea su pelo y enfría el recorrido que tomó antes esa lágrima liberada. ¿Ha sido buena idea dejarlo toso y empezar aquí de cero? Ha sucedido todo tan rápido que no le ha dado tiempo a mirar a su alrededor, a pensar si eso es lo que de verdad quiere o lo mejor para él. De cualquier forma, Sara siempre decía que las mejores historias empiezan con los ojos cerrados; y eso es lo que estaba haciendo él, cerrar los ojos y dejarse llevar por lo que venga.
De pronto, escucha una puerta cerrarse demasiado fuerte y baja su mirada hacia la calle, donde ve a Marcos que acaba de salir de su edificio con su maleta cargada en el hombro.
  -¡Marcos! ¡¡MARCOOOS!!
No le oye. Lucas se da la vuelta y sale corriendo escaleras abajo hasta salir del edificio, pero cuando llega a la calle ya es demasiado tarde y no hay rastro de su amigo. Sube al primer piso y llama al timbre medio asfixiado por la carrera, pero éste no suena. Vuelve a llamar repetidas veces hasta que recuerda que no funciona y golpea la puerta de su casa con los nudillos. Ésta se abre de forma brusca y ve a Elías al otro lado con gesto enfadado.
  -¿Qué ha pasado? Acabo de ver a Marcos con su maleta saliendo de aquí.
Elías se gira y se dirige al salón dejando la puerta abierta para que Lucas pase.
  - Lo siento, pero he hecho lo que tenía que hacer. -Dice sin dar ninguna explicación más.
Lucas entra en la casa con paso acelerado para acercarse a su amigo, le coge del hombro y hace que se gire     bruscamente. Su mirada exige que le cuente todo lo que ha pasado.
  -Le he dejado las cosas claras. Le he dicho que no puede pensar sólo en él porque somos un grupo y no todo gira en torno a su ombligo. No tenemos que estar pendiente de lo que él haga o deje de hacer porque nos pueda repercutir a los demás. Creo que ya todos somos bastante mayorcitos como para saber lo que hacemos.
  -¿Y qué ha dicho él? -Lucas intenta aparentar tranquilidad para que se solucione todo esto, pero realmente está bastante enfadado. Parece que él es la niñera de todos y no saben comportarse si él se va.
  -No ha dicho nada. Ha cogido sus cosas y se ha ido.
  -¿Así, sin más?
  -Sin más no. Antes creo que iba a despedirse de Vero, la camarera de ayer.

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