sábado, 3 de noviembre de 2012

Con ·B· de BERTA. Cap. 22

VEINTIDOS
  Paredes oscuras a las ocho de la mañana. Suena el despertador y Berta lo apaga, aunque tarda unos instantes en reaccionar. Tumbada en la cama, se tapa hasta arriba con la manta hasta que recuerda lo ocurrido esa misma noche. Escapa corriendo de esa fortaleza que había creado bajo las sábanas, ta rápido que se tropieza y su rodilla choca con el suelo, pero no tiene tiempo para quejarse. Lo primero es lo primero, de modo que coge el móvil y busca en la agenda. Lo encuentra entre los diez primeros contactos, pulsa la tecla verde y espera oír su voz al otro lado del aparato. Tras cuatro tonos de espera, cuando la joven pensaba ya que no contestaría a su llamada, lo hace.
  -¿Berta?
  -Sí, soy yo. Siento llamarte tan temprano. Espero no haberte despertad, pero es que vi tu mensaje por la noche y no sé qué pensar.
  -¡Ah, sí! ¡El mensaje! No te preocupes, estoy ya desayunando. Verás, me gustaría saber si puedes quedar hoy. Tengo una noticia que darte.
  -Ya, ya. Pero especifica más, que estoy que me muerdo las uñas. Dime al menos si es bueno o malo.
  -Prefiero hablarlo en persona. ¿Has desayunado ya?
  -No, la verdad es que acabo de levantarme. Aun sigo en pijama. -Berta se sonroja al decirlo. No le gusta +que la imaginen así.
  -Perfecto. ¿Paso a recogerte en media hora y desayunamos juntos?
  -¿Por qué no te vienes a desayunar a casa? ¡Seguro que a mis padres les hace mucha ilusión verte!
  -Preferiría que no, Berta. Esto que tengo que decirte prefiero hablarlo a solas. Otro día me paso por allí a saludar, ¿Te parece?
  -Bueno... vale. -La joven está cada vez más nerviosa. No sabe qué es eso tan importante como para que no se puedan enterar sus padres. Sea lo que sea, no tiene tiempo para pararse a pensar en eso. Dentro de media hora estará allí Alejandro ¡Y aún tiene que ducharse y todo! 
Coge ropa interior limpia de su mesita de noche y se mete corriendo en el baño, antes de que se le adelante alguno de sus padres. Ya tendrá tiempo luego de elegir qué ropa se pone. Abre el grifo del agua caliente, se desnuda, se recoge el pelo y se mete en la ducha sin pensárselo dos veces. Agua, jabón, agua y lista. Se enrolla en la toalla, se seca un poco y se pone las braguitas rosas y el sostén a juego. Sale del cuarto de baño y corre a su dormitorio. Paco, su padre, entra rápidamente en la habitación que ha dejado libre su hija. Él tiene que ir a trabajar y ya llega tarde. Mientras tanto, Berta abre el armario y saca una camiseta limpia, esa celeste con la espalda rajada que tanto le gusta y se pone los vaqueros oscuros que dejó ayer sobre la silla cuando llegó a su casa. Se viste y corre de nuevo hacia el cuarto de baño para peinarse, pero cuando llega, la puerta está cerrada. ¡Mierda! Va al dormitorio de sus padres, donde su madre guarda un par de peines y un cepillo y en el mismo espejo de la cómoda, hace lo que puede para recogerse una cola bien alta. Le gusta tener la cara despejada por la mañana. Vuelve a su cuarto, coge su maquillaje y otra vez para su cuarto de baño improvisado. No quiere pintarse mucho, así que solo se pone un poco de colorete, se maquilla los ojos con celeste muy clarito y le da brillo a sus labios con el gloss. Mira el reloj. ¡Las ocho y media! ¡Alejandro debe estar ya esperándola abajo! Corre por el pasillo, atraviesa el salón y, justo cuando va a abrir la puerta, su madre la para.
  -¿Dónde vas así?
  -He quedado para desayunar, mamá. Ya te contaré más tarde, ahora tengo prisa.
  -Pues ese chico con el que has quedado va a salir corriendo en cuanto te vea. ¡No te das cuenta que llevas las zapatillas puestas?
  -¡Joder! -Berta se da la vuelta y corre a su habitación mientras escucha a su madre desde la cocina.
  -¡Te voy a tener que lavar la boca con jabón!
Llega a su cuarto, lanza las zapatillas al techo dando patadas al aire y se abalanza sobre sus tenis anchos. No se puede decir que vaya muy guapa, pero al fin y al cabo, solo va a desayunar con un hombre al que considera de su familia. Para ella siempre fue el tito Álex.

Con "B" de BERTA. Cap 21

VEINTIUNO
 La pared formada por un gran ventanal permite vislumbrar gran parte de la ciudad. Las otras dos color gris perla y la última, compuesta por un gran panel negro,cierran la habitación. Las dos mesitas de noche negras, de diseño sencillo con  una única pata central, están llenas de velas de diferentes tamaños, que le dan un ambiente romántico al momento.
Cinco lámparas con forma de bola y del tamaño de una pelota de balonmano cuelgan del techo a un lado del cabecero de la cama en la que se encuentran África y Miguel. El somier azul turquesa le da un toque de color a la habitación y las fotografías pegadas en el gran panel que ejerce como cabecero proporcionan ese punto personal que completa la elegante decoración del dormitorio del joven.
Siempre tuvo debilidad por las historias de amor, pero también por la pasión. Una pasión fulminante y loca. Y esta noche, quiere tenerla a ella de las dos maneras. No puede dejarla escapar.
Acerca lentamente los labios a su boca y el cuerpo de África se rinde dulcemente al beso. Se miran a los ojos mientras él desliza lentamente la mano bajo su vestido, recorriendo su muslo mientras vuelve a besarla.
El ansia crece al posar los dedos sobre su piel, sobre el encaje que a penas la cubre. Sigue recorriendo su garganta con los labios, susurrándole, al mismo tiempo que ella le quita la camiseta del pijama.
Con un gesto rápido y brusco, se coloca sobre ella para bajarle la cremallera del vestido.
  -¿Necesitas ayuda?
  -Creo que podré solo.
Ambos sonríen y surge un nuevo beso.
  -Siempre me ha gustado verte sin camisa, pero hoy me gustas más. -África se mueve debajo de él, caprichosa, mientras Miguel le quita el vestido por arriba. La joven siente arder su cuerpo cuando él lo recorre de arriba a abajo con la mirada.
  -Eres espectacular. -Roza las puntas del encaje rojo. -No quiero que este momento se acabe.
  -No hay prisa.
Miguel vuelve a acercar sus labios, a saborear cada centímetro de su cuerpo. Desde el primer momento pensó que era preciosa, pero ahora, la luz de las velas embellece aun más su piel. No puede creerse que sea solo para él.
  -Ahora me toca a mí. -África le pasa las manos por la nuca y presiona sus labios contra su boca. Se mueve y se aparta un poco de él. Esta vez es ella la que explora sus fuertes hombros, el pecho duro y el vientre firme; y la que le deshace el nudo del cordón del pantalón para liberarlo. Con las manos y los labios va poniendo en tensión cada uno de sus músculos hasta que ninguno de los dos puede esperar más.
Un estremecimiento recorre el cuerpo de la joven. Intenso. La sangre le bulle cuando Miguel empieza a moverse. Despacio, para exprimir a fondo el placer, con los ojos fijados en ella. Los dos olvidan el control y, del placer soñoliento y centelleante pasan al frenesí.
Es una noche para disfrutar de ella, de él. Disfrutan el uno del otro. Sin tener que esconderse de nadie. No son jefe y empleada. Solo África y Miguel, sin preocupaciones.


lunes, 29 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 20

VEINTE
  Paredes heladas en la fría madrugada del domingo. Berta duerme enroscada en sí misma. Su madre le ha echado una manta por encima cuando ha visto que Morfeo entró en su habitación, pero no es suficiente.
Junto a ella, en su mesita de noche, el móvil comienza a vibrar, una y otra vez. No se despierta porque lo tiene en modo silencio hasta que, con la vibración, el aparato cae al suelo y el golpe provoca un sobresalto en la chica. Se sienta sobre la cama, pero no sabe qué ha pasado. Está aturdida y mira a su alrededor buscando una explicación a ese golpe repentino hasta que ve su móvil en el suelo, abierto por la mitad. Se levanta corriendo y se agacha para recoger las dos partes del teléfono, las cuales no pesan todo lo que deberían pesar ¿Dónde está la batería? Berta alarga la mano para encender la luz de la mesita, pero justo antes de hacerlo, mira el reloj. Las cuatro y media de la mañana... no son horas para despertar a sus padres, aunque seguramente ya se hayan despertado al oír el suicidio de su móvil. Va a tener que buscar a oscuras si quiere que su madre no se levante de la cama para ver qué pasa.
Palpa el suelo de toda su habitación con la palma de sus manos, pero no hay rastro de la batería. Sus pupilas se han ido acostumbrando a la oscuridad y ya puede ver más o menos. Se sienta en el suelo y deja caer la espalda sobre el lado de la cama. Su paciencia se acaba. No sólo tiene curiosidad por saber quién le llama a estas horas, sino que también quiere dormir. Lo necesita. Ha sido un día lleno de emociones y cambios. El domingo quiere ir a correr por el parque para aislarse de todo, y para ello, necesita descansar esta noche.
Al final, se decide a encender la luz, se sitúa de pie en el centro de la habitación, con las manos en jara y gira sobre sí misma mirando al suelo. No puede ser, ni rastro de la batería. Se agacha para mirar debajo de la cama y de la mesilla de noche. Tampoco está ahí. Mira hacia su derecha, hacia su izquierda y ¡Al fin! Había caído dentro de uno de los zapatos que llevaba puestos el día anterior. La coge, la coloca dentro del móvil y cierra la tapadera. Le da al botón de encender y mientras espera a que cargue, apaga la luz y se sienta sobre la cama. Pone el código pin y aparecen un cartelito azul en la pantalla avisándole de que tiene un mensaje. Debería cambiar la melodía que tiene asignada para cuando le mandan uno de esos. Es demasiado larga y luego pasa lo que pasa, ¡¡Que el móvil vibra y se pierden las baterías!! Abre el mensaje y se sorprende al ver que es de su ex representante.
Tengo algo que contarte. ¿Podemos vernos el domingo? Contesta cuanto antes, por favor.

domingo, 28 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 19

DIECINUEVE
  Paredes oscuras, cubiertas por la sombra de la noche. A Pablo le ha tocado dormir en el suelo. O, al menos, tumbarse, porque lo que es dormir, no ha dormido mucho. Mira a los dos lados. Ni rastro de Marcos. Se lleva las manos a la cara e intenta pensar en otra cosa. Hace mucho calor y tiene la boca seca. Por mucho que lo intente, no puede dormir, así que se levanta y camina hasta la cocina. Cuando se va acercando, se da cuenta de que la luz está encendida y, al entrar, ve a Lucas en el suelo, sentado contra la pared y con las rodillas hacia arriba, donde deja caer los brazos estirados sujetando una taza. No se le ve muy contento, y eso que dentro de nada comienzan los ensayos para trabajar en la tele.
  -¿Qué bebes?
Lucas se asusta al oír a su amigo.
  -¿Qué haces aquí? No te había oído llegar.
  -Ya... se te veía muy pensativo, como si tu mente no estuviera en este lugar.
  -Tila
  -¿Qué?
  -Tila. ¿No me has preguntado qué bebía? Estoy bebiendo tila.
  -No me cambies de tema que eso conmigo no funciona. ¿Qué te pasa tío? No estás disfrutando de este momento que la vida te ofrece. -Pablo se despega del marco de la puerta y se sienta junto a Lucas, adoptando la misma postura que su amigo.
  -No puedo disfrutarlo. Te juro que lo intento, pero no puedo.
  -Vamos tío, no te pongas así. -Le pasa el brazo a Lucas por encima de los hombros y lo aprieta contra sí mismo. -Tienes todo lo que cualquier persona querría tener.
  -No la tengo a ella. -Al joven músico le cuesta mucho pronunciar estas palabras y no puede evitar venirse abajo. Una lágrima desciende por su mejilla y cae sobre la camiseta. Pablo no sabe qué decir pero no puede ver así a su amigo.
  -Lucas, sé que es muy duro, pero ya ha pasado casi un año. Tienes que superarlo.
  -Creí que lo había hecho, pero no. Me convencisteis para que tocara con vosotros en el casting y cuando me dijeron que estaba dentro, no me lo podía creer. Era la oportunidad perfecta para cambiar de vida, para seguir adelante sin Sara. Estaba convencido de que podía hacerlo, pero a medida que se van acercando los ensayos, lo veo todo más negro. Está claro que no puedo ser feliz sin ella. Las cosas deberían haber sido muy distintas aquel día.
  -Vamos, Lucas, no estás solo. Has conseguido reunir al grupo y nosotros vamos a conseguir que salgas a flote. La música es tu vida, no puedes dejarla de lado por lo que pasó ese día.
  -¡No, es que no lo entiendes! ¡¡ELLA es mi vida!! ¡Sin Sara, mi vida no tiene sentido, joder! -Lucas rompe a llorar y se separa de su amigo, que intenta abrazarlo a pesar de sus intentos de escape hasta que lo consigue.
  -Vas a salir de esta, Lucas. Vamos a salir de esta. Todos juntos. Te vamos a acompañar el lunes a los ensayos y lo vas a hacer como nunca antes lo habías hecho. Lo harás por ella, porque si ese día no hubiera estado en ese coche, ahora mismo estaría aquí, a tu lado. Pero sea donde sea, esté donde esté, sé que te apoya, porque Sara amaba tu música y te amaba a ti. Hazlo por ella.
  Los dos permanecen abrazados hasta que Lucas se calma y se van a la cama. Ha sido un día muy duro y ambos están cansados. Suerte que el grupo vuelve a estar unido, aunque no se sabe si seguirá siendo así por mucho tiempo.
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Neox Fan Awards

Ayer, 23 de Octubre, se celebró la primera edición de los Neox Fan Awards. La gala de entrega de los premios, que fue patrocinada por la marca Fanta, contó con la presencia de Patricia Conde y Arturo Valls como presentadores. La alfombra naranja reunió a los rostros más conocidos del panorama televisivo y musical, entre los que se encontraban David Bustamante, Auryn, Mario Casas y Florentino Fernández.


Cristina Pedroche fue la encargada de dar la bienvenida a todos aquellos que iban pasando por la alfombra, donde se reencontró con varios de sus ex compañeros de Otra Movida y Sé lo que hicisteis.
A pesar de los problemas técnicos con los que tuvo que enfrentarse Neox como los extraños cortes de publicidad mal programados y el escaso funcionamiento de la mayoría de los micrófonos de mano, la gala no se hizo interminable e incluso hubo momento de risa, ya fuera por la originalidad del guión o por la espontaneidad de los que se subían al escenario.


Los primeros en entregar un premio fueron Anna Simon y Florentino Fernández, que volvían a verse las caras tras la penúltima gala de Tu Cara Me Suena.

Los premiados en dicha gala fueron:
-Mejor actor de cine: Mario Casas.
-Mejor actriz de cine: Blanca Suárez
-Mejor solista: Pablo Alborán
-Mejor cuerpazo: David Bustamante
-Mejor beso: Ana fernández y Luis Fernandez
-Mejor tweet: Paco León
-Mejor película: Tengo ganas de ti
-Mejor actriz de serie: Irene Montalá
-Mejor actor de serie: Luis Fernández
-Mejor canción: Te he echado de menos (Pablo Alborán)
-Mejor grupo: Auryn
-Mejor programa de televisión: El hormiguero
-Mejor presentador: Arturo Valls
-Mejor crack del año: Iker Casillas
-Mejor serie: El barco
-Mejor single para ligar: DOn't give up my name (Auryn)
-Mejor personaje Neox: Florentino Fernández

A continuación os dejo con algunas fotos del evento.










domingo, 21 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 18

DIECIOCHO
  Paredes de un color naranja muy suave, con una cenefa de un par de tonos más oscura a media altura.
A África siempre le ha gustado recorrer ese pasillo que llega hasta la puerta de la casa de su jefe. Recuerda la primera vez que pasó por allí hacía justo un mes. Esa vez no iba sola, como ahora. A su lado se encontraba el hombre más apuesto que había conocido en su vida y sabía que no podía perder esa maravillosa oportunidad que el destino le estaba ofreciendo. El hecho de que fueran compañeros de trabajo y, más aún, de que fuera su jefe, hacía que no se dejara llevar por sus impulsos y se controlara bastante, lo cual le ponía más nerviosa. Ella estaba acostumbrada a actuar sin pensar, según le dictara su cuerpo, pero ahora debía reprimirse si no quería que su historia con su jefe acabara antes de empezar.
Habían pasado la tarde juntos y él la había invitado a ver su colección de fotografías, hobby que ambos compartían. Una vez dentro de la casa el señor Sauras consiguió que se tranquilizara. En ese momento no era su jefe, sino un amigo.
Charlaron, bebieron, rieron, cenaron juntos unas pizzas que pidieron por teléfono y, cuando llegó la hora de irse, él se ofreció a llevarla a su casa en el coche. Lógicamente, ella no se lo permitió. Ya era mayorcita como para volver sola a su casa. Además, tenía la Vespa aparcada dos calles más abajo, pero le agradeció el gesto con un leve beso en los labios al despedirse. No puede evitar reírse cada vez que lo recuerda. Llevaba toda la noche queriendo hacerlo pero no se atrevía y, en el último momento, lo hizo. No sabe cómo se atrevió ni por qué lo hizo, pero lo hizo. Se dejó llevar por sus impulsos y, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se dio la vuelta rápidamente y desapareció por aquel largo pasillo naranja. Cuando llegó a su casa, miró el móvil y leyó el único mensaje que tenía. "Ya era hora de te comportaras tal y como eres. Me encantas". No podía creérselo. Había estado en casa de su jefe, le había besado y ahora él le mandaba un mensaje. No sabía cómo debía sentirse o si lo estaba haciendo bien o mal. Solo sabía que no podía evitar  sonreír y, con esa misma sonrisa, se fue a la cama a soñar con él.
Ahora volvía a estar allí. Delante de esa puerta que le separaba del único amor, su amor. Esta vez no estaba nerviosa, sino feliz.
Abre su minúsculo bolso de fiesta y saca de su interior un espejo pequeñito en el que se mira para colocarse bien el flequillo. Si no lo tiene bien colocado, nada le saldrá bien esa noche. Su flequillo para ella es como el pelo para Sansón. Es el que le da fuerzas para enfrentarse a todo y hoy es un día muy importante. Necesita asegurarse de que todo sigue en su sitio y, tras hacerlo, guarda el espejito, se alisa el vestido y llama al timbre.
"Din, don" .
 ¿Quién será a estas horas? Miguel no espera a nadie. Ni siquiera tiene el aspecto adecuado para abrir la puerta. Le da mucha pereza vestirse, pero no puede presentarse ante nadie con un pantalón viejo de pijama, descalzo y sin camiseta. Se para a pensar un momento y, tras mirar el reloj, decide abrir la puerta así, tal cual. Siendo tan tarde, al otro lado de la puerta solo puede estar una de sus vecinas quejándose por cualquier tontería y, con lo cansado que está, no le compensa vestirse. Parece mentira que viviendo en uno de los edificios más caros de la ciudad, tenga que aguantar a vecinas pesadas cada dos por tres. Se supone que en ese edificio vive gente con clase, distinguida, que se dedica a llamar a las tantas a puertas ajenas.
El timbre vuelve a sonar y Miguel corre hacia la puerta, aunque preferiría fingir que no está en casa y así no le molestarían. Respira hondo para relajarse, no quiere parecer alterado y abre la puerta cabizbajo.
Esperaba encontrarse unas piernas arrugadas por el paso de la edad, pero lo que ve son unas preciosas piernas torneadas. Unas piernas morenas que reconoce a la perfección. A medida que va subiendo la mirada, le gusta más lo que va viendo.
  -¡África!
  -La misma. Y hoy vengo dispuesta a que me colonices. -La joven deja las bolsas con la comida en el suelo y le da un beso al chico del pijama. Un beso apasionado de esos que no solo demuestran amor, sino también tensión sexual. Se agacha, vuelve a coger las bolsas y pregunta.
  -¿Puedo pasar?
  -Cla... claro. ¿Qué haces aquí? -No sabe lo que está pasando. África es la última persona que se esperaba encontrar tras esa puerta. Hace tan solo un rato que ha hablado con ella por teléfono y no le había comentado nada. Vaya sorpresa se ha llevado. La chica entra y comienza a explicarse.
  -Es que estaba hablando con el aburrido de mi novio y, como tenía que trabajar mucho, me ha colgado, así que he venido a verte a ti.
  -Pues no será tan aburrido tu novio porque, según me han dicho, le quieres mucho ¿Me equivoco?
  -Hombre, mucho, mucho... tampoco.
  -Anda, ven aquí. -Miguel agarra a su chica por la cintura y le da un beso. -Este mes ha sido uno de los más felices de mi vida. Te quiero.
  -Yo a ti también, mi amor.
Y siguen abrazados durante unos segundos más, mirándose a los ojos, hablando con la mirada.

jueves, 18 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 17

DIECISIETE
  Las paredes del almacén de "La Luna" están llenas de estanterías cubiertas de una gran capa de polvo. Hace mucho tiempo que nadie limpia ahí, pero ese no es problema ahora para Vero y Marcos.
  -Qué pena que tus amigos se hayan tenido que ir tan pronto ¿No crees?
  -Así podemos conocernos mejor.
Marcos está cada vez más cerca de esa chica rubia tan peculiar a la que acaba de conocer y a ella no le incomoda la situación. Los dos sonríen y se regalan miradas, cómplices de lo que saben que va a suceder.
  -No necesito conocerte para saber cómo eres. Me basta con solo mirarte.
  -¿Sí? -Marcos se acerca más a la camarera hasta que la deja pegada a la pared y sin ningún espacio entre ellos dos. Le da un beso en los labios y continúa con su técnica de seducción. -¿Y cómo se supone que soy? -Mas besos, ahora en el cuello.
  -Fácil. Un pica flor que piensa que el amor es una tontería, que va engañando por ahí a mujeres para que se acuesten con él y mañana si te he visto, no me acuerdo. Mucho prometer y poco cumplir. Pero yo no soy de esas a las que le comes la oreja y ya se creen que le estás jurando amor eterno. -El chico deja por un momento su tarea, separa la cara de su cuello y la mira con una sonrisa pícara. -Marcos, no te he dicho en ningún momento que pares ¿Te lo he dicho? -El bajista de "Acclaim" se lleva la mano a la sien como si de un soldado acatando órdenes se tratase y continua ofreciéndole sus besos, pero esta vez se centra en la oreja de la chica. Ahora sí que es una de esas a las que les come la oreja. -Solo quiero que sepas que a mí no me la cuelas. ¿Entendido?
  -Sí, mi coronel -Sus músculos se tensan al cogerla en brazos y se vuelven a relajar cuando la deja caer sobre la vieja mesa de madera que hay justo al lado de la puerta. Ella le quita la camiseta y se deleita mirando cada uno de los tatuajes que tiene sobre su piel. Se agarra con fuerza a su espalda, cierra los ojos y se deja llevar.


Mientras tanto, en la Calle Rivera de Curtidores número 12, en el ático, el resto de componentes del grupo se preparan para ir a la cama, o al menos para intentar dormir, porque solo hay un colchón. Lo único seguro es que Lucas dormirá en él. Queda un hueco libre y el asunto se solucionará por sorteo, como la mayoría de decisiones que tienen que toman. El otro tendrá que dormir en el suelo junto a Marcos, si es que duerme allí, claro.
Elías se está lavando los dientes, lo cual no le impide hablar, aunque a los demás les cueste entender lo que dice.
  -Este tío es subnormal. No entiendo por qué le seguimos siempre el juego.
  -Solo le hemos hecho un favor a un amigo.
  -Pero no tiene por qué dar por hecho que se lo vamos a hacer. ¿A qué viene contestar que nos tenemos que ir ya cuando Vero dijo que nos quedáramos? Siempre no echa para quedarse a solas con las tías. Ya estoy cansado. A mí esa chica me caía bien y por culpa de Marcos y sus hormonas, no va a querer volver a vernos el pelo.
  -Venga, Elías, no te pongas así. -Lucas intenta tranquilizarle. -Teníamos que acostarnos temprano de todas formas porque te recuerdo que prometisteis ayudarme con la reforma de la casa. No le des más importancia a esta tontería.
  -Ya verás como al final nos quedamos sin contrato para tocar allí. ¡Ya lo verás! Solo basta con que ella se encapriche de él, cosa que suele pasar, y él la deje tirada, como hace siempre.
  -No te precipites. no creo ni que ella haya accedido a acostarse con él. No es ese tipo de chicas, o al menos no lo parece. Ya verás como todo sale bien.
Pablo se limita a escuchar, sin decir una sola palabra. Está de acuerdo en todo momento con su amigo Elías y sabe que Lucas piensa exactamente lo mismo pero no quiere que haya peleas dentro del grupo y solo intenta apaciguar los ánimos. Espera a que Elías salga por fin del cuarto de baño para dejar de pensar. No sabe si lo que le hace estar molesto con Marcos es la razón o el corazón, que esa noche ha latido mucho más rápido de lo habitual.

domingo, 14 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 16

DIECISÉIS
  Paredes de madera. Dentro del armario de África hay todo tipo de pantalones, camisas, camisetas, faldas, vestidos, bolsos, pañuelos para el cuello y un largo etcétera de prendas y complementos para combinar. No hay nada de luz hasta que la chica abre rápidamente las tres puertas correderas y la luz de las bombillas que hay repartidas por toda la habitación iluminan ese asombroso escaparate. Es la única parte de su casa que mantiene ordenada en todo momento. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo hasta el fin de sus días.
Se quita la toalla rosa que cubría su cuerpo y la deja sobre la cama. Se acerca a la mesita de noche blanca y coge el tanga rojo que tiene guardado en el segundo cajón para las ocasiones especiales. Rebusca y rebusca, pero no encuentra el sostén a juego. No tiene ni idea de dónde puede estar y comienza a ponerse nerviosa. ¡No tiene tiempo que perder y ahora resulta que ha perdido la parte de arriba del conjunto! No puede ser, por mucho que remueva toda la ropa que hay en ese pequeño espacio, no ve por ningún lado ninguna tela roja. Cierra el cajón y, de repente, se acuerda. Lo lavó hace solo unos días y no llegó a guardarlo, para variar. Sale corriendo hasta el salón y rebusca en el gran barullo de ropa que tiene sobre el sofá. Son todo calcetines, bragas, tangas y sujetadores, lo cual dificulta la búsqueda. Por fin lo encuentra y se lo pone de camino a su habitación, donde aún le quedan bastantes cosas por hacer.
Mete casi medio cuerpo en el enorme armario y va sacando vestidos de diferentes tipos, cortes y colores y los va poniendo sobre la cama, uno al lado del otro hasta que se encuentra con cinco vestidos fuera. Ahora cierra las puertas del armario y se coloca delante de una de ellas, la que tiene un espejo de cuerpo completo. Coge un vestido de los que tiene sobre la cama y se lo pone por encima, sin sacarlo de la percha. Se mira y se remira, gira sobre sí misma y lo vuelve a dejar sobre la cama, repitiendo el mismo proceso con los cuatro trajes restantes.
Una vez que los ha visto todos, no sabe con cual quedarse. Hay dos que los ha descartado desde el principio porque no se veía cómoda con ellos, pero ahora tiene que decidirse entre los otros tres. Coge su libreta y apunta.
Opción A. Vestido negro. Ceñido. Una sola manga con pedrería en el escote y el tirante. A combinar con los zapatos negros de encaje.
Se para a pensar un momento y añade.
Deja muy poco a la imaginación.
Quizás no sea eso lo que busca. Tampoco quiere parecer una loba en busca de carne. Simplemente quiere estar sexy e impresionar a ese chico que va a abrirle la puerta. Tras mordisquear un poco el bolígrafo, continua escribiendo.
Opción B. Vestido rosa palo. Palabra de honor. Escote con forma de corazón. Lazo rosa a la altura de la cintura. Parte de arriba estilo corsé. Falda de bailarina.
Este vestido está bastante bien y podría combinarlo con su última adquisición. Los zapatos de la famosa diseñadora Esther Jiménez, que le han costado un ojo de la cara. Además contrastan con el aspecto inocente del vestido.
Aún le queda por barajar la tercera opción, así que empuña de nuevo el bolígrafo y comienza a escribir.
Opción C. Vestido verde agua. Escote en forma de pico. Espalda descub
No ha terminado de escribir cuando lanza la libreta sobre la cama. Es inútil seguir escribiendo. Ya se ha enamorado de aquel vestido rosa y por mucho que le dé vueltas, seguirá pensando en él. Para África, los vestidos son como los hombres y, ahora mismo, acaba de tener un flechazo.
Sale corriendo al baño y comienza a secarse el pelo. Cuando termina, saca del mueblecito que está junto a la ducha un estuche repleto de peines de todo tipo. En menos de cinco minutos, ha formado un despliegue de productos para el pelo que no deja ni un hueco libre en el lavabo. Una media hora más tarde, está lista para el siguiente paso, pero antes se mira al espejo. Le encanta como le queda ese peinado estilo griego, con trencitas por los lados y media melena suelta formando hondas perfectas. Es el turno del maquillaje, con el que le saca todo el provecho posible a esos ojazos marrones que ha heredado de su madre. Tarda un buen rato en terminar, pero el resultado es inmejorable. Está guapísima y lo sabe.
Vuelve a la habitación, donde le espera su vestido de princesita, se lo pone, se mira en el espejo y se siente como una niña. Le encanta. Tiene la sensación de volver a ser inocente, pero se ve sexy al mismo tiempo. Ha hecho muy buena elección esa noche y lo sabe. Ahora mismo podría conseguir todo lo que se propusiera.
Se calza los tacones que, por suerte, tienen una plataforma muy bien disimulada y son comodísimos para andar todo lo que necesite, aunque no tiene intención de ir caminando hasta tan lejos.
Coge su bolso, en el que ya había metido todo lo imprescindible salvo el móvil, que lo dejó en la mesa por ahí cuando habló con su chico. Siempre le pasa lo mismo. No lo encuentra. Menos mal que esto no es como con el sujetador y solo necesita llamar desde el teléfono fijo de su casa al móvil. El aparato suena y por fin lo encuentra. Lo mete en el bolso, saca las llaves para tenerlas a mano cuando salga y coge las bolsas que tenía preparadas en la cocina con la comida metida en lo tuppers. Todo listo, así que sale de su casa, cierra con llaves y se mete en el ascensor.
Para no cambiar lo costumbre, se recoloca el flequillo, se pinta bien los labios y mira en el espejo lo estupenda que está. El trayecto termina y sale de allí justo cuando la puerta se abre. No puede coger la moto porque se le estropearía el peinado con el casco, así que no le queda más remedio que pedir un taxi.
Una vez dentro del vehículo, espera impaciente por llegar a su destino. No sabe si su plan va a salir bien, pero si algo se tuerce, sabe que hoy no hay nada ni nadie que se le resista.

Con "B" de BERTA. Cap. 15

QUINCE
  Las viejas paredes de "La Luna" llevan horas escuchando las conversaciones de esos cuatro chicos y, desde no hace mucho, de esa chica que se les ha unido.
Uno de ellos, el más bajito, es también el que menos habla. Se limita a oír, sonreír y beber, aunque de vez en cuando se arma de valor y da su opinión sobre algunos temas. Debe ser un chico muy tímido y no le gusta exponerse demasiado a la gente. Suerte que, cuando toca con el grupo, él se esconde detrás de su enorme batería y se olvida de todos aquellos que le están mirando. Solo en ese momento, expresa lo que real mente piensa, y lo hace a través de la música; Otro de ellos, el que parece ser el líder, está muy contento. No le quita ojo a la camarera que se sienta con ellos cada vez que tiene un ratito libre entre pedido y pedido. Sabe que tiene un buen físico y lo saca a relucir cada vez que puede, ya sea diciendo las horas al día  que se machaca en el gimnasio o adoptando posturas imposibles en aquel minúsculo taburete sobre el que reposa sus apretados glúteos. Uno de sus brazos está cubierto totalmente por tatuajes, y el otro va por el mismo camino, aunque también ha impregnado con tinta otras partes de su cuerpo que no están a la vista. Sus ojos marrón miel lucen perfectamente junto a sus rizos oscuros, y la argolla que tiene en el labio inferior culmina con ese conjunto hecho para la atracción de muchas mujeres; El tercero de los amigos lleva toda la noche de arriba para abajo. No para quieto, y es que no puede creerse que tenga delante otra vez a Lucas, su gran amigo. Ese que siempre está a su lado y aporta un toque de sensibilidad a esa panda de brutos. Aprovechando su momento de hiperactividad, sus amigos no paran de mandarlo a la barra a pedir todas las cañas que hagan falta y él lo hace gustoso. Además, sabe que así Marcos podrá estar más tiempo con Vero. Apostaría todo lo que tiene a que esa camarera va a acabar esa misma noche en la trastienda con su amigo, pero él no tiene nada que ver en ese asunto, así que se olvida del tema y sigue ejerciendo de camarero temporal. Hace poco que se ha quitado el gorro de lana. No acostumbra a hacerlo, pero la temperatura en el local es bastante alta y, después de todas las cervezas que se ha tomado, es inevitable tener calor. Lógicamente, ahora tiene el pelo despeinado, pero eso a él no le importa. Sus amigos se preguntan constantemente cuál será el motivo de que siempre lleve un gorro puesto. Es el único que tiene el pelo rubio en el grupo y, si quisiera, podría sacarle partido a eso. En cambio, él se siente mejor con la cabeza cubierta; El cuarto componente del grupo, Lucas, no está nada mal. Tiene unos enormes ojos verdes, los cuales tapa con su flequillo. Desde que sus amigos lo conocen, lleva el pelo así, arreglado pero informal. Es la típica melena que parece no requerir ningún tipo de esfuerzo pero que tiene que llevar a recortar las puntas cada dos por tres, tiene que echarse todo tipo de cremas para que tenga brillo, un reparador para el pelo castigado y un largo etcétera de cuidados que ninguno de los demás componentes del grupo estarían dispuestos a soportar. A esa melena perfecta se le une una barba característica de unos dos o tres días sin afeitar, aunque en realidad si que lo ha hecho. Se la recorta cada día hasta dejarla perfectamente a su gusto, justo para que se le vea ese pequeño lunar que tiene un poco más arriba de la comisura de los labios desde pequeño. Su abuela le decía que le hacía mucho más guapo si es que se podía y él siempre hacía caso a su abuela.
Todos ellos tienen un mismo tatuaje. Se lo hicieron juntos cuando más pequeño de ellos cumplió los dieciocho años. La palabra "Acclaim" luce sobre sus cuerpos como símbolo de unión eterna. Una prueba de la amistad que se tienen y se seguirán teniendo. La historia de aquel día es la última anécdota que le han contado a la camarera y cada uno de ellos le ha enseñado su tatuaje.
  -Yo también tengo alguno que otro .-Dice Vero
  -Uy, uy, uy... ¿Y por donde los tienes? -Pregunta Marcos intrigado a más no poder. Ese tipo de cosas le gustan mucho.
  -¡A tí te lo voy a contar! -Responde Vero sonriendo.
  -¿A quién mejor que a mí? Yo soy un experto en tatuajes... y en mujeres, también. -Le contesta el bajista del grupo guiñándole un ojo.
  -Sigue soñando, anda. -Le dice la camarera mientras se da la vuelta y se dispone a recoger una de las mesas del local que se han quedado vacías. Cada vez hay menos gente y es que ya va siendo hora de cerrar.  David, el otro camarero, ha terminado su turno y se fue hace ya rato. Allí solo queda una pareja que, por los besos y los mismos que están compartiendo, se irán pronto del bar para tener un poco más de intimidad; además del grupo Acclaim y de Vero, que está ya poniéndolo todo bien ordenado para acabar su jornada.
Los chicos empiezan a recoger sus cosas para no molestarla, pero ella les hace un gesto con la mano para que se esperen y les dice
  -¿Nos tomamos la última así ,en petit comité?
Pero Marcos no da tiempo a que los demás contesten.

viernes, 12 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 14

CATORCE
  Las paredes color vainilla de la habitación de Berta están decoradas con fotografías de todos sus trabajos. Una de sus favoritas se la hizo cuando solo tenía cuatro años. Nunca olvidará lo nerviosa que estaba ese día y, a pesar de ello, tuvo que fingir que no lo estaba. Nada mas llegar  al estudio, una gran masa de peluqueros y estilistas se abalanzaban sobre ella sin darle si quiera los buenos días o preguntarle cómo estaba. Lo único importante era dejarla con el aspecto de una muñequita de porcelana y así lo hicieron. Tampoco olvida que su madre no se separaba de ella y eso, en cierta parte, la tranquilizaba. Entre peines y brochas de maquillaje, Berta estaba petrificada. No podía casi ni parpadear hasta que notó cómo su madre le cogía la mano. No le hizo falta ni mirarla para saber que era ella. Ese tacto tan suave era inconfundible y, a pesar de tener tan solo cuatro años, sabía que aquella persona que la apoyaba agarrándole esa pequeñita mano estaba muy orgullosa de ella. Los ojos de madre e hija se cruzaron en el espejo de arriba del tocador y fue en ese momento cuando Berta consiguió relajarse. Poco menos de una hora más tarde, la sesión de fotos había terminado y la pequeña muñequita se convertiría así en el mes de Junio de un famoso calendario. Ese fue su primer trabajo, aunque ella lo consideraba como un juego y, poco a poco, se fue acostumbrando a aquel mundo relacionado con la imagen, el glamour y la moda.
Junto a la fotografía del calendario, la joven tiene enmarcada una de las tarjetas del programa de radio en el que trabajó durante un tiempo; y así se van sucediendo numerosos recuerdos de su vida, como un cartel en el que posa con los "Caramelos Sweety" cuando tenía siete años; o la portada del catálogo de lencería que hizo cuando cumplió los diecinueve años. Este último nunca le gustó a su padre, pero en el fondo sabe que él siempre la apoyará en todo lo que decida hacer con su vida.
Tumbada en la cama, Berta sujeta una de las fotografías que acaba de descolgar de su museo personal. Es de su último trabajo, poco antes de licenciarse en periodismo. Todos sus compañeros del programa de televisión posan de forma divertida. Unos sacan la lengua, otros adoptan posturas raras y ella sonríe como nunca antes lo había hecho, aunque sus ojos la delatan y hacen ver que había llorado no hacía mucho. Berta era uno de los nuevos fichajes de la temporada y tenía que encargarse de buscar artículos en la Teletienda para llevarlos al programa y someterlos a prueba en su sección semanal, pero no llegaron a grabar ni tres meses cuando la productora decidió cancelar el show. El último día de programa, cuando ya se habían apagado los pilotos rojos de las cámaras, todo el equipo se fue de fiesta y se hicieron esa foto. Tras esa despedida, ha vuelto a hablar de vez en cuando con algunos de sus compañeros por Facebook, pero nunca los ha vuelto a ver. Lo único que le queda es esa foto y la firma de todos ellos en el reverso de la misma. Berta era la más pequeña de los colaboradores y, aunque trabajó con ellos muy poco tiempo, la trataban como si fuera una niña a la que proteger, le daban cariño, la mimaban y la trataban como nunca la habían tratado en ninguno de sus trabajos.
Años más tarde, las caras de esas personas vuelven a ver a su pequeña Berta llorar, aunque esta vez, su presencia solo está impregnada en un papel. No está triste, pero los echa de menos y la reaparición de Alejandro Mateo, su representante, le ha hecho recordar todo lo que tuvo y ha perdido. Aún así, no pierde la esperanza y sabe que algún día llegará su momento y podrá demostrar su valía.
Mientras tanto, ansía el momento en el que aquel viejo amigo, el que fue como un segundo padre, la llame para decirle la hora y el lugar en el que se verán el miércoles. Se muere de ganas por saber qué ha sido de él durante todo este tiempo, dónde ha estado viviendo, cómo está su mujer... Quiere saberlo todo y quiere que él lo sepa todo de ella.
Pensando en ese momento que pronto llegará, la joven se queda dormida, abrazada a la foto, tan hermosa como en el mes de Junio de ese calendario.

Con "B" de BERTA. Cap 13

TRECE
  Esa misma noche, las paredes que rodean a África son totalmente diferentes. Colores llamativos como el rosa fucsia o el verde lima llenan de color el apartamento de la joven, que corre de un lado a otro de la casa para no llegar tarde a su cita, aunque en realidad, no ha quedado a ninguna hora concreta. Realmente, no ha quedado con nadie.
La cena ya está lista y la mete en los tuppers de diseño que regalaron en la redacción de la revista hace menos de dos semanas. Vuelve a correr al otro lado de la casa, pero esta vez se va desnudando por el camino. No hay tiempo que perder, así que deja la ropa desperdigada por el suelo. Ya lo recogerá todo mañana por la mañana. Sabe que se arrepentirá de esto, pero no puede retrasarse más. Por un momento, se le ocurre dejarlo todo así hasta que su amiga se mude y, con la excusa de compartir las tareas de la casa, lo acabarían recogiendo entre las dos y tendría menos trabajo. Ella misma se ríe de su ocurrencia, pero sabe que no lo va a hacer.
Se mete en el cuarto de baño y abre el grifo de la ducha. Normalmente se lleva hasta allí la radio para escuchar música mientras se asea, pero hoy no puede perder ni un segundo si quiere que su plan salga según lo previsto. Espera a ver cómo sale el vapor del chorro de agua caliente y, con el regulador calcula la temperatura ideal. Mete primero un pie y lo coloca bajo el agua. Una vez está totalmente conforme con el resultado, se moja el resto del cuerpo y, cuando no han pasado ni cinco minutos, suena la melodía de kesha desde su móvil, que lo tiene en el lavabo junto a la toalla. Se rodea el cuerpo con ella, mira el teléfono y contesta rápidamente a la llamada.
  -¡Hola, cariño! Ya pensé que no me llamabas...
  -¿Cómo no te voy a llamar? ¿A caso crees que he olvidado qué día es hoy?
  -Por supuesto que no. Es solo que me gustaría poder verte para darte al menos mi regalo. Es nuestro primer mes juntos y no podemos ni disfrutar de una cena romántica. -El tono de voz apagado de África difiere bastante de su rostro, que luce esa inconfundible sonrisa que tanto le gusta a su chico.
  -Ya lo sé, Afri, a mí también me gustaría verte, pero tengo un montón de trabajo acumulado.
  -Trabajo y más trabajo. Siempre lo mismo. -Esta vez, la joven parece un poco molesta y su tono de voz es mucho más seco. Su sonrisa ha desaparecido desde que escuchó la palabra "trabajo" saliendo de los labios de su novio.
  -Prometo compensarte, de verdad. El fin de semana que viene nos vamos tu y yo por ahí, a un hotel. ¿Te gusta la idea? O mejor, a un Spa. Así nos relajaremos y podremos disfrutar el uno del otro en la piscina, en el jacuzzi... Tú ya me entiendes. -Mientras pone los pies en la mesa del despacho que tiene en su casa, no puede evitar mostrar esa sonrisa suya tan peculiar. Esa sonrisa que llama la atención de todas las chicas, pero que solo una de ellas puede besar. Solo ella. Solo África.
  -Bueno, bueno, no te emociones. Que mi amiga se va a venir a vivir a casa y no sé cuándo va a hacer la mudanza.
  -Yo reservo, y si tú quieres... me acompañas. Si no, tendré que buscarme a otra. ¿Qué se le va a hacer?
  -¡Como hagas eso, te puedes ir olvidando de mis besitos en el cuello!
La conversación entre los dos se relaja entre broma y broma y África decide olvidar la adicción que tiene su chico al trabajo.
  -¿Qué estás haciendo?
  - Nada. Estaba en el sofá leyendo. -Miente y, aunque se siente culpable por hacerlo, es la única forma de que él no sospeche nada. -Puedo hablar contigo todo el tiempo que quieras. -Vuelve a mentir. Necesita colgar cuanto antes, vestirse, peinarse, maquillarse y salir corriendo en busca de un taxi; pero tampoco quiere despegarse de su móvil. Hoy casi no ha podido hablar con él y lo echa bastante de menos.
  -Yo no tengo mucho tiempo. Me estoy tomando un descanso entre papeles y papeles. En la empresa todos van con retraso y, si no me envían su trabajo a tiempo, yo no puedo seguir con el mío; pero, de repente, me llenan el ordenador de emails con todo lo que me tenían que haber enviado durante la semana y ahora soy yo el que tiene que ponerse al día.
  -Cariño ¿De verdad quieres hablar de trabajo?
  -Tienes razón, lo siento.
Minutos más tarde, los dos se despiden y África vuelve al estrés que tenía antes de la llamada, con la diferencia de que, ahora, dispone de mucho menos tiempo.

martes, 9 de octubre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap 12

DOCE.
  Ya ha oscurecido y las cuatro paredes del local "La Luna" cobijan a Acclaim de la fría noche. No han parado de reír, charlar y pegarse algún que otro puñetazo en el brazo como muestra de amistad desde que llegaron, pero no molestan a nadie porque en "La Luna" siempre hay buen ambiente, buena música y a nadie le importa ver a otros pasándoselo bien.
Al otro lado de la barra, Verónica, la camarera, no le quita el ojo a ese grupo. Cada uno a su manera pero todos del mismo estilo.
  -¡Vero, cuatro cañas para la mesa 7! -Tras comunicarle el nuevo pedido, el otro camarero que está sirviendo en el local esta noche coge la bandeja que hay sobre la barra repleta de cervezas que ha colocado antes su compañera y se la lleva al callejón que hay a la salida, donde su jefe colocó unas cuantas mesas altas no hace mucho.
  -¡Oído, cocina! ¡Yo me encargo! -No está segura de que David la haya escuchado, pero ya está fuera y repetírselo sería perder el tiempo.
Coge cuatro jarras de debajo de la barra y las llena una a una colocándolas bajo el grifo de cerveza con sumo cuidado. No quiere que le pase lo mismo que el primer día de trabajo cuando desperdició casi medio barril llenando los vasos de espuma. Únicamente de espuma. Por suerte, ya lleva más de un año ejerciendo de camarera y sabe perfectamente como tirar una caña, además de cuál es el número de cada mesa y, no en vano, ha decidido ser ella la que atienda a la mesa 7
  -Cuatro cervecitas para los nuevos clientes. Aquí las tenéis, pero como sigáis con este ritmo os vamos a tener que sacar a rastras del bar y la factura va a ser kilométrica. -La sonrisa es su mayor virtud y por ello no para de mostrarla en ningún momento.
  -Por la pasta no te preocupes, que aquí nuestro amigo se va a forrar de dinero en un abrir y cerrar de ojos. -Dice Marcos mientras apoya su mano sobre el hombro de Lucas.
  -¿Qué dices, tío? Yo no pienso pagar todo esto. Además, que solo formo parte de una banda. No me voy a hacer de oro por eso.
  -Una banda que toca en televisión. Esa es la clave, amigo mío.
  -¿Vas a salir en la tele? ¿Cuándo? -Pregunta Vero intrigada. -Me gustaría verte, que ahora tengo curiosidad por saber cómo tocas.
  -No voy a salir en la tele. Bueno, si, pero es diferente. Me han contratado para un nuevo programa y yo toco con la banda que han contratado para marcar el ritmo y darle vidilla al asunto, pero si me enfocan tres segundos en algún programa que otro, puedo darme ya por satisfecho.
  -Venga Lucas. Esto va a ser solo el principio. Tú te vas a hacer famoso en ese programa y luego vas a hacernos famosos a nosotros.
  -¿A vosotros? -La chica no entiende nada y no quiere parecer cotilla, pero se muere de curiosidad por saber qué pasa por la cabeza de esos cuatro chicos. Sobre todo del que más destaca. El que tiene los brazos tatuados, el pelo negro rizado y un piercing en el labio y, es justo él quien disipa sus dudad.
  -A Acclaim. Quédate bien con el nombre porque va a ser la palabra más sonada dentro de unos meses.
  Elías da por hecho que la camarera no se ha enterado de nada y se lo explica para que quite esa cara de extrañeza y vuelva a deleitarlos con su magnífica sonrisa.
  -Verás, nosotros venimos de Galicia. Allí teníamos un grupo que, como ya habrás deducido, se llamaba Acclaim. Para ser sinceros, tampoco es que tuviéramos allí mucho público, pero poco a poco nos íbamos dando a conocer.
  -Efectivamente. -Interrumpe Marcos. - Hasta que el melenas se presentó a una prueba para salir en la tele, lo cogieron y tuvimos que disolver el grupo para que pudiera grabar aquí, en Madrid. Y ahora le estamos haciendo una visitilla.
  -¡Eh! ¡A esa prueba nos presentamos todos! Lo que pasa es que solo me cogieron a mí.
  -Sea como sea, nos hemos sacrificado por ti, así que, para compensarnos, nos vas a facilitar el salto a la fama.
  -A ver, a ver. Esperad, que yo me entienda. -Vero sigue un poco confusa, pero más o menos va pillando la historia. -Vosotros formáis un grupo, os presentáis a un casting y solo lo cogen a él, así que se viene a Madrid a trabajar en la tele y vosotros pretendéis que él os haga famosos. ¿Me equivoco?
  -Ni en una coma. -Contesta Lucas con resignación. El joven ya tiene asumido que sus amigos le van a exigir mucho. Y más aún, Marcos, que aunque es su mejor amigo desde la infancia, siempre intenta exprimirlo al máximo.
  -Pues, desde mi humilde punto de vista, -Contesta la camarera. -tenéis más cara que espalda. Si queréis daros a conocer, venid a vivir a Madrid como ha hecho él, buscaos un trabajo e id ahorrando. Tocad en bares, en la calle, en el metro. Cualquier sitio es bueno mientras os escuchen y, si de verdad valéis para esto,  el destino os dará una oportunidad.
  Los cuatro se quedan callados. Esa chica tiene razón. Para conseguir algo, no solo basta con desearlo, también hay que currárselo cada día.
  -Y podéis empezar tocando aquí. -De nuevo, regala una sonrisa. Sabe que nadie puede resistirse a ellas. - ¿Tenéis instrumentos?
  -Si... bueno... están justo aquí arriba, en mi casa. Pero no sé. Me parece muy precipitado.
  -Venga, no seáis cobardes. A nosotros nos ha fallado el grupo que venía a tocar los jueves y vosotros buscáis promocionaros. Todos salimos ganando. Esta vez no puedo pagaros porque no está hablado con el jefe, pero si le gustáis, podría haceros contrato y tocar más veces. Además, si aceptáis mi oferta, a todas las rondas que lleváis hoy, invita la casa, aunque por ello vaya a rodar mi cabeza.


jueves, 27 de septiembre de 2012

Querido diario. 27-09-2012

Querido diario, el Otoño ya está aquí. Es hora de guardar todas aquellas prendas confeccionadas con minúsculos pedazos de tela y sacar aquellas cajas que esconden kilos y kilos de lana. Los colores vivos como el rosa o el celeste se echan a un lado y dejan paso colores más apagados como el naranja o el corinto, lo cual no significa que nuestras vidas dejen de ser alegres.
A mi, personalmente, me encante esta estación. Largos días de lluvia nos acompañarán durante una buena temporada. Podremos ver los cristales empapados y a la gente corriendo de un lado a otro sosteniendo un paraguas o sin él, mientras escuchamos el sonido del agua cayendo y nos sentimos protegidos bajo nuestro techo, ese que nos proporciona seguridad aunque no nos demos cuenta.
Los atardeceres serán maravillosos, llenos de romanticismo, con árboles que dejan caer sus hojas y se van quedando poco a poco desnudos por varios meses.
Si, en este momento, viniera alguien de otro planeta y se parara a observar el paisaje sin saber que más adelante llegará la primavera y cubrirá todo de un color tan intenso como es el verde, adornado de todo tipo de flores y frutos, pensaría que todo está muerto.
Todos tenemos épocas en las que nos quedamos desnudos. Si hemos perdido un familiar, un amigo, si se produce un cambio inesperado que trastoca nuestra rutina... En esos momentos hay que pensar en la naturaleza y, al igual que un árbol reverdece, nosotros también saldremos adelante.
Al fin y al cabo, el sol sale todos los días.


martes, 25 de septiembre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 11

ONCE
  Paredes a medio pintar. El sol entra por la única ventana de la habitación mientras una gota de sudor cae por la frente de Lucas. Por mucho que le guste todo lo relacionado con la pintura, la carpintería, la fontanería y todo lo que tenga que ver con arreglos hogareños, hoy ya no puede más. No ha parado en todo el día, pero aún así, todavía le quedan bastantes cosas por hacer. Cuando vio las fotos del piso por internet, supo al instante que tendría que dedicarle unas cuantas horas para que estuviera como nueva, así que ahora no tendría sentido echarse atrás.
Continua pintando pero ya tiene la espalda echa polvo y, sin ni siquiera pensarlo, se tumba en el colchón que hay colocado de cualquier manera en el salón, aún sin quitar el plástico que lo cubre. Está muy cansado y poco a poco se le van cerrando los ojos, pero cuando está a punto de dejarse llevar por los deseos de Morfeo, el desagradable sonido del timbre suena repetidas veces. ¿Quién será? Acaba de llegar a Madrid y aún no conoce a nadie. Lo más probable es que sea su casero, pero ha hablado con él por teléfono hace tan solo un par de horas y no le comentó que fuera a pasarse hoy por allí.
El timbre continua sonando y Lucas se levanta a toda prisa para poder abrir la puerta cuanto antes y poder dejar así de escuchar ese molesto ruido, pero cuando se encuentra a tan solo dos pasos de la puerta, el aparato deja de sonar. Aun así, Lucas abre la puerta y se encuentra a sus tres amigos al otro lado, uno de ellos presionando el timbre mientras dice:
  -Mierda, me lo he cargado...
  Lucas le aparta la mano rápidamente e intenta hacerlo sonar él, pero no hay manera. Efectivamente, se lo ha cargado.
  -¿Eso es lo único que nos dices después de tanto tiempo sin vernos? Ven aquí y danos un abrazo, capullo.
  Los invitados estrujan con sus brazos a Lucas, que se escapa como puede de tanto trozo de carne tatuado y protesta.
  -¡No llevo ni una semana fuera! ¿Tan imprescindible soy? No podéis estar sin mí, jajajajaja. ¿Y ahora, quién me paga esto? -Señala el timbre con la mano izquierda como si de una azafata de concurso de televisión mostrando el premio se tratara.- Como se entere mi casero, me mata.
  -Déjate de tonterías que tú esto lo arreglas en media hora.
  -O incluso menos- Ahora toma la palabra el más bajito, que no había abierto la boca hasta ese momento.
  -Pero no solo hemos venido a cargarnos tu timbre- Dice el más corpulento mientras echa a Lucas hacia un lado y entra en la casa como si fuera suya- Vaya mierda te has alquilado. Está que da asco.
  -Por eso la he alquilado -Se defiende Lucas- El dueño me ha dicho que es mía por 150 euros al mes si le arreglo todos los desperfectos y la mantengo en condiciones.
  -¡Qué chollazo! -Vuelve a hablar el bajito y se coloca bien las gafas para poder observar más a fondo la nueva casa de su amigo.
  -¿Y qué es lo que hacéis aquí en Madrid? A parte de destrozar timbres, claro.
  -¿Qué vamos a hacer? Hemos venido a verte y, de paso, a gorronearte un poco. No conocemos a mucha gente que tenga un piso en la capital.
  -Deberíais haber avisado. Yo ahora estoy muy liado y no tengo tiempo casi de nada. Los ensayos empiezan este mismo lunes y quiero adelantar lo máximo posible en la casa porque sé que luego será imposible.
  -Podemos ayudarte -Dice el tercero del grupo, que por fin se decide a quitarse el gorro de lana que llevaba puesto desde que entró a pesar de estar en pleno verano.
  -¿Qué dices? Hemos venido a salir de fiesta, no a trabajar. Para eso me quedo en mi casa.
  -Pues yo estoy de acuerdo con Elías. Mientras estemos juntos, ¿Qué importa lo que hagamos?
  -¡Gracias, enano!
  -¡Eh! ¡Que tengo un nombre!
  -Jajajajaja, me encanta picarte, Pablito. Vamos a tomar algo, anda, que aquí al lado hay un bar muy barato y ya luego pienso qué voy a hacer con vosotros tres.
  Y Elías vuelve a colocarse el gorro antes de salir por la puerta.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Querido diario. 17-09-2012

Querido diario, dicen que hay días que es mejor no levantarse y eso exactamente es lo que me ha pasado a mí. He tenido que madrugar para ir a la revisión de un examen, pero al llegar a la estación del tren he podido comprobar que había huelga y que el horario de salida de trenes se había reducido bastante.
Tras una hora de espera en la estación con la única distracción de mi Ipod, ha llegado un tren y, tres cuartos de hora más tarde, me encontraba al fin en Jerez.
El camino hasta la universidad sigue siendo igual de aburrido y monótono que la última vez que pasé por allí, pero parece ser que me voy a tener que acostumbrar a ello porque aún me quedan bastantes años recorriéndolo día tras día.
Llegué al despacho 2.02, donde se encontraba la profesora de Estructura de la Publicidad y las RRPP, dispuesta a enseñarme mi examen amablemente, pero no tan dispuesta a razonar que un 4,75 y unas prácticas bien hechas y entregadas son un aprobado de toda la vida de Dios.
Salí cabizbaja de aquel despacho, pero aún tenía la esperanza de que la cosa fuera mejor con la asignatura de Historia Económica y Social. Llamadme ilusa porque el destino me dejó bastante claro que, aunque el examen esté aprobado, la asignatura estará suspensa aunque el mismísimo Papa venga a decir lo contrario. Al llegar al despacho de la profesora de Historia, vi un papel en la puerta en el que anunciaba que la revisión se aplazaría hasta esa misma tarde. He de comprender que veo visiones porque, al llegar a mi casa y preguntarle a la susodicha por ese cambio de hora, me contestó que no existía tal cambio y que las revisiones ya habían finalizado. Ahora pido un aplauso para aquel supuesto ángel de la guarda que debería estar cuidándome y, por lo visto, está de cañas con algún amigo.
Me gustaría puntualizar que, al llegar a la estación para volver a Cádiz, tuve que volver a esperar otra hora, tiempo que dediqué a lamentarme por todo aquello que me rodeaba.
Ha sido una de las peores mañanas de mi vida pero, al ver llegar a mi madre del trabajo, ha cambiado mi forma de ver las cosas. ¿Por qué estar triste si voy a tener la oportunidad de recuperar aquellas asignaturas que han podido conmigo? Nos gusta lamentarnos por lo mal que nos va todo, pero no nos damos cuenta de la suerte que tenemos y yo hoy me he parado en seco un momento. Le he dado al botón de Stop y me he parado a analizar mi vida: Tengo un hermano que vale millones y unos padres que se preocupan por mí en cada momento. Mis amigas me respaldan en cada decisión que tomo y están dispuestas a ayudar en todo momento. Sinceramente, no tengo motivos para estar triste porque tengo todo lo que necesito. Hoy no ha sido un buen día, pero mañana empieza uno nuevo. Nuevas oportunidades esperando que nos demos cuanta de que están ahí, de que están hechas para nosotros.
A veces la vida nos habla en susurros. Si no podemos escuchar, nos habla más alto. Si aún no podemos o sabemos entender o no queremos escuchar, nos sigue hablando más y más alto hasta que nos da un grito. Ese grito es el dolor, la enfermedad o el accidente. La vida no es lo que sucede cuando todos tus planes se cumplen ni lo que pasará cuando tengas eso que tanto deseas. La vida es lo que está pasando este peciso instante.
Y para concluir, me gustaría felicitar a mis papis, que hoy, o mejor dicho, ayer, porque ya han pasado las doce, cumplieron 24 años de casados. Felicidades por el esfuerzo que supone y enhorabuena por tener a alguien con quien compartir la felicidad día a día.
Os quiero y os agradezco todo cuanto hacéis. Incluso cuando os equivocáis porque eso significa que sois personas. Personas muy especiales para mí.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 10

DIEZ
  Las paredes de los edificios que tiene a los lados van quedándose atrás a una velocidad de 40 km/hora. Con las manos en el volante, Berta presta atención al tráfico o, al menos, intenta hacerlo. No se quita de la cabeza lo que le ha propuesto su amiga. ¿Irse a vivir juntas? ¡Es una locura! No es que no le haga ilusión. Desde pequeñas fantaseaban con vivir juntas en una gran mansión llena de juguetes y con una cocinera que tuviera siempre pastelitos recién hechos y se los llevaran a sus habitaciones, donde nadie podría decirles que en la cama no se come.
A medida que iban creciendo, la casa iba evolucionando. Cuando tenía diecisiete años, ambas querían un piso pequeño par ano tener que limpiar más. En ese sentido eran más realistas que de pequeñas, pero no dejaban de fantasear con sus gustos y pasiones. Berta tendría en su habitación un vestidor para ella sola y una cómoda llena de maquillaje y esmaltes de todo tipo de colores. Además, las paredes estarían llenas de fotos de sus amigas, ya que en su verdadera casa, su madre no le permitía ensuciar la pared de ninguna de las maneras.
Por otro lado, África siempre soñó con una habitación azul verdoso, como el color del mar, y en ella pintaría grandes burbujas como si se encontrara en el fondo del océano. Una estantería estaría reservada completamente para las revistas de moda con las que no solo aprendía a combinar complementos, sino que también descubría nuevos enfoques y planos que más tarde pondría en práctica con su cámara de fotos. Al igual que su amiga tendría un vestidor, ella dedicaría su rincón personal de la casa a construir un estudio. Su propio estudio de fotografía. Y, sin tenía mucha suerte y todo le iba como ella quería, justo enfrente de su casa tendría un picadero en el que se alojaría su precioso caballo tordo.
Por desgracia, ambas tenían ya veinticinco años y era hora de poner los pies en el suelo.
Independizarse requiere mucha responsabilidad y, no es que ella no se viera capaz, pero le daba miedo. Irse a vivir con su amiga significaría que nunca más dormiría bajo el mismo techo de aquellos que le dieron la vida, que la vieron crecer y le dieron una educación. Nunca más se levantaría de la cama y vería a su padre tomándose el café en su taza roja, la que ella le regaló, mientra lee el periódico con cara resignación ante las noticias que se sucedían en él.
Comenzaría una nueva etapa en su vida. Una nueva etapa en la que su compañera sería África, su amiga desde siempre, desde que el mundo es mundo. O, al menos, desde que las dos tienen uso de razón. Sin duda, no estaría sola en esa nueva aventura. Ella le daría su apoyo siempre que lo necesitara y estaría a su lado los primeros días hasta que se acostumbrara a su nueva situación.
El semáforo se pone en rojo casi sin que Berta se dé cuenta y no le queda más remedio que pegar un frenazo. ¡Casi se lo salta! Menos mal que ha actuado a tiempo. Aprieta con fuerza el volante y se decide a dar el paso. Se va a ir a vivir con su amiga y no se arrepentirá de su decisión. Lo tiene clarísimo. Parece ser que, al fin y al cabo, el día no va a ser tan malo como pensaba. Es cierto que la prueba no le salió del todo bien. En realidad, no le salió nada bien. Pero una vez más, su amiga le ha demostrado que estará con ella siempre que lo necesite. Y, además, ha vuelto a ver al Señor Mateo o, como él quiere que lo llame, Alejandro.

Cuelga el móvil tras hablar con su madre y se siente culpable por no haber intentado darle un poco más de entusiasmo a su voz para que no notara que, esta vez, la negativa rotunda de los directores del casting le ha afectado tanto. Camina por la calle cabizbaja. No tiene ganas de nada. Solo quiere llegar a su casa y encerrarse en su cuarto esperando que pasen las horas y llegue la hora de dormir.
  -¿Berta? ¿Eres tú?
  La joven levanta la cabeza y, frente a ella, se encuentra a un señor de unos cincuenta años. La última vez que lo vio tenía más pelo y menos barriga, pero esa nariz picuda es inconfundible. ¡Sin duda alguna, es él!
  -¡Señor Mateo! ¡Qué alegría volver a verle!
  -Vamos chica, no me hables de usted, que han sido muchos los años que hemos pasado juntos. ¡Hay que ver lo que has crecido! ¡Estás hecha toda una mujer! Una mujer hermosa, todo hay que decirlo.
  Berta se sonroja y agacha la cabeza. Por mucho que se repita la situación, no se acostumbra a que los hombres le piropeen.
  -Está bien, Alejandro. Ya sabes que mi madre siempre se empeñaba en que te tratara de usted.
  -Lo recuerdo como si fuera ayer. Qué tiempo aquellos ¿Verdad? Tus padres firmaban los contratos y a ti te encantaba jugar a las actrices, como tú lo llamabas. Fue una gran época.
  -Y todo gracias a ti.
  -Bueno, todos pusimos de nuestra parte. ¿Tienes algún proyecto ahora?
  -Qué va... Hago todas las pruebas que puedo, pero no me suelen coger en ninguna y lo único que consigo son anuncios y poco más. Estuve unos meses en la radio, pero tuvieron que cerrar la emisora. En fin, que no he tenido mucha suerte.
  -¡Pero si tú estás hecha para trabajar en esto! ¿Cómo es posible?
  -A lo mejor es que, realmente, no valgo.
  -¿Sabes una cosa? En la vida todo sucede por algo y tu y yo nos hemos reencontrado hoy después de varios años. Representante y representada. Algo nos tiene preparado el destino.
  -Yo no creo en el destino
  -Nunca fuiste una ilusa... y veo que no has cambiado. Ahora tengo prisa, pero -Alejandro saca una pequeña agenda del bolsillo delantero de su chaqueta y pasa las páginas a gran velocidad- ¿Tienes un ratito libre el miércoles que viene para tomar un café con un viejo amigo?
  -Sí... creo que sí. De todas formas, no has cambiado tu número de móvil ¿No?
  -No, no. Ya sabes que yo no me acostumbro a las nuevas tecnologías y procuro cambiar lo mínimo posible. Jajajajaja.
  Ambos sonríen. Los reencuentros inesperados siempre producen alegría.
  -Está bien. Nos vemos el miércoles. Yo tampoco he cambiado mi número. Ya me avisarás de la hora y el lugar.
  -No lo dudes.
  -Hasta el miércoles. Me ha encantado verte.
  -A mí también, mi pequeña princesita.
  Se despiden con un beso en cada mejilla y cada uno camina hacia un lado, pero no pueden evitar mirar atrás cuando ya han andado unos tres pasos y, cómo no, vuelven a sonreír.

viernes, 31 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 9

NUEVE
  Las paredes oscuras del local dan paso al aire libre de la calle. Las dos amigas salen por la puerta principal y se echan a un lado para no entorpecer el paso de la gente mientras se despiden.
  -Gracias por todo, África. Ya estoy mucho mejor. -Berta sonríe mientras lo dice y en sus ojos se palpa la sinceridad y el agradecimiento.
  -¡Así me gusta! ¡Y que no me entere yo de que te vuelves a poner así por una prueba! ¿Entendido? -La joven finge estar enfadada y cruza los brazos por debajo del pecho para darle más credibilidad a su actuación, pero, en cuanto termina de hablar, le regala una enorme sonrisa a su amiga y la rodea con sus brazos estrujándola hasta que la joven se queja.
  -¡Para! ¡Para! ¡Que no puedo respirar!
  -Siempre has sido una quejica. -África suelta a Berta, pero no deja de sonreirle. -Si no fuera porque me tienes a mí... Bueno, ahora que ya te he subido el ánimo, me tengo que ir. No tienes ni idea de la de cosas que tengo que hacer. Y encima me he dejado la Vespa en casa, así que tengo que ir andando a un montón de sitios.
  -Yo traigo el coche de mi padre. ¿Quieres que te lleve?
  -No, no te preocupes. Me vendrá bien andar, que desde que soy becaria me paso las mañanas enteras sentada en una silla y se me va a poner el culo blandengue.
  -¡Anda ya! -Berta mira a su amiga con cara de incredulidad. -Más quisieran muchas tener tu culo. Y yo me incluyo entre ellas.
  -¿Ves como eres una quejica? Tu culo está perfecto tal y como está. Ni se te ocurra cambiarlo ni una pizca.
  -Bueno, ¿Vas a querer que te lleve, o no? Que el coche lo tengo aquí al lado y no me cuesta nada acercarte a donde sea.
  -No. Tú tienes que ir ahora a tu casa y comunicarle a tu querida madre que ya eres mayor, el ciclo de la vida, tal y tal y que te independizas. Que el pájaro tiene que volar fuera del nido. ¡Eso nunca falla!
  -Bueno, tú no me presiones que yo necesito mi tiempo. Llámame un día de estos y charlamos.
  -Si viviéramos ya juntas, no tendría que llamarte. ¿Ves como son todo ventajas? -África vuelve a sonreír. Siempre que insiste en algo y sabe que se pone pesada, saca a relucir sus pequeños dientes blancos y sabe que así nadie le reprocha nada.
  -¿Qué voy a hacer contigo? ¡No vamos a aguantar juntas ni dos semanas, ya lo veras! Jajajajaja.
  Las dos se ríen, se abrazan, se besan y toman direcciones opuestas. Una se aleja rápidamente en su coche, pero la otra se desplaza a menor velocidad. Todavía tiene que ir a comprar el regalo para su chico y prepararle una gran cena para darle una sorpresa. Seguro que le encanta y a ella le encante que le encante. Tan solo hace un mes que empezaron a salir pero es como si se conocieran de toda la vida, aunque suene a tópico. Quizás debería habérselo comentado a Berta. Al fin y al cabo es su amiga y siempre se lo han contado todo. Ya sea lo bueno o lo malo... Pero esto es bueno, debería estar deseando contárselo y no le ha dicho ni nada
Cuando quiere darse cuenta, África está ya delante del estudio de fotografía, entra y saluda al joven que se encuentra tras el mostrador. Es bastante guapo. Justo del estilo que le gustaría a Berta: rubio, ojazos claros, barbita de dos o tres días y una trencita de cuero que le sale de los pelos de la nuca. Básicamente, aspecto desarreglado. Nunca entenderá cómo le pueden gustar los tíos así, con lo elegante que queda una corbata bien puesta, o incluso unos vaqueros y una camiseta aceptable. ¡No hace falta llevar las pintas de descuidado hasta tal extremo! En fin... para gustos, los colores. Algún día se lo presentará.
  -¡Hola Jorge!  ¿Qué tal?
  -¡África! ¡Por fin llegas! Ya pensé que no venías.
  -Ya... es que se tenía que resolver un asunto de importancia máxima.
  -Pues hueles a cerveza que da gusto -El chico sonríe mientras lo dice. No le molesta que haya llegado tarde, pero tiene curiosidad por saber qué locura le ha pasado esta vez. -¡A mí no me la clavas, que ya desde la universidad te pasabas las horas muertas en la cafetería!
  -Muertas no. Que a más de uno le dejé sin un euro con la tontería de las cartas. Y tu eras uno de ellos.
  Los dos ríen recordando tantos días que pasaron juntos como los grandes amigos que eran. Por desgracia, los dos tomaron caminos separados al acabar sus estudios y poco a poco se han ido distanciando. El día en el que África se lo encontró allí, en ese estudio, trabajando, no podía creérselo. Después de tanto tiempo se habían reencontrado y no dudó ni un segundo en encargarle a él eso tan especial que tenía entre manos.
  -Bueno, dejémonos de tonterías. ¿Tienes lo mío? -La joven mira a su alrededor fingiendo ser una mafiosa perseguida por la policía, se acerca al oído del chico y, casi en susurros, habla. -Vamos, lo necesito cuanto antes.
  -No te preocupes. Toni lo ha dejado todo atado y bien atado.
  -¿Quién es Toni?
  -El jefe de mi banda. ¿Qué pasa? ¿Solo tú puedes ser mafiosa?
  África no se queda indiferente y sin tener que pensarlo demasiado, sale airosa de la situación-
  -Dijimos que nada de jefes. ¡¡¡Solo tú podías saber de esto!!! -Y tras la sonrisa que se le escapa la joven, la tensión fingida se disipa.
  -Voy a buscarlo al almacén. Te va a encantar.
 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 8

OCHO
  Paredes negras con decoración amarilla en forma de rectángulos verticales para darle luz al local. Solo tiene dos ventanas que no son muy grandes, pero la falta de luz natural se suple con grandes focos en el techo. Las bajas mesitas blancas están rodeadas por pequeños taburetes amarillos con forma de cubo, aunque también se pueden encontrar pequeños taburetes negros con forma cilíndrica colocados en algunas mesas aleatoriamente.
La música invita a un ambiente tranquilo y moderno, lo cual no impide que en los dos pequeños sofás negros de piel que se encuentran pegados a una pared, haya una pareja de entre cuarenta o cuarenta y cinco años que se están tomando una tapa de jamón serrano, queso y colines, acompañada de un refresco para ella y una cerveza pera él. Ambos sonríen y conversan tranquilamente.
Al fondo del bar, sentadas en unos taburetes metálicos junto a la barra con forma semicircular, se oyen carcajadas. Dos chicas, dos amigas, que comparten risas, bromas y mucha complicidad.
Una de ellas tiene la melena castaña, lisa, un poco más largo que a la altura de los hombros y el flequillo hacia un lado. Sus grandes ojos marrones trasmiten alegría y sus labios carnosos pintados de color rosa han hecho que más de un hombre deseen probarlos. Tiene un cuerpo envidiable, propio de una joven de su edad, aunque su amiga tampoco puede quejarse. Rubia, con el pelo largo ondulado por debajo del pecho; ojos verdes bastante maquillados y una nariz chata y el flequillo recto que le dan un aspecto infantil a su rostro. No tiene tanto pecho como su amiga, pero sabe sacarle partido al resto de sus cualidades. El camarero se ha fijado en las dos desde que llegaron bar y no se ha separado de la barra ni un solo momento, ya sea con la excusa de limpiar vasos, llenar jarras o contar el dinero de la caja, que no debe ser mucho porque el local está bastante vacío.
  -¿Os pongo otra?
  -No, gracias.
  -A mí sí. -Berta mira a África con cara de asombro y su amiga le contesta con otra sonrisa. -Y a mi amiga también.
  -¿Entonces les pongo otras dos cervezas a estas dos preciosidades?
  -¡Sí, por favor! -Berta permanece callada y pone los ojos en blanco, dando por hecho que no va a poder convencer a su amiga. -Vamos a lo importante: ¿Cómo estás por lo de la prueba?
  Su rostro de niña se entristece rápidamente y fija la mirada en el suelo. -Bueno, eso no importa ahora. Ya se me pasará.
  -Tú no te preocupes, Berti, cariño, ya verás como te salen muchos más castings.
  En ese momento, vuelve el camarero con dos grandes jarras llenas de cerveza bastante frías. -¡A estas invita la casa!
  -¡Muchas gracias! -África se echa su melena castaña hacia atrás mientras le guiña un ojo al barman, que se da la vuelta avergonzado y se dispone a limpiar mesas.
  Berta mira extrañada a su compañera de barra.
  -¿¿¿Te gusta el camarero???
  -¡Qué va! Pero habrá que agradecérselo de alguna forma, ¿No?
  -¿Dándole falsas esperanzas?
  -No, dándole seguridad en sí mismo. Pero ese no es el tema. ¡Quiero verte sonreír! ¿Desde cuándo te pones así porque no te cojan en una prueba?
  -No es solo eso, África. Es que ya tengo casi veintiséis años y sigo igual que cuando tenía veinte: Presentándome a castings en los que me cogen de vez en cuando y trabajando en el súper de reponedora  intentando ahorrar para poder independizarme, pero está claro que con el sueldo que me pagan, eso es más que imposible.
  -¡Si el problema es que te quieres librar de tu mami, la solución es bien fácil! ¡Vente a vivir conmigo!
  -Estás loca Afri. No puedo hacer eso. Ya te he dicho que no tengo dinero.
  -¿Y quién te está pidiendo a ti dinero?
  -¡No voy a permitir que lo pagues tú todo! No me parecería justo.
  -Bueno, pues pagamos a medias los gastos de luz, agua, etcétera y listo. Para pagar eso si te llega, ¿No?
  -Sí, eso sí. ¿Pero qué pasa con el piso?
  -¡El piso lo pagan mis padres! ¿No ves que están forrados? ¿O te crees que con mi sueldo de becaria puedo pagarme un piso en pleno centro?
  -No sé, África. Déjame que me lo piense...
África finge estar enfadada y con un tono muy serio dice:
  -Me ofende que no quieras vivir con tu amiga del alma. Piensa en las noches de juerga que podemos pasar, fiestas en el piso, pelis con palomitas en el sofá tapadas con la mantita, el cuarto de baño lleno de botes de cremas y maquillaje... ¡¡Un verdadero piso de chicas!!
  -No es que no me apetezca. Es que lo veo muy precipitado.
  -¡Venga ya! Soy tu amiga de toda la vida, no te voy a secuestrar ni nada de eso. ¿Qué hay de malo en que vivamos juntas? Vente un mes de prueba y si no te gusta lo que ves, puedes volver a tu casa sin malos royos. Te prometo que no te voy a reprochar nada. Palabra de continente.
  -Afri, los continentes no hablan... Pero bueno, se lo comentaré a mis padres y ya veré lo que hago.
  -¡¡¡Siiiiii!!! ¡¡Yupi!! -África salta repetidas veces sobre su taburete hasta que, de repente, se frena en seco. -Un momento... no estás contenta. Te obligo a que estés contenta. ¡¡Sonríe!! ¡A partir de ahora vamos a ser inseparables!
  -No te emociones, aún no he dicho que sí.
  -¡¡Acabas de decirlo!!
  Y Berta vuelve a sonreír, aunque no está muy segura de que vivir juntas sea la decisión más correcta.

lunes, 27 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 7

SIETE
  Paredes amarillo ocre, hace cuatro meses, en una casa en Salceda de Caselas, Galicia.
  -¡¿Qué?!
  -Pues eso, que necesito que hagas el casting.
  -¡No puedes pedirme eso! ¡No puedes hacerlo! Sabes que no.
  -Venga Lucas, será solo un momento. Te llevas la guitarrita, te plantas delante del micrófono, cantas alguna de tus canciones moñas y te vas. No tienes que hacer nada más
  Lucas no sabe qué decir. No puede hacerlo. No quiere. No es el momento. Hace unos años estaría encantadísimo con esa oportunidad de demostrar su talento, pero ahora, no. No entiende por qué su amigo le pide eso. Él sabe mejor que nadie que no ha vuelto a sacar la guitarra desde lo de Sara, y mucho menos ha vuelto a cantar. No tiene ganas de hacerlo. El hecho de pensarlo le produce un escalofrío. La última vez que lo hizo fue con ella, el día de su cumpleaños. Recuerda perfectamente lo nervioso que estaba, pero también recuerda la ilusión. Estaba seguro de que le iba a encantar que por fin le mostrara su faceta más oculta, su faceta más íntima y cuando lo hizo, se dio cuenta de que no estaba equivocado. Aún siente ese abrazo cálido cuando terminó de cantar y ese beso mojándole la cara al chocar las mejillas impregnadas de sus lágrimas. De las lágrimas de Sara.
  -No es tan fácil como lo pintas. Sabes que no es tan fácil.
  -Venga, no te pediría este favor si no fuera importante. Si no consigo a cinco personas como mínimo para el casting, me echan. No necesito que te explayes, solo que cantes.
  -¿Tanto te cuesta entender que no estoy preparado? No he vuelto a tocar desde aquel día y no voy a hacerlo ahora. Búscate a otro. -Lucas no quiere enfadarse, pero no puede evitarlo. No es justo lo que le está pidiendo, y mucho menos lo son las formas que está utilizando. Si lo quiere convencer quitándole hierro al asunto, va por muy mal camino. Sara aún está presente en su vida.
  -Vale, está bien. Lo entiendo. Siento haberte hecho recordar aquello.
  Lucas sabe que no puede estar enfadado con uno de sus mejores amigos y rápidamente olvida lo que ha pasado.
  -No pasa nada.
  -No, en serio, lo siento. Es que necesito a alguien para dentro de dos días y no sé qué hacer. No conocerás a alguien, ¿No?
  -No sé. Puedo llamar a los del grupo, pero no te aseguro nada. Además, dos días es muy precipitado.
  -¡Muchas gracias, de verdad! Pero pensé que ya no tenías contacto con ellos.
  -Y no lo tengo, pero creo que ya es hora de retomar viejas amistades. "Acclaim" fue algo muy importante en mi vida.
  -¿Te imaginas que se vuelve a unir el grupo? Sería genial y seguro que así te distraes un poco. Yo podría enchufaros en algún que otro casting, siempre y cuando me lleve comisión.
  Lucas sonríe al oír las ocurrencias de su amigo. Siempre intentando buscar algún negocio.
  -Sigue soñado, capullo.
  -Tenía que intentarlo jajajaja.
  -Bueno, hablo con los chicos y mañana te llamo.
  -Esperare impaciente tu llamada. Crucemos los dedos.
  -Venga, tío, un abrazo.
  -¡Adios!
  Y no puede evitar pensar que la llamada de su amigo le ha venido bien. Un reencuentro entre antiguos amigos nunca viene mal. Ya es hora de seguir con su vida y salir del pozo en el que se ha metido.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 6

SEIS
 Paredes alicatadas con losas blancas y una cenefa media altura con losas de color cazuela. Se sienta en una de las cuatro sillas de madera que rodean la mesa, de madera también. Está nerviosa. No comprende por qué no la ha llamado aún. ¿Le habrá pasado algo? Seguro que no. Su hija es una chica responsable y no se mete en problemas. Seguramente se habrá distraído al encontrarse con algún conocido de vuelta a casa.
Mercedes se levanta, se asoma por la ventana de la cocina que da a la calle y la busca por la acera, pero no obtiene ningún resultado. Vuelve a sentarse y golpea la mesa con las yemas de los dedos repetidas veces mientras mira el reloj de la otra mano. Es muy tarde, no puede ser que la prueba no haya terminado aún.
Cuando menos se lo espera, suena el teléfono y le da un vuelco al corazón. A pesar de sus cincuenta y dos años, sale corriendo de la cocina y, sin darle tiempo a que vuelva a sonar, descuelga el aparato que hay en la pequeña mesita cuadrada de la izquierda.
  -¿Diga?
  -Hola mamá, ya he salido...
  -¿Y qué te han dicho? -Mercedes se impacienta y, a pesar de notar que el tono de voz de su hija no es exactamente animado, la esperanza es lo último que se pierde.
  -Que no soy el perfil que buscan, pero no te preocupes que estoy bien.
  -¿Seguro? ¿No quieres tarde de chicas para despejarte? No sé, podemos ir de compras, al cine...
  -No mamá. Ya te he dicho que estoy bien. Además, ya he quedado con África y luego tengo que cuidar a Martita, que me lo pidió la tía Isabel.
  -¡Es cierto! Casi se me olvida decírtelo. -Mercedes se lleva la mano con la que no sujeta el teléfono a la cabeza. -Me dijo tu tía que no hace falta que vayas hoy, que al final no va a cenar fuera.
  -Está bien, entonces ya veré lo que hago esta tarde. Ahora voy para casa y ya hablamos. ¿Vale?
  -Muy bien, cariño. Ahora nos vemos. Un besito, hija.
  -Otro para ti, mami.
  Y, mientras camina en busca del abrazo de su madre, se encuentra con alguien al que nunca pensó que volvería a ver.

viernes, 17 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 5

CINCO
Paredes exteriores de piedra. Debe ser un edificio antiguo, de arquitectura barroca. Berta sale del portal y baja las escaleras que dan a la calle. Tiene el teléfono móvil en la mano. Lo sacó del bolsillo mientras esperaba el ascensor con la intención de llamar a su madre y contarle cómo le ha ido la prueba para ser la nueva copresentadora del programa de moda de la televisión, pero no siente fuerzas para hacerlo. A sus veinticinco años, ya ha tenido que pasar por más de una desilusión en su corta vida laboral, pero esta vez es diferente. Necesita desahogarse con alguien, pero no puede ser con su madre. No quiere que le oiga llorar porque se le partiría el alma y sabe que le resultará imposible contener las lágrimas. Necesita un abrazo, pero ahora mismo está sola en la calle, rodeada de gente que no tiene ni idea de todo lo que está pasando por su cabeza. Recuerda la canción de El Sueño de Morfeo. "Gente que está sola aunque haya mucha gente". Así se siente ella... Si por lo menos estuviera su amiga a su lado, ella la haría sentirse mejor, pero a estas horas estará trabajando y no debe molestarla. A ella si que le ha ido bien. Está orgullosísima de su amiga, aunque algunas veces la envidia. Envidia sana, por supuesto, pero envidia al fin y al cabo. Aún recuerda el primer casting al que fueron juntas. Era para hacer de azafata en un concurso y su amiga solo iba para acompañarla, pero al final se animó y empezó a bailar sin sentir vergüenza alguna hasta contagiarle el ritmo a Berta. Ninguna de las dos fue seleccionada, pero desde entonces iban juntas a cada prueba y cada negativa que le daban a Berta acababa convirtiéndose en motivo de celebración, ya fuera porque ese día iba muy bien conjuntada o porque el director de casting tenía un cuerpo diez. Lo importante era irse de cañas y punto, pero ahora no están juntas.
Berta sigue caminando, pero a cada paso que da, se siente cada vez más rota por dentro. Esta vez no le han dado ninguna esperanza. Ni un simple "Ya te llamaremos". Solo le han dicho que no es lo que están buscando, que quieren a alguien con más preparación. ¿Con más preparación? ¡Pero si ella tiene la carrera de periodismo y desde los doce años está acostumbrada a hacer todo tipo de anuncios! La cámara ya no tiene secretos para ella. Incluso ha posado para un catálogo de ropa interior, y eso no fue nada fácil. En cambio, la que sería su compañera si la hubieran elegido a ella para el trabajo no sabe ni expresarse con claridad. Si no fuera por los guiones que le dan , estaría perdida. Pero... ¿Por qué piensa eso? Ella no es así.  ¿Qué más da si sabe o no hacer bien su trabajo? Esa pobre chica no tiene la culpa de que no la hayan cogido a ella.
De repente, suena el móvil y lo primero que se le pasa a Berta por la cabeza es que ojalá no sea su madre. Cruza los dedos de la mano izquierda y, con la manos derecha, se aparta los mechones rubios de pelo que le tapan la cara y rebusca en el bolso hasta que encuentra el aparato. Mira la pantalla táctil pero no reconoce el número y no tiene ni idea de quién puede ser porque aparecen más de nueve dígitos. No le queda más remedio que contestar y salir de dudas.
  -¿Diga?
  -Hola, Berta, cariño.¿Has salido ya de la prueba?
  -Hola, Afri. Sí, he salido ya, pero prefiero no hablar de eso. Me ha salido fatal.
  -¡Venga ya! ¡Siempre dices lo mismo y mira la de veces que te han llamado! ¿O a caso no eres la niña de los "Caramelos Sweetty"?
  -Sí, pero de eso hace ya mucho. Hazme caso, que esta vez no me llaman.
  Las dos amigas se quedan en silencio unos segundos hasta que África se decide a hablar.
  -Bueno, no importa. Ya saldrán otros trabajos y, lo mejor de esto es que... -África hace con la boca un sonido que simula al redoble de unos tambores. -¡Nos vamos de cañas para celebrarlo!
  -No tengo ganas de celebraciones. Además, no hay nada que celebrar.
  -Está usted ofendiéndome Señorita Romero. ¿Cómo que no hay nada que celebrar? ¿Acaso no le parece apropiado celebrar que hoy es hoy y que somos unas amigas estupendísimas?
  Berta sonríe al otro lado del teléfono, aunque sigue teniendo los ojos llorosos.
  -Bueno, está bien, pero aunque celebráramos eso, tú estás trabajando. No te puedes escaquear así porque sí.
  -¿Y quién te ha dicho a ti que yo me vaya a escaquear? ¡Nos vamos de cañas telefónicamente!
  -Afri, estás loca. Vas a gastar un pastón en móvil..
  -¡Bah! Por eso tú no te preocupes, que estoy llamando con el teléfono de mi oficina.
  -Lo siento, África, no puedo. Todavía tengo que llamar a mi madre, que aún no he hablado con ella y estará la pobre mordiéndose las uñas... Gracias de todas formas, me has animado bastante.
  -¿De" gracias de todas formas", nada! No te vas a librar de mí tan fácilmente. Cuando salga del trabajo te llamo y nos vamos a tomar algo.
  -Está bien, pero una y para casa, que tengo que quedarme cuidando de mi prima pequeña.
  -No te preocupes, yo también tengo cosas que hacer. ¡Un beso!
  Y sin dejar que Berta conteste, África cuelga el teléfono. Ya tenía planes para hacer después del trabajo, pero va a tener que aplazarlos al menos dos horas. Todo sea por animar a una amiga y que no caiga en las garras del malvado helado de tres sabores. Va a tener que organizarse muy pero que muy bien si quiere que le dé tiempo a hacer todo lo que tiene planeado.

En esa misma oficina, hace unas horas
  Ya no puede echarse atrás. Está ahí dentro, en su despacho, aunque ahora mismo debería habérselo pensado antes. No tiene derecho a pedirle lo que le va a pedir y posiblemente lo ponga en un compromiso, pero como siempre dice su padre, "de perdidos, al río".
  -¿Qué te trae por mi humilde despacho, Africa?
  Su sonrisa perfecta y sus ojos azul grisáceo paralizan a la joven becaria. Comienzan a temblarle las piernas y no sabe por donde empezar. Intenta hablar pero no le salen las palabras. Sigue pensando que no es una buena idea pedírselo y teme su reacción.
  -Venga, que no te voy a comer. Sabes que no soy de esa clase de jefes.
  Otra sonrisa. Ahora incluso más bonita que la anterior. Esto parece un festival de sonrisas y, por ahora, el chico tiene todas las de ganar.
  -Verá, no sé cómo decirle esto pero... le quiero pedir un favor.
  -Venga África, no me hables de usted. Te lo he dicho ya cien veces: Aquí los dos estamos en igualdad de condiciones.
  -Bueno, tu eres el jefe y yo, la becaria. Creo que las mismas, mismas condiciones, no son.
  Aparece la primera sonrisa de África desde que entró por la puerta y esto le ayuda a relajarse un poco. Al fin y al cabo, es cierto que él no es el típico jefe que se piensa que está por encima de todo el mundo. Y aunque lo fuera, ambos han ido labrando una relación más estrecha desde que comenzaron a trabajar juntos.
  -En fin, lo que TE quería pedir -África recalca el "te" en tono de broma para hacerle ver que ya no le habla de usted -es que hoy me dejes salir un poco antes. No te pido una hora exacta, sino cuando termine todo mi trabajo.
  -No sé, Afri... Fuiste tú la que me pidió que te tratara como al resto de la plantilla y ahora me pides todo lo contrario.
  -Ya sé que no sería justo para los demás, pero es solo un día.
  -Es solo un día, pero mañana será otro. Y pasado mañana, otro.
  -Que no, de verdad. Es solo hoy porque es un día especial.
 El Señor Sauras se levanta de su silla y se acerca a la chica, todo ello con una sonrisa bastante pícara en su rostro. Mientras, África da un paso hacia atrás y su cuerpo choca contra la puerta, que permanece cerrada desde que ella entró.
  -¡Ah! ¡Sí? ¿Un día especial? ¿Y eso por qué?
  El joven la abraza y le da un ligero beso en los labios. Ambos sonríen.
  -Hoy, justamente hoy, hace un mes que empecé a salir con mi chico.
  -No sabía que tuvieras novio.
  Otras dos sonrisas al unísono.
  -Vamos, Miki, tengo que trabajar y este no es el momento ni el lugar más adecuado para hacer esto. ¿Me dejas salir antes o no?
  Un beso. Otro beso. Y otro más. La chica separa a Miguel con la mano y pone ojitos de carnero degollado. Eso nunca falla. Su jefe se da por rendido y le contesta de camino a su mesa.
  -Está bien, pero ni una palabra a nadie y espero que no te acuestes tarde porque mañana tienes que venir a trabajar a la misma hora de siempre.
  -Sí, sí. No te preocupes. ¡Muchas gracias! Nos vemos luego en la sesión de fotos ¿No?
  -Lo siento, pero la sesión se ha cancelado. Quiero estar presente y hoy no puedo porque tengo bastantes cosas que hacer y salgo dentro de quince minutos a una reunión que no sé cuánto durará. Ya te avisaré cuando la vayamos a hacer.
  -Está bien. Me hacía mucha ilusión pero... otra vez será.
  -Hasta mañana.
  -Hasta mañana entonces.
  Y mientras sale de la habitación y cierra la puerta, le regala un guiño y una sonrisa a su jefe.
 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Con "B" de BERTA. Cap. 4

CUATRO
Paredes verde lima listas para pintar y darle la bienvenida al inquilino que dormirá a partir de ahora entre ellas. Lucas coge con las dos manos el bote de cuatro litros de pintura azul y lo acerca hasta la pared con el gran ventanal. Ya ha cubierto con papel de periódico el marco del mismo, el de la puerta y todo el suelo, así que al fin le toca su parte favorita: darle color a todo lo que le rodea con la única ayuda de un rodillo y un par de brochas.
Intenta abrir el bote de pintura con las manos pero, como era de esperar y a pesar de que lleva ya algunos meses haciendo ejercicio, no tiene la fuerza suficiente para abrirlo. Acaba de mudarse a aquella casa y aún no tiene allí su completísima caja de herramientas, de modo que sale de la habitación y busca por toda la casa algo que pueda usar a modo de palanca. Avanza por el pasillo, que no tiene ni un solo mueble; busca por todas las habitaciones, las cuales están también vacías. En el salón solo hay un colchón en el suelo que ni siquiera ha sido desembalado y, por último, rebusca en los cajones de la cocina, la única habitación que venía con los muebles instalados. Nada, no encuentra nada. El joven empieza a desesperarse y vuelve a la primera habitación, en la que nada más entrar, ve un destornillador justo al lado de la pintura. ¿Cómo ha podido no verlo antes? Lucas sonríe y se da un ligero golpe con la palma de la mano en la cabeza. Se agacha e introduce la punta del destornillador entre el bote y la tapadera del mismo y, con un simple toque, destapa la pintura. El olor se introduce rápidamente en su nariz y pasa por la garganta hasta llegar a los pulmones. No le queda más remedio que toser.
Entre tos y tos, vuelve a la cocina a por un vaso de agua, pero cuando abre el grifo, se da cuenta de que ésta no tiene un color muy saludable y es que, tras salir durante unos segundos de color marrón, el chorro cesa, caen al fregadero tres pegotes de barro y comienza a hacer un ruido bastante extraño. Lucas lo da por muerto, al menos hasta que le traigan su magnífica caja de herramientas, y lo cierra mientras continua tosiendo, aunque cada vez lo hace con menos frecuencia.
Ahora se dirige al cuarto de baño pero, cuando abre el grifo, ya ha parado de toser. Al menos aquí el agua parece ser potable y no tendrá que arreglarlo.
Con tanto ajetreo se le han saltado hasta las lágrimas y sus grandes ojos verdes ahora están un poco rojos. El joven se echa agua en la cara y en la nuca. Lleva un día bastante duro entre una cosa y otra y está agotadísimo. Después de toda una noche de viaje en tren en el que casi no ha podido dormir, ha  llegado a Madrid al amanecer, ha llevado todo el equipaje hasta su nuevo piso, luego ha ido a firmar su nuevo contrato de trabajo y ha vuelto para comenzar el largo trabajo que le espera hasta convertir aquella casa en lo que será su hogar.

Hace cuatro meses, en Salceda de Caselas, Galicia)
  Está a punto de entrar en su casa cuando, mientras busca la llave para abrir, escucha sonar el teléfono al otro lado de la puerta. Se pone nervioso e intenta meter rápidamente la llave en la cerradura, pero ésta no encaja. Qué momento más inoportuno para llamar. Seguro que es su madre para preguntarle qué tal le ha ido el día y saber si está mejor después de su ruptura con Sara, como si lo viera. Por fin atina con la pequeña ranura y con un brusco giro de muñeca hacia la derecha, la puerta se abre. Sale corriendo hacia el salón, sin ni siquiera cerrar la puerta y, cuando va a descolgar el teléfono, éste deja de sonar. Justo en ese momento, en el bolsillo trasero del pantalón, comienza a vibrar su móvil. No le da tiempo a que comience a sonar la melodía cuando ya ha contestado:
  -¡Hey! ¿Qué pasa? No puedes estar ni dos horas separado de mí ¿Verdad?
  -Más quisieras... ¡Que sé que desde que me dejé perilla no me quitas el ojo de encima!
  -¿Tanto se me nota? Jajajajaja
  Los dos amigos ríen al unísono, aunque a bastantes metros de distancia el uno del otro.
  -Tío. te he estado llamando a tu casa, pero no lo cogías ¿Dónde estás?
  -Ya, ya lo sé. Justo cuando estaba abriendo la puerta he escuchado el teléfono, pero no me ha dado tiempo a cogerlo -En ese momento, recuerda que aún no ha cerrado la puerta y se dirige hacia la entrada para hacer lo propio.
  -Verás, Lucas... Te tengo que pedir un favor.
  -Va, tío, ¿Qué pasa? Sabes que haré cuanto esté en mi mano para ayudarte. Somos amigos ¿No?
  -Sí, sí. Somos amigos, pero esto es diferente. No es un favor de los de siempre.
  -Me estás acojonando ¿Qué grado de favor es? -La mente de Lucas empieza a trabajar a la velocidad de la luz y empieza a imaginar lo más descabellado que se le pudiera haber ocurrido a su amigo. La preocupación comienza a verse reflejada en su perfecto rostro. -¿Es un favor tipo "déjame dinero", "necesito que me arregles una silla"...? ¿O es más bien "ayúdame a conquistar a una chica con frasecitas cursis"?
  -No. No es nada de eso.
  -¿Entonces?
  -Necesito que cantes y toques la guitarra ante los directores de casting de "Dime una palabra".